jueves, 20 de noviembre de 2025

639.- A raíz de un juicio “sazonado y cocinado”.

E
sto es un tema muy complicado, sobre el cual no estoy seguro de lo que voy a escribir. Como toda idea que trate de romper normas, creencias, tradiciones populares, etc., no deja de ser peligroso.
Complicado y peligroso, sobre todo, cuando no se tiene, ni se tendrán todos los elementos libres y originales sobre los cuales basar un análisis objetivo, lo más cercano posible a la verdad. Entonces se puede dar en el clavo y acertar o sencillamente dar un mal martillazo, clavarse el clavo y salir totalmente desacertado.
Lo que salva este escrito, es que escribo, como siempre digo, para mí y para un selecto grupo de familiares y amigos que serán, al menos cariñosos, a la hora de evaluarme.
Para los contrarios, porque ni tengo la verdad absoluta, ni esto es el centro de mi vida, ni la de mis cercanos, les recomiendo además de comentar aquí, crearse un espacio donde puedan desarrollar sus ideas. Tengo 62 años y llevo mucho tiempo, como dicen los dominicanos, bregando con lo de “oveja negra”, por lo que estoy acostumbrado.
He escrito anteriormente sobre los problemas, llevados a “graves” delitos, del desconocido ayer y más que famoso por estos días Alejando Gil Fernández, sobre el cual reafirmo que no sé si fue espía o no, de haberlo sido está muy bien que lo fue en secreto, de lo contrario hubiera sido un relacionista público. Lo que sí sé es que es responsable en parte, porque siempre tuvo que estar asesorado, controlado, evaluado y aceptado por sus superiores, la lista de nombre puede ser infinita, en el resultado obtenido que es precisamente la crisis total, o sea, que abarca todas las formas de vida humana, que hoy posee y vive el pueblo cubano que vive en Cuba y como consecuencia de gran parte del pueblo cubano que por las mismas razones, aunque por diferentes justificaciones, ya no está físicamente en ese espacio geográfico. Gil, sus asesores todos y sus subordinados todos, deberían ser, como mínimo, barridos.
A raíz de este juicio que parece que no será uno solo, porque ya se celebró uno para Gil Fernández por el delito de espionaje, por el cual le piden 30 años de privación de libertad, quedaría otro pendiente, donde Gil Fernández también parece que es el protagónico, o sea, el mayor y principal implicado y acusado, por el que le tocarán otro bulto de años también, se ha retomado con no pocas fuerzas los juicios de la Causa 1 y la Causa 2 de 1989, más conocidos por el pueblo cubano como el juicio de Ochoa y el juicio de Abrante respectivamente. He retomado las ideas que ya se habían dormido y he visto los videos que el gobierno facilitó a la TV, que también es del gobierno, para que informaran a la población.
Este no es el primer juicio que parece más una purga política que un acto jurídico, porque en esto de purgas el gobierno cubano tiene historias. Existen muchos casos, unos más conocidos que otros, otros sobre los cuales nada se conoció, pero existieron. No es tan siquiera ni el primer acto acusatorio de espionaje. Dentro de las más conocidas actuaciones, que parecieron más espectáculos circenses, vale la pena recordar el juicio a Marcos Rodríguez, Marquitos, en 1964, por los sucesos de Humboldt 7 del año 1957 y la famosa reunión de los intelectuales cubanos en 1961 que duró tres días, donde Fidel dirigiéndose a los intelectuales reunidos, pero con una enorme intensión de dirigirse al pueblo de Cuba, acuñó la idea que luego marcaría a todos, “… Esto significa que, dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada. Contra la Revolución nada”.
Sonado evento en este orden de purgas y advertencias fue la larga y feroz autocrítica de Heberto Padilla en la UNEAC en 1971, que más que auto evaluación parece más un auto juicio al que sólo le faltó condenarse él mismo a la pena capital, que nadie creyó, donde el poeta, que había sido critico frontal del gobierno revolucionario, después de un mes en Villa Marista, le lavó la cara al gobierno y reconoció la superioridad de la lucha revolucionaria sobre los intereses individuales. 
En el primer evento, no era Marquitos o no era él sólo el objetivo, el gobierno, por supuesto Fidel, utilizó el juicio para pasarle la cuenta a todos aquellos comunistas viejos, que estaban trabando la película. En el segundo, esas famosas “palabras a los intelectuales”, fueron un mensaje directo al pueblo cubano, la Revolución definió sus verdaderas intenciones, el pueblo está aquí para apoyar, si no apoya, pues no tiene derecho a estar. El tercero, lo de Padilla fue bochornoso, el poeta premiado por su obra no sólo atenta brutalmente, casi sangrientamente contra él, sino además contra todos aquellos compañeros del oficio que no entendían, porque no podían entender, lo que estaba pasando en el terreno intelectual.
Pues resulta ser que Ochoa, que al parecer estaba más allá del bien y el mal al final de su vida, ha pasado a la historia cubana, me refiero al juicio, como un tipo valiente, diferente, cojonudo, características que quizás vienen heredadas de su real vida militar en varios países, aunque Fidel Castro en persona luego, cuando le convino, trató de demeritarlo, algo así como que no había sido realmente tanta, en la labor que todos repetimos realizó en África, lo que entra en contradicción directa con el nombramiento de Ochoa como el primer Héroe de la República de Cuba, categoría que todos pensamos en aquel momento que no se regalaba o vendía, pero bueno, ya también todos o al menos una gran parte de los cubanos conocemos de lo que era capaz el “Comandante”.
Sobre Ochoa y el grupo enjuiciado en aquel momento, sobre los cuales el pueblo en general, más allá de los círculos militares o de poder, sabía poco, sólo se publicó partes escogidas del juicio, o sea, casi nada y en esa publicación que hoy se mantiene en video, sólo se ve a un Ochoa destruido, consentidor, abochornado y sobre todo colaborador.
Las partes del video publicadas sólo sirven para que Ochoa se eche toda la culpa, reconozca todos los “errores” o delitos que le imputaron y con esto limpiara la imagen del gobierno y de Fidel Castro. Ochoa declaró que había traicionado y que estaba consciente de que esa traición se pagaba con la vida, dejándole así el camino abierto a la sentencia de muerte que Fidel Castro y el pleno del Consejo de Estado, no con cierto dolor dijeron, aprobaron.
Quizás Ochoa y todo aquel grupo fue realmente culpable, quizás fue convencido de que, si se arrepentía públicamente y, sobre todo, se echaba toda la culpa y más sobre todo, dejaba claro que el máximo gobierno, o sea, Fidel y Raúl, no conocían nada, no eran cómplices, ni permisivos, salvaría ya no la honra, pero por lo menos la vida.
Quizás Ochoa y el grupo que lo acompañó, confiaron en el gigantesco trabajo que habían realizado en el pasado y que, como en otros casos anteriores, se les pasaría la mano.
Quizás Ochoa, Tony y el resto, no contaron con la necesidad del momento, con la realidad de “salvar” la imagen de la revolución, que significa lavar la imagen de sus más importantes líderes y que si es necesario, cosa también demostrada en estos últimos años, nadie está a salvo en ese país.
Me llama la atención que del video que se publicó, una persona, una sola persona, que no sé como se les escapó, muy nervioso y llorando a moco tendido, aseguró que dentro de ese grupo se afirmaba que todo lo que estaban haciendo estaba autorizado por la máxima instancia y afirmó más, declaró que uno de los implicados le aseguró que el mismísimo Fidel Castro lo resolvería todo y, como en otros momentos anteriores, no pasaría nada.
Ruíz Po, quien por lo que se dejó ver, pasó a la historia como cobarde, como desmoralizado, porque lloró, hubo que asistirlo, imagino dale una pastillita y agua, etc. Todos pensamos que se había rajado y que su actitud de llantén chocaba con la fría actuación del Héroe de la República. A tal punto fue el error o desliz de lo publicado, que cuando Po aseguró, siempre llorando, que Martínez, otro capitán de las FAR implicado, le había asegurado que Fidel lo sabía y lo resolvería, el Fiscal encargado, que más que fiscal parecía un vengador anónimo, irrespetuoso, violento, arrogante, sobre actuado, que se aseguró el sobrenombre popular de “Juanito Charco de Sangre”, detuvo casi violentamente su interrogatorio y le dijo al presidente: “Me basta”. Después fueron a un receso.
Resulta que Ochoa, el general, el valiente, el héroe, quizás convencido, quizás presionado, quizás chantajeado, quizás ingenuo confiando en su historia y sus relaciones íntimas con el poder, se echó toda la culpa arriba llegando a reconocer que merecía la pena máxima, sin involucrar al poder y Ruíz Po, de menor graduación y sobre todo de menor implicación, muy nervioso y llorando histéricamente dejó entrever que todo se sabía y que los más altos del gobierno autorizaban, participaban y resolverían.
Yo no sé si se sabía o no, pero como cubano si sé y puedo apostar que no existió en Cuba la posibilidad de mover aviones, barcos, utilizar transportes terrestres, almacenes, para mover drogas, colmillos de elefantes, oro, etc., sin que muchos o muchísimos no lo supieran. Fidel Castro con un aparataje personal de inteligencia, control, movimiento y creación de información, que conocía lo que se decía en las paradas de guagua, que conocía lo que tú desayunabas en tu casa o con quién te acostabas fuera de tu matrimonio, se bajó con que no sabía nada y su hermano Raúl tampoco. ¿Quién les puede creer?
En la Causa 2, aquella otra comedia contra Abrantes, uno de los ministros de más poder en Cuba, nada más y nada menos que Ministro del Interior, pura creación de Fidel Castro, hombre de su máxima confianza por décadas, su amigo y pienso su confesor, si es que Fidel necesitó confesarse, uno de los hombres públicamente más fuertes, que levantaba la envidia del propio hermano Raúl, se dedicó a declarar que no sabía, que no recordaba, que no vio tal o más cual informe, que se le confundieron los papeles y que era tanto el trabajo que tenía que estaba agotado, tampoco mencionó al gobierno y las grandes cantidades de dinero en efectivo en maletas que el MININT entregó al gobierno, sin que este preguntara de dónde salía, tampoco habló de las posibles confesiones, entonces asumió toda la responsabilidad y aceptó la culpa y espero pacientemente a que lo sancionaran con un infarto.
Otros casos de los más grandes que un día nos los vendieron como fuera de serie, como únicos, fueron por sólo citar algunos, Luis Orlando Domínguez, Diocles Torralba, Roberto Robaina, Carlos Lage, Felipe Pérez Roque, los hermanos chilenos Marambio, incluso Rogelio Acevedo, amigo de Fidel desde la Sierra Maestra, General de División de las FAR, al final de su carrera revolucionaria más que jefe, dueño de todo lo relacionado con la aeronáutica en Cuba.
Destacado caso el de Ricardo Alarcón, uno de los políticos más cercanos y fieles a Fidel Castro, con muchísimas responsabilidades cruciales dentro de la revolución, al cual no se le acusó directamente, hubiera sido escandaloso, sino que se le apartó poco a poco silenciosamente por no poder controlar a su entorno político con la justificación de que uno de sus más cercanos asesores por muchos años y hombre de confianza, Álvarez Sánchez, fue acusado y sancionado a 30 años de privación de libertad, por espionaje, alta traición y deslealtad política.
Todos estos y muchos más comieron mucho y muy bien del poder, engordaron con él, hasta que un día el poder, de la noche a la mañana, los utilizó para fines “revolucionarios superiores” y los dejó sin comida.
Como nadie en Cuba puede creer que Ochoa, Tony y el resto de los implicados al menos públicamente, actuaron en el más profesional secreto, sin que alguien fuera de los emplantillados supiera algo, nadie puede creer que Gil Fernández, él sólo sea el único culpable de todo.
¿Cuántas personas trabajaron para él?, ¿Cuántas personas escucharon y aprobaron con agrado sus propuestas?, ¿Quiénes lo promovieron de la nada a ministro de economía sin saber de economía y le entregaron el futuro económico del país entero?, ¿Cuántos le felicitaron, le dieron abrazos y palmaditas en la espalda como respaldo?
Fidel, de ese eterno grupo que hoy sanciona para resolver temas de imagen, podemos asegurar que sí no lo vio, no participó, no lo sabía, porque sus restos, dicen, descansan dentro de una piedra y lo de su presencia espiritual todos los días, no llega a tener ese poder. De ahí para abajo, todos los que rodeaban a Gil Fernández, incluyendo a los que su misión es controlar en secreto, vigilar y hacer infórmenes, tenían que saber lo que el ministro estaba haciendo. La corrupción administrativa, el tráfico de influencia, lo de ocultar documentos, lo de favorecer a unos en contra de otros, lo del fracaso casi inmediato de las medidas impuestas, etc., es muy difícil en Cuba que no se conociera. Ahora Gil Fernández a todas luces fue el escogido y promovido por el máximo poder, entonces, hubo que esperar que ese máximo poder diera la orden de “a degüello”.
Me place decir que desciendo de una familia de connotados abogados, donde dos de ellos, muy cercanos a mí, ya eran profesionales antes de que Fidel Castro se hiciera famoso en la palestra pública cubana y que murieron ambos, no sin críticas a lo que veían, apegados a la revolución que ayudaron a construir, por lo que el tema juicios, leyes, tribunales, etc., historias e interpretaciones de este sector, me vienen de cerca. Soy además de una oveja negra, un pichón de abogado empírico y quizás, por qué no, frustrado.
El juicio no se transmitió en vivo, vimos videos editados, con corta y pega, de aquellos pedazos que les interesaba dar a conocer, por lo que entre las imágenes que vimos habría que descubrir lo que queríamos o necesitábamos. Sabemos los cubanos que lo que no se vio fue lo verdaderamente importante.
Como en otros momentos, ahora Raúl Castro, con su reingeniería desde el poder detrás del poder basada en que ya nadie es intocable y que los graves errores convenientes se sancionan con la muerte, muerte o la muerte en vida, no Díaz Canel al que, en este momento, lo tienen desterrado en Oriente repartiendo colchones a los damnificados y que no ha dicho sobre los sucesos ni esta boca es mía, necesita la cabeza de alguien y va por la de Gil ahora y por qué no, dentro de poco, por la de Díaz Canel.


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