Hace exactamente 48 horas, Martica, un poco apenada, me ha
hecho una confesión que ha cambiado mi vida. Tendré que hacerles una pequeña
historia para que puedan entender la profunda connotación de la noticia que he
recibido.
Crecí en una casa con mis dos abuelas, eso tuvo mucho de
especial. Mi familia siempre tuvo ideas muy claras, una de ellas fue que “la
gordura era la mitad de la hermosura”, por lo que mientras se pudo, comimos
como salvajes. Comprábamos las viandas por sacos, el pan por jabas y se freía
algo diariamente. Sólo me tocaba un muslo de pollo en el fricasé que una de mis
abuelas hacía, pero podía estar comiendo salsa y papas una semana entera, sólo
teníamos que pedirle a una de ellas que nos hiciera un flan o pudín o que nos hirviera
unas latas de leche condensada y en menos de lo que cantaba un gallo, nos
estábamos empachando.
Recuerdo, con ese agrado de los mejores recuerdos de la
infancia, que era obligatorio desayunar y que a la leche que tomábamos en las
mañanas, que ya traía toda la grasa incorporada, mis abuelas le agregaban
mantequilla, que junto a los panes con mantequilla que nos comíamos, hacían de aquel
momento algo paradisíaco. A mi prima Gisselle, cuando era niña no le gustaba comer mucho, pero los panes con mantequilla a cualquier hora del día la volvían loca. A
las escuelas al campo siempre me enviaban un pomo de cristal con una o dos barras
de mantequilla, o sea, un cuarto o media libra respectivamente, unidas a varios
quesos de crema. Mezcla todavía hoy envidiable.
Como saben, vivo con Martica desde hace ya más de tres décadas,
dicha estabilidad me ha permitido recibir un tratamiento profesional estable en
busca, Martica, de mi perfección. A pesar de todos estos años y tener ella y
yo muchas cosas en común, no somos idénticos. Ella tiende al equilibrio, a la
mesura, a la calma, a la planificación y a la vida sana. Yo, por el contrario, soy un tipo
de excesos, me vuelve loco el chicharrón de puerco, el tocino, los chorizos y las
cosas fritas. Disfruto enormemente comiendo pan aunque
sea solo y lo de meter el pan en la grasa o limpiar con él mi plato, es una de
mis maniobras culinarias favoritas. Muero por las papas fritas.
Después de mi evento cardíaco, Martica como parte del
tratamiento que viene llevando desde hace años, arreció con su plan de salud,
por lo que comemos más vegetales, hemos incorporado el aceite de oliva y de
coco como únicas grasas a utilizar, el pan es integral y limitado en cantidad y
el día que como mantequilla, mayonesa, o mucha harina, casi tengo que ir a la
iglesia a confesar mis pecados para luego rezar no sé cuántos Padres Nuestros y
Aves María. Las papas ya no son fritas, sino al horno, a lo que Martica insiste en que saben iguales.
Debido a estos antecedentes, es la importancia de la
confesión que he recibido. Martica, después de una pequeña investigación, me ha
dicho que la mantequilla no es tan mala como nos la han hecho ver, por el
contrario, parece que ahora se reconoce su beneficio y por supuesto se
recomienda su consumo.
Hoy se ha concluido que la milenaria grasa es buena porque:
- Es rica en vitaminas y
entonces interviene en el crecimiento, mejora la hidratación de la piel,
las mucosas, mejora la visión y es un antioxidante y
antiinflamatorio natural, regula el metabolismo del calcio y el fósforo.
- Es rica en minerales por
lo que protege contra las enfermedades del corazón y el cáncer y regula el
buen funcionamiento de la tiroides.
- Contiene ácidos grasos,
por lo que refuerza el sistema inmunológico, impulsa el metabolismo, nutre
la piel y mejora el funcionamiento del cerebro.
- Comida con moderación,
pero comida, no aumenta la grasa corporal.
- Es muy nutritiva, lo que
la hace un alimento ideal para niños, deportistas, personas de poco
apetito, buena para épocas de frío.
- Y como todos sabemos es extremadamente sabrosa.
Entonces yo, previendo que la noticia cambie y dentro de
unos meses los científicos vuelvan a ponerla en el papel de enemigo, esa noche,
siempre bajo la supervisión y autorización de Martica, después de escuchar
pacientemente la noticia, cambié mi menú y me senté y comí media libra de pan “asesino”
con mantequilla, porque, como dice mi amigo el prestigioso chef y repostero
Buddy Valastro, “la mantequilla hace la diferencia” Y es cierto, inmediatamente
después que terminé con el pan, me comencé a sentir mejor, sentí como si rejuveneciera,
mi piel se puso más suave, mi colesterol bajó un poquito y las rodillas me
dejaron de doler, y puedo asegurar que no es psicológico pues no tengo este
tipo de padecimiento.
Recomendaciones.
A mis amigos que hoy viven en economías de mercado, les recomiendo comenzar el tratamiento y buscar y comer la fabulosa e inigualable mantequilla irlandesa Kerrygold, fabricada con leche de vacas que sólo comen hierbas orgánicas. Esta mantequilla, para mí la mejor que se vende en Estados Unidos, existe en dos variantes, con y sin sal, por supuesto el tratamiento está basado en el consumo de la primera, agregarle sal no cambia mucho, pero realmente no sabe igual.
A mis amigos que hoy viven en economías de mercado, les recomiendo comenzar el tratamiento y buscar y comer la fabulosa e inigualable mantequilla irlandesa Kerrygold, fabricada con leche de vacas que sólo comen hierