jueves, 16 de octubre de 2025

633.- Policías y ladrones fácil. Víctimas y victimarios difícil.

En un juego cubano, no sé si existirá en otros países, como el de policías y ladrones que jugábamos cuando niños, los roles estaban bien identificados.

Un niño con los ojos tapados frente a un grupo de amiguitos respondía a: ¿Por el señor, policía o ladrón?, en la misma medida que otro niño señalaba con el dedo al escogido. Todo era aparentemente casual y equilibrado, aunque luego cuando grande te das cuenta de que el que señalaba en cada ocasión, tenía posibilidades de escoger, no así el que respondía en orden para cada “especialidad o función”.

Una vez definidos los bandos, todo era sencillo. Los policías se encargaban de coger a los ladrones y los ladrones trataban de no ser cogidos por los policías. Aquella sencilla regla generaba, escondederas, correderas, encaramaderas, haladera, empujones, caídas, golpes, pero sobre todo mucha diversión. Al final del juego mataperro, ganaban los policías si lograban coger a todos los ladrones, cosa que, a pesar de parecer fácil, no siempre pasaba.

Recuerdo con agrado, porque soy gran consumidor de limón con sal, que el castigo que muchas veces usábamos para ladrones capturados era que tenían que tomar limón con sal, previamente preparado y embotellado en aquellos pomos clásicos de color ámbar de medicinas.

En la vida real cubana es mucho más complicado, porque los roles de víctimas y victimarios no están muy bien definidos, salvo en honradas y escasas excepciones que siempre existieron y fueron esas personas que se plantaron al menos de forma cívica y sin retirarse del territorio nacional, no se incorporaron a lo que sucedía.

En sentido general todos hemos sido víctimas y victimarios en determinados momentos, salvo sobradas excepciones de los que le cogieron el gusto a la segunda posición y han vivido de eso estas casi últimas siete décadas de nuestra historia.

Hemos sido víctimas primero de nosotros mismos, dónde la necesidad o capacidad de sobrevivir nos hizo permanecer en silencio, incluso cuando estábamos en total desacuerdo.

Hemos sido víctimas de nuestros familiares, los que, al querernos y tratar de protegernos, nos pidieron, a veces imploraron, no inmiscuirnos, callar, quizás no participar en la vanguardia revolucionaria, pero tampoco hacer mucha bulla. Nuestra buena familia, incorporada o no, casi siempre conocedora de las reales consecuencias, si no nos cortó las alas para no hacernos daño físico, por lo menos nos las amarró.

Hemos sido víctimas de nuestro entorno, porque de una forma u otra, era muy difícil aislarse totalmente, entonces tuvimos que aprender a congeniar incluso con nuestros enemigos más declarados.

Hemos sido víctimas de un proceso dentro del cual muchos nacimos y no pudimos cambiar, en el supuesto caso que quisiéramos haber cambiado algo. La correlación de fuerzas estuvo mucho tiempo en contra de muchos de nosotros y ahora cuando ya no lo está, tenemos desarrollado ese miedo adquirido del cual se habla y ya escribí, que nos mantiene inmóviles. Entonces aprendimos no a luchar contra el miedo, sino a sobrevivir con él.

Pero también y al mismo tiempo hemos sido victimarios. El sólo hecho de estudiar y trabajar dentro y para el gobierno, ya que el gobierno fue dueño absoluto por décadas de todas las enseñanzas y trabajos, nos convirtió en cómplices de lo mal hecho, de las maniobras, de las estrategias del gobierno para permanecer. La lucha por vivir nos llevó a, quizás no entender y estar de acuerdo, pero si, por lo menos, cumplir y en no pocos casos obedecer. Una obediencia silenciosa en desacuerdo, pero obediencia.

Muchos fuimos victimarios al levantar la mano y aprobar algo que no nos interesaba, pero nos permitía terminar rápido la reunión en que estábamos y largarnos. Acción bien aprovechada por las autoridades porque el voto o mano levantada se contaba a favor. No importaba mucho el cerebro, ya habría tiempo para él si fuera necesario, lo que importaba era la mano levantada y el número final.

Siempre digo que las verdaderas reuniones, esas donde se decía la verdad a un grupo reducido de amigos, ocurría siempre antes o después de la reunión oficial.

Fuimos victimarios de los nuestros, quizás nuestros hijos, a los cuales tratamos de preservar para que no pasaran lo mismo que habíamos pasado nosotros. Los entendíamos quizás, pero no los apoyamos, menos alentamos a luchar por el cambio, que a todas luces es la única solución que existe.

Fuimos victimarios de nuestros compañeros de estudios y trabajos, de los cuales conocíamos su incapacidad, su lealtad a la corrupción, pero por los cuales muchas veces nos dejamos dirigir.

Víctimas y victimarios son papeles que hemos jugado paralelamente, todo dependió de las circunstancias. Mientras el aire soplaba a nuestro favor era fácil por lo menos aparentar ser victimarios, cuando nos pasaban por arriba, nos perjudicaban, nos pisaban el callo, era más que utilizado pasarnos a la posición de víctimas.

Claro que han existido aquellos, como ya escribí que prefirieron y aún prefieren estar en el bando del poder, porque entre otras cosas, es más que practicado en Cuba que si se logran que miren a otros e incluso llamamos la atención sobre otros, logramos que no se nos mire a nosotros.

Hemos sido víctimas de las llamadas telefónicas sin nombres, de los infórmenes anónimos, de las verificaciones en vecindarios y centros de estudio y trabajo e incluso hemos conocido a nuestros victimarios, sobre los cuales no hemos actuado. Esos procesos de control formaron tanto parte de nuestras vidas, que conocíamos que ocurrían, que nos perjudicaban, pero llegaron a ser normales. Casi todos sabíamos y sentíamos que éramos vigilados.

Hace muchos años ya, leí que Cuba era un matrimonio, donde Fidel era el macho, el pueblo era la hembra y la alcoba nupcial era la Plaza de la Revolución y eso es cierto.

Fidel descubrió y desarrolló a un pueblo en sentido general inculto, poco conocedor de política e ideología, nada conocedor de lo que pasaba en el exterior y entonces se dedicó no a hacer pensar, menos a permitir el pensamiento, sino a llevar a ese pueblo la idea ya concebida, a sabiendas de que las manos se levantarían sin mucho trabajo.

En esa alcoba nupcial se resolvieron y acordaron las grandes medidas del gobierno. La gran masa, inculta, pero enamorada, efervescente y no falta de histeria “revolucionaria”, sin pensar, sin averiguar, sin indagar en consecuencias futuras, apoyó siempre a su líder convertido por ella misma en un dios macho.

Se fue víctima de algo que la ciencia reconoce como Síndrome de Estocolmo que en Cuba podría llamarse “Síndrome Castrocolmo”, o sea, el apoyo e incluso amor a alguien que nos utilizó y torturó a conciencia siempre. Todavía hoy hay personas, quizás ya no muchas, pero existen, que como consuelo frente al desastre total más que evidente, invocan a Fidel, tal como si pudiera rearmarse y salir de la piedra, como mago solucionador de los problemas, sin darse cuenta y reconocer que fue él el causante de todos los problemas. El Síndrome de Castrocolmo todavía es muy fuerte y explotado, más fuerte que cualquier ideología existente.

Fidel Castro no fue el presidente, ni el Comandante en Jefe, ni el presidente del Partido Comunista, fue el dueño de un pueblo y como dueño nos trató a todos.

Y en el caso de Cuba el tema es peor o más particular, todos, víctimas y victimarios, dentro de esa categoría más que utilizada, pueblo, fuimos víctimas de un “poder superior”.

Fidel y su revolución necesitaban un pueblo inculto ya dije, quizás con títulos, quizás buenos médicos, ingenieros, técnicos, pero de poca cultura. Buenos profesionales en sus especialidades que no supieran de nada más, que confiaran en la variante, siempre a conveniencia, que el gobierno entregaba. Personas que hoy apoyaban que fuera negro y mañana después de un discurso caliente, terminaran apoyando que fuera blanco, sin el más mínimo cuestionamiento del cambio de color.

Pueblo crédulo, enamorado, seguidor.

Pueblo aparentemente profesional en ideología, pero, sólo en una ideología, que no era nada más que las ideas de su líder, llevadas al plano teórico para lograr lo que quería. Pueblo, en su mayoría, puesto como escudo a combatir algo que no conocía y que sólo confió ciegamente en lo que alguien le contaba, tomando su variante como absoluta verdad.

Pueblo alfabetizado leyendo y escuchando sólo los discursos de su “gran líder”, haciendo loas a una revolución democrática popular que muy rápido se transformó en gobierno autocrático.

El comunismo, todo lo trastoca a conveniencia. A los campesinos los pone a esperar los alimentos de una bodega y a sus hijos los convierte en médicos o pilotos de guerra. A los intelectuales, poetas, escritores, músicos, artistas, etc., los convierte en obreros. A los que están en contra del gobierno, los clasifica como enemigos de la patria. A los que se van, les quitan la categoría de nacionales, los mata en vida e incluso aparente y hace creer que nunca existieron. Sólo sobreviven, como víctimas del poder, aquellos que no se oponen al poder.

jueves, 9 de octubre de 2025

632.- Caos.

