OJO. Escenas y lenguaje de adultos. Si padeces de los nervios,
lee con alguien que te proteja.
Como era de esperar, el perro malo, porque hay perros buenos, Nicolás Maduro, el 10 de enero se juramentó como presidente de Venezuela para un nuevo período hasta el 2031. Aspirar a que ocurriera otra cosa era un sueño. Se juramentó luego de militarizar las principales ciudades del país, clausurar todos los puntos fronterizos para evitar la entrada y salida de personas, cerrar el espacio aéreo y marítimo, prohibir por tanto cualquier movimiento de aviones y barcos y activar toda su fuerza antiaérea con declaradas intenciones de derribar cualquier intento de llegada por el aire. Se juramento solo, sin fiestas, ni apoyo popular. Se juramento en algo muy parecido a un velorio.
Aunque esperada, fue una mala obra de teatro, una
actuación circense o bufonesca de muy mal gusto, donde el ya narco dictador que
viene ilegal desde el 2018, acaba de dar un golpe de estado, en la misma medida
que se caga en la opinión de casi el total del mundo democrático y las
organizaciones a nivel internacional y peor para el momento, se caga
olímpicamente en las elecciones del pasado julio, donde la oposición salió
victoriosa con más del 37% de los votos a su favor, lo que define no una
victoria, sino una masacre en las urnas. Maduro se ha proclamado presidente,
asistido por cuatro o cinco corruptos funcionarios sin mostrar un acta, lo que declara
que para nada ellas hacen falta, sencillamente, con unas servilletas escritas a
mano que lo llaman presidente, basta.
La inasistencia a la más parecida coronación feudal fue notoria, sólo se presentaron personalmente dos presidentes latinoamericanos por razones más que obvias; el desagradable y muy bruto dictador Daniel Ortega de Nicaragua y el incapaz “Puesto a Dedo” también coronado por los Castros, Miguel Díaz Canel de Cuba. Los otros importantes por sus cargos fueron Brahim Gali, primer ministro de la República Árabe Saharaui Democrática y Gaston Browne, primer ministro de Antigua y Barbuda, imagino yo que por no tener nada más importante que hacer y se fueron allí en busca de la merienda. Dicen que estuvo el presidente del Congo, que imagino sea negro, al cual no conozco, ni me interesa conocer, creo haber escuchado que es otro dictador con muchos años en el poder.
Los gobiernos latinoamericanos que más han apoyado a
Maduro, cuyos presidentes han jugado históricamente a los amigos con el
chavismo – madurismo, que incluso se han negado hasta hoy a reconocer el gran
fraude y han aceptado en silencio las servilletas de Maduro, México, Colombia y
Brasil no asistieron, sólo enviaron representantes, quizás como para no aparecer
en las fotos y no embarrarse tanto o más de mierda de lo que ya están.
Maduro se ha hecho llamar presidente y cree que con
esto basta y es hasta cierto punto entendible, Maduro, superando las sanciones,
las opiniones, las manifestaciones populares en su contra, aun está ahí,
entonces por qué no pensar que puede seguir. Confía Maduro en la fortaleza que
le da el apoyo de los corruptos y comprados altos militares y cree que, si
hasta ahora ha podido, podrá.
El planeta nuevamente ha sido flojo, débil, permisivo
y se desgasta en discursos y llamados de atención a un tipo que ha dicho que no
le importan los llamados. El planeta ha estado apostando para que el brutísimo
dictador se arrepienta, renuncie a sus privilegios y se marche en paz a
disfrutar de vacaciones. Hubiera sido igual que esperar que Hitler dijera que
se equivocó con matar a seis millones de judíos, que no sabía por qué lo había
hecho porque ellos no les caían tan mal o que Hussein dijera que se arrepentía
de eliminar casi totalmente por vía incluso de masacres masivas a las minorías
kurdas, que no sabía por qué lo había hecho, porque los kurdos tampoco le caían
mal.
Maduro, ladrón, apoyado todavía hoy en el poder
militar y como siempre, en un grupo muy pequeño de ese pueblo que vive “feliz” de
cupones de comida y de la delincuencia, con un discurso que sólo logra nauseas
y ganas de vomitar, logró llegar al 10 de enero y se hace coronar de nuevo como
absoluto y no sólo se corona, sino que guapea y se echa en las espaldas a los
organismos internacionales, a muchos gobiernos y a la mayoría del pueblo
venezolano.
No me escondo para decir que me gustaría ver a Nicolás
Maduro cazado como un animal y colgado de un poste de luz en Caracas. Para no
ser demasiado malo, no lo torturaría como él he hecho con miles de venezolanos,
pero disfrutaría verlo balancearse con una soga al cuello. Para los más
demócratas que me pueden leer, si quieren un juicio justo, pues lo enjuiciaría
frente al poste a las 10:00 am de cualquier día y a las 10:01 am lo colgaría.
Tiempo justo para leerle el final de la sentencia, muerte.
Es imposible pensar que, por las buenas, por las
conversaciones, por las negociaciones, Maduro se va a ir. Los dictadores no se
van por las buenas. A los dictadores de aquí y de allá, de ayer y de ahora hay
que darles fuego para sacarlos, hay que ahogarlos en su propia mierda, hay que
perseguirlos y sobre todo hay que hacerles sentir miedo, el mismo miedo que
fueron capaces de infundir en hombres y mujeres del pueblo al que han llevado a
la casi miseria. Otro Nicolás, pero Ceausescu, pagó, en 1989, bien caro el
haber casi eliminado por hambre y enfermedades, muchas de ellas nunca antes
vistas, al pueblo rumano. Venganza no, justicia.
El pueblo venezolano está resistiendo, en medio,
entendible, de desalientos, desesperanzas, cansancio y miedo. El pueblo
venezolano parece decidido a reconquistar su libertad y es duro, pero puede
cansarse, el paso del tiempo puede hacer mellas. La represión desatada por el gobierno
de Maduro, ahora más fuerte, trata de ahogar la más mínima expresión de
oposición.
La oposición, Edmundo González y la muy admirada María
Corina Machado, la tienen bien difícil. Han prometido que cobraran y tratan de
enviar mensajes de esperanza y aliento al pueblo. Sobre todo, mensajes de
resistencia, pero los pueblos tienen límites y frente a la aparente
imposibilidad pueden bajar los brazos. María Corina sigue dentro de Venezuela,
presencia de respetar, pero, hasta cuándo lo logrará.
Todos los entendidos dicen que Maduro está derrotado,
que con su autonombramiento injustificado ha cavado su tumba, que está más
debilitado, que las sanciones ahora si le van a hacer efectos, que es ilegal
como ya sabemos, que existen fisuras dentro del ejército que en realidad nadie
ve, pero lo cierto es que Maduro sigue allí, campeando por su respeto.
Estados Unidos aumenta la recompensa por su cabeza, al
estilo del Viejo Oeste, ahora a 25 millones de dólares, igualándolo a Osama Bin
Laden, pero Maduro se las arregla para no andar caminando solo por las calles.
Timorata acción de Biden, quien, por el momento, dice que,
por no saber las consecuencias exactas para los Estados Unidos, le sigue
comprando petróleo a Venezuela. Biden con cuatro años de presidente y ocho
anteriores de vicepresidente, dice que no sabe las consecuencias de dejar de
comprar el petróleo venezolano. De madre, por un lado, se declaran sanciones,
se pone precio a cabezas, se reconoce al nuevo presidente electo por el pueblo
y por otro lado se le sigue dando vida al gobierno que se dice sancionar.
Sanciones en abstracto que nada van a solucionar mientras el pueblo venezolano
se desgasta, es reprimido y como solución más inmediata comenzará nuevamente a
emigrar.
María Corina, a la cual ya no encuentro palabras para
reconocer y halagar, dando muestras de su valentía, sigue dentro de Venezuela y
dice que no va a salir al exterior, sigue viviendo en la clandestinidad. Creo
que el gobierno de Maduro la está dejando pasar y está jugando con ella al
ratón y al gato, porque de haberla querido coger presa y quizás desaparecerla,
hace rato que fuera historia. Sigue emitiendo mensajes lindos, dulces,
cariñosos, efervescentes, victoriosos, esperanzadores, pero no puede hacer más
nada. Edmundo sigue viajando por el mundo tratando de lograr reconocimiento y
apoyo, cosa que es honesta decir, ha logrado con gobiernos y políticos actuales,
expresidentes y varias organizaciones internacionales, pero Maduro y sus varias
instituciones militares siguen allí, reprimiendo, desapareciendo, torturando e
incluso violando a venezolanos.
Si, ya sabemos, Maduro perdió las elecciones por
mucho. La oposición ha ganado por mucho también porque, como nunca antes, ha
logrado unir a los venezolanos. El mundo casi completo, menos los casos más que
conocidos comprometidos con Maduro apoyan el cambio democrático. Los líderes
opositores están accionando, en un orden de acciones que pueden hacer. El
pueblo, ese gran por ciento que votó por la libertad, sigue luchando dentro y
fuera del país, todos dicen que a Maduro le queda menos que a un dulce frente a
la puerta de un colegio, pero, Maduro sigue allí sin colgar de un poste de luz.
Venezuela vive en un luto absoluto, casi como de duelo
nacional por la muerte de alguien muy querido. Las calles de las principales
ciudades están vacías, quizás, visto con gran optimismo, en espera del próximo
movimiento.
Entonces, ahora qué.
Nota: En medio de todo esto, si alguien puede decirme dónde está Maduro, se lo agradecería, la recompensa de 25 millones de dólares ofrecida por él, no me vendría mal, al menos resolvería algunos problemas económicos que tengo.