Como dice el
grandísimo Fito en una de sus canciones,
Nadie nos
prometió un jardín de rosas,
Hablamos del
peligro de estar vivos.
Estoy
convencido de que eso es una gran verdad. El día que nos levantemos y no
tengamos un muerto querido, un enfermo cercano, algo roto, algo que necesitamos
comprar sin tener dinero, algo que nos falta desde hace tiempo y ni idea de
cómo resolverlo, un esfuerzo o sacrificio grande a hacer, un chisme, una
fractura con amigos o familiares, nieve, etc., deberíamos coger miedo.
Sobre esto y
otras cosas es la historia que pretendo contar. Es posible que el cuento no
interese a muchos, más allá de familiares cercanos y algunos amigos, sin
embargo, de el podríamos aprender, por aquello del viejo refrán que dice,
“cuando veas las barbas de tu vecino arder, pon las tuyas en remojo”
Tengo un
amigo, más que eso un hermano, al que conozco bien, que está pasando por un mal
momento. Nada extraño, es sólo el peligro de vivir.
¿Quién es?
Bueno, es un
cubano que llegó a Estados Unidos hace 20 años. A diferencia de otros
coterráneos que llegan esperados por familiares o amigos, con propiedades e
incluso mucho dinero, mi amigo llegó un día de mucho frío, con la ropa que
traía puesta, un sobre amarillo cerrado con sus papeles de inmigrante dentro y
dos cigarros. No era mucho para emprender el largo viaje de la vida en un
nuevísimo lugar.
En Cuba, a
pesar de que siempre supo lo que quería y lo defendió, fue declarado confundido
por la sociedad y no pocos de sus familiares y esa confusión asignada se
convirtió en un tatuaje a color que cubrió todo su cuerpo y lo identificó.
Allí hizo de
todo para sobrevivir. Trabajó por la derecha, fue profesor, chofer, obrero y
trabajó por la izquierda, compró, vendió y limpió pisos. Ganó dinero y perdió
dinero. Estuvo preso. Siempre trabajó.
Un día,
gracias a su confusión, logró mudarse a los Estados Unidos y como venía de
pasar trabajo porque no vivió en un jardín de rosas, no tuvo miedo, no escogió.
No tuvo soporte familiar, pues él fue el pionero en su familia en eso de los
viajes y comenzó a trabajar en uno de los sectores más fuertes y exigentes de
la economía norteamericana, la producción de alimentos derivados de la carne.
Decidido a
vivir honestamente, trabajó años de lunes a lunes, 12 horas diarias por cada
jodido día, con lo que logró no sólo vivir, sino ayudar desde los primeros días
y de forma sistemática y permanente a todos los que había dejado atrás, familia
y amigos. No muchos pudieron imaginar que toda aquella ayuda recibida durante años,
era el fruto de un casi inhumano esfuerzo, porque para los que quedaron en
Cuba, a veces la idea era que el dinero en “America” se obtenía con tan solo
abrir la pila de la cocina o del baño.
Como mi
amigo se trajo su cerebro, no sólo trabajó, sino que estudió, pasó cursos, se
superó teóricamente y entonces comenzó a ascender dentro de su sector, hasta
llegar a convertirse en un supervisor de producción, puesto de dirección,
enlace entre los obreros, la carne y la alta gerencia de una compañía.
Tuve la
suerte de ser su subordinado durante 3 meses en mi primer trabajo en Estados
Unidos y puedo asegurar que es un supervisor diferente. Mientras sus homólogos
dan órdenes y se pasean por la fábrica con las manos en los bolsillos, mi
amigo, además de dirigir, trabaja con el cuerpo: carga, empuja, sustituye a un
trabajador que necesita ausentarse, busca, lleva y trae cosas, etc., lo que ha
conformado en él, un poco, esa condición de imprescindible que todos tenemos
cuando nos gusta lo que hacemos y lo hacemos bien. Esa condición de la que
llegamos a sentirnos orgullosos.
¿Cometió
errores mi amigo? Seguro que sí, todos nos equivocamos, pero mirando su
trayectoria laboral, me arriesgo a decir que ninguno fue tan grave como para
detener su ascenso y poder optar, si estuviéramos en Cuba, por su categoría de
vanguardia laboral y como premio por un ventilador ruso Orbita.
Para las
personas que han vivido bajo un régimen totalitario, no importa el apellido que
tenga, socialismo, fascismo, capitalismo con dictadura militar, etc., Estados
Unidos siempre ha sido un paradigma. Paradigma de libertad, de posibilidad de
expresión y de religión. Paradigma de calidad económica y de vida. Símbolo y
ejemplo de la democracia para el resto del planeta.
Eso es
verdad y es mentira al mismo tiempo. Una cosa son las constituciones, las
enmiendas, las leyes y las estructuras y otra, a veces diferente, es el
funcionamiento diario de la sociedad con la intervención genial e inigualable y
al mismo tiempo maléfica del ser humano. Entonces, a veces, el elemental
planteamiento de algo dorado dependerá de tu vecino, de tu compañero de
trabajo, de tu jefe o subordinado, de las tradiciones de tu entorno, tu cuadra,
tu barrio, tu ciudad.
Cuando fui
joven siempre que miraba el mapa de la Tierra, con mí gran imaginación,
descubría que de Estados Unidos salía una luz que brillaba. A esa parte del
mapa siempre la veía más iluminada que el resto y la brújula donde debía tener
el Norte decía USA. Todavía miro el mapa y veo la luz, aunque debo reconocer
que ahora menos brillante. Estoy conociendo las entrañas como dijera El Apóstol.
Creo que,
debido a su formación multicultural, multirracial, multi religiosa, las
guerras, los períodos de postguerras, el rápido crecimiento económico sostenido
de forma general, la lucha incansable por el dinero, el consumo como guía de
vida, un poco de alcohol y drogas, la sociedad norteamericana ha desarrollado y
alimentado varios dramas e histerias.
Recuerdo una
ocasión que los científicos informaron que un fragmento de meteorito podría
impactar a la Tierra. De madre lo que se esperaba, algo parecido dicen que hizo
desaparecer a los dinosaurios, que no eran pocos, ni débiles. Los
norteamericanos salieron en masas a comprar cascos plásticos para protegerse.
Podría parecer gracioso, pero no lo es, es sencillamente una locura.
En mi andar
por Estados Unidos desde hace 5 años descubro, entre otros, cuatro grandes
temas tabú, que, en vez de resolverlos, todos alimentan, aparejado de aquel
término, también inventado de “políticamente correcto o incorrecto” para hablar
sobre cualquier cosa, incluso hasta las más sencillas y elementales.
Los temas
son, las razas, las mujeres y el acoso sexual, los niños y las armas. Dejaré
los tres últimos para otra ocasión si el invierno me acompaña y dedicaré un
ratico al tan traído y llevado tema de las razas y etnias.
Lo que
nosotros conocemos como indios americanos, aquellos lindos cuerpos de piel
cobriza y pelos lacios, hábiles con los caballos y que se llaman aún Sol Naciente,
Coyote Libre, Águila de la Montaña, etc., no son tal cosa, sino, nativos
americanos. Los negros no son negros, sino afroamericanos. Todos los
latinoamericanos somos mexicanos y los mexicanos, originales de México o nacidos
en los Estados Unidos todos, sin excepción, son brutos y torpes. Los árabes,
también sin distinción, son terroristas.
Se han
creado barreras desde hace muchos años y muchas personas sólo se han puesto
detrás de ellas. Es cierto, los blancos mataron a los indios, a los
sobrevivientes los agruparon en Reservaciones, luego cuando les convino, les
pidieron perdón y como retribución le dieron derechos que aún hoy los
diferencian del resto de los ciudadanos norteamericanos. Entonces en el 2018
los nativos americanos, que no han sufrido muertes, ni tienen que vivir en
lugares limitados, y que además disfrutan de buenos derechos, siguen viviendo
de lo que les pasó a sus tatarabuelos. Acuerdo político entre políticos e
indios, a los que además hay que decirles nativos americanos, incluso cuando
hayan nacido ayer. Esa condición de nativo les confiere una antigüedad que no
deberían tener, los nativos fueron sus abuelos y ya no existen. Es como si el
hombre por descender del mono tuviera que seguirse llamando Mono Rodriguez,
Mono García, Mono Smith, etc. Todos los ciudadanos que vinieron después y
nacieron aquí son nativos por pura lógica, independientemente que se llamen
Jason o Caballo Blanco.
El tema de
los afroamericanos en Estados Unidos es, para mí, otro absurdo inentendible en
el 2018. Me parece más de lo mismo. Es cierto también, los abuelos de los
presentes negros fueron esclavos, no todos, pero si la mayoría, entonces sin
saber mucho dónde queda África y por supuesto, totalmente negados a visitarla
ni como turistas, no se les puede llamar negros porque es un término altamente
ofensivo, de hacerlo puede uno entrar en un terreno pantanoso. Lo de negro
parece que no le gusta a nadie, a mi mujer suelo llamarla a veces así
cariñosamente, mi negra, y puedo asegurar que no le gusta y siempre protesta a
pesar del amor que el apodo lleva.
A veces,
hagan lo que hagan, te aconsejan no mirarlos muy insistentemente porque de
inmediato tu mirada puede interpretarse como una acción racista blanca contra
los afroamericanos. Es un drama pasado de generación en generación, que no dudo
que alguna razón o ejemplo tenga, pero está alentado, no sólo desde la parte
que definimos fácilmente como blanca, sino que está definido y alentado desde
la otra parte, aquella que es negra, pero no acepta ese nombre y quiere ser
llamada afroamericana.
Vuelvo a
decir que es cierto, hace ya algunos siglos, los negros fueron tratados como
animales, no sólo aquí, los de aquí no fueron exclusivos, sino en todos los
lugares, por ejemplo, en todas las Américas, donde la esclavitud se puso de
moda como sistema económico. Debido a su fortaleza física, fueron cazados o
vendidos por otros negros y puestos a trabajar como esclavos. Después, a pesar
de la formal igualdad que otorgaron los papeles, los blancos los mantuvieron
segregados y existió el KKK, pero todo eso ya pasó, sin embargo aún, con más
fuerza que nunca se mantiene en las cabezas de los descendientes que no
conocieron a sus tatarabuelos, no conocieron África, no conocieron los horrores
de la esclavitud, a tal punto que llamar a alguien negro, aunque sea
cariñosamente como a Martica, puede ser un enorme insulto, que puede llegar a
ventilarse en las cortes o tribunales bajo la causa de racismo.
Para mí, es
mejor y más claro ser reconocido negro que afroamericano. No sé cómo lo pueden
ver de otra forma, porque lo del regreso a África ya nadie se lo cree. Están,
no dudo que, con algún dolor histórico, negando su real condición de
norteamericanos, apelando al origen de sus abuelos. Por momento me parece todo
un montaje o jugada para, por un lado, meter miedo y recordar el pasado y por
el otro, hacerse las victimas a gran escala social.
Me parece
ridículo, porque entonces tendríamos que aceptar que en Cuba fuéramos
cubanafricanos o cubanespañoles en dependencia del color de la piel. En España
podrían ser hispárabes, los moros que no eran rubios de ojos azules estuvieron
allí 5 siglos. Los rusos podrían ser rusmongoles, porque los mongoles
originales se movieron a su antojo por toda Asia. Los mongoles serían
mongochinos y los chinos chinmongoles. Los noruegos, suecos e islandeses
podrían seguir siendo vikingos y los ingleses serían germabritánicos, cosa que
no les caería nada bien. Los franceses todos serían descendientes de Asterix
“El Galo” Los italianos podrían ser llamados por todos los pueblos de Europa
donde se estableció el Imperio Romano. Los esquimales podrían ser esquirusos,
como homenaje a los primeros que pasaron caminando el Estrecho de Bering
congelado o esquipinguinos por apego a la fauna polar. Los brasileños podrían
apelar a lo de brasiportugueses y los portugueses podrían seguir siendo primos
hermanos de los españoles y por último entonces los africanos podrían querer
llamarse Afrineandertales o Afrilopitecus apelando a los más antiguos orígenes,
lo que traería que los nacidos en Norteamérica con la piel negra quisieran ser
llamados afrineardenamericanos o afrilopitamericanos.
Es un
acuerdo tonto para hoy, no le quito el mérito que tuvo en la historia pasada de
este país la lucha por los derechos de los negros. Conozco que fue muy fuerte.
Pero parece hoy un acuerdo hipócrita de blancos y negros, donde los segundos
dijeron, queremos que nos reconozcan de tal forma o nos portamos mal y los
primeros dijeron, ok, no nos están pidiendo que los queramos, sólo que los
llamemos afroamericanos, pues entonces llamémosle así, y de esa forma se portarán
bien.
Que en
Estados Unidos, Cuba e incluso Hong Kong la mayor parte de la población
carcelaria sean los negros, que les guste usar los pantalones por debajo de las
nalgas, que controlen la venta de droga al por menor en las esquinas de muchas
ciudades, que nos les guste el frío o la natación, que algunos no sean buenos
trabajadores y prefieran vivir eternamente de la ayuda de gobiernos, que
algunos gusten de una pareja blanca para exhibirla como trofeo, que les guste
sobremanera el color dorado y los tennis Air Jordan, no es culpa de haber
tenido abuelos esclavos hace más de dos siglos y que el KKK matara decenas de
negros en los Estados Unidos. Es algo muchísimo más profundo y complejo socialmente,
que no se resolverá jamás con un simple cambio de denominación, negro por
afroamericano.
Hace ya dos
semanas, mi amigo, como todos los días se levantó temprano para ir a su
trabajo. Siempre llega antes del amanecer. En un momento de su jornada, conversando
con una subordinada afroamericana con la que tiene buenas relaciones, hizo un
comentario sobre otro subordinado afroamericano, al parecer públicamente mal
trabajador, un tercer subordinado afroamericano que pasaba, escuchó la
conversación y fue directo a la Dirección de Recursos Humanos y dijo que mi
amigo había hecho comentarios racistas y que además priorizaba o amparaba más a
los trabajadores latinoamericanos.
Es cierto,
mi amigo es rubio hoy con poco pelo y tiene los ojos azules, podría pasar como
europeo en cualquier juego, pero es cubanoooooooooo, entonces, ¿racismo?
El
protagónico de esta historia fue llamado a la Dirección y pudiendo negar el
asunto y convertirlo en un chisme sin base, dando muestras de honestidad,
reconoció que había hecho el comentario, que nada tenía que ver con un color de
piel, sino con una calidad de empleado, pero que detrás de el no había habido
ninguna mala intención, entonces, de repente, todo cambió, quizás mirándolo desde
ahora, cavó su propia tumba.
La
administración de la compañía se trabó, cogió miedo, o se lo quería sacar de
arriba y esperaba el encajillo y entendió en el más riguroso significado la
palabra racismo. Mi amigo fue despojado de sus credenciales, escoltado hasta la
puerta de salida y advertido de que estaba suspendido por tiempo indefinido,
por lo que no podía regresar a la fábrica.
He interrogado
a mi amigo hasta la saciedad, los que me conocen bien saben que me las pinto bien
para esto, tratando de encontrar dónde el jején puso el huevo en este asunto y fui
uno de los que apostó que, teniendo en cuenta sus años positivos como
trabajador y dirigente, su conducta, su esfuerzo no sólo por trabajar, sino por
superarse, se encontraba en estos justos momentos pasando un curso de dirección
en la universidad que su inmensa corporación tiene, por un incidente como este,
la sangre no debería llegar al río. A los pocos días lo llamarían para decirle
que todo estaba resuelto y que se debía incorporar a sus funciones.
En efecto, días
después lo contactaron por teléfono y le dijeron que la Corporación había
decidido despedirlo, que recibiría una carta oficial con la información del
tiempo trabajado. Así de frío, lo despidieron por teléfonooooooooooo.
Más allá de
la afectación económica que esto trae en una familia con tres hijos a mantener,
una casa recién comprada, a la que mi amigo desde el primer día llama “la
embajada” tratando de demostrar su decisión de apoyar a todos, más vivir todos
los días, la consecuencia moral o emocional se dibuja inmensa. ¿Cómo entender
que tanto trabajo y entrega, pueda irse a la mierda por un chisme, para colmo de
un mal trabajador?
Trabajo
ininterrumpidamente desde que tengo 23 años. He trabajado en tres países muy diferentes,
en una buena cantidad de empresas e instituciones, lo que me permite asegurar
que todos comentamos dentro de nuestros ambientes laborales. Más allá de los
posibles análisis éticos, los jefes cuando se reúnen entre ellos evalúan y
comentan sobre sus subordinados. Los subordinados cuando se encuentran y no hay
espías entre ellos, comentan y evalúan a sus jefes. Los jefes cercanos a sus subordinados
se arriesgan a evaluar y comentar sobre otros jefes y otros subordinados. Todos
comparamos, criticamos, reconocemos, etc., sobre todo tras bambalinas. Sólo una
idea avalada por una irracional histeria o una muy mala intención, puede llevar
al final que tuvo la historia de mi amigo.
Ambos, mi
amigo y yo, nos equivocamos de pared a pared. Confiamos en que primaría la idea
de valorar, pensar, averiguar bien, incluso buscar testigos que pudieran
aportar información de lo que exactamente pasó y que, sobre todo, el sistema no
de dejaría chantajear y no pondría en peligro la presencia de uno de sus
supervisores probado por más de 8 años.
Pues no,
nada de lo lógico funcionó porque al final el sistema es más importante por lo menos
en su funcionamiento formal. La acusación de racismo y trato diferente por
lugares de origen, para este caso totalmente injustificable por irreal, se
resuelve únicamente con la pena máxima, o sea, el despido. Nada es más
importante que el sistema, entonces mi amigo pasó como el Ferrari de 0 a 100 en
3,4 segundos, de supervisor reconocido y querido, semanas antes la misma Dirección
lo había evaluado de excelente, a desempleado sin consuelo.
No se si mi
amigo tropezó con un afroamericano defensor profesional de los derechos humanos,
el tipo es un histérico y dramático de libro o un oportunista clásico. Para mí
tiene más de las dos últimas posiciones, porque por lo que conozco, me parece
que el Dr. Martin Luther King Jr., uno de los verdaderos defensores, lo hubiera
hecho de forma diferente, pero lo cierto es que, al menos para esta ocasión, se
rompieron todos los pronósticos, entonces …, cuando veas las barbas de tu
vecino arder, pon las tuyas en remojo.
Moralejas.
- Quizás pensamos que esto a nosotros no nos puede pasar y confiamos, como mi amigo, que formamos parte inseparable y sobre todo insuperable del sistema. Para todos aquellos que piensan que su condición
los pone por encima del sistema, por favor, revalorar. Nunca y en ningún lugar
nada y nadie es más importante que el sistema, y los sacrificios para que esto
funcionen son reconocidos como necesarios, digamos que los famosos daños colaterales
calculados.
- Para todos aquellos que siguen viendo fanática o
apasionadamente la luz en el mapa, recordar que caminamos sobre arenas
movedizas, donde una mirada, un puchero, una señita, comentario, un
reclamo, por inocentes que parezcan, mal interpretados o malintencionados,
puede hacer que te hundas y se te convierta la vida en un yogurt.
- El término políticamente correcto o incorrecto es
un invento que funciona, lo mismo en Cuba que increíblemente en los
Estados Unidos. Puede ser utilizado cuando no se sabe qué responder,
cuando interesas salirse de un tema aparentemente espinoso o sencillamente
cuando se quiere joder a alguien. Me recuerda increíblemente aquello que tantas
veces escuché en Cuba y pensé que había jamás volvería a escuchar, “este no
es el marco para ese planteamiento que haces”
- El racismo es más que un tema histórico social,
por momentos puede ser una moderna estrategia de vida de ambos peleadores o
equipos que se encuentran sobre el ring. Por momentos sólo se trata de conseguir
una ventaja puntual, más allá de querer resolver definitivamente un asunto
determinado.