viernes, 7 de junio de 2013

El México de Normita y Juan Carlos. (primera parte)

El encuentro con Normita, Juan Carlos y Robertico en México D.F., como todos los encuentros entre viejos amigos estuvo muy cargado de emotividad.

Normita y Robertico, nos esperaban en la vieja casita. Tan pronto llegamos, entre abrazos, risas y llantos, J.C. fue regañado por la demora, mientras él sonriendo pícaramente, se justificaba por su “genial” idea del primer paseo nocturno por la ciudad.

Normita, caso atípico para los días que vivimos hoy, no ha cambiado, solo está un poco más vieja físicamente igual que todos nosotros, lo que es bueno porque demuestra que estamos vivos aún. Normita sigue siendo la misma. Fuerte de carácter por la vida fuerte que ha llevado, honesta, transparente, emotiva, explosiva, rápida de respuestas, peleando todo el tiempo con su hermano Robertico para que éste sea mejor. Siempre amiga y hermana.

Recuerdo cuando Martica le comentó por teléfono que pensábamos dejar República Dominicana y que la vía para llegar a Estados Unidos era México, ella sin titubear respondió, en realidad  casi que ordenó: Mira, acabo de quedarme sin trabajo, JC casi no gana nada de dinero, acabamos de vender el carro que teníamos, seguimos en la vieja casita, ahora tenemos aquí a Robertico, o sea, estamos como tres en un zapato, literalmente estamos medio embarcados, pero ustedes vienen con nosotros, no importa el tiempo que tengan que estar aquí, no importa lo que tengamos que hacer para vivir, ustedes vienen con nosotros. Nos arreglaremos.

Qué garantía!!!!!!!!!!.

Entonces esto se convirtió en nuestra mejor coartada para pasar por México. Si fuera necesario convencer a las autoridades mexicanas, no tendríamos problemas pues podríamos hablarle de Normita semanas o meses enteros. Conocemos su vida tan bien como la nuestra, sin que de esto quede dudas. Gran parte de la vida la vivimos juntos, todos los días, incluso todo el tiempo.

Normita y yo somos un caso raro, bueno como para estudio psicosociológico. Crecimos en el insigne Reparto Apolo, hoy más conocido por Víbora Park, a pocos metros de distancia, yo en la calle Roma, ella en la calle Villoldo, aunque estuvimos en diferentes escuelas primarias, a la hora de ir a la secundaria básica, ambos estudiamos en “Rafael Carini”, aunque no coincidíamos en grupos, y mucho menos en intereses. En realidad la conocí personalmente cuando con 15 años me hice novio de Martica. Ellas dos eran amigas desde siempre, o sea, desde que al dejar de ser bebitas escogieron a alguien para jugar y compartir, vivían sólo con una casa de por medio.

Es curioso cuando me hice novio de Martica y ella se lo comentó a Normita, los comentarios y consejos que ésta le hizo fueron fatales. Casi le recomendó que no se metiera en eso, que yo era un pedante, engreído, prepotente, que me creía  por encima del resto de las personas, etc. Valoraciones que vistas desde una perspectiva actual, eran medias verdades, ya saben, la primera juventud.

Entonces pienso que a Normita no le quedó más remedio al principio que irme tragando y tragando hasta que con el paso del tiempo y un gancho descubrió al  verdadero yo. JAJAJAJAJAJA. A partir de ese momento, nos hicimos amigos, y al poco tiempo, hermanos. Martica fue en aquel momento el eslabón común.

Ya amigos, seguimos juntos en “Carlos Pérez”, el preuniversitario que se abrió en la Calzada de 10 de Octubre y María Auxiliadora, cuando nos tocó pasar a 10mo grado. Dicho pre era más conocido como la “14”, nombre que quedaba en la memoria popular por el número de estación de la policía de Batista, función que cumplió el edificio hasta 1959. Luego, por increíble que parezca, fuimos a estudiar la misma carrera universitaria, ahora sí, en la misma aula. Normita había pedido la Licenciatura en Historia creo que en cuarta opción y yo en segunda, por lo que al no poder clasificar para nuestros primeros interés, la vida y el Ministerio de Educación nos unió más. Recuerdo que cuando fuimos a matricular nos pusieron en diferentes grupos y yo, dispuesto, fui a hablar para que nos cambiaran. Por suerte, movieron a Normita para el grupo donde yo estaba y eso nos permitió estudiar inglés, el otro grupo tuvo que aprender nada más y nada menos que ruso, por lo que evidentemente la pasamos mejor.

Normita y yo siempre fuimos diferentes. Normita desde muy joven fue revolucionaria, de aquellos  estudiantes que participaban en todas las actividades, era muy responsable, disciplinada y seria. Yo era exactamente lo contrario. Crecí y llegué a secundaria con un gran gusto por el pelo largo, los tennis sin medias, los pantalones apretados, la música americana, por lo que podía haber sido cualquier cosa menos revolucionario al estilo ortodoxo. Me gustaba contradecir, me gustaba romper las reglas.

Mientras fuimos creciendo nuestros intereses se fueron separando. A mí me gustaban las fiestas, el baile, y todo lo que oliera a llevarla contraria a lo que el régimen establecía. Normita seguía siendo revolucionaria, de esas personas que creyeron en lo que hacían, de esas personas que se sacrificaron sin buscar ninguna prebenda como pago. De esas personas que seguían los códigos teóricos del marxismo leninismo, experimentándolos en carne propia e increíblemente estuvieron de acuerdo con los resultados del experimento.

Nuestro paso por la universidad empeoro nuestros objetivos ideológicos. Los mismos conocimientos que a Normita le servían para defender el socialismo cubano, me eran útiles a mí para criticarlo. Entonces nuestras discusiones se fueron haciendo cada día más famosas, podemos tener varios record de discutir sin parar. Podemos además tener varios records de hablar muchas horas continuas, éramos reconocidos por empezar a hablar a las 5:00 pm de un día y terminar al otro día a las 7:00 am. Muchos amigos de los que nos rodeaban, llegaban, participaban un poco y cansados se retiraban. Martica, la que más aguantaba,  siempre acababa dormida a mi lado. Normita y yo, sin reparar en temas, sin reparar en la complejidad o profundidad que estos pudieran tener, nos manteníamos hasta el final. Normita y yo analizábamos hasta el punto del desgarre cualquier idea, lo mismo de la revolución que de nuestras familias. Y luego dejábamos temas pendientes para nuestro próximo encuentro, que podía ser a pocas horas.

Visto fríamente, la idea pudiera parecer media loca. Teníamos muchas cosas diferentes, pensábamos y actuábamos guiados por objetivos no parecidos, sin embargo, siempre, siempre fuimos amigos y hermanos. Podíamos discutir casi hasta pelearnos, sin embargo pasado esos minutos de euforia, volvíamos a querernos profundamente. ¿Caso raro, verdad?
Para este encuentro, nos precedía el que Normita y yo no nos veíamos desde hacía varios años, pues yo llevaba viviendo en República Dominicana 5 años, lo que no evito que nuestro encuentro fuera como los de siempre. Nada había cambiado. Normita es como uno de esos grandes framboyanes cubanos, debajo del cual siempre se recibe sombra y fresco. Muy rápido conversaciones a lo cubano, o sea, todos hablamos a la misma vez, a una velocidad imposibilitada de seguir para otros ciudadanos de este mundo, muchos temas al mismo tiempo, risas, chistes, cariños, recuerdos de nuestros años juntos pasados, reguero por nuestros bultos medios abiertos en busca de regalos, un poquito de alcohol como brindis.

La tierra tembló esa noche mientras festejábamos, yo que ya conocía lo que era un temblor por el que viví en República Dominicana me di cuenta, lo comente. Nadie me hizo caso. La tierra tembló un poquito. México nos daba la bienvenida.







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