viernes, 27 de febrero de 2015

Éstas cosas pasan.

No todo sale bien en ésta vida. Cuando  menos uno se lo espera, algo se jode y casi siempre pasa con lo que no puede pasar.
Recuerdo que si pedías una camisa prestada, ese día algo la manchaba o la rompía. Si salías con un carro que no era tuyo, al doblar de la esquina, aparecía el choque. Si te arriesgabas a salir con unos zapatos de un amigo, alguien te los pisaba y rompía. Si pedías un libro prestado, ese día te robaban la maleta.
Hago decenas de órdenes de trabajo todos los meses. Desde matar hormigas en apartamentos de residentes anormales hasta reparar techos, ventanas y puertas y casi siempre todo sale bien. Lo de matar hormigas es algo en lo que nunca fallo.
Ayer, jueves 26, recibimos una orden para cambiar el piso de una cocina, que como todo es de versión barata, es de vinil, para lo cual tenemos que sacar todos los aparatos que están sobre el piso, o sea, refrigerador, cocina con horno, lavadora y secadora.
Cuando los apartamentos están sin alquilar, es fácil porque coges todo y lo pones para donde te da la gana, pero cuando los apartamentos están alquilados todo se  vuelve un rollo. Primero hay que mover todos los muebles del comedor y la sala, para luego poder acomodar los muebles que traes de la cocina. Los apartamentos, algunos de ellos, recargados de muebles y adornos, terminan siendo grandes rompecabezas, donde sólo se le deja al residente un pequeño pasillo para acceder a las otras habitaciones.
RYAN
Como la historia revestía cierta urgencia, mi compañero Ryan y yo nos dispusimos a mover y preparar las condiciones  para que la brigada que pone el vinil apareciera. Con una acción rápida y coordinada logramos mover todo y acomodar la enorme cantidad de muebles que había, incluyendo una jaula para perros y una linda cama canina.
El vinil fue puesto en la tarde sin grandes dificultades. Cuando llegué hoy viernes, nuestra misión más importante planificada, era darle a todo para atrás. Se trata de afectar lo menos posibles a los residentes siguiendo los mandatos más elementales del marketing.
Para mí desgracia Ryan no estaba en el residencial, por lo que me tocó ir solo a resolver la orden de reacomodar los muebles, En realidad no es algo complicado, por diferentes razones lo hacemos con cierta frecuencia.
El piso se veía bien. El nuevo vinil, aunque de baja calidad, le daba un toque de renovación a la vieja cocina. Entonces magistralmente moví e instalé la lavadora, la secadora y la cocina, y me dispuse a meter lo único que me quedaba afuera, el refrigerador.

El refri, moderno, grande y pesado, estaba además abarrotado de comida, lo que convertía su traslado en algo tortuoso. No obstante lo entré a la cocina y después de instalar la bombita que empuja el agua hasta la máquina que hace hielo, lo giré con mil amores, a pesar de que se trababa y trababa constantemente. Cuando logré ubicarlo en su lugar y por casualidad bajé la cabeza en dirección al piso, descubrí que había roto el vinil, nada más y nada menos que en el medio de la cocina, frente a la puerta del dichoso refrigerador.

Más que dichoso, el jodido refrigerador se había trabado y con mis empujones se había llevado un pedazo de vinil recién puesto. Ya pueden imaginar. Primero algunas malas palabras en español y luego en inglés para que el aparato pudiera entenderme, más algunos golpecitos en la parte de arriba y los costados, pues de alguna forma tenía que resolver la impotencia sin llegar a meter la cabeza contra la pared. Segundo, la pregunta clásica: por qué me tiene que pasar esto a mí.
Pasado el mal rato solo, porque el refrigerador nunca me respondió, me fui al taller y le comenté a mis compañeros. Ellos reían mientras yo les hacía el cuento todavía medio disgustado.
En casos como este no es que  pase mucho, sólo que el vinil no tiene solución y hay que volver a ponerlo, por lo que hay que volver a mover todos los muebles de la sala y comedor del apartamento y volver a sacar los aparatos de la cocina, para luego volver a reorganizarlos.

Me pareció entender que en vez de poner vinil de nuevo, van a ordenar que se pongan losas de piso como se han puesto en otros apartamentos, cosa que es mucho mejor  para los residentes y sobre todo para nosotros que tenemos todos los días que bregar, como dicen los dominicanos, con historias como ésta.
Es así, según mis compañeros, algo se tiene que joder, todo no puede ser arreglado.
Sin embargo, todavía ahora mientras escribo, pienso que es real, éstas cosas pasan, pero coño, por qué me tienen que pasar a mí.



jueves, 19 de febrero de 2015

El librero – casita para mi nieta.

Foto enviada por Jenny
Todo comenzó hace como cuatro meses, cuando un día hablando con Jenny sobre Mía y entre otras cosas, el reguero constante de libros y juguetes por toda la casa, a mi hija se le ocurrió decirme que había visto, no sé exactamente dónde, un librerito para niñas en forma de casita, lo que le parecía bueno para tratar de organizar, al menos al final del día, lo que la niña desorganizaba en sus juegos.

Mi hija me preguntó si yo podía hacer algo parecido y me envió una foto por correo electrónico, sabiendo que el reto a mí me gustaría. Estamos en Estados Unidos y la idea puede parecer loca, pues el querer algo resulta tan sencillo como tener el dinero o parte de el para comprarlo. En las tiendas, por TV, en internet, etc, te venden hasta lo inimaginable. Sin embargo, la petición, nada difícil en principio, se remonta a la tradición, quizás a la necesidad, de hacer las cosas por uno mismo.

Entonces como soy uno de los abuelos y ahora soy profesional de mantenimiento, enseguida me dispuse. Trabajo en un lugar donde tenemos un taller con miles de clavos y tornillos, maderas, herramientas, etc., cosas que sin dudas ayudan.

Asesora Martica detrás de la base del librero - casita
El diseño no era complicado, lo complicado fue llevarlo a la práctica, pues como deben imaginar, no me pagan por ser buen abuelo. Tuve que diseñar, medir, calcular las piezas en mi casa y luego al otro día, en los pocos ratos libres que tuve, sin llamar mucho la atención, hacerlas, lo que me costó tener que llevar y traer varias veces algunas de las maderas. Los que conocen del tema saben que un milímetro de diferencia o una madera que no encaja perfectamente en la otra, puede acabar con el mejor diseño y la mejor intención, incluso de un abuelo.

A pesar de la cantidad de cosas que existen en la modernidad, todavía embobezco frente a aquellos muebles y construcciones, que fueron hechas con las manos, sobre todo aquellas que se hicieron cuando ni herramientas prácticamente habían.

El librerito – casita para mi nieta, presentó una dificultad. Quizás la más grande. Tuve que hacerlo para que pudiera ser enviado por correo o llevarlo por mí mismo dentro de una caja, lo suficientemente cargable como para transportarlo desde Lincoln, NE, hasta San Antonio, TX.

Detalle
De yo poder llevarlo no habría problemas, pues de tanto manosear las maderas, podría ensamblarlas fácilmente, pero si lo enviaba por correo, tenía entonces que diseñar casi un manual para que Yordan pudiera armarlo él solo. Cada madera y cada tornillo tienen una ubicación y un orden específicos, que de no conocerlo, pudiera ocasionar la rotura o la demora a la hora del ensamblaje.

Detalle








Algunos reirán y dirán, pero buenoooooo, un manual. Si, así mismo, un manual. He visto a person

as leídas, a las que al final he ayudado, sufriendo al borde del llanto, con todas las partes de un mueble que han comprado tiradas en el piso y uno de esos diagramas de IKEA, de esos que pudieran parecer hechos para bobos.

Detalle

Al final llegó diciembre y Martica y yo decidimos ir a San Antonio en guagua, Jonathan no pudo ir porque acababa de comenzar en un trabajo nuevo, por lo que tuve entonces que diseñar la caja para el traslado que soportara el bájate y súbete de una guagua para otra. El viaje resultó en 28 horas con cinco transferencias.


Diseñé una caja que podía haber llegado a China. Caja y librero – casita pesaban 46 libras, 4 libras menos de las que están autorizadas a llevarse en este tipo de transporte, sin tener que pagar extra. Al final, la caja llegó a San Antonio intacta. Ni me preguntaron que es lo que llevaba adentro.

Caja de cartón
Pasamos allí la última semana del 2014 y antes de regresar dejé armado el famoso librero y con esto di por terminada la tarea. Tiré varias fotos para la posteridad.

El objetivo fue cumplido. En realidad tengo que decir que fui ayudado por la asesoría de Martica y la habilidad manual del Chino para la confección de la caja.  Siempre es bueno tener una contraparte. Ni idea tengo de si a mí nieta le gustó, ella aún es muy pequeña. Ni idea tengo si algún día recordará o conocerá, que ese mueblecito se lo hizo su abuelo. A lo mejor cuando se entere y pueda entender, le parezca todo una ridiculez, en medio de tantas cosas que se venden y se venderán en éste país.

La obra como tal, tampoco es nada del otro mundo, sólo un poco de madera, tornillos y pinturas bien coordinadas. Sin embargo, estoy muy orgulloso. Primero, porque me parece que el mío está mejor que el que aparece en la foto que Jenny me mandó como muestra. Segundo, porque fue la posibilidad de hacer algo para mi nieta y para sus papas que hoy son los que recogen su reguero y a través de este algo, pienso haberles dejado una cosa, que por mucho dinero que tengan en ésta vida, no la podrán comprar en una tienda, porque esa cosa no puede ser comprada.


De esas cosas sencillas y a su vez muy profundas, debería estar hecha la vida.

 

domingo, 15 de febrero de 2015

Capitolio de Lincoln.

Uno de los lugares que más me llama la atención de la ciudad de Lincoln es su Capitolio. Creo que antes ya he hablado o escrito sobre esto. Me gusta la arquitectura.
He tenido la posibilidad de viajar en guagua o bus como se diría en inglés, varias veces desde que vivo en Estados Unidos. Primero desde San Antonio a Miami, luego de Miami a Lincoln y recientemente a finales del 2014 desde ésta, mi ciudad, hasta San Antonio, Texas, donde vive la otra parte de mi familia. No porque sea un fanático a las guaguas, sino por un puro y lógico problema económico. En estos viajes, durante las escalas técnicas y las transferencias no he podido pasear, pero por lo menos he visto, con ganas de mirar mucho, varias ciudades y pueblos y puedo asegurar que en muchas de ellas, al menos en las más importantes, existe un capitolio.

































Los capitolios que he visto, algunos son más grandes y lujosos en el exterior y otros son más sencillos, pero no son nada exclusivo aquí. Nosotros en Cuba tenemos el Capitolio, uno solo, por lo que resulta muy fácil hablar de él siempre. Todo el mundo allí, aunque no haya entrado, sabe dónde queda y cómo es. Recordar que el lugar incluso fue escogido por los cubanos del llamado interior, los que cariñosamente reconocemos como guajiros, para fotografiarse y demostrar que habían estado en La Habana. Sin embargo aquí cuando se habla de capitolio hay que ponerle un apellido, o sea, el Capitolio de Lincoln, el Capitolio de Dallas, el de Kansas City, etc, o simplemente el Capitolio de Washington, cede de las dos Cámaras del Congreso norteamericano.