¿Habrá un caos en Cuba si se cae o desaparece la llamada revolución cubana? Estoy convencido que NO. En lo absoluto, porque el caos es precisamente esa revolución.

El discurso del caos, del holocausto, de la desaparición, es manejado por el gobierno cubano desde siempre para aumentar el miedo de una población como la cubana, en un por ciento muy alto desprovista de otra visión real de lo que significa el futuro. Los que vivimos allí, tuvimos que buscarnos esa visión de futuro de forma particular, en no pocas ocasiones, en secreto.

Siempre existen personas o grupos que, sí avizoraron esa otra posibilidad, pero esas personas o grupos son las que la oficialidad, gobierno y adeptos, considera ovejas negras y trata no sólo de demeritarlos, con aquello de enemigos internos, sino de anteponerla a la gran masa que, como siempre, espera la dirección del movimiento para luego moverse o integrarse. El principal muro de contención de esas personas o grupos de personas, no es el gobierno, sino los propios cubanos.

Durante décadas el pueblo cubano, sólo obtuvo una línea de información que desde todos los ángulos describió al mundo en dos bandos, los buenos y los malos. Los buenos, los revolucionarios, donde casi se describía al paraíso, los malos, ellos los capitalistas, donde todo era desastroso. Miles de horas de propaganda, miles de páginas escritas para desarrollar la teoría del mal exterior.

Durante décadas el contacto del pueblo cubano con el exterior, o sea, otras formas de vida, fue muy limitada, más allá de las imágenes de los también felices países socialistas y algún que otro funcionario o representante del gobierno que al regreso de sus viajes oficiales de trabajo, dejaba entrever que además de lo malo, existían también “algunas cosas” que no podían ocultar y eran buenas. Pero, así y todo, la mención a esas cosas buenas o no tan malas que eran imposible de ocultar, venían acompañadas de explicaciones partidistas e ideológicas que trataban de minimizarlas. El contacto con los cubanos en el exterior, por décadas no existió, porque esos cubanos estaban muertos.

Decía la propaganda, para estudiar en esos países capitalistas hay que ser rico, para atenderse en un hospital también. Los autos, las casas, la comidaaaaaaaaaaaa sólo son para ricos, de esa forma se trataba de justificar la no tenencia de autos, casas y comida. Para los gobernantes y sus altavoces, era mejor ser pobre, la pobreza purifica.

Todos los cambios son arriesgados y uno de los riesgos es precisamente caer en un caos, pero en el caso cubano, el caos no puede ser mayor hoy en 2025. Si el cambio se diera ahora mismo, harían falta miles de billones de dólares y mucho tiempo sólo para comenzar una recuperación. El caos es tan grande y sin solución, que supera a cualquier caos.

No se trata de quitar a un gobierno malo y sustituirlo por otro muy bueno, con muy buenas calificaciones e intenciones, se trata de que nada de lo que existe funciona y hay que sustituir, reconquistar, reconstruir, exactamente todo, incluyendo al ser humano que quede.

En la evolución humana, los cambios se fueron haciendo de forma orgánica, por evolución. De aquel hombre que caminaba solitario y dormía debajo de un árbol, se pasó a descubrir cavernas o cuevas mucho más cómodas y sobre todo estables frente a las inclemencias de la naturaleza. De ahí el hombre comenzó a construir sus casas, sin destruir las cuevas. Aparecieron los diferentes materiales de construcción, los pisos, los techos, las ventanas. Con la posibilidad de trabajar la piedra, aparecen las pirámides, los palacios, las casas, muros y murallas sólidas. Luego se construyeron ciudades presididas por castillos, iglesias, plazas, y se conformaron calles y avenidas, parques, acueductos, cementerios, etc. Esas ciudades pequeñas dentro de muros protectores desbordaron sus límites y crecieron, los castillos grandes quedaron obsoletos y económicamente imposibilitados de mantener, se desplazaron los centros de vida, y poco a poco se fueron desarrollando los polos con traslados, asentamientos, guerras, conquistas, influencias, etc., hasta llegar a lo que hoy conocemos, incluidos aires acondicionados, microwaves y viajes al Cosmo. ¿Además de una teoría chueca, cuál es el otro invento sólido y estable del comunismo?

El comunismo, al cual se llega por revolución y no por evolución, en el mismo momento que trata de construirse, muy paralelamente va edificando su destrucción, hasta llegar al caos, no sólo material, sino, y, sobre todo, humano.

No es que el caos sea exclusivo como última fase de todo sistema totalitario, sino que esa forma de gobierno, el cual se mantiene por la fuerza, a veces visible, otras muy sutil, es el mismísimo caos, que basa su sobrevivencia siempre en crear un enemigo externo que ataca, a veces parece que ataca todos los días, y en nombrar a un enemigo interno sobre el cual colocar los fracasos.

El comunismo, a conveniencia, convierte al hombre en súbdito, en la misma medida que lo limita de sus verdaderas libertades, que están más allá de la posibilidad de expresión, entonces aplica aparentemente para su bien la política del gorrión, o sea, tu no hagas nada, todo yo te lo voy a poner en la boca, en busca de un compromiso que muy rápido se queda corto e inservible. En la misma medida que le da la comida dentro de un aparente confortable y seguro nido, le va cortando las alas y entonces ese hombre no puede volar y lo que es peor, ese hombre en vez de aprender, desaprende a valerse por sí solo y vive dependiendo.

Las ideas más repetidas en ese tipo de gobierno, que llegan a convertirse en una filosofía de vida, son: me dieron, me van a dar, me toca, me prometieron, etc., entonces ese hombre espera pacientemente a que un día le llegará lo que el gobierno tiene determinado que él necesita para vivir. Nunca es suficiente, nunca alcanza, pero es algo más que el holocausto que nos tienen prometido si pretendemos cambiar.

No puede existir mayor caos, porque el hombre no sólo está destruido, sino que no sabe y no puede salir de esa destrucción. Y no es nada complicado de entender, hay que ser un hombre muy especial para mantener dentro de todo el desastre una esperanza de mejorar. El desastre generalizado, que no es sólo en un aspecto, termina deprimiendo e inmovilizando. Las personas no ven la solución y menos saben cómo lograrla.

“Quién dijo que todo está perdido, yo vengo a ofrecer mi corazón”, parte de una hermosa canción, pero el problema es precisamente que hay que tener un corazón para ofrecer, hay que tener ilusión, hay que ver o sentir que un futuro mejor existe y está a la vuelta, alcanzable en una vida, si no, sólo prima la apatía, el desinterés, el mensaje deprimido y depresivo.

Depresión anímica, junto a una imposibilidad real que hace que las personas que están en Cuba, dentro de Cuba no vean una solución y aunque inconformes sigan viviendo en el caos. La solución más rápida y no sin riesgos, más viable en una vida es huir y salir a buscar afuera lo que no puedo encontrar adentro. ¿Y los que no pueden huir?

Yo, desde mi “cómoda” vida, cuando además ya no tengo 20 años, trato o tiendo a no culpar al cubano que vive en la Isla, Es cierto que ellos son los llamados a provocar el cambio, si es que quieren mantenerse vivos y bien, ellos serán los más beneficiados, pero también es cierto que es difícil.

Es fácil culpar de anormales, vagos, miedosos, oportunistas, etc., a todo el que queda allí, porque no es capaz de lanzarse a la calle un día y no regresar hasta lograr derrocar al gobierno. Y sin dudar que todo esto existe y es posible, la idea no deja de ser muy compleja. Nuestros dos grandes hombres llamados de la independencia nacional teórica, Martí y Fidel, podían dedicarse a pensar, escribir, soñar, porque otros le pagaban las ropas, las comidas, las meriendas, los caballos y autos, etc. El pueblo cubano en Cuba hoy está impedido de filosofar, el desastre en el que vive es tan grande, que no se lo permite.

Los que están allí también están atados, frente a un gobierno que lleva décadas preparándose para no ceder, pero, además, que ha demostrado que, en el menor intento contra él, muy rápido pasa de las amenazas a la acción represiva de forma individual y de forma masiva.

El cubano que está allí, que está dando muestras valientes de estar agotado, pero además decidido a un cambio, no las tiene fácil, porque no sabe a ciencias ciertas, si su represor será su propio vecino e incluso su propio familiar.

El cubano que está allí quiere cambios, no estoy seguro de hasta dónde de profundo quiere esos cambios, pero es más que evidente que quiere tener agua, electricidad, comida, ropas, casas, zapatos, medicinas y por qué no un poco de diversión, cosas más que probadas que el gobierno no puede ofrecer.

Es más que notorio ahora a partir de las relaciones con los emigrados, las vías no oficiales de información y comunicación, lo que trae obviamente una mayor referencia, que el cubano sabe que eso que lleva no es vida y todos, los de aquí y los de allí, queremos vivir.

