He escrito mucho desde que salí de Cuba; digo mucho teniendo
en cuenta que no soy escritor de oficio, por lo que no me gano el dinero detrás
de las teclas de una computadora. Todo hasta hoy es puro hobby. Primero escribí
en mi blog “Dominicaneando”, donde traté de contar lo real maravilloso que
distingue a República Dominicana como país. Segundo en mi actual blog “Lincoln
in”, donde he tratado de dar una visión lo más objetiva posible de la realidad norteamericana
que vivo. A veces lo logro, a veces cuando releo lo que escribí, me parece que
me faltó algo o que no quedó bien del todo. Entonces me propongo hacerlo mejor
la próxima vez, y esto me sirve de “el motor pequeño que impulsa al motor
grande”. Imagino que recuerden ésta metafórica frase, utilizada por nuestro
Fidelito para justificar su primer gran fracaso.
Sin embargo apenas he escrito sobre comidas y compras. No
recuerdo haberme tirado y enviado una foto delante del carro que tengo o
posando delante de una linda casa vestido de muñeco. Detesto las fotos que algunas
veces veo, donde la gente retrata el plato de comida que se está comiendo o el
último pedazo de carne que está asando en un horno, resultando la comida el
objetivo principal. Me parece bien alguna que otra foto casual, obviamente alguien
que escribe sobre recetas de comida e ilustra lo que explica o si estás enseñando algo diferente que has
inventado, que retrates el plato de comida, pero la comida como protagónico, me
resulta un gusto de muy mal gusto
.
Me he cuidado de esto por muchas razones, quizás la más
importante es que algunos de mis lectores, familia y amigos, siguen viviendo en
Cuba y considero complicadas las fotos que puedan traer cierto análisis y que
el análisis pueda cuestionar algunas realidades, sin embargo ahora voy a
escribir y el tema de motivación es mi madre y la comida. Debo aclarar que mantengo
una relación con mi mamá especial a través de correos y llamadas telefónicas, pero
hay temas que ella inteligentemente no toca o desvía y yo también
inteligentemente me los ahorro. Los que conocen a mi madre, saben de qué hablo.
En varias ocasiones mi madre me ha dicho: _ “…, no Roly, si tenemos comida, lo que pasa
es que a veces no está en el lugar que queremos, en el momento que la
necesitamos y al precio que podemos pagarla” Esto me confunde, porque hace ya muchos
años que salí de Cuba y aunque por momentos tengo noticias sobre la Isla, no me
siento con la información suficiente como para poder hacer un análisis objetivo
sobre ningún tema. No se si mi madre me está diciendo la verdad, si es una
estrategia para no preocuparme o sencillamente es una información ingenua para
confundir al compañero que puede en ese momento, por casualidad, estar escuchando
la llamada.
La pregunta es muy concreta. Hay comida o no hay comida?
Creo que cuando se vive en Cuba mucho tiempo estas
definiciones se llegan a confundir y uno llega a aceptar o conformarse con su
realidad, incluso se llega a ver como algo bueno y normal. A lo mejor es el
resultado de un simple instinto de conservación y no lleva tanto análisis de
trasfondo. Entonces pienso en la comida y por ejemplo los supermercados aquí,
sabiendo de antemano que las comparaciones no son buenas, pero a veces resultan
inevitables.
Desde hace mucho tengo la misión de acompañar a Martica a
las compras, esta actividad es sistemática cada 15 días. A veces resolvemos lo
que necesitamos en un solo supermercado, a veces visitamos tres en el mismo día.
Esta misión no me gusta, o sea, no disfruto en lo más mínimo estando, como
promedio, de dos a tres horas dando vueltas y vueltas dentro de una tienda y me
siento como una fiera herida y acorralada a la que el domador da golpes con un
látigo. Me agobian los colores, me incomoda el dale para adelante y para atrás,
pero tengo que ir y entonces, he ido logrando controlarme y ya no me disgusto,
ni me pongo bravo, sencillamente asisto, trato de colaborar y en la medida de
las posibilidades agilizar el proceso. De vez en cuando incluso trato de
encontrar un momento de felicidad rodeado de cajas, latas, paquetes, pomos, etc,
encontrando la posibilidad de disfrutar mirando disfrutar a mi mujer.
Martica, la que sigue diciendo que a ella tampoco le gusta,
disfruta enormemente el paseo. Es el momento para comparar precios, para
investigar sobre productos, para leer etiquetas, para escoger y escoger la
mejor opción, acciones todas que inevitablemente son altas consumidoras de
tiempo. Pararse frente a los tintes de pelo es uno de los mejores momentos. No
sé exactamente lo que pasa, pero a pesar de que el pelo siempre es teñido del
mismo color y además de que el tinte siempre está, la acción no termina antes
de haber cogido y mirado detenidamente tres, cuatro, cinco cajas diferentes. Ya pueden
imaginar, yo adoro las canas.
Tratamos de comer sano, dentro de lo sano que significa
comer en Estados Unidos todos los días. Eso se ha convertido en toda una
profesión para mi mujer. Cada producto tiene que ser leído, estudiado y luego
corroborado con internet. Estamos al tanto de las últimas tendencias de la
comida orgánica y aunque alguna resulta cara para nuestros ingresos si la fuéramos a comprar sistemáticamente, tratamos de consumir lo que ahora llaman
comida “healthy”. Estamos montados en la sal del Himalaya y en el aceite de
coco. Esto es fantástico, duraremos 1000 años sanos, pero entonces compramos
huevos y mantequilla orgánicos para el consumo como huevos y mantequilla y huevos y mantequilla no orgánicos
para postres y comidas grandes. Carne
orgánica? Aunque todavía no llegamos del todo allí, mi mujer invierte tiempo en
mirar para cuando podamos llegar. JAJAJA.
Martica se niega a crear un método de compra, o sea, no a
crear, sino a escoger un método, por lo que mucho está en su memoria y en la
improvisación. Va caminando y va recordando las cosas que necesita comprar.
Esto es bueno, mantiene el cerebro activo, pero hace que por momentos tengamos
que virar y virar a buscar algo que se quedó e incluso que estemos en la caja
pagando ya y haya que salir corriendo a buscar algo importante que no tenemos.
Al final, después de todo, podría considerarse hasta medio divertido, o sea,
por el mismo dinero a pagar puedes encontrar la satisfacción que trae la sorpresa
tal como si estuvieras visitando un parque de diversiones. Mis compañeros me
preguntan si practico un deporte de alto riesgo, de esos que producen en el
organismo una alta cuota de adrenalina y yo le respondo que no, sencillamente
voy al super con mi mujer.
Nota: He incorporado unas fotos. Para los que viven fuera de
Cuba, no creo que resulten nada sorprendentes, las tiendas son parecidas en muchos lugares. Para nuestra familia en Cuba, disfruten mirando a Martica, ella es el objetivo central.