Aprovechamos el paso de nuestro amigo el Chino por Lincoln y su interés por tirar buenas fotos, para visitar el Capitolio de Lincoln por dentro, cosa que por una razón u otra no habíamos hecho. Hasta ahora nos habíamos conformado con pasear y fotografiarlo por afuera, por lo que embullados todos, Jonathan, Victoria, Martica, el Chino y yo, nos dispusimos a entrar para conocerlo. Nos queda muy cerca de la casa, a pocas cuadras, por lo que el viaje fue muy fácil. 
Resulta ser que éste Capitolio, última versión construida en 1920, fue antecedida por cuatro construcciones diferentes, hechas en diferentes épocas, más sencillas obviamente. Como dato curioso es que la persona que diseño los pisos y los techos fue una mujer, lo que me parece muy poco común y avanzado para la época. Mi primera impresión cuando entré fue decepcionante. En la planta baja, las paredes y los pisos son de color gris funeraria, y todo muy llano y sencillo. No adornos, no detalles en las paredes y pisos, no esculturas. Solo pisos y paredes como ya dije de color gris y puertas de color carmelita muy oscuro. En realidad parece más eso, una funeraria, que otra cosa.




Está de más decir que casi me retiro tan pronto como crucé la puerta de caoba que separa el lugar del exterior. Me sentí que estaba perdiendo mi tiempo y lo que había que ver, ya lo había visto en la arquitectura exterior del edificio. No obstante, frente a la insistencia de Martica, como soy un tipo dócil, continué el viaje.

Cuando llegué al segundo piso, morí. Es ahí donde verdaderamente aparece el Capitolio, o al menos lo que uno aspira que sea.
Los pisos, espectaculares, son diferentes al Capitolio de La Habana, quizás un poquito más chiquito el espacio, tienen dibujos muy grandes, a partir de la técnica llamada taracea, proceso artesanal que se aplica a revestimientos de pavimentos, muebles y esculturas, que consiste en la incrustación de madera, marfil, nácar, metales o piedras, donde se logra el efecto especial en el diseño a partir del contraste de colores, conocida en el planeta, según leí en internet, desde el año 3000 a.C. en Mesopotámica y como siempre en China desde el año 1368.
Las figuras tienen además del tamaño espectacular, una terminación impresionante, que cuesta trabajo entender como pudieron ser hechas desde el piso, sin poder mirarlas y trabajarlas desde una perspectiva superior.
La estructura interna es parecida a la de una cruz romana, por lo que priman 4 grandes galerías, orientadas hacia los cuatro puntos cardinales, llenas de columnas talladas, arcos, vitrales, puertas de un trabajo inigualable y por supuesto toda una exposición de esculturas que reproducen a las figuras más importantes de la historia de Nebraska. Hombres y mujeres, poetas, políticos, militares, que de una forma u otra ayudaron a la constitución y formación de este Estado.
En el lugar donde se cruzan las galerías, se abre un espacio interior muy amplio que da posibilidad de un piso interno, tal como mezzanine o entre suelo, construido a partir de balcones que dan al interior del edificio. Balcones bellamente decorados con barandas talladas en mármol, desde donde se puede apreciar la magnitud de todo el trabajo de taracea que tiene la planta principal.























La estructura de la torre principal es cuadrada, quizás más simple a la hora de construirla, lo que permite tener cuatro caras que apuntan a diferentes partes de la ciudad. Me parece haber escrito ya que el Capitolio de Lincoln es por ley, la edificación más alta que existe y puede existir en la ciudad, por lo que su altura, creo que de 120 metros, permite una vista completa de la urbanización que se extiende abajo.
Cómico, los elevadores que existen para subir a lo que llamaríamos mirador, son los originales, de madera, con aquellos relojes viejos que ya sólo se ven en las películas. Lo que le da al paseo vertical, cierto encanto, una vez que confías en que trabajan bien y no se van a caer. La torre, que está en su interior toda tapizada en mármol veteado de color verde y negro, termina en una cúpula con vitrales que convierten la luz del Sol en algo agradable de mirar.

Luego al final, en camino a la salida, una tienda de souvenir muy discreta, con una muy agradable vendedora, donde para no dejar de hacer algo diferente, me compré un collar que hace alusión a los indios norteamericanos. Recordar que las llanuras de lo que es hoy Nebraska fueron el hogar de muchas de las tribus que habitaban este lugar antes del movimiento de los blancos europeos hacia el oeste, por lo que ellos, o al menos una parte de ellos, tienen muy a bien mostrar o recordar ese pasado, que además de pasado, reúne todo el encanto de una cultura bien diferente a la que luego se implantó.

Les pongo las fotos. Creo que ellas son mejores que mi explicación. No porque las fotos sean buenas, sino porque son fotos.
















sábado, 14 de febrero de 2015

Gato cariñoso.

No me gustan los gatos. En realidad no se por qué. Imagino que debe ser porque me gustan los perros y entonces al que le gustan los perros no le gustan los gatos.

Nunca tuve gatos durante mi infancia. Mi primer contacto íntimo con gatos fue en República Dominicana, donde viví primero con mi hija Jennifer y mi yerno Yordán, hasta que llegaron Martica y el Jonathan.

Lo primero que tuvimos fue un gato macho, blanco y amarillo, llamado Ritchie, en honor a Ritchie Sambora, guitarrista de Bon Jovi. Gato enorme, de una cabeza descomunal y con una fuerza fuera de serie. Recuerdo a Yordan casi fajado con el gato para poderlo bañar. La historia se complicó con la llegada de Chloe, una hembra linda, dulce, que resultó ser muy fértil. De ella, con el paso del tiempo, tuvimos dos partos con una cantidad enorme de gaticos, de los que se quedó en la casa una gatica a la que llamaron Doty Half. Gatica increíblemente cariñosa, comparada con el mejor de los perros en este aspecto. Jonathan la trataba entonces como a un canino y para colmo ella respondía como tal. Había que ver a aquella gatica buscando y trayendo pelotas o permitiendo que Jonathan a arrastrara por toda la casa aguantándola por las patas traseras.

Los gatos me hacían feliz en algunos momentos y en otros no. Ya podrán imaginar, pelos por todos lados, gatos subidos en las camas y en la cocina. Martica protestando por el tema higiene y los controles de salud. Cambios constantes de arenas donde todos los gatos orinaban y cagaban. Ritchie escapado y desaparecido detrás de las gatas y nosotros buscándolo por el barrio. Ritchie fajado por salir a todo costo de la casa, incluso cuando para hacérsela más difícil pusimos tela metálica en las ventanas y el balcón, etc.

Cuando Jennifer y Yordan decidieron emprender su viaje para Estados Unidos, les pedimos que resolvieran el temas de los gatos, y entonces mi hija se dedicó a buscar personas a las que dejarle sus animales, bajo la garantía de que ellos la pasarían bien en el futuro. Cosa que por suerte, logró.

Hoy trabajo en un lugar que está lleno de animales. Muchos residentes tienen mascotas después de pagar creo que 15 dólares adicionales por vivir con ellos en los apartamentos. Todos los días veo perros de todas las razas, colores y tamaños, gatos, ratones en jaulas, y uno que otro animalito extraño, además de las ardillas y las liebres que andan sueltas y pululan en el lugar.

La mayor parte de mi trabajo es dentro de los apartamentos, por lo que tengo que lidiar con animales para poder realizar mi labor. A veces entro y los perros son agradables, a veces se tornan insoportables, ladrando y moviéndose constantemente. A veces están en jaulas, otras están sueltos.

Con los gatos pasa lo mismo, sólo que hacen menos bulla y generalmente se retiran a lugares más seguros cuando ven a un tipo de casi 6 pies entrar con herramientas, escaleras, cubos, piezas de repuesto, etc. Los más curiosos se te meten entre las piernas como para demostrarte cariño o se ponen a chismear dentro de las herramientas.

Me llama la atención el tema de los gatos. La mayor parte de ellos está sobre peso y son muy pocos dinámicos. Muchos parecen almohadas con patas y cabezas. Acostumbrados a comer bolas de cereal y carne de lata, casi no se mueven y pueden ver pasar cualquier cosa por su lado y no se inmutan.