Creo que no será fácil reconstruir un país que está compitiendo con Haití, el país por muchos años más pobre del área. Nada se logra a través de una varita mágica, pero de seguro estoy que mayor caos, los de adentro y los de afuera, NO vamos a padecer y no es porque yo sea sabio, no lo soy, sino es que sencillamente no existe mayor caos, a no ser el de miles de personas muertas en las calles, cosa que espero y deseo no pase.

viernes, 3 de octubre de 2025

631.- Miedo Adquirido.

Creo que todos los seres humanos, hasta los más aparentemente valientes o locos, sentimos miedo. Quizás nos diferenciamos en la frecuencia o la cantidad que padecemos, pero el miedo está presente en nuestras vidas, hasta que el miedo a la muerte deja de existir porque morimos.
Según la Real Academia Española, el miedo es “la angustia que se siente ante un riesgo o daño real o imaginario, o el recelo de que nos acontezca algo contrario a nuestros deseos”. 
En psicología, “el miedo es una emoción básica y primitiva que surge como respuesta ante la percepción de una amenaza, real o imaginaria, y que tiene una función de supervivencia, preparando al organismo para huir o luchar ante un peligro”.
El Salmo 74, lamentación clamando a Dios por una intervención divina, visto desde su ángulo nos narra, “¿Por qué, oh Dios, nos has desechado para siempre? ¿Por qué se ha encendido tu furor contra las ovejas de tu prado?
Entonces sentir miedo es muy humano, todo lo contrario de lo que aprendimos, nos obligaron o nos obligamos, y se manifiesta en diferentes niveles frente a situaciones, reales o imaginarias, que nos presionan, nos estresan, nos crean incertidumbre, peligro, etc., que puede convertirse incluso en patológico, llegando a interrumpir o paralizar la vida diaria.
Entre los miedos más comunes están: al fracaso, al rechazo, a la soledad, al cambio, a la insuficiencia, a la pérdida, al juicio, a la vulnerabilidad, a la muerte e incluso, aunque parezca mentira, al éxito.
Es cierto, parece que, con el paso de los años y la posible disminución de nuestras posibilidades reales, físicas y cognitivas, más, creo, un poco de madurez, comenzamos a sentir miedos que antes no teníamos o miedos más frecuentes e intensos.
Yo siento miedo todos los días. La primera idea es, amaneceré mañana, a veces la noche es larga, demasiado larga para los que no amanecen vivos. Claro tan pronto abro los ojos y me levanto, ese miedo desaparece en segundos, la real vida no da tiempo a invertir mucho tiempo en esto.
Luego, ya despierto después de mi primer café, cargo con una mochila llena de miedos. Hasta cuándo mi corazón funcionará, me dará otro infarto, qué pasa si tengo un accidente automovilístico, que hay de la salud y el bienestar de los míos, morirá Martica antes que yo, cómo será la vida de mis tres nietas, ellas llegaran a grandes, se enfermaran, tendré trabajo y por tanto dinero para pagar lo que necesito pagar el mes que viene, lograré portarme bien como quieren muchos de los que me acompañan, etc., etc., etc.
Y me siento bien, esos miedos, que quizás antes ocultaba por la sencilla razón absurda de que no se puede tener miedo, es lo que me hace actuar. Esos miedos, al menos hasta ahora, no me detienen.
Cada nueva actividad, incluso para los más expertos, trae posibles riesgos, aprender es un riesgo, muchas veces extenuante. Ahora hay dos caminos, aprendo, me arriesgo, cambio, restructuro o sencillamente no aprendo y me quedo como estoy.
El miedo entonces no sólo es un padecimiento humano individual, sino que se convierte en una herramienta, para, bien administrada, detener y paralizar. Si en algo son especialistas los gobiernos totalitarios, el cubano por supuesto, es en suministrar cuotas de miedo, a veces en pequeñas dosis que van trabajando poco a poco, a veces en dosis más grandes y aceleradas.


Y eso respondería a la pregunta grande que muchos nos hacemos. ¿Cómo un pueblo que no tiene electricidad, que no tiene agua, que no tiene ya prácticamente atención de salud, donde el comer diariamente se convierte en un proceso doloroso, al que se les están derrumbando las casas, en el supuesto caso que las tengan o que sencillamente viven como deambulantes primitivos, hoy durmiendo aquí, mañana durmiendo allá, o sencillamente no durmiendo, al que se les están yendo los familiares más cercanos, al que le queda muy poco que perder, porque muy poco tiene, al que enterrar a un familiar querido es más difícil que la propia muerte y que podría soñar con mejorar, el que tiene un apoyo casi masivo desde su comunidad que vive en el exterior, no se acaba de lanzar a expulsar al gobierno que, por muy preparado que dice estar, no podrá jamás con millones de personas pidiendo su renuncia? La respuesta es el miedo adquirido, ese miedo casi patológico. Ese miedo enfermizo y enfermante.
Es más que evidente que el gobierno cubano ha fracasado en casi todo, no existe un plan, una acción, algo prometido que hoy exista, sin embargo, por eso digo en casi todo, porque si ha obtenido un gran éxito, al menos de forma general, en crear el miedo y mantenerlo por décadas.
Desde el mismo comienzo en 1959, creó un “inminente” ataque de lo que se definió como imperialismo yanqui. Los gobiernos norteamericanos han estado todos, todos los días en nuestras vidas. Han sido el lobo que va a venir y no sólo nos lo va a quitar todo, sino que nos va a devorar.
El enemigo jurado que quiere quedarse con todo lo que existe. Los negros volverán a ser negros, las mujeres volverán a ser explotadas por sus maridos y la sociedad, los niños volverán a andar descalzos inundados de parásitos. Nos quitaran las playas, nuestras casas, se llevarán nuestras riquezas, imagino hoy las palmas reales que es lo que va quedando, no podremos estudiar porque las escuelas serán privadas, las personas morirán en las puertas de los hospitales y los yanquis se llevaran a los niños para, ahora sí, convertirlos en carne enlatada.
El pueblo de Cuba, según se lee en los libros de historia que se conocen, se distinguía por ser un pueblo valiente, arriesgado, entregado a causas nobles, luchador por ideales patrióticos, sin embargo, este mensaje de miedo, mantenido, en un país, además, donde el gobierno es dueño de todos los medios de información y comunicación, canales de televisión, estaciones de radio, periódicos y revistas, vayas e incluso los muros que se puedan utilizar como soporte, tal como la gota de agua aparentemente inofensiva que desgasta a la fuerte roca, penetra y penetra en los cerebros a partir de familias, amigos, escuelas, trabajos, vecindarios. Ese mensaje de que volveremos a la época neocolonial o peor a la colonial, miradas desde sus puntos débiles o negativos obviamente, hace que, incluso las personas que no vivieron esas etapas digan: “los fósforossssssssss, huye pan que te coge el diente”.
Durante casi siete décadas, donde pululan los discursos e intervenciones, se ha amenazado al pueblo de Cuba, describiéndole una realidad apocalíptica, muy bien estructurada que dice: no lo hagas, no cambies nada, te irá peor, será tu final.
Y así vivimos y crecimos millones de personas, odiando a un enemigo que nunca atacó y describiendo una realidad en y con él que no conocíamos.  
El lobo va a venir, aseguraba el gobierno, entonces la única solución que te queda es seguir bajo mi protección. Todo te lo van a quitar, vas a perder lo poco o mucho que tienes, porque el capitalismo voraz devorara todo, incluyéndote a ti mismo.
Paralelamente cada vez que se te ocurra sacar la cabeza como ciudadano que trata de ser libre, te la cortaron, por lo que no hace falta reprimir a todo el pueblo, no hace falta encarcelar a millones, con sólo un reprimido o un encarcelado basta. La autorrepresión y el auto encarcelamiento dentro de ti mismo, funciona.
Es cierto, los cambios son difíciles, por eso están reconocidos como uno de los principales miedos del ser humano, peor obviamente es ir preso a la cárcel, estar preso dentro de tu misma casa, perder tu trabajo o tus estudios, entonces es mejor, a veces, que todo quede como está y mientras tanto vamos tratando, en silencio, de ir escapando.
Para colmo de maniobra, estoy convencido de que el gobierno cubano, además de espías, tiene en Estados Unidos y en otros países, muchos agentes de influencia, a algunos paga, a otros beneficia, a otros les da cursos de entrenamiento, a otros enamora con cantos de sirenas y esas personas son las responsables de profundizar el miedo. El Sueño Americano no existe, hay que trabajar mucho, el dinero no alcanza, yo estoy aquí embarcado, en Cuba vivía mejor, este es un país racista, los negros son cazados y matados en plena calle, lo de la libertad de expresión es una total mentira, si no tienes mucho dinero, te mueres por falta de atención médica, etc. Conclusión, no vengas y no cambies para algo parecido a esto, sigue como estás, que por lo menos arroz con un huevo tienes y puedes estar presente en el momento que tu abuelita muera para vestirla y llevarla al cementerio.
Desde tan temprano, tanto como en junio de 1961, Fidel Castro, en su intervención como conclusión de las reuniones de los intelectuales envió un mensaje, que desbordaba el escenario de esos eventos, el mensaje, como de refilón, era para todos los cubanos, cuando afirmó: “Esto significa que, dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada. Contra la Revolución nada”. Y ese fue el mensaje que marcó el objetivo de cada una de sus acciones y las de los que todavía están.
Luego el mismo Fidel, en otro de sus momentos histriónicos, afirmó frente a un pueblo histérico y poseído: “Quien no tenga genes revolucionarios, quien no tenga sangre revolucionaria, quien no tenga una mente que se adapte a la idea de una revolución, quien no tenga un corazón que se adapte al esfuerzo y al heroísmo de una revolución, no los queremos, no los necesitamos”
Hay que soportar a la revolución, no importa cómo se esté o viva, no importa lo que se ha perdido y esa idea es la que mueve hoy al gobierno. Tienen que soportarnos porque somos la mejor y única opción, si no, “prepárate pa lo que te viene pa arriba”.

