Acabamos de cumplir aquí dos años.
Una de las frases que más he escuchado de boca de los pobladores de
Lincoln, mencionada siempre con cierta ironía es, “si no te gusta
el clima de Nebraska, espera 10 minutos”.
Al principio me parecía una
exageración, algo que se decía para provocar gracia o para delatar
una gran diferencia. En realidad estaba equivocado. Vivimos casi en
el medio del territorio norteamericano, y eso hace, a mi parecer, que
todo lo que se mueve de norte a sur o viceversa y de este a oeste y
viceversa, nos afecte.
Estamos otra vez en invierno. Esa
“linda” estación donde los árboles están totalmente pelados, las ardillas se esconden y
hace frío, tanto que en estos días hemos tenido temperatura de –20 grados C, por lo que por varios días todo permanece cubierto de
hielo y nieve.
Este invierno comenzó temprano, en
noviembre nevó, cosa que no pasó en los otros dos inviernos que
tengo como experiencia aquí. Sin embargo las dos últimas semanas de
enero fueron cálidas, a pesar de ser enero históricamente uno de
los meses más fríos dentro de los inviernos. En esas semanas, el
Sol calentó, lo que hizo que mi trabajo fuera más agradable. No
abrigo gordo, no guantes, no gorro.
Y entonces, el desastre.
En la primera semana de febrero nevó
tres veces, lo que no fuera tan grave, porque al final estamos en
invierno y se supone que en esta área en invierno nieve, sino porque
en esa misma semana, o sea, la pasada, yo estuve de guardia.
La peor semana del invierno hasta ahora
y yo de guardia, a veces me parece que estoy pagando las culpas de
algunos de mis antecesores.
Comenzó a nevar el sábado 31 de enero
a las 8:00 am, con una nievecita inocente que se fue poniendo fea con
el paso de las horas y paró de nevar el domingo; 24 horas de nieve
ininterrumpida, lo que provocó que tuviera que ir a mi trabajo en la
mañana del domingo a quitar la nieve que se acumula en las aceras y
entradas de los edificios, escaleras incluidas. Trabajo que se va
haciendo familiar y fácil, sobre todo para un tipo como yo nacido en
una isla en el medio del Mar Caribe.
Como siguió nevando tuve que ir el
lunes siguiente, ahora para hacerlo más familiar y fácil a las 4:30
am y para no dejarlo así, en los dos días siguientes, volvió a
nevar y el jueves tuve que pasarme 4 horas de nuevo quitando nieve.
La escena, tantas veces vista en las
películas, de un tipo empujando una máquina de quitar nieve, ahora
la estoy viviendo, o sea, perfectamente puedo aspirar a que me den
ese papel en cualquier filmación. Es un trabajo fuerte, a veces muy
fuerte, cosa que no parece cuando se está sentado frente al TV. Tan
fuerte que a los 15 minutos comienzas a sudar copiosamente, tanto
sudor que parece que a uno le va a dar algo.
Es fuerte porque la nieve que tratas de
quitar puede tener 5, 6, 7 o más pulgadas de alto, compactada o
mezclada con hielo, por lo que la máquina se traba constantemente y
hay que empujar y empujar con ganas. Luego como casi siempre hay
aire, toda la nieve que estas quitando de la acera, que supuestamente
debe ser lanzada por la máquina para el lado, te cae arriba y para
colmo como las máquinas son de combustión interna, todo el dióxido
de carbono sale para atrás y no puedes dejar de respirarlo. Entonces
entre la nieve que traba la máquina, la que te cae arriba y termina
congelándote las pestañas, los huecos de la nariz, la cara, además
de mojarte todo lo que tienes puesto y los gases que estas
respirando, hay momentos que lo que dan ganas es de gritar, tirar la
máquina para el carajo e ir a un lugar caluroso, asquerosamente
caluroso.
La máquina hay que pasarla y pasarla
hasta dejar toda la acera limpia. A veces me pregunto a quién se le
puede haber ocurrido hacer las aceras tan anchas en lugares donde
nieva o máquinas tan estrechas para quitar la nieve.
Máquinas para quitar nieve, máquinas
para repartir sal que derrite el hielo, palas para limpiar las
escaleras exteriores donde no funciona la máquina, arena gorda, una
y otra vez como parte del sueño americano. Sueño o pesadilla?
Cuando se está de guardia en estas
condiciones la vida suele complicarse un poquito más de lo normal,
porque hay que salir a manejar a cualquier hora que te llamen para
resolver un problema y manejar nevando o peor, con hielo sobre la
calle, es harina de otro costal.
La sola idea de salir de la casa con
mucho frío, nieve o hielo, es extremadamente jodida, si se le suma
lo del peligro de manejar y la mucha probabilidad de chocar o que te
choquen, entonces es extremadamente jodida jodida.
Los carros, nuevos y viejos, con
tracción delantera o trasera, incluso con tracción en las cuatro
ruedas, patinan. No se engañen, cuando estás sobre hielo y te
equivocas o sencillamente te toca, el patinazo es inevitable. Hay
días en que no puedes subir la velocidad a más de 15 millas por
hora, lo que significa que casi es mejor ir caminando.
Pero, no todo es malo aquí en
invierno, a veces después de minutos, sale el Sol y calienta. Hemos
tenido días que ha amanecido frío, muy frío, a media mañana se
destapa un viento horrible que hace que el frío se sienta mucho más
frío y a medio día sale el Sol y suben las temperaturas a tal grado
que puedes quitarte el abrigo gordo. No es el calor del verano
obviamente, pero es un pequeño verano dentro del invierno. No te
puedes confiar, porque a pesar de mirar para el cielo y ver uno de
los azules más lindos que se pueda imaginar, en cuestión de horas,
a veces no muchas, todo cambia y se vuelve al principio del ciclo.
Por todo esto y a pesar de todo esto,
el lugar me resulta medio divertido, claro está, siempre que no esté
de guardia. El clima es algo que no llega a angustiarme, porque no
soy un tipo angustiado de base. El peor de los momentos pasa y
mejora, la guardia se acaba, lo que no hay es que desesperarse,
porque tal como dicen los nebrasquianos o nebrasqueños, si no te
gusta el clima de Nebraska, espera 10 minutos.
Que Rrico Dios mio me fascina elclima asy de nebraska como me gustaria vivir alli fabuloso
ResponderEliminarMe encanta el frio la lluvia no me gusta el calor 😂😂😂😂😂
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