No me gustan los gatos.
En realidad no se por qué. Imagino que debe ser porque me gustan los
perros y entonces al que le gustan los perros no le gustan los gatos.
Nunca tuve gatos
durante mi infancia. Mi primer contacto íntimo con gatos fue en
República Dominicana, donde viví
primero con mi hija Jennifer y mi yerno Yordán, hasta que llegaron
Martica y el Jonathan.
Lo primero que tuvimos
fue un gato macho, blanco y amarillo, llamado Ritchie, en honor a
Ritchie Sambora, guitarrista de Bon Jovi. Gato enorme, de una cabeza
descomunal y con una fuerza fuera de serie. Recuerdo a Yordan casi
fajado con el gato para poderlo bañar. La historia se complicó con la llegada de Chloe, una hembra linda, dulce, que resultó ser
muy fértil. De ella, con el paso del tiempo, tuvimos dos partos con
una cantidad enorme de gaticos, de los que se quedó en la casa una
gatica a la que llamaron Doty Half. Gatica increíblemente cariñosa,
comparada con el mejor de los perros en este aspecto. Jonathan la
trataba entonces como a un canino y para colmo ella respondía como
tal. Había que ver a aquella gatica buscando y trayendo pelotas o
permitiendo que Jonathan a arrastrara por toda la casa aguantándola
por las patas traseras.
Los gatos me hacían
feliz en algunos momentos y en otros no. Ya podrán imaginar, pelos
por todos lados, gatos subidos en las camas y en la cocina. Martica
protestando por el tema higiene y los controles de salud. Cambios constantes de arenas donde todos los gatos orinaban y cagaban. Ritchie
escapado y desaparecido detrás de las gatas y nosotros buscándolo
por el barrio. Ritchie fajado por salir a todo costo de la casa,
incluso cuando para hacérsela más difícil pusimos tela metálica
en las ventanas y el balcón, etc.
Cuando Jennifer y
Yordan decidieron emprender su viaje para Estados Unidos, les pedimos
que resolvieran el temas de los gatos, y entonces mi hija se dedicó a
buscar personas a las que dejarle sus animales, bajo la garantía de
que ellos la pasarían bien en el futuro. Cosa que por suerte, logró.
Hoy trabajo en un lugar
que está lleno de animales. Muchos residentes tienen mascotas
después de pagar creo que 15 dólares adicionales por vivir con
ellos en los apartamentos. Todos los días veo perros de todas las
razas, colores y tamaños, gatos, ratones en jaulas, y uno que otro
animalito extraño, además de las ardillas y las liebres que andan sueltas y
pululan en el lugar.
La mayor parte de mi
trabajo es dentro de los apartamentos, por lo que tengo que lidiar
con animales para poder realizar mi labor. A veces entro y los perros
son agradables, a veces se tornan insoportables, ladrando y
moviéndose constantemente. A veces están en jaulas, otras están
sueltos.
Con los gatos pasa lo
mismo, sólo que hacen menos bulla y generalmente se retiran a
lugares más seguros cuando ven a un tipo de casi 6 pies entrar con
herramientas, escaleras, cubos, piezas de repuesto, etc. Los más
curiosos se te meten entre las piernas como para demostrarte cariño
o se ponen a chismear dentro de las herramientas.
Me llama la atención
el tema de los gatos. La mayor parte de ellos está sobre peso y son
muy pocos dinámicos. Muchos parecen almohadas con patas y cabezas.
Acostumbrados a comer bolas de cereal y carne de lata, casi no se
mueven y pueden ver pasar cualquier cosa por su lado y no se inmutan.
Con alguna frecuencia
tenemos problemas con ratones, sobre todo en los apartamentos que
están en los primeros pisos a nivel de la tierra. Los ratones entran
por las puertas de los balcones o algunos huecos de las
construcciones buscando el confort y allí tratan de instalarse, cosa
que no es de extrañar, hace mucho frío afuera. Lo que si me llama
la atención es que en muchos de estos apartamentos hay uno o varios
gatos de los que los ratones se burlan constantemente. Tenemos que
poner trampas con mantequilla de maní para coger a los ratones
habiendo gatos dentro de los apartamentos, a veces son tantos que se
nos acaban las trampas que tenemos y se nos crea un problema. Les
digo a mis compañeros que no necesitamos trampas, que lo que
necesitamos es traer, a lo mejor por la frontera de México, a varios
gatos cubanos y resolveríamos de una vez y por todas el tema de los
ratones.
La última experiencia que me conmovió fue la de entrar a un apartamento a cambiar una máquina fregadora de platos, y estando tirado en el piso, apareció lentamente un gato, se encaramó en la meseta de la cocina y estuvo todo el tiempo desde allí mirándome, me miraba tal como me mira Martica cuando me pongo a hacer algo en la casa. No sólo me miraba sino que adoptó determinadas poses agradables, lo que hizo que me animara, sacara mi teléfono y desde el piso le tirara algunas fotos.
No es anormal, los
gatos siempre se encaraman y los más amistosos se dejan tocar
incluso. Lo que me llamó la atención de éste en particular fue que
se sentó frente a mi, tal como hace Martica, y estuvo todo el tiempo
mirándome, como si se sorprendiera de lo que estaba pasando o
estuviera evaluando lo que yo estaba haciendo, por momentos parecía
que tenía frente a mí a un jefe y no a un animal.
A lo mejor, él no lo sabe, pero esto me hace cambiar mi percepción sobre estos animales.
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