viernes, 26 de abril de 2013

EL VIAJE


Jenny y Yordán salieron de República Dominicana el día 20 de mayo del 2010. ¿Destino? Frontera norteamericana. No puedo reproducir lo que significó ver partir nuevamente a mi hija al amanecer de ese día, ya la había despedido en Cuba una vez y la historia a pesar del tiempo que había pasado se repetía con mayor intensidad. Es imposible de describir, al menos para mí. El viaje era lógico, entendible y hasta cierto punto bien planificado, pero yo sentí miedo por ella, incertidumbre, impotencia, mucho miedo.

Al día siguiente, como para entretenernos, nos mudamos para un apartamento más pequeño, más adaptado a nuestras necesidades y posibilidades y ahí con Jenny y Yordán todavía de viaje, comenzamos a vivir. Ellos después de varios días de camino, llegaron a los Estados Unidos y llegaron por suerte bien. Dejo que ellos hagan sus cuentos.

Acondicionamos nuestro apartamento, mucho trabajo nos costó, pero funcionó. La idea de mejorar donde vivíamos sirvió como una medicina. Desde esos mismos comienzos sabíamos que un día nos iríamos de República Dominicana, pues con Jenny ahora en Estados Unidos, nuestra brújula apuntaba hacia esa dirección nuevamente.

Entre trabajos, llamadas por teléfonos y correos pasó en tiempo y un día del mes de marzo del 2012, Jenny nos llamó y nos dijo que estaba felizmente embarazada. Ya se lo había contado a su hermano días antes, pero había pedido que se tragara la noticia hasta que ella diera la orden de hacerlo público. Hoy me parece bien, para eso son los hermanos, esa complicidad me gusta. Ya ella había pasado por Miami y junto a Yordán se habían instalado definitivamente en San Antonio, Texas, lugar donde ambos encontraron trabajos.

Para que contarles, yo abuelo por primera vez. La noticia nos puso muy alegres y además, no lo puedo ocultar, un poquito tristes. Yo sería abuelo, mi hija había crecido, era grande, seria mamá, pero todo eso ocurriría a miles de kilómetros de donde yo me encontraba y en realidad no teníamos en ese mismo momento la posibilidad de salir para los Estados Unidos, ni en una semana, ni en un mes, ni en muchos meses, pensaba yo.

Y fue entonces cuando una de las personas más sólidas que conozco y por suerte me toco para la vida, Martica, me dijo: _ Nos tenemos que ir ya, no sé cómo, no sé de dónde vamos a sacar el dinero, no sé cómo lo coordinaremos, pero tenemos que irnos ya.

İImagínense!!!!!!! Tenemos que irnos ya, sin un peso que nos sobrara, sin muchas cosas de valor que vender, sin dinero guardado, sin trabajos sólidos donde apoyarnos. Parecía además de imposible, una locura.

Pues a partir de ese momento, la frase tenemos que irnos ya, se convirtió en parte de nuestra respiración diaria. Mañana, tarde y noche, tenemos que irnos ya. Y si voy a ser sincero 100%, esa frase, ese impulso y más que todo esa determinación, fue lo que funcionó al final. Yo me hubiera ido de todas formas, pero me hubiera quizás tomado más tiempo, en lo que lo planificaba, reunía todos los elementos, escogía el mejor momento, etc. La idea de tenemos que irnos ya, fue lo que nos puso de nuevo en el camino.

Así empezó todo. A partir de ahí, gestiones, averiguaciones, llamadas por teléfono a muchas personas, amigos y sobre todo nuestro apartamento lleno de dominicanos todo el santo día. Martica puso a la venta hasta el papel sanitario. JAJAJAJAJA

Por ser simples mortales cubanos de Cuba, ni pensar ir al Consulado Norteamericano, el camino que nos quedaba era México, lugar quemado, porque por esa misma vía han desfilados muchos cubanos y muchos latinoamericanos en busca del “american way of life”, por lo que el cuento de que somos cubanos y queremos ir de turismo a México para ver las pirámides, ya nadie lo cree.

No obstante, Martica repetía lo mismo, Jenny está embarazada y tenemos que irnos ya, por lo que sí, somos cubanos y queremos ir a México a ver las pirámides. No quedaba dudas.

Trámites, cartas de trabajos, avales bancarios, para lo cual tuvimos la ayuda de amigos, y sobre todo el invento de una historia “original” para pedir visa de turismo en el Consulado Mexicano, o sea, … somos cubanos y las pirámides.

No hago largo el cuento, imposible reproducir las horas dedicadas a este tema, entre gestiones y gestiones, llegó el día del Consulado. Martica, Jonathan y yo, medios vestidos de muñecos, papeles y el cuento. Yo jefe de la misión, en realidad Martica, pero … JAJAJAJAJA. Jenny y Yordán en San Antonio, mi hermano Igor en Miami, nuestra familia en Cuba y todos los amigos a la expectativa, por nuestra forma de ser y vivir todos los que nos rodeaban estaban al tanto, como no estuvimos muy vinculados a la compartimentación que se aprende en Cuba cuando tu vida es revolucionaria, no sabemos y no nos interesa guardar esos secretos.

Llegamos al Consulado Mexicano un jueves. Llegamos temprano por lo que tuvimos que esperar en la calle a que abrieran las puertas. Espera que pone todo a última hora como en cámara lenta. Entramos y …,  somos cubanos, no vamos a ir a la frontera, tenemos a Normita y Juan Carlos en el D.F.

Ah, qué bueno, nos respondió una joven funcionaria, moderna, con el pelo de varios colores, vengan a recoger la vida mañana. No mejor, no mañana porque viene una tormenta y probablemente no trabajemos, vengan el lunes.

Nadie nos preguntó más nada, nadie nos miró con cara de intriga, los papeles que llevábamos ni los revisaron, no pudimos ni siquiera terminar el cuento que habíamos practicado tantas veces. Estuvimos en el Consulado 20 minutos. Así de fácil.

Todavía mientras caminábamos por las calles de la Zona Colonial en busca de un café para celebrar, no lo podíamos creer. Lo de tenemos que irnos ya y queremos ver las pirámides, había funcionado. Tanto trabajo, tanta preparación por ser cubanos de Cuba, tantos cuentos de otras personas que habían hecho lo mismo anteriormente, tanta incertidumbre y la gestión no demoró ni 20 minutos. Quizás tuvimos mucha suerte. Gracias México y gracias a la muchacha del pelo de varios colores.

Lunes, visas en los pasaportes de Jonathan y el mío. La de Martica salió el martes porque en el momento que se la iban a poner se cayó el sistema. Ventas aceleradas, ya a última hora a cualquier precio, lo que no se podía vender lo regalábamos, la idea era dejar vacío el apartamento, dominicanos todo el santo día entrando y saliendo, dominicanos que se llevaban las cosas para pagarlas en varias cuotas y nosotros aceptando a sabiendas que después del primer cobro no habría más cuotas, coordinaciones dentro y fuera de República Dominicana, dinero conseguido, el mismo mensaje, … tenemos que irnos ya.

Septiembre 28, 2012, día de la salida. Puede parecer mentira, pero fue difícil partir, llevaba más de 4 años viviendo en Dominicana y allí dejaba amigos, que a esa altura más que amigos eran mi familia. Habían estado cerca de mí siempre en los momentos más difíciles. Fue difícil, estoy convencido que a muchos de ellos no los volveré a ver, esa es la realidad del que se mueve, pero si ya había salido de Cuba, dejando todo lo que se deja en el país donde uno nace y crece, pues ni modo, ya no soy de ningún lugar y estoy presto para empacar y mudarme.

Despedida en casa de Adrián, Jaque y Mercedes. Todos los amigos. Risas a media, Frases de aliento. En ese momento nos tocaba a nosotros ser despedidos, después de haber despedido a tantos amigos. Caras largas con el paso de la noche. Abrazos y lágrimas. Jonathan, joven al fin, de madrugada para casa de su novia Naty. Yo medio no entendí, pero acepté. Hoy lo entiendo, yo hubiera hecho lo mismo, o peor. JAJAJAJA

Aeropuerto en la mañana. Ultimo abrazo a Adrián que fue nuestro taxista y regalo de mi viejito celular al primer dominicano que me pasó por el lado, que obviamente jamás entendió nada.

Avión destino Panamá, donde debíamos aburrirnos 5 horas en espera del cambio de avión. Pero como dice el viejo refrán “el que tiene amigos, tiene un central”, de aburrirnos nada. En Panamá me esperó dentro del aeropuerto Damián y su esposa Yani, que por pura coincidencia es dominicana.

Damián es sencillamente una máquina de producir sentimientos. Habla tres veces más que yo y tres veces más rápido, lo que es mucho decir. Se mueve, gesticula, sonríe, conoce y saluda a todo el que le pasa por el lado, siempre tiene un cuento de su muy intensa vida, siempre tiene una experiencia que contar, es muy cariñoso, afectivo, sensible, por lo que las 5 horas dentro del aeropuerto panameño, parecieron un minuto.

Al final, abrazos, ojos aguados, regalo de Damián, más que dólares eran un amuleto para la buena suerte, nudos en las gargantas. Damián muy buen anfitrión. Avión para México D.F., donde al entrar tendríamos que escenificar nuestra obra, pues a pesar de las visas, las autoridades de inmigración se reservan el derecho de dejarte entrar o no, o al menos, en el caso de México pueden llevarte para un cuartico y comerte a preguntas, tratando de encontrar la verdadera verdad o algo de dinero. Éramos tres personas, entonces la posibilidad de no coincidir en el cuento entero eran mayores, por lo que tuvimos que repasar los detalles y eso nos entretuvo hasta que nuestro avión posó sus ruedas en tierra mexicana. Ya estábamos en el México D.F, para nosotros el México de Normita y Juan Carlos.

A las 10:30 pm estábamos parados frente al joven oficial de inmigración que sentado cómodamente en su asiento, con un pie medio encaramado en la mesa, estaba más interesado en alguien del aeropuerto, creo que en una muchacha, que en los que acabábamos de llegar en el vuelo. Nosotros con nuestros pasaportes en las manos, con caras de alegría por haber llegado a nuestro destino turístico y deseosos de hacerle nuestro cuento a alguien, cosa que al final no ocurrió. Aunque parezca mentira, aquí también nos quedamos con las ganas, apenas el joven nos miró y muy rápido facilitó nuestra entrada sin ningún reparo. Medios asombrados aún, pero rapidito, recogimos nuestras maletas y salimos. Juan Carlos y su primo nos esperaban afuera. Ya saben, abrazos, cigarros, cuentos, primer paseo por la ciudad hasta llegar a la casa donde nos esperaban impacientes, nuestros amigos de la infancia, nuestros hermanos, Normita y el “compañero” Robertico Segura.

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