La antigua revolución y su gobierno se igualan a la patria, el partido comunista único es más que una religión de fe, es la única forma de existencia, el presidente es Dios, cualquier cuestionamiento serio para cambiar, termina en la definición de antipatriota, entreguista, mercenario, enemigo.
¿Se podría entonces planificar y organizar la pérdida masiva del miedo? Creo que no, eso de organizar y planificar, más luego actuar apegados a lo estructurado, no nos viene muy bien a los cubanos. Eventos como el que se supone que ocurra, para nada más y nada menos que sacar a un gobierno, que en estas últimas seis décadas se ha preparado muy bien, con el dominio además de las fuerzas represivas y el ejército, comienza con una gota, con una chispa y entonces ese detonante de dos o tres convencidos o locos, que han vencido sus miedos, podrá crecer hasta hacerse incontrolable.

Esperar a que todos perdamos el miedo el mismo día, a la misma hora, es un absurdo. Podría demorar cientos de años.

jueves, 2 de octubre de 2025

630.- ¿Pueblo Unido? (Tercera Parte)

Si en algo el gobierno de Cuba es profuso, profundo, gigantesco, creativo, imaginativo, fértil, etc., es en cambiarle los nombres a las cosas, quizás siguiendo los manuales operativos de cualquier otro gobierno totalitario.
Ese fue el caso del llamado “Período Especial” como nombre, creado por el creador de todo y aplaudido por no pocos, que venía a ocultar la palabra crisis manejada por todos en el planeta Tierra, más que crisis, súper CRISIS, con mayúscula, quizás la más grande que ha existido en la historia cubana desde 1492. Todas las anteriores con todas sus variantes, se quedaron pequeñas.
Crisis que no sólo abarca a influye en el tema económico, sino que se ha ramificado a todas las partes de la vida social y lo peor, al cubano como individuo. Todo lo vivo en Cuba está en crisis además de las cosas que no están vivas, incluyendo a los muertos, vean nada más cómo están los cementerios y el trabajo que se pasa para enterrar a un fallecido.
Crisis que como “Especial” estaba llamada o al menos así se informó, a durar un tiempo corto. Sería circunstancial, temporal, de la cual muy rápido se saldría de forma poco dolorosa. Los discursos fueron alentadores, el gobierno cubano había superado muchas crisis, por qué no una más.
Cuba que venía pintando un techo ya sin pintura, no sólo se quedó agarrada de la brocha seca, sino que cayó estrepitosamente y de la solución, ya ni a corto, ni a mediano, sino a largo plazo: bien gracias.

Estamos en 2025, hace más de 30 años que se inauguró ese período y aún no se ha salido de él, lo que es peor, no se sabe cuándo y cómo se saldrá. Al gobierno sólo le queda una solución, decir que están trabajando, tal como si los gobernantes no trabajaran y que necesita tiempo, más tiempo, pero más nada. ¿Mas tiempo? No existe la solución, una vez que ya se ha probado con todos y con todo y el resultado no es sólo el mismo, sino peor.
Esa mal llamada o mal apodada crisis como Período Especial, terminó por dividir al pueblo cubano que ya venía dividido. Del Período Especial, tal como dijo una compañera mía de trabajo, revolucionaria, militante e increíblemente una bella persona, cada cual tenía que salir por su cuenta. Inauguramos entonces un período que debió llamarse: “sálvese el que pueda”.
Lo primero que nos marcó de la noche a la mañana fue la posesión del dólar y la carrera acelerada de todos para poseerlos. Si no tenías un dólar, olvidando a los que todavía en aquellos momentos pagaban sanciones en cárceles por su posesión ilegal, literalmente no tenías posibilidades de vivir decentemente.
En un momento donde un profesional de experiencia ganaba 350.00 pesos cubanos, el dólar se cotizaba a 150.00 pesos, o sea, los que más ganaban por el Estado, sencillamente contaban mensualmente con 2 o 3 dólares para pasar un mes entero.
Los cubanos nos dividimos en tres grandes bandos o grupos, todos conspirando contra todos, todos tratando de sobrevivir y muchos tratando de pisarte para que no sobrevivieras.
Estos grupos que tenían varias subdivisiones dentro de cada uno de ellos, eran: los que recibían dólares por diferentes variantes desde el exterior, los que trabajaban en las tiendas, los hoteles, los taxis, las empresas extranjeras, a veces como profesionales o a veces como cocineros, limpia piscinas, cuidadores de perros, lavadores de carros, criados de esposas y niños y se buscaban lo suyo con la lucha y los que no quedaron ubicados ni en uno, ni en el otro y entonces desarrollaron, ampliaron, consolidaron el más que conocido y antiguo, además efectivo, mercado negro, como vendedores y compradores. Mercado negro, al que ahora el gobierno llama “informal”, tan efectivo en Cuba que merecería un ministerio y un ministro.
Sobre el segundo y tercer grupo, se ha escrito y hablado mucho. Dólares presidiendo las reuniones del partido y de la juventud comunista y luchas que enmascaran robos, desvíos, corrupciones en el segundo grupo. Venta de todo los productos y servicios, incluyendo las flores para los fallecidos y las capillas con mejores condiciones para ellos en el tercer grupo.
Ahora razonemos un poco sobre el primer grupo, o sea, las divisas recibidas, porque obviamente eran y son enviadas.
Creo además que el Período Especial marcó el inició de la separación total de muchos con relación al gobierno. La necesidad de salir por cuenta propia de la miseria que se avizoraba hizo que los que ya estaban separados, continuaran su camino, pero los que hasta ese momento habían defendido a capa y espada todo lo que se hacía, incluso lo mal hecho y sin resultados, comenzaron a cuestionar, dejando ver, por primera vez, como nunca antes, sus preocupaciones y desacuerdos. En Cuba decimos: todo está bien hasta que te pisan el callo”.
Claro, los que habían defendido hasta con los dientes todo aquello, se levantaron un día y encontraron todo en dólares. Inexplicable. Esos se quedaron sin argumentos combativos, su revolución, aquella de igualdad, beneficios para todos, prioridad a los más necesitados, soberanía, patriotismo, etc., comenzaba a desaparecer. Habías quizás combatido en la Sierra o en las ciudades, habías alfabetizado, habías defendido las arenas de playa Girón, continuaste con trabajos voluntarios domingos tras domingos, guardias, movilizaciones, internacionalismo proletario en guerras y paz, madrugadas de ejercicios militares siendo civil, medio olvido de la familia más íntima, y a partir de ese momento, si no tenías un dólar en el bolsillo, no podías vivir. Ahora tu revolución, no sólo te pedía que reconquistaras a tus familiares y amigos “gusanos”, sino que casi te orientaba que le pidieras dinero. Poco pesaba tu experiencia, tu labor, lo importante era el dólar.
Los cubanos que trabajan en aquellas empresas inventadas de “capitalistas buenos” y los que luchaban en tiendas, gasolineras, hoteles, comenzaron a mirar con lástima a sus vecinos que quedaron fuera. Esos aumentaron su miedo y sus mentiras, el vecino adolorido, bajo la “envidia revolucionaria” te podía acabar con tu vida. Sólo hacía falta un anónimo escrito, una llamada por teléfono, un comentario “ingenuo” que hablara de vivir por encima del nivel proletario o de un tal enriquecimiento ilícito y todo se podía acabar. Entonces los que venían mintiendo, desarrollaron su capacidad, escondieron sus verdaderas vidas, comían escondidos, disfrutaban escondidos y se le llegó a coger miedo hasta la misma familia. Nunca se sabe de dónde viene el palo.
A los cubanos emigrados nos parece que hacemos cosas extraordinarias y no es así, para nada. Todo emigrado, o al menos un por ciento muy alto, sale de su país pobre con el compromiso de tan pronto pueda ayudar a los que se quedaron. Muchos mantienen a sus familias desde el exterior.
Viví en República Dominicana, país que tiene 2 millones de habitantes en Estados Unidos, más otros en el resto del mundo. Los dominicanos mantienen ese vínculo familiar y ayudan extraordinariamente a sus familiares y amigos, suministrándoles aquello que en la antigua Quisqueya no pueden resolver. Luego me mudé a Nebraska y trabajé rodeado de mexicanos, guatemaltecos, hondureños, vietnamitas, todos enviaban dinero a sus países.
Caso más que famoso es el de los mexicanos, no paran de trabajar aquí y no paran de ayudar a sus familiares allá. Muchos se construyen casas, muchos se montan negocios, crían ganado, etc. Entonces no estamos haciendo nada del otro mundo. Salimos, tuvimos suerte y nos toca ayudar.
El papel de los cubanos salvadores está sobrevalorado por nosotros mismos los cubanos, tanto sentimental como económicamente. Para demostrar que quieres a tu familia más que nadie, anuncias que mandas dinero. Si no mandas entonces no quieres. Si mandas 100 dólares, dices que mandas 500, a sabiendas que ni mandando 5 000 000 puedes resolver el problema de una vez.
¿Ahora, qué pasa con México, Honduras, República Dominicana, Viet Nam y otros muchos lugares? Es sencillo, como esos países, muchos con una parte pobre incluso, funcionan, lo que hay que enviar es dinero, porque los pollos, los huevos, el pan, el arroz, la sal, la azúcar, los jabones, la pasta de dientes, la ropa, los zapatos, los medicamentos, los bombillos, las cucharas y tenedores, los platos, y todo lo demás, están allíiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii y para nada tienen que ver con el gobierno. Los dominicanos, los vietnamitas, los ticos, etc., compran dónde quieren e invierten en lo que quieren. El gobierno no se queda con su dinero, así de fácil.
No es de ocultar que ayudamos, tenemos que ayudar e inevitablemente en un por ciento muy alto, ese dinero que va, para en las manos del gobierno, que ahora ha descubierto a la familia cubana en el exterior.
Y entonces aparece la gran contradicción que mucho padecemos. Por un lado, ya dije, tenemos que ayudar enviando las cosas más inexplicables que existen, además de dinero y por otro con esa ayuda estamos prolongando la existencia de un gobierno que no nos quiere, que nos echó, que no nos deja entrar, que cuando quiere nos nombra enemigos, malos cubanos, traidores, mercenarios, etc.
Difícil contradicción para resolver a sabiendas que nos están utilizando. Todos los que hemos vivido en Cuba sabemos lo que significa un paquete de café como regalo, unas libretas y lápices para los niños, unas medicinitas, que pueden ir desde una aspirina hasta la anestesia para una operación, una planta eléctrica para luchar contra los apagones de más de 20 horas diarias o sencillamente un frasco de repelente para los mosquitos, un vestidito para la niña que cumple 15 años y se resiste, ella y toda su familia a dejar pasar la fecha sin celebrar.
Todos los que allí vivimos sabemos lo que puede significar un bombón sobre el cual hemos estado dispuestos y tentados a comernos hasta la envoltura o una cuchilla desechable de afeitar, qué decir de un cepillo de dientes.
Entonces el gobierno cubano, estoy convencido que crea empresas aquí, con legalidad norteamericana, para envíos y trámites. Empresas que dan la vida porque Cuba se mantenga como está. De eso viven y viven muy bien.
Empresas, que han lucrado y lucran todos los días con la más que famosa miseria del pueblo cubano, para qué cambiarla entonces. Empresas que no sólo son creadas bajo órdenes y orientaciones del gobierno de Cuba, sino que es casi seguro que son creadas y mantenidas con el dinero que ese gobierno pone.


Estamos divididos, por un lado, no soportamos al gobierno de Cuba, por otro, muchos vienen aquí a criticar a mansalva a los Estados Unidos y llegan a decir públicamente que en Cuba vivían mejor. Por un lado, tenemos que mantener una ayuda casi diaria a los nuestros, enviando hasta sal a un país rodeado de agua salada con más de 11 meses de fuerte verano, por otro sabemos que esas empresas, con sus sonrisas nos están explotando y gran parte del dinero que recaudan va a parar a los que no nos quieren.

No somos un pueblo unido, no sabemos y no queremos saber cómo defendernos. No somos un pueblo unido y es que nuestra historia, al menos de estos casi 70 años no nos lo ha permitido, pero es peor, la pregunta que se impone es: ¿Cómo no estamos todos locos?

miércoles, 24 de septiembre de 2025

629.- ¿Pueblo Unido? (Segunda Parte)

 Y entonces llegó el Doctorrrrrrrrrrrr
Manejando su cuatrimotorrrrrrrrrrr
¿Y sabes lo que pasó?
¿Y sabes lo que pasó?

A veces, no hay nada mejor que una canción infantil para analizar un serio tema.

Al día siguiente de la caída del llamado Campo Socialista, por cierto, sin guerras, sólo por cansancio y extenuación de los habitantes, Cuba, que había disfrutado de pintar un techo, se quedó colgada de la brocha. Día a día fuimos perdiendo aquello que teníamos que nos daba la sensación de ser una gran potencia mundial.

Aparecieron los apagones que siempre tuvimos, pero ahora de forma programada, 8, 10 y hasta 12 horas cada día, comenzó más que antes a escasear el agua potable, prácticamente desapareció el transporte público en todas sus variantes por lo que hubo que apelar a bicicleta o caminar muchos kilómetros. Se hicieron comunes las largas horas, tres, cuatro, de espera para poder coger una guagua o un camión. Ni los almendrones, aquellos carros de antes de 1959 transformados por la iniciativa y creatividad del cubano que los hacia andar, alcanzaban.

Despareció la comida y comenzaron también los inventos en ese rubro. Se comenzó a repartir un pan diario, a veces el jueves el del pasado lunes, a veces mojado, muchas veces incomible.

La azúcar comenzó a escasear, la sal se acabó, las gallinas dejaron de poner huevos, el tabaco no alcanzaba ni para que los jefes lo continuaran fumando.

No teníamos nada, porque en realidad nada tuvimos. El gobierno cubano, fácilmente se dedicó a dilapidar lo que nos llegaba de afuera en eventos políticos, deportivos, guerras en el exterior, caprichos en el plano de la ciencia que no se podían luego ejecutar, apoyo a cualquier causa, incluso la terrorista, etc.

A nadie durante todo el tiempo de “bonanzas”, 30 años, o como lo recoge nuestra historiografía, “vacas gordas” o al menos aparentemente gordas, se le ocurrió sembrar boniatos y yuca, mantener la vaquita criolla de tres o cuatro litros diarios, mantener los centrales azucareros, etc. ¿Qué decir de los peces y su captura? Todo aparecía como funesto, el mar se secó, las presas se vaciaron, los peces de plataforma se mudaron de país, la caña se puso flaca y seca, al tabaco le cayó moho, las matas de café y el cacao se convirtieron es estériles, los edificios envejecidos, más los construidos por la propia revolución se cansaron de estar de pie y se empezaron a caer, las calles se convirtieron en piscinas populares con sus baches, capaces de tragarse a una guagua entera. Los cubanos comenzamos a adelgazar involuntariamente y a enfermarnos.

Entonces apareció el Doctor y con tal de salvar sus nalgas, para no escribir aquí la palabra que en cubano va, se acordó que tenía un laboratorio humano al cual explotar, no importa si dividiendo más a la familia y como consecuencia al pueblo cubano. Y muy rápido, con aquella cara sentimental que ponía, llamó a los emigrados. Los mismos emigrados que se habían marchado por no soportarlo, los mismos emigrados que habían sido echados.

El Doctor cambió de la noche a la mañana. Los dólares del enemigo no sólo prohibidos, sino sancionados hasta con privación de libertad, fueron llamados a formar parte del juego. Los ciudadanos cubanos, que se habían marchado, llamados siquitrillados, gusanos, escorias, ahora eran necesarios y se les llamó, se les endulzó, se les engañó y fueron recibidos como mariposas. La idea era tan genial como absurda e increíble, el gobierno y Fidel que era el gobierno, diseñaron en ese momento construir un país comunista, con los dólares norteamericanos enemigos.

Poco faltó para que el Doctor orientara a sus seguidores caerle atrás a los dólares y reanudar contactos con las familias enemigas, a lo mejor lo hizo muy sutilmente y lo tradujo como que estaba interesado en ese momento en defender a la familia cubana.

El Doctor se las agenció, una vez más, para que sus seguidores no se extrañaran por la medida de dolarización de todo y se prestaran nuevamente a seguirlo. En ese momento ser revolucionario significaba tener dólares en el bolsillo, cosa que habla muy bien de la capacidad de esos revolucionarios para cambiar y cambiar. Dólares enemigos, dólares amigos.

Las calles de Cuba, las cuadras, las familias, entendible desde el punto de vista sentimental, recuperaron a sus familiares, ahora de forma autorizada, a muchos de los cuales no veían hacía 10, 20, 30 años. Y los familiares “Yumas” se prestaron también con tal de pasear por las calles de su infancia y ver de cerca a su familia, mucha de la cual no conocían. Las lágrimas fueron secadas con la moneda del enemigo.

Paralelamente el Doctor hizo un llamado a los empresarios capitalistas “buenos”, como él mismo los llamó, o sea, buenos capitalistas porque me apoyan, para que invirtieran en Cuba y sobre todo que aguantaran que no les pagaran a tiempo y completo por lo que vendían. Los primeros incorporados y utilizados fueron aquellos niños que sus padres habían enviado a Estados Unidos bajo el plan "Peter Pan", ya en ese momento, muchos convertidos en ciudadanos norteamericanos y además prósperos.

Cuba se llenó de extranjeros “zapatuos”, diría mi linda Baby, que nos compraron todo. Se instalaron en las mejores casas, se dedicaron a acostarse con nuestras mujeres que como recurso comenzaron a vender, muy barato, sus cuerpos, se comían la poca comida que existía y comenzaron a andar con ilimitada inmunidad e impunidad, siempre por encima de los cubanos para los que se hizo una llamada revolución y peor, sobre aquellos que habían dedicado sus vidas a construirla.

Cuba se dividió nuevamente. Aquellos que tenían y recibían ayuda o mantención desde el exterior, a los cuales poco a poco le fue interesando menos trabajar por un salario estatal y los que no tenían familiares “afuera” o no tuvieron la careta para llamarlos. Las personas comenzaron a valorarse, no por sus estudios, no por sus resultados profesionales, sino por las cadenas de oro que poseían, las meriendas para que sus hijos llevaran a las escuelas, la comida que hacían, las fiestas que celebraban.

Los cubanos comenzamos a temer al vecino porque tomar una cerveza en el portal de la casa o sacar la basura con residuos de mariscos o carne de res, se podía convertir en un conflicto vecinal. Los cubanos una vez más nos dividimos por la raza de nuestros perros y la comida que se les daba. Mientras unos perros o gatos comían lechuga y algo de arroz, otros eran alimentados con pollo, comidas especiales para mascotas, visitaban un peluquero para perros, se les celebraba los cumpleaños con cake y todo, etc.

Una vez más los cubanos nos dividimos cuando mentíamos a nuestra familia y tratábamos de dar una imagen de austeridad, mientras engordábamos y engordábamos por los chocolates comprados en dólares. Los cubanos aumentamos el miedo a nosotros mismos. Cuando un vecino quería demostrar su inconformidad o envidia, sólo te decía: "Oyeeeee, te veo bien" y esa sola frase te podía quitar el sueño ese día.

Se pusieron de moda, para la sobrevivencia, los trabajos en hoteles, porteros y amas de llave vivían mejor que doctores y maestros. Trabajos en gasolineras, los trabajadores de esos lugares se hicieron millonarios. Trabajos en el turismo, donde además de la propina bien ganada, se les vendía por la izquierda a los turistas, tabacos, rones, muchachas, etc. Nunca tuvo Cuba tantos guías de turismo, haciendo zafra con nuestra historia, arquitectura, etc., como en aquellos años. Se puso de moda la prostitución, llamada en Cuba jineterismo de ambos sexos, jóvenes cubanas casadas con su extranjero que enviaba otros extranjeros para "salvar" a sus amigas cubanas. Se pusieron de moda las negras y mulatas y sobre todo las madres que, con tal de defender a sus hijas e hijos, comentaban a sus amigas: Ella no está jineteando, ese extranjero lo conoció en una cola o en una parada de guagua. Faltó poco para jurar que ese extranjero lo habían adquirido por la libreta de abastecimiento. 

Todo se convirtió en un negocio, incluso la religión, aquellas religiones de origen afrocubano, tradicionalmente de pueblo, pasaron a convertirse en religiones de poderosos. Hacerse santo se convirtió, por una parte, en la necesidad de todos los trabajadores en el área dólar, tiendas, hoteles, firmas o empresas extranjeras y en la especulación de los padrinos y babalaws. Nunca tuvo Cuba tantos santeros, paleros, ñáñigos. Los masones y espiritistas aumentaron exponencialmente, junto con los parqueadores y cuidadores de automóviles que se apropiaron de todos los contenes de las aceras de las ciudades.

Si ya éramos desunidos, la dolarización bien orientada y estimulada por el Doctor, nos desunió más. Mientras una parte de los cubanos seguíamos utilizando el periódico, la revista, para limpiarnos, otros preferían, como diría mi suegra, no dar de cuerpo si les faltaba el papel sanitario olorizado. Mientras uno nos seguíamos lavando los dientes y peor, obligando a nuestros pequeños hijos a lavarse los suyos con bicarbonato, sal, jabón, otros no entendían cómo se podía vivir sin Colgate. Mientras una buena parte de ese pueblo no podía pasarse un día en la playa, otros comenzaron a pagar, 50, 70 y hasta 100 dólares diarios por una pequeña casa cerca del mar donde pasar las vacaciones, cifras que podían ser cinco años de un cubano trabajador estatal.

Y esta diferencia no estaría mal, todo lo contrario, lo que pasó es que ninguno de esos privilegios fue obtenido honestamente. Ellos se basaron en lo que los cubanos hemos definido como “lucha”, que es sinónimo de robar, coger por la izquierda. El gobierno y al Doctor no les importó, se hicieron los de la vista gorda con tal de que los dólares entraran a las cajas.

Paralelamente los militantes de la UJC y el PCC, la élite ideológica, los más confiables, se seguían reuniendo para hablar de revolución y pueblo sacrificado decidido a morir por su revolución, también tuvieron que entrar en la “lucha”, a veces con sus caras, otras utilizando a testaferros. Todos mentían, todos ocultaban, todos negociaban para ver cómo ganar más, comprar por la izquierda casas, carros, tarecos capitalistas, con la más que conocida acción de resolver, corromper, sobornar, tocar, empapar a otros.

Entonces los maestros que quedaron frente a sus aulas comenzaron a aceptar regalos “ingenuos”, propiciados por padres ingenuos, comenzaron a vender las pruebas. Los médicos comenzaron también a aceptar regalos o resolver ingresos, estudios, medicinas, etc., convirtiendo muchos sus hospitales y clínicas estomatológicas en negocios privados en secretos que todo el mundo conocía. Los médicos y dentistas comenzaron a atender cubanos ”Yumas” a los que les pedían que se vistieran de cubanos de Cuba para asistir a hospitales y clínicas. Los del partido, los de la juventud, los policías, los “segurosos” encargados de controlar, se hacían los ciegos, ellos también disfrutaban de esas llamadas “deformaciones”.

Se puso de moda, que todo el que entraba a un hospital llevaba un regalo, para “ayudar” al pobre médico, que recibía lo mismo una caja de jabones, unas cajas de cigarros, que un aguacate o unas galleticas de sal. Muchos policías comenzaron, a la vieja usanza de la mafia, a cobrar impuestos por salvar una multa, por dejar ir a una prostituta sin levantarle una carta de advertencia y mandarla de regreso a su pueblo natal o ponerla presa. Los de la Seguridad del Estado advertía a sus controlados que los estaban controlando desde más arriba, a cambio de cigarros, cervezas, comidas, etc.

Los ministros, los altos militares, los altos funcionarios del gobierno, no mezclados con la plebe, no eran corruptos para nada, sólo tenían que llamar por teléfono a otro ministro u otro alto militar, lo mismo para resolver una casa, un carro, una casa en la playa, un televisor, una plaza de trabajo en una embajada o en una firma extranjera. Esos mismos altos funcionarios que juraban vivir como el pueblo trabajador, muy rápido se adaptaron a algo que venía funcionando desde el mismísimo principio de la revolución.

Ese mal llamado “Período Especial” terminó sembrando o anclando la división.

domingo, 21 de septiembre de 2025

628.- ¿Pueblo Unido?

En muchas ocasiones ya, es un tema recurrente en mí, he hablado de la familia cubana y, sobre todo, de quién dividió y divide a esa familia y como consecuencia, a los cubanos.
Dejo claro, al menos para mí, que cuando queremos somos un pueblo agradable, a veces divertido en excesos, quizás preparado para sobrevivir en los peores escenarios y a pesar de todos los pesares, solidario, pero paralelamente, pasaremos a la historia como un pueblo extremadamente dividido, tan dividido a veces que no somos capaces de ponernos de acuerdo si el Sol aparece por el oeste con el movimiento de la Tierra o si nuestro planeta es plano o esférico.


Si algo recuerdo de los cuentos de mis abuelos y viejos cubanos es que la familia era intocable, sagrada, en la casa no se hablaba de política, ni de religión, no se discutía en alta voz, no se ofendía a las personas, se respetaba a los viejos sólo por sus canas. Se podía ser pobre, se podía tener un solo vestido o par de zapatos, pero el respeto, la consideración, y, sobre todo, la unidad familiar era una tradición inamovible. Se podía ser pobre, de esos de andar a pie y no tener para comer tres veces al día, pero no se podía robar, no se podía prostituirse, cualquier trabajo era bien visto.
Daba igual si la familia fuera blanca o negra, nuestra tradición fue mayormente española y durante muchos años conservamos la tradición casi feudal de mantener a la familia y por tanto sus integrantes a salvo. Al considerar a la familia de donde se formaba parte, se terminaba considerando y respetando a las otras familias. Dios te cogiera confesado si faltabas el respeto a un anciano, a un vecino, a un maestro. Existían contradicciones, siempre han existido, pero ellas no agredían al respeto. Tantos eran los códigos que se desarrollaron, que a veces una mirada bastaba para explicar o dar una orden.
Entonces llegó la revolución y digo llegó porque es mentira que todo el pueblo cubano la hizo, y lo primero que planificó fue cambiar esos códigos.
Hace poco escuché a una persona, mujer, mulata cubana, decir que estábamos pasando lo que pasamos como pueblo, porque expulsamos a Dios de nuestras casas y peor, lo sustituimos por la imagen de Fidel Castro y sin ser yo religioso y apartándome de todo análisis profundo al respecto, le encuentro cierta lógica al asunto porque, entre otras cosas, fui testigo.
La religión, la buena, sea de la denominación que sea, trata de mantener valores humanos y familiares, trata de concebir y defender el bien, la honestidad, el respeto, la responsabilidad. Las famosas y conocidas imágenes de “El Corazón de Jesús” tan común en nuestros hogares, fueron sustituidas por fotos de Fidel Castro, el Che Guevara y otros más. Los más destacados llevaron esas fotos ridículamente a los portales y balcones, ellas eran por sí solas, una declaración.
La revolución que se vendió como verde como las palmas, pero muy rápido torció a exclusivamente roja, se impuso no como ideología, sino como una doctrina de fe.
Entonces muy bien planificadamente se dirigió la oposición dentro de la propia familia. Nuestros padres primero fueron llamados a combatir a sus padres, que era más que claro que muchos no podían entender todo lo que pasaba diariamente. Nuestros padres actuaron como represores de sus padres en nombre de esa revolución que poco a poco dejó de ser real para convertirse en imaginaria. Nuestros padres fueron los que descolgaron los cuadros de Jesús debajo de los cuales habían crecido bien, sanos y educados. A los abuelos y los viejos se les calló, se les prohibió opinar y defenderse, bajo la justificación de que ellos no sabían nada. Eran el pasado.
Luego esos mismos padres fueron los represores de sus hijos. A ellos se les orientó ser la primera barrera de contención. Nuestros padres no nos escucharon, se negaron a entender nuestros argumentos, se aferraron a aquellas ideas de cuando la revolución se nombró verde y no les importó reconocer errores, fracasos, descalabros, caprichos, sólo cambiaron y trataron de imponer otro color. Su revolución no hacía falta verla, no hacia falta criticarla, ella existía y ya. La máxima casi fue, si existes tienes que estar a favor, sino cállate y dejarás poco a poco de existir.
Con ese ajiaco crecimos muchos. Nuestras abuelas hablándonos bajito por miedo a ser escuchadas y requeridas por sus hijos, enseñándonos a rezar casi a escondidas, nuestros padres tratando de imponer sus ideas y sobre todo silenciando a su joven descendencia. Las abuelas podían cocinar, lavar, limpiar, cuidar a sus nietos, para que sus hijos “integrados” hicieran revolución, pero no podían ni hablar del pasado y menos cuestionar al presente. Los que sabían del presente, dejaron de ser científicos y lógicos para abrazar y seguir sin pensar lo que otros decían hasta lo brutalmente ilógico.
Con esa familia descojonada, se comenzó a vivir en comunidad y entonces todos nos vigilábamos. Bajo el rubro de revolucionarios se orientó estar al tanto y delatar cualquier conducta que estuviera fuera de lo que unos pocos habían definido como conducta y entonces comenzaron a destacarse los “combativos”. Cada familia, cada casa, tenía un expediente de quién entraba, quién salía, a qué se dedicaban, quiénes eran más entusiastas y quiénes no. Se declararon a familias enteras como “enemigas”, aquellas tibias, poco incorporadas, religiosas, con relaciones con el exterior, etc. Se conocía y manejaba con quién te acostabas, se llevaban las cuentas de los divorcios y la forma en que se criaban a los hijos.
Los que emigraron, fueron declarados muertos. No existían, quizás jamás existieron. Se les orientó a los hijos, que lo impusieron a sus padres e hijos, que el “norte” era enemigo y todos aquellos que vivían allí lo eran también. Se orientó dejar de querer a un hermano, a un padre, incluso a un simple amigo que se había mudado de país y nos entregaron nuevos hermanos y padres a los que de la noche a la mañana nos exigieron que teníamos que amar.
Con este caldo entonces llegábamos a estudiar y desde la primera adolescencia se nos obligó a criticarnos públicamente en asambleas, con aquello de: no hice la tarea, converso demasiado, llegué tarde y peor, se obligaba a los compañeritos de aula, a los amiguitos de juegos, para criticarte, con aquello de no hace la tarea, conversa demasiado, llega tarde. Semanas por semanas, meses por meses, años por años aquellas desbastadoras asambleas con nombres simbólicos de críticas y autocriticas. Así fuimos sancionados por nuestros propios compañeros, incluso por aquellos que tenían mucho menos rendimiento académico. El aprendizaje no era tan importante, se podría ser un burro, sólo que había que ser un burro revolucionario.
El largo del pelo, una música, un pantalón más apretado, una goma de mascar, a veces original, otras fabricadas con la resina de frutas y saborizadas con pasta de dientes puestas en el refrigerador sobre todo para los sábados de fiesta, ciertos tipos de lecturas y películas y por supuesto no ver lo que no existía, pero muchos decían que sí existía, ser sencillamente amanerado, ya no homosexual, ocurrírsete creer en algún dios, incluso uno inventado por ti mismo, no hacer una guardia, no cumplir o sobre cumplir una norma agrícola, negarte a comer chícharos, etc., fueron actos y eventos que marcaron a muchas personas.
Así llegamos a los trabajos donde nos sabíamos vigilados. Los sindicatos, de una profunda tradición en Cuba, dejaron de cumplir su misión histórica y sólo existían para garantizar a la administración que hiciera lo que le daba la gana. Con la deformación que ya traíamos, comenzamos a vivir dentro de aquello de “asambleas de méritos y deméritos” y comenzamos a fajarnos, a veces más que a las palabras, con nuestro compañero más cercano, por un ventilador plástico soviético, por una batidora también soviética, por una semana en una casa en la playa.
Todo consistía en guardar la información negativa para sacarla oportunamente, cosa que lejos de ser criticada, se valoraba. No es de ocultar que se crearon verdaderos especialistas en almacenar información negativa para exponerla tan pronto hiciera falta. Paralelamente todo era un reguero, del cual no se hablaba, sólo se reunía a las personas para levantar la mano y aprobar cosas. Se estableció algo llamado “Centralismo Democrático” que estableció que, aunque no estuvieras de acuerdo, tenías que cumplir lo que decidía la mayoría; mayoría que siempre estuvo comprada, chantajeada, utilizada, etc.
Conspiraciones para subir de puesto, conspiraciones para poder acceder a un viaje de trabajo, conspiraciones para obtener una mejor silla o una computadora más moderna. Se evaluaba poco el resultado laboral, eso podía esperar, lo importante era el resultado como revolucionarios. Cuántas guardias, no importaba si te quedabas dormido; cuántos trabajos voluntarios, no importa si “casualmente” te ponías a repartir el agua; cuántas misiones internacionalistas, aunque hubieras ido a traficar y/o tener novias y para eso hubieras dejado a tu familia “a la bartola”. Siguiendo el ejemplo del Che que le dejó los cuatro hijos a su esposa y sobre todo a la revolución de Fidel o a Fidel con su revolución, se valoró a aquellos que se fueron a resolver los problemas a otros que ni conocían, dejando sus problemas para que otros se los resolvieran.
Así, un día, sin previo aviso oficial, caímos con el campo socialista, a pesar de lo lejos que nos quedaba. Así comenzaron las diferencias abismales entre aquellos que tenían dólares y aquellos que no. Así caímos en aquellos mítines de repudio dónde la diversión de los llamados revolucionarios fue torturar a sus vecinos o compañeros de escuela y trabajo. Golpizas, semanas con el agua y la electricidad cortadas, destrucción de casas, tiradera de cualquier cosa, incluyendo huevos y un ejército apostado delante de las casas gritando, burlándose, agrediendo, sacándole trapos sucios a aquellos que durante años habían sido sus más cercanos y se habían cansado de resistir.
Familias enteras, niños y ancianos incluidos, que fueron marcados a “interés popular”. Tal como con la letra escarlata “A” con que dicen se marcaba a las mujeres adulteras en el siglo XVII o con la estrella amarilla con que se identificaba a los judíos durante el Holocausto, en Cuba se impuso el término “Escoria”, o sea, residuo o despojo.
Entonces los cubanos aprendimos a mentir y convertir a la mentira en nuestro modo de vida. Comenzamos a tener dos vidas, una dentro de la casa, dentro de la escuela, dentro de los trabajos y otra, a veces sólo comentada con los muy íntimos e incluso no comentada, con nuestras verdades.
Con sólo esto: ¿Cómo vamos a poder ser un pueblo unido?, ¿Cómo vamos a poder vencer nuestras diferencias, si cada uno de nosotros, es la diferencia.

miércoles, 17 de septiembre de 2025

627.- Hay cosas que entiendo y otras que no quiero entender.

Como en otras ocasiones, me resultas difícil tomar una posición única, creo que, por momentos, la vida suele presentársenos así. Es fácil cuando fácilmente se puede escoger entre blanco y negro, lo claramente bueno y malo, el problema suele presentarse cuando aparecen los grises, o sea, lo no tan malo o lo no tan bueno. Es posible entonces que este escrito sea más que todo una catarata de ideas, incluso aparentemente contradictorias, sobre las cuales habría que volver a analizar con calma.
Como todo buen humano, hay cosas que no entiendo, o que en realidad las entiendo, pero no las quiero entender.
Trump, haciendo legitimo uso de su cargo de presidente de los Estados Unidos, acaba de prorrogar por un año más, o sea, hasta el 2026, la posibilidad de que el país, sus compañías y empresas, continúen vendiendo, lo que ya está autorizado, al gobierno de Cuba, siempre y cuando el gobierno de la isla pueda pagar en efectivo en dólares americanos.
Lo que se vende, bajo excepciones de licencias y compra no es poco o limitado, sólo dependerá de la capacidad del comprador para pagar. Entre lo que está autorizado y en ejecución, no sólo está el pollo, aunque es honesto decir que esa ave, para este caso, muerta y congelada, se lleva el protagónico, sino que existen más renglones y productos, entre ellos:
productos agrícolas y alimentos, artículos médicos, aparatos para cirugías, automóviles y sus partes, abono, herramientas, tractores, leche, café, aparatos para de escaneo ultrasónico, equipos para cirugías dentales y oftálmicas, penicilina e insulina, camiones, scooters, porcelanas, extintores.


De más está decir que tengo familia cercana y querida en Cuba, además de un racimo enorme de amigos que gracias a estas medidas podrán comerse la mitad de un muslo de pollo y quizás un pescuezo una vez al año. Gracias al todavía llamado enemigo imperialismo norteamericano, los míos reuniendo todo el pollo que reciben podrán hacer una sopa y eso está bien, pues podrán comer algo más que el arroz donado circunstancial y puntualmente por Viet Nan.
Gracias a la prolongación de esa medida, quizás podrán comprarse, luego de pagar miles de pesos cubanos, un búcaro de porcelana para poner flores a los muertos o tener la suerte de que le realicen una investigación cerebral, aunque sea dentro de 10 años, aunque sea después de muertos.
No obstante, siguiendo la lógica, esto me parece una locura. Trump en su campaña presidencial aseguró que el comunismo o como se llame, al menos en el hemisferio occidental, desaparecería, no todo de un viaje, es iluso pensarlo, pero si poco a poco. Trump aseguró que apretaría la tuerca tratando de limitar a los gobiernos que oprimen y reprimen a sus pueblos, o sea, hablaba exactamente del gobierno cubano.
Esto le ganó una enorme cantidad de adeptos convertidos en votos que lo ayudaron a alcanzar, arrasadoramente, de nuevo, la Casa Blanca. Los cubanos, al menos los nacidos después de 1959, desconocedores de sistemas democráticos en nuestra reciente historia, desconocedores de la verdadera importancia del voto, nos motivamos a votar por una persona que entre otras cosas nos prometió colaborar al menos para debilitar el gobierno que por casi 70 años, con desastrosos resultados mantenidos, tenemos en Cuba. Los cubanos votamos republicano y Trump, no sólo por eso, pero con eso, se coronó ganador.
Está claro que a los norteamericanos no les corresponde quitar al gobierno en Cuba, ese no es su problema, pero no se puede desconocer que la sola idea de ayuda resultó ilusionadora. Un pueblo como el cubano, acostumbrado a protestar para adentro, o sea, en muy baja voz o en silencio, no puede luchar solo contra un gobierno que está armado hasta los dientes, que ha practicado por décadas las represiones y que está demostrando estar en disposición de salir a aplastar la mínima manifestación que les haga daño.
Entonces mientras el ala radical de la emigración cubana, sobre todo en Estados Unidos, que debería ser reconocida como ala progresista, no sin problemas, errores, etc., con relación al atraso que significa apoyar y mantener al gobierno de Cuba, está luchando por lograr recortes de ayudas, viajes, remesas, paquetería, etc., que lleguen al gobierno de la isla, mientras que los tres congresista con que supuestamente contamos, dicen estar dando la pelea para liberar a Venezuela y a Cuba, mientras que muchos cubanos, convencidos de lo que el envío de dólares significa para el gobierno cubano, están a favor de apoyar cualquier medida a corto plazo que por lo menos melle el poder económico del gobierno y con eso el poder político, Trump mantiene la posibilidad de vender a Cuba, que no es a Cuba, sino a su gobierno.
Y aquí lo inentendible, Trump metió al gobierno cubano en la lista de países terroristas y en otra lista de países que no colaboran claramente con atacar al terrorismo internacional, como consecuencia Trump está clasificando al gobierno cubano como enemigo y por otro lado apoya, soporta, colabora con la permanencia de ese gobierno en el poder, imagino que, envestida esta colaboración con cierta lógica humanitaria, o sea, el pollo dirá Trump, no es para el gobierno, es para que el cubano, o sea, mi familiares y amigos puedan hacerse una sopa. Entonces me parece que el presidente no escucha, o se está mandando un mensaje incorrecto o los mensajeros escogidos, digamos los congresistas, no llevan bien el mensaje. Quizás todo quede en un chisme. Quizás el mensaje y los mensajeros deben ser cambiados.
Cuba compra y no compra más porque no tiene dinero para pagar más, de lo contrario, o sea, de poder pagar, podría comprar, por ejemplo, todo el pollo que quisiera, que aquí en Estados Unidos sobra, como para que cada cubano pudiera comerse un pollo entero cada día del año.
Ignora Trump y su equipo y quizás no, que, de ese pollo, al cubano llamado de a pie, o sea, ese que integra una parte de eso que se llama pueblo, le llega la mitad de un muslo y quizás el pescuezo en marzo y luego en septiembre. La gran cantidad de ese pollo primero llega al gobierno de forma oficial y luego al gobierno de forma extraoficial, secreta y escondida, dentro de las facturas que mensualmente reciben, luego llega a todas las unidades militares, policías y de la Seguridad del Estado, instituciones que tienen que estar bien alimentadas, porque son ellas las que reprimen, llega además a los hospitales que venden sus servicios en dólares, llegan primero a los eventos que el gobierno cubano utiliza para luchar y crear conciencia contra el mismismo gobierno norteamericano o para lavar su imagen como los fastuosos festivales de comida gourmet que organiza la Primera Dama, que dicen no es primera dama.
A los norteamericanos que no se ven, a esos de la “America” profunda, a esos grandes productores de alimentos, medicamentos, autos, camiones, equipos agrícolas, etc., que mantienen entre otras cosas al gobierno y los políticos, esos que en silencio ponen y quitan hasta a los presidentes, tienen evidentemente otra lógica. Esos norteamericanos, senadores, congresistas, agentes de influencia, ricos todos, son no sólo los que ponen los votos, sino toda la inmensa cantidad de dinero necesario, a veces públicamente, la mayor de las veces, en silencio y obvio, Trump como presidente tiene que respaldarlos, no digo obedecerlos, pero sí respaldarlos.
A esos norteamericanos no les interesa el tema Cuba, ni los cubanos, porque sencillamente no los afecta. La acción de venderle a Cuba no es un tema humanitario, menos de solidaridad, es sencillamente negocio y Trump es un negociante. Si el dinero entra en la caja, todo está bien, después hablaremos de democracia y libertad. Más práctica y pragmatismo, menos teoría.
En 2023 Estados Unidos vendió más de 350 millones de dólares y no fue más porque el comprador no puede comprar. No es mucho, pudiera pensarse, pero es muchísimo, sobre todo porque el comprador, una vez con dinero, es fácil de convencer. Hay poco que negociar cuando el cliente está desesperado.
Repito, que el cubano pueda comer pollo, aunque sea dentro de una sopita, es bueno, pero porcelana e incluso carros de lujo que aquí cuestan mucho trabajo comprar y mantener, es difícil de entender.
Poco falta para que Cuba pida comprar carros para la policía y productos para la represión, que también encontraran aquí hábiles productores y vendedores.
Hay cosas difíciles de entender. Mientras el gobierno cubano sigue incendiando las ideas con aquello del imperialismo norteamericano asesino, levantando las banderas para apoyar cualquier cosa que esté en contra de los Estados Unidos, mientras que este país se llena de agentes encubiertos y agentes públicos de influencia, más empresas que a la cara trabajan para el gobierno cubano, que están jugando con los cubanos de allí y explotando a los cubanos de aquí, probablemente con dinero del gobierno cubano, mientras que Cuba apoya abiertamente a Nicolás Maduro y a todos los locos que existen o aparecen en el mundo, declarados enemigos de los Estados Unidos, mientras terroristas se han formado en Cuba durante todos estos años y se mantienen allí escondidos a buen recaudo, el gobierno norteamericano autoriza la venta de productos a Cuba, carros y camiones que no son comida y medicinas.
¿Alguien le habrá dicho a Trump que en no pocas ocasiones ese pollo que se compra, va a parar a las tiendas en dólares donde el mayor por ciento de la población cubana no puede comprar o tiene que pagarlo como si fuera langosta?
Hay cosas que entiendo y otras que no quiero entender. Me da repugnancia ahora escuchar a los de allá y a muchos aquí, que se está defendiendo a la familia cubana.