Con alguna frecuencia tenemos problemas con ratones, sobre todo en los apartamentos que están en los primeros pisos a nivel de la tierra. Los ratones entran por las puertas de los balcones o algunos huecos de las construcciones buscando el confort y allí tratan de instalarse, cosa que no es de extrañar, hace mucho frío afuera. Lo que si me llama la atención es que en muchos de estos apartamentos hay uno o varios gatos de los que los ratones se burlan constantemente. Tenemos que poner trampas con mantequilla de maní para coger a los ratones habiendo gatos dentro de los apartamentos, a veces son tantos que se nos acaban las trampas que tenemos y se nos crea un problema. Les digo a mis compañeros que no necesitamos trampas, que lo que necesitamos es traer, a lo mejor por la frontera de México, a varios gatos cubanos y resolveríamos de una vez y por todas el tema de los ratones.

 La última experiencia que me conmovió fue la de entrar a un apartamento a cambiar una máquina fregadora de platos, y estando tirado en el piso, apareció lentamente un gato, se encaramó en la meseta de la cocina y estuvo todo el tiempo desde allí mirándome, me miraba tal como me mira Martica cuando me pongo a hacer algo en la casa. No sólo me miraba sino que adoptó determinadas poses agradables, lo que hizo que me animara, sacara mi teléfono y desde el piso le tirara algunas fotos.

No es anormal, los gatos siempre se encaraman y los más amistosos se dejan tocar incluso. Lo que me llamó la atención de éste en particular fue que se sentó frente a mi, tal como hace Martica, y estuvo todo el tiempo mirándome, como si se sorprendiera de lo que estaba pasando o estuviera evaluando lo que yo estaba haciendo, por momentos parecía que tenía frente a mí a un jefe y no a un animal.

A lo mejor, él no lo sabe, pero esto me hace cambiar mi percepción sobre estos animales.


miércoles, 11 de febrero de 2015

Si no te gusta el clima de Nebraska, …

Acabamos de cumplir aquí dos años. Una de las frases que más he escuchado de boca de los pobladores de Lincoln, mencionada siempre con cierta ironía es, “si no te gusta el clima de Nebraska, espera 10 minutos”.

Al principio me parecía una exageración, algo que se decía para provocar gracia o para delatar una gran diferencia. En realidad estaba equivocado. Vivimos casi en el medio del territorio norteamericano, y eso hace, a mi parecer, que todo lo que se mueve de norte a sur o viceversa y de este a oeste y viceversa, nos afecte.

Estamos otra vez en invierno. Esa “linda” estación donde los árboles están totalmente pelados, las ardillas se esconden y hace frío, tanto que en estos días hemos tenido  temperatura  de –20 grados C, por lo que por varios días todo permanece cubierto de hielo y nieve.
Este invierno comenzó temprano, en noviembre nevó, cosa que no pasó en los otros dos inviernos que tengo como experiencia aquí. Sin embargo las dos últimas semanas de enero fueron cálidas, a pesar de ser enero históricamente uno de los meses más fríos dentro de los inviernos. En esas semanas, el Sol calentó, lo que hizo que mi trabajo fuera más agradable. No abrigo gordo, no guantes, no gorro.
Y entonces, el desastre.
En la primera semana de febrero nevó tres veces, lo que no fuera tan grave, porque al final estamos en invierno y se supone que en esta área en invierno nieve, sino porque en esa misma semana, o sea, la pasada, yo estuve de guardia.
La peor semana del invierno hasta ahora y yo de guardia, a veces me parece que estoy pagando las culpas de algunos de mis antecesores.
Comenzó a nevar el sábado 31 de enero a las 8:00 am, con una nievecita inocente que se fue poniendo fea con el paso de las horas y paró de nevar el domingo; 24 horas de nieve ininterrumpida, lo que provocó que tuviera que ir a mi trabajo en la mañana del domingo a quitar la nieve que se acumula en las aceras y entradas de los edificios, escaleras incluidas. Trabajo que se va haciendo familiar y fácil, sobre todo para un tipo como yo nacido en una isla en el medio del Mar Caribe.
Como siguió nevando tuve que ir el lunes siguiente, ahora para hacerlo más familiar y fácil a las 4:30 am y para no dejarlo así, en los dos días siguientes, volvió a nevar y el jueves tuve que pasarme 4 horas de nuevo quitando nieve.
La escena, tantas veces vista en las películas, de un tipo empujando una máquina de quitar nieve, ahora la estoy viviendo, o sea, perfectamente puedo aspirar a que me den ese papel en cualquier filmación. Es un trabajo fuerte, a veces muy fuerte, cosa que no parece cuando se está sentado frente al TV. Tan fuerte que a los 15 minutos comienzas a sudar copiosamente, tanto sudor que parece que a uno le va a dar algo.
Es fuerte porque la nieve que tratas de quitar puede tener 5, 6, 7 o más pulgadas de alto, compactada o mezclada con hielo, por lo que la máquina se traba constantemente y hay que empujar y empujar con ganas. Luego como casi siempre hay aire, toda la nieve que estas quitando de la acera, que supuestamente debe ser lanzada por la máquina para el lado, te cae arriba y para colmo como las máquinas son de combustión interna, todo el dióxido de carbono sale para atrás y no puedes dejar de respirarlo. Entonces entre la nieve que traba la máquina, la que te cae arriba y termina congelándote las pestañas, los huecos de la nariz, la cara, además de mojarte todo lo que tienes puesto y los gases que estas respirando, hay momentos que lo que dan ganas es de gritar, tirar la máquina para el carajo e ir a un lugar caluroso, asquerosamente caluroso.
La máquina hay que pasarla y pasarla hasta dejar toda la acera limpia. A veces me pregunto a quién se le puede haber ocurrido hacer las aceras tan anchas en lugares donde nieva o máquinas tan estrechas para quitar la nieve.
Máquinas para quitar nieve, máquinas para repartir sal que derrite el hielo, palas para limpiar las escaleras exteriores donde no funciona la máquina, arena gorda, una y otra vez como parte del sueño americano. Sueño o pesadilla?
Cuando se está de guardia en estas condiciones la vida suele complicarse un poquito más de lo normal, porque hay que salir a manejar a cualquier hora que te llamen para resolver un problema y manejar nevando o peor, con hielo sobre la calle, es harina de otro costal.
La sola idea de salir de la casa con mucho frío, nieve o hielo, es extremadamente jodida, si se le suma lo del peligro de manejar y la mucha probabilidad de chocar o que te choquen, entonces es extremadamente jodida jodida.
Los carros, nuevos y viejos, con tracción delantera o trasera, incluso con tracción en las cuatro ruedas, patinan. No se engañen, cuando estás sobre hielo y te equivocas o sencillamente te toca, el patinazo es inevitable. Hay días en que no puedes subir la velocidad a más de 15 millas por hora, lo que significa que casi es mejor ir caminando.

Pero, no todo es malo aquí en invierno, a veces después de minutos, sale el Sol y calienta. Hemos tenido días que ha amanecido frío, muy frío, a media mañana se destapa un viento horrible que hace que el frío se sienta mucho más frío y a medio día sale el Sol y suben las temperaturas a tal grado que puedes quitarte el abrigo gordo. No es el calor del verano obviamente, pero es un pequeño verano dentro del invierno. No te puedes confiar, porque a pesar de mirar para el cielo y ver uno de los azules más lindos que se pueda imaginar, en cuestión de horas, a veces no muchas, todo cambia y se vuelve al principio del ciclo.
Por todo esto y a pesar de todo esto, el lugar me resulta medio divertido, claro está, siempre que no esté de guardia. El clima es algo que no llega a angustiarme, porque no soy un tipo angustiado de base. El peor de los momentos pasa y mejora, la guardia se acaba, lo que no hay es que desesperarse, porque tal como dicen los nebrasquianos o nebrasqueños, si no te gusta el clima de Nebraska, espera 10 minutos.