sábado, 13 de marzo de 2021

58 años.

Creo que lo bueno y lo malo que tiene la vida es el tiempo. Por una parte, el paso del tiempo es la mejor garantía de que estamos vivos y paralelamente es la mejor muestra de que tiempo es lo que se nos está escapando.

Hasta hace muy poco, cuando escuchaba que alguien tenía 60 años, me parecía que se hablaba de una persona vieja. Entonces debo reconocer que he sido injusto muchas veces.

Hoy me veo manejando cuesta abajo sin frenos hacia esos mismos 60 que tan lejos me parecían.

Es bueno porque el haber vivido, en mi caso, puedo reconocer que me he puesto de acuerdo conmigo mismo. Me conozco, me gusto, sé lo que quiero, lo que no quiero y comienzo a transitar por ese camino donde los que me rodean son importantes, pero no decisivos. Es malo, porque ya no se puede cambiar el pasado, he descubierto, ahora con más calma, los miles de errores y las miles de faltas y al reconocerlas con cierto temor, me gustaría volver a empezar.

Imagino que es común para muchos, mi cerebro aún es joven, sigue teniendo fuerzas, incluso ahora más fuerza, pero al mirar el dorso de mis manos descubro que comienzan a aparecer las mismas manchas oscuras que tenían mis abuelas. Sigo luchado por ser joven, pero me doy cuenta de que ahora tomo pastillas todos los días para controlar mi presión arterial y mi colesterol. Me sigo aferrando a la juventud, pero a veces me tengo que echar algo de mentol para disminuir una molestia en tal o más cual músculo. Sigo pensando que soy joven, pero cada día Martica me repite que ya no puedo comer tanto por las noches.

Creo haber vivido, a veces, de forma muy acelerada. Fui un niño revolucionario, pinté muchos contener y clavé muchas banderitas cubanas para adornar mi cuadra. Juré ser como el Che sin conocerlo, pensándolo, ahora bien, quizás me hubiera gustado ser argentino. Crecí rápido y equilibrado, no asistimos en mi casa al psicólogo cuando fuimos niños. No tomamos pastillas para los nervios. En la adolescencia, muy temprana, abandoné mi actitud soñadora y me declaré en contra de casi todo lo que venía del gobierno. Descubrí la música que me gusta y hoy todavía me acompaña. Ayudé responsablemente a mis hermanos a crecer. Compartí con mis padres, vacaciones, trabajos domésticos, traguitos de ron, juegos de cubilete, ideas, sobre todo muchas ideas. Tuve tíos y primos. Quise mucho a mis dos abuelas, en gran medida, por cierto, mis mamás. Estudié como era el deber. Trabajé como un loco. Me casé con Martica enamorado. Tuve hijos. Me divorcié y por suerte y un poco de mi cerebro, reconquisté a la “presa abandonada”. Hoy sigue a mi lado, sin opción de nuevo abandono. Trabajé y estudié más. Salí para quedarme, regresé para volver a hacer trámites para irme. Fui el hombre de una casa y en centro de una familia. Estuve en calabozos, triunfé en las reuniones con los miembros de la Seguridad del Estado. Fui muy buen amigo de mis buenos amigos. Pagué o pienso haber pagado todos mis errores en el plano sentimental. Escribí dos libros, tengo dos más para publicar. He escrito miles de artículos, mensajes, folletos, textos docentes. He construido con mis manos muchas cosas materiales. He abierto y cerrado muchos huecos en las paredes donde quiera que he estado. Me fui de Cuba para mejorar. Conocí República Dominicana y allí dejé mi huella y muchos amigos. Llegué a la “tierra prometida”. Tengo una bella e inigualable nieta, que me dice abuelooooooooooooooo. He visto a mis hijos crecer, los he ayudado sobre todo en aquello de “dale, Superman que tú puedes”, He descubierto que mis hijos me han superado y eso me hace sentir orgullo. Vivo bien y contento en un lugar donde jamás pensé vivir. No morí, no me he deprimido, sigo sin tomar pastillas para los nervios, no me siento solo, no me siento extraño. Añoro a mi Cuba, quizás esas cuatro calles donde crecí y a ciertos humanos, pero no a Cuba. No sufro. Soy feliz dentro de mi felicidad que para nada tiene que ver con televisores, celulares y marcas de carros.

Estuve en Londres cuando viajar a Londres no era fácil para los cubanos. Recuerdos gratísimos. Soñé con ir a Japón y a Egipto. Hoy me conformo con ir al “Monumento de los Presidentes” en Rushmore, Dakota del Sur, a sólo 8 horas de mi casa. Sonrío cuando alguien me pregunta sobre mis planes para mis próximos 5 años. No me escondo, no finjo con cara de liderazgo inteligente o genio y respondo: no tengo planes, a lo mejor puedo adelantar algo para el próximo mes. Cada día tiene su propio valor, entonces 1825 días son demasiados para poder planificar de forma “terrenal”.


Me estoy ahorrando los planes a largo plazo, mis plazos ahora son más cortos. Me estoy ahorrando los disgustos, hoy, tiene que ser algo extremadamente importante o urgente para que me saque de paso. Logro, no sin grandes esfuerzos, controlar mi pasión y mi super velocidad de respuesta. Escucho más y aunque sigo hablando mucho, hablo menos.

He sido injusto al pensar que a los 60 años ya se es viejo. He comenzado a mover el límite y lo ha colocado para los próximos 15 años. Ojalá llegue por lo menos al borde inferior de ese momento. He aprendido que la persona aparentemente más simple, tiene una historia que contar y una enseñanza a transmitir. Sigo siendo un entusiasta aprendiz de casi cualquier cosa.

He aprendido que no quiero morir. Sin tenerle miedo a “La Parca”, me gustaría que me dejara tranquilo y fuera de sus listas por un buen tiempo más. Lo que pasa es que, al menos para los cuerdos o semi cuerdos, mientras más se vive, más se quiere vivir. Mientras más se experimenta con lo bueno y malo, más deseo de continuar en el experimento, porque como conclusión, lo bueno siempre es muy superior a su antagónico.

58 años, la edad exacta para comenzar a vivir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario