Jenny y Yordán salieron de
República Dominicana el día 20 de mayo del 2010. ¿Destino? Frontera
norteamericana. No puedo reproducir lo que significó ver partir nuevamente a mi
hija al amanecer de ese día, ya la había despedido en Cuba una vez y la
historia a pesar del tiempo que había pasado se repetía con mayor intensidad.
Es imposible de describir, al menos para mí. El viaje era lógico, entendible y
hasta cierto punto bien planificado, pero yo sentí miedo por ella,
incertidumbre, impotencia, mucho miedo.
Al día siguiente, como para
entretenernos, nos mudamos para un apartamento más pequeño, más adaptado a
nuestras necesidades y posibilidades y ahí con Jenny y Yordán todavía de viaje,
comenzamos a vivir. Ellos después de varios días de camino, llegaron a los
Estados Unidos y llegaron por suerte bien. Dejo que ellos hagan sus cuentos.
Acondicionamos nuestro
apartamento, mucho trabajo nos costó, pero funcionó. La idea de mejorar donde
vivíamos sirvió como una medicina. Desde esos mismos comienzos sabíamos que un día
nos iríamos de República Dominicana, pues con Jenny ahora en Estados Unidos, nuestra
brújula apuntaba hacia esa dirección nuevamente.
Entre trabajos, llamadas por
teléfonos y correos pasó en tiempo y un día del mes de marzo del 2012, Jenny
nos llamó y nos dijo que estaba felizmente embarazada. Ya se lo había contado a
su hermano días antes, pero había pedido que se tragara la noticia hasta que
ella diera la orden de hacerlo público. Hoy me parece bien, para eso son los
hermanos, esa complicidad me gusta. Ya ella había pasado por Miami y junto a
Yordán se habían instalado definitivamente en San Antonio, Texas, lugar donde
ambos encontraron trabajos.
Para que contarles, yo
abuelo por primera vez. La noticia nos puso muy alegres y además, no lo puedo
ocultar, un poquito tristes. Yo sería abuelo, mi hija había crecido, era
grande, seria mamá, pero todo eso ocurriría a miles de kilómetros de donde yo
me encontraba y en realidad no teníamos en ese mismo momento la posibilidad de
salir para los Estados Unidos, ni en una semana, ni en un mes, ni en muchos
meses, pensaba yo.
Y fue entonces cuando una de
las personas más sólidas que conozco y por suerte me toco para la vida,
Martica, me dijo: _ Nos tenemos que ir ya, no sé cómo, no sé de dónde vamos a
sacar el dinero, no sé cómo lo coordinaremos, pero tenemos que irnos ya.
İImagínense!!!!!!! Tenemos
que irnos ya, sin un peso que nos sobrara, sin muchas cosas de valor que
vender, sin dinero guardado, sin trabajos sólidos donde apoyarnos. Parecía
además de imposible, una locura.
Pues a partir de ese
momento, la frase tenemos que irnos ya, se convirtió en parte de nuestra
respiración diaria. Mañana, tarde y noche, tenemos que irnos ya. Y si voy a ser
sincero 100%, esa frase, ese impulso y más que todo esa determinación, fue lo
que funcionó al final. Yo me hubiera ido de todas formas, pero me hubiera
quizás tomado más tiempo, en lo que lo planificaba, reunía todos los elementos,
escogía el mejor momento, etc. La idea de tenemos que irnos ya, fue lo que nos
puso de nuevo en el camino.
Así empezó todo. A partir de
ahí, gestiones, averiguaciones, llamadas por teléfono a muchas personas, amigos
y sobre todo nuestro apartamento lleno de dominicanos todo el santo día.
Martica puso a la venta hasta el papel sanitario. JAJAJAJAJA
Por ser simples mortales cubanos
de Cuba, ni pensar ir al Consulado Norteamericano, el camino que nos quedaba
era México, lugar quemado, porque por esa misma vía han desfilados muchos
cubanos y muchos latinoamericanos en busca del “american way of life”, por lo
que el cuento de que somos cubanos y queremos ir de turismo a México para ver
las pirámides, ya nadie lo cree.
No obstante, Martica repetía
lo mismo, Jenny está embarazada y tenemos que irnos ya, por lo que sí, somos
cubanos y queremos ir a México a ver las pirámides. No quedaba dudas.
Trámites, cartas de
trabajos, avales bancarios, para lo cual tuvimos la ayuda de amigos, y sobre
todo el invento de una historia “original” para pedir visa de turismo en el
Consulado Mexicano, o sea, … somos cubanos y las pirámides.
No hago largo el cuento,
imposible reproducir las horas dedicadas a este tema, entre gestiones y
gestiones, llegó el día del Consulado. Martica, Jonathan y yo, medios vestidos
de muñecos, papeles y el cuento. Yo jefe de la misión, en realidad Martica,
pero … JAJAJAJAJA. Jenny y Yordán en San Antonio, mi hermano Igor en Miami,
nuestra familia en Cuba y todos los amigos a la expectativa, por nuestra forma
de ser y vivir todos los que nos rodeaban estaban al tanto, como no estuvimos
muy vinculados a la compartimentación que se aprende en Cuba cuando tu vida es revolucionaria,
no sabemos y no nos interesa guardar esos secretos.
Llegamos al Consulado
Mexicano un jueves. Llegamos temprano por lo que tuvimos que esperar en la
calle a que abrieran las puertas. Espera que pone todo a última hora como en
cámara lenta. Entramos y …, somos
cubanos, no vamos a ir a la frontera, tenemos a Normita y Juan Carlos en el
D.F.
Ah, qué bueno, nos respondió
una joven funcionaria, moderna, con el pelo de varios colores, vengan a recoger
la vida mañana. No mejor, no mañana porque viene una tormenta y probablemente
no trabajemos, vengan el lunes.
Nadie nos preguntó más nada,
nadie nos miró con cara de intriga, los papeles que llevábamos ni los
revisaron, no pudimos ni siquiera terminar el cuento que habíamos practicado
tantas veces. Estuvimos en el Consulado 20 minutos. Así de fácil.
Todavía mientras caminábamos
por las calles de la Zona Colonial en busca de un café para celebrar, no lo
podíamos creer. Lo de tenemos que irnos ya y queremos ver las pirámides, había
funcionado. Tanto trabajo, tanta preparación por ser cubanos de Cuba, tantos
cuentos de otras personas que habían hecho lo mismo anteriormente, tanta incertidumbre
y la gestión no demoró ni 20 minutos. Quizás tuvimos mucha suerte. Gracias México
y gracias a la muchacha del pelo de varios colores.
Lunes, visas en los
pasaportes de Jonathan y el mío. La de Martica salió el martes porque en el
momento que se la iban a poner se cayó el sistema. Ventas aceleradas, ya a última
hora a cualquier precio, lo que no se podía vender lo regalábamos, la idea era
dejar vacío el apartamento, dominicanos todo el santo día entrando y saliendo, dominicanos
que se llevaban las cosas para pagarlas en varias cuotas y nosotros aceptando a
sabiendas que después del primer cobro no habría más cuotas, coordinaciones
dentro y fuera de República Dominicana, dinero conseguido, el mismo mensaje, … tenemos
que irnos ya.
Septiembre 28, 2012, día de
la salida. Puede parecer mentira, pero fue difícil partir, llevaba más de 4
años viviendo en Dominicana y allí dejaba amigos, que a esa altura más que
amigos eran mi familia. Habían estado cerca de mí siempre en los momentos más
difíciles. Fue difícil, estoy convencido que a muchos de ellos no los volveré a
ver, esa es la realidad del que se mueve, pero si ya había salido de Cuba,
dejando todo lo que se deja en el país donde uno nace y crece, pues ni modo, ya
no soy de ningún lugar y estoy presto para empacar y mudarme.
Despedida en casa de Adrián, Jaque y Mercedes. Todos los
amigos. Risas a media, Frases de aliento. En ese momento nos tocaba a nosotros
ser despedidos, después de haber despedido a tantos amigos. Caras largas con el
paso de la noche. Abrazos y lágrimas. Jonathan, joven al fin, de madrugada para
casa de su novia Naty. Yo medio no entendí, pero acepté. Hoy lo entiendo, yo
hubiera hecho lo mismo, o peor. JAJAJAJA
Aeropuerto en la mañana.
Ultimo abrazo a Adrián que fue nuestro taxista y regalo de mi viejito celular
al primer dominicano que me pasó por el lado, que obviamente jamás entendió
nada.
Avión destino Panamá, donde
debíamos aburrirnos 5 horas en espera del cambio de avión. Pero como dice el
viejo refrán “el que tiene amigos, tiene un central”, de aburrirnos nada. En Panamá
me esperó dentro del aeropuerto Damián y su esposa Yani, que por pura
coincidencia es dominicana.
Damián es sencillamente una máquina
de producir sentimientos. Habla tres veces más que yo y tres veces más rápido,
lo que es mucho decir. Se mueve, gesticula, sonríe, conoce y saluda a todo el
que le pasa por el lado, siempre tiene un cuento de su muy intensa vida,
siempre tiene una experiencia que contar, es muy cariñoso, afectivo, sensible,
por lo que las 5 horas dentro del aeropuerto panameño, parecieron un minuto.
Al final, abrazos, ojos
aguados, regalo de Damián, más que dólares eran un amuleto para la buena
suerte, nudos en las gargantas. Damián muy buen anfitrión. Avión para México
D.F., donde al entrar tendríamos que escenificar nuestra obra, pues a pesar de
las visas, las autoridades de inmigración se reservan el derecho de dejarte
entrar o no, o al menos, en el caso de México pueden llevarte para un cuartico
y comerte a preguntas, tratando de encontrar la verdadera verdad o algo de
dinero. Éramos tres personas, entonces la posibilidad de no coincidir en el
cuento entero eran mayores, por lo que tuvimos que repasar los detalles y eso
nos entretuvo hasta que nuestro avión posó sus ruedas en tierra mexicana. Ya
estábamos en el México D.F, para nosotros el México de Normita y Juan Carlos.
A las 10:30 pm estábamos
parados frente al joven oficial de inmigración que sentado cómodamente en su
asiento, con un pie medio encaramado en la mesa, estaba más interesado en
alguien del aeropuerto, creo que en una muchacha, que en los que acabábamos de
llegar en el vuelo. Nosotros con nuestros pasaportes en las manos, con caras de
alegría por haber llegado a nuestro destino turístico y deseosos de hacerle
nuestro cuento a alguien, cosa que al final no ocurrió. Aunque parezca mentira,
aquí también nos quedamos con las ganas, apenas el joven nos miró y muy rápido facilitó
nuestra entrada sin ningún reparo. Medios asombrados aún, pero rapidito,
recogimos nuestras maletas y salimos. Juan Carlos y su primo nos esperaban
afuera. Ya saben, abrazos, cigarros, cuentos, primer paseo por la ciudad hasta
llegar a la casa donde nos esperaban impacientes, nuestros amigos de la
infancia, nuestros hermanos, Normita y el “compañero” Robertico Segura.