* El siguiente artículo puede tener imágenes y explicaciones
complicadas para algunos lectores, se recomienda leer
con cuidado o acompañado de un adulto.
complicadas para algunos lectores, se recomienda leer
con cuidado o acompañado de un adulto.
Interrumpo la historia que venía haciendo de mi paso por México D.F. para contar un acontecimiento muy importante e imagino irrepetible, casi que acabado de ocurrir en mi vida.
Como muchos de ustedes recordaran, en diciembre del 2011, viviendo en República Dominicana, me dio un infarto sobre
el que ya escribí en mi blog “Dominicaneando” el día 17 de enero del 2012. En
aquel momento lo que yo asumí como un dolor muscular en la espalda, resultó ser
un “pequeño problemita en el corazón”. Entonces, cuidados intensivos,
intervención de amigos para buscarme el mejor hospital y seguro médico,
cateterismo, arteria bloqueada o tupida al 95%, arteria reparada con un stent, alta
médica, análisis y consultas mensuales para verificar la mejoría. Vida normal.
A pesar del stent y de que mi corazón funcionaba perfectamente, tan
perfecto que uno de mis médicos de cabecera, el Ingeniero Mecánico Roberto
Romero, me llevó a jugar racquetball a los 20 días de haberme dado el infarto,
lo que corroboró que estaba realmente bien, los dolores en la espalda aparecían
y desaparecían sin una causa conocida. Todos los médicos y análisis que me
hicieron, que fueron muchos, concluían que ese dolor no tenía nada que ver con
el corazón. Recuerdo que dos días antes de salir de Republica Dominicana con
destino a Estados Unidos, preocupado yo por los aviones y el corazón, mi cardióloga,
la Dra. Giselle Ramírez, muy cariñosamente me dijo:
_ Don Rolando, usted puede ahora mismo practicar paracaidismo o buceo, en
su corazón no existen huellas del infarto. Su corazón esta bendecido.
Entonces con esa tranquilidad viajé a Miami, donde después de varios meses
volví a ver a un cardiólogo. En realidad como me sentía muy bien, mi interés
estaba en conseguir las recetas para comprar las pastillas que tengo que tomar
y que ya a esa altura de la vida se me
estaban acabado. Lo del cardiólogo en Miami fue desastroso, yo tenía turno para
las 8:00 am y el tipo apareció a las 12:30 pm sin mucha explicación, más allá
de una enfermera que salió una vez en la mañana y dijo que no nos preocupáramos
que el cardiólogo venía.
Por supuesto cuando llegó al mediodía tenía tal cola de pacientes que
decidió apretar el acelerador. A mí me atendió en dos minutos y medio,
exactamente en dos minutos y medio, lo que fue un problema porque estaba acostumbrado
a mí Dra. dominicana, la cual dedicaba todo el tiempo del mundo y recursos para
explicarme sobre mi corazón. El cardiólogo me dijo que estaba perfectamente
bien, que dejara de tomar una pastilla que traía recomendada de República
Dominicana y me dio lo que al fin de cuentas yo necesitaba, mis recetas para
poder adquirir mis medicamentos. Frente al tema del dolor, me dijo que era
normal, que a muchas personas le dolía la espalda, que me viera con un
ortopédico y me dio una nueva cita para dentro de 4 meses. ¿Cuatro meses? De madreeeeee.
Miami no cuajo para nosotros, luego escribiré sobre esto y nos mudamos a
Lincoln, capital del estado de Nebraska, tenemos aquí amigos. Entonces el nuevo acontecimiento ocurrido comenzó por casualidad, así nada más. Me sentía bien, no tenía ningún problema,
acababa de trabajar brutalmente en una planta de hacer jamones como cargador de
jamones, por lo que físicamente estaba entero, pero una vez más se me estaban
acabando las pastillas y entonces Mayelín, la mujer de mi amigo Ruso, nos sacó
un turno a ambos para hacernos de forma gratuita unos análisis de colesterol y
así de paso podríamos cuadrar lo de un cardiólogo. Ruso necesitaba también ver
a un especialista, pues hace 13 años le dio un infarto clásico, de libros y tiene un
triple bypass hecho desde ese momento.
Pues nada, el día 29 de marzo nos fuimos al hospital Bryan Health Center,
mi examen de colesterol y triglicéridos salió perfecto, tan perfecto que yo me
asombré de lo bien que estaba y me dieron cita para un cardiólogo. El 2 de
abril me encontré con el cardiólogo, el Dr. Keith Miller, hombre joven y
agradable, que resultó ser el Director de Cardiología del hospital, que me
encontró muy bien, me recetó las pastillas que necesito tomar y al no confiar
ciegamente en los exámenes que organizadamente traía de Miami y Republica
Dominicana me orientó, así como el que no quiere las cosas, sin mayor
importancia, una Prueba de Esfuerzo, sólo para verificar que todo estaba
realmente bien. A mí me pareció un exceso, pero como dicha prueba la pagaba el
seguro, acepté sin reparos. No hay mal que por bien no venga, me dije.
El día de la Prueba de Esfuerzo, ya saben, estera, cables, pantallas de
televisores, electrocardiograma, etc., todo salió bien, a mí entender claro
está. Pude terminar sin problemas la prueba, lo que aseguraba que estaba sano,
solo que al final, en el momento de mayor esfuerzo, mi corazón hizo un
movimiento levemente anormal. La técnica, ahora entiendo experta en no estresar
a los pacientes, me dijo que no me preocupara que eso le pasaba a muchas
personas, que mi cardiólogo me daría días después los resultados.
Todos a mi alrededor me decían que no me preocupara, que estaba entero, yo
sin embargo no estaba tan seguro, ya saben, cada cual sabe sus cosas y Dios las
de todo el mundo, como decía mi abuela. Eso de que a muchas personas le pasa
que el corazón cambia su ritmo frente al esfuerzo no me convencía mucho. Como en efecto, días después el Dr. Miller me
citó y muy directo, aquí los médicos son muy directos, me dijo:
_Rolando, algo no anda bien. Estoy casi seguro que tienes una arteria obstruida
o bloqueada.
¿Bloqueada??????????? Yo me sentía perfectamente bien, acababa de trabajar
en Farmland como un animal cargando jamones y nunca había sentido ni el más
mínimo problema con mi corazón. El Dr.
Miller me dijo que eso estaba bien, pero que él casi estaba seguro que pasaba
algo anormal y me orientó un paso superior en el estudio, o sea, un cateterismo,
la prueba más segura y directa para verificar las arterias del corazón por
dentro. A mí la idea de un cateterismo
no me vino bien, conozco del tema pues en República Dominicana me habían hecho
dos, pero … no hay mal que por bien no venga, me volví a decir. Todavía resistiéndome internamente
al tema, le pedí al Dr. Miller organizar el estudio para cuando regresara mi
hijo Jonathan que se encontraba trabajando en Dakota del Norte, a lo que él, de
buen carácter y muy comprensivo, accedió. Para mí, en ese momento, un
cateterismo era lo más complicado que me podía pasar, entonces quería que
estuviera Jonathan a mi lado, además de, obviamente, Martica.
Días después me entregué al Dr. Miller y al cateterismo, que aquí, a diferencia de República
Dominicana lo hacen con el paciente despierto, por lo que participas de todo lo que esta ocurriendo, y entonces … sorpresaaaaaaaaaaaaaaaa. El stent que
tengo puesto estaba 100% obstruido. No un poquito, no medianamente, sino 100%,
o sea, después de él la arteria no existía, había desaparecido, no habia circulación de sangre. Gran problema.
PROBLEMA con letra mayúscula.
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