Me es imprescindible decir que apoyo totalmente a Laura María Gil, en la defensa pública que ha venido haciendo a su padre, el ex primer ministro del gobierno cubano y exministro de Economía y Planificación.
Estoy convencido que es lo mejor que puede hacer un
hijo, a alguien que, a pesar de errores, parece, según comentarios generales,
ha sido buen padre.
Laura trató de llamar la atención sobre la inocencia de su padre frente a las graves acusaciones que pesan sobre él y apoyando un pedido de su padre, reclamó un juicio público, transparente y justo, cosa que para nada me parece descabellada, al menos en su formulación teórica. Salvo muy honrosas y avaladas excepciones, todos los juicios deberían ser públicos y gozar de transparencia y justicia. Cuando Laura se ve obligada a pedir esto es porque sabe, aunque no lo dice explícitamente, que no existe. ¿En algún momento Gil Fernández habló de la necesidad de juicios transparentes y justos?
Laura tiene miedo, si conoce o ha estudiado la
historia de la revolución cubana, podrá concluir que su papá podría ser el caso
8 967 o el 15 532 de personas que después de servir, en no pocos casos
desenfadadamente al gobierno, han sido movidas, sancionadas, enjuiciadas,
encarceladas, desaparecidas al menos en imagen pública y fusiladas.
Laura debe saber que personas, incluso más famosas e
importantes que su papá y que estuvieron muchos más años en “las cajitas”, muy
vinculados no sólo al gobierno, sino a la figura de Fidel Castro, que puede
parecer lo mismo, pero no es igual, de la noche a la mañana se vieron
involucrados en altos delitos, algunos creo que reales, otros estoy seguro de
que inventados y recibieron largas condenas de privación de libertad, muerte
por fusilamiento e incluso infartos poco ortodoxos.
Cuba tiene una larga lista de personas que hasta un
día fueron importantes e incluso muy importantes, que ocuparon cargos públicos
y a veces no tan públicos y amanecieron destronados, desempleados en espera de
ubicación, enviados a otros puestos menos importantes o en el mejor de los
casos sacados del circuito cubano y enviados a embajadas en países sin
importancia.
Laura debe sentir, además de odio no confesado e incomprensión
demasiado inocente, terror al saber que su querido padre, importante ayer,
figura principalísima del gobierno cubano, puede ser sancionado a lo que el
gobierno quiera, 20, 30 años e incluso la tan temida pena de muerte. Gil Fernández puede ser el chivo expiatorio del año 2025 que el gobierno de Cuba necesita. Entiendo y
apoyo en esto a Laura.
Sin embargo, hasta la inocencia más pura tiene límites.
Ahora en su defensa de su padre, ella habla de la necesidad de que el pueblo cubano conozca
todo y reafirma que su causa no es política, a pesar de que su papá está
pagando el alto precio de la despolítica cubana.
Laura una joven ya, se acaba de acordar de Santa
Bárbara porque está tronando. Hablar ahora del pueblo cubano tratando de
encontrar apoyo es una enorme hipocresía, sobre todo, porque ese preciso pueblo
y no su papá, ni ella misma, ha sido el receptor más perjudicado de todas las
medidas absurdas tomadas por el gobierno, encabezadas por Gil Fernández, líder en
su aplicación y justificación.
En no pocas ocasiones su papá salió dando razones y
pidiendo al pueblo cubano que entendiera, confiara, diera una vez más su voto
de confianza a lo que a todas luces era un fracaso. Gil Fernández fue el verdugo
que, amarrándole la soga al cuello al próximo ahorcado, le decía al oído, no te
preocupes, no te va a doler.
Gil Fernández jamás se arrepintió, menos salió a pedir
disculpas por haber metido al pueblo en la más grande crisis de la historia
cubana, mucho menos renunció éticamente, que era lo que le tocaba, aunque sabemos que en Cuba no existe la autorenuncia, ellos, los del gobierno, cuando les conviene te renuncian. Quizás Gil Fernández, que tiene que haber estado personalmente muy
cerca del presidente Díaz Canel, pensó que el camino para él era seguro y que
como en muchos otros casos, sus errores pasarían como inadvertidos y se
aplicaría borrón y cuenta nueva como también en muchas otras ocasiones.
Se equivocó al pensar que Díaz Canel es el verdadero
poder y no pensó quizás que en algún momento haría falta, como la tradición señala, echarle la culpa a alguien y pasarle la cuenta como
siempre en nombre de la revolución, el partido, la patria, la soberanía nacional y el “sagrado”
pueblo.
Quizás Gil Fernández confió en que se descubriría su
buena voluntad o se acordarían de su disciplina al cumplir las órdenes y olvidó que de buenas voluntades está empedrado el camino al
infierno, en su caso a la cárcel o la muerte. Quizás Gil Fernández pensó que
si fracasaba le tocaría una embajada donde retirarse tranquilamente. En Cuba, ni Gil Fernández,
ni el mismísimo Díaz Canel por sólo citar algunos nombres conocen exactamente
el futuro que les toca. En un momento determinado, cuando haga falta, le sacan
hasta los peos que se tiraron e hicieron reír a los que los rodeaban.
La hija de su papá que ya es una joven tiene que haber
vivido muy bien mientras su padre fue enviado a Gran Bretaña y luego a Rusia.
Tiene que haber vivido muy bien cuando al regreso de su papá a Cuba se le
asignaron altas responsabilidades del alto gobierno, que todos sabemos vienen
acompañadas de casas en Miramar, varios carros con combustible a tope, vacaciones
dentro e incluso fuera de Cuba, comiditas asignadas para mantener una
alimentación estable y sana y sobre todo tráfico de influencia. Ser la hija de
un ministro abre en Cuba cualquier puerta, siempre y cuando te mantengas
alineada.
Ser la hija de un ministro garantiza buenos trabajos,
buenos amigos, soluciones para todo incluyendo los caprichos, etc. Yo no la conozco,
pero nadie tiene que decirme cómo vivía.
Si Laura caminaba, era para pasear a su niño o un perro
por las aceras de la 5ta Avenida; si conoció que existían las guaguas fue porque
las vio pasar desde dentro del carro donde se trasladaba; si se enteró de los
prolongados y sistemáticos apagones fue porque vio la información que se da en el TV; si conoció la Cuba profunda, que no es El Vedado, Miramar, ni tan
siquiera La Habana, fue de hoteles en hoteles o las conocidísimas casas de
descanso de los ministerios y el Partido Comunista.
Y entonces ahora, cuando a todas luces se acabaron los
privilegios, cuando ve la candela acercarse, se acordó y habla del pueblo. La
pregunta debe ser, ¿de cuál pueblo?
¿Pretende Laura que el pueblo cubano salga a defender
o al menos interesarse por su papá? Al pueblo cubano no le interesa y además no
debería interesarle Gil Fernández, más allá del chisme de última hora y las más
que conocidas frases de: lo van a moler, lo van a joder, lo trituraran, lo van
a hacer picadillo de soya, etc. Para el pueblo cubano Gil Fernández es uno más
que ayer fue y hoy ya no es.
Laura, inteligente o bien asesorada, se ha tratado de
desmarcar de una opinión política, dice no estar llamando a manifestaciones y
habla de defensa de la soberanía, ella sabe que tiene que vivir en Cuba, o
mejor, sobrevivir porque ya su vida nunca será igual a la de antes, por lo
menos hasta que logre irse y entonces apela a un sentimiento humanitario, sin
mencionar, por ejemplo, las decenas y decenas de casos de cubanos censurados,
detenidos, sancionados a largas penas de privación de libertad por haber hecho,
mucho, muchísimo menos que lo que su padre dicen que hizo en secreto.
Si por sacar un cartel, por publicar una noticia a
través del celular, si por participar en una manifestación pública hay muchas
personas presas, imaginar qué puede pasar bajo una acusación de más de 10
delitos graves, incluyendo el de espionaje.
Laura debería recordar o aprender que en una primera
ronda el pueblo cubano no estuvo de acuerdo con el fusilamiento de Ochoa, Tony y
los otros dos acusados y entonces Fidel Castro salió, dio un discurso “emotivo”,
donde entre otras cosas le lavó la cara a su hermano y dejó claro que no era
una decisión personal y los mandó a fusilar, después de hacer votar a
todos los presentes y cambiar la opinión de una buena parte de los cubanos,
entonces, a pesar de los números que establece el código, su papá puede
recorrer el mismo camino.
Puede ser que ahora Raúl Castro, porque Díaz Canel
está tan embarrado que no podrá ser, el presidente cubano parece no haberse
enterado de lo que está pasando, salga y parecido frente al juicio de Ochoa y
el resto de los implicados cuando dijo que mientras se lavaba los dientes vio
una lagrima correr por su mejilla, dirá ahora que mientras la compañera del partido
que lo atiende le cambiaba el pamper sintió pena por Gil Fernández, pero cuando
le limpiaron el culo, decidió fusilarlo.
¿Como apelar a juicios transparentes y justos donde un partido único está por encima de la constitución y el 99% de los abogados, fiscales e integrantes de tribunales son militantes de ese partido?, ¿Cómo apelar a un juicio transparente y justo donde todos los jueces, fiscales y abogados pertenecen y se deben a la Asociación de Juristas de Cuba y a todos les paga el gobierno?, ¿Cómo lograr una defensa real si el abogado defensor, quizás buen abogado, quizás el mejor de todos los abogados, está atado de pies y manos en cuanto pertenece al "establishment" del gobierno?
Lo de juicio público, con transmisión en vivo, pienso que, más que todo, es un chiste de la hija del exministro. Me da pena con Laura, pero tiene que aprender, si es que todavía está a tiempo, que jugar con candela, puede quemar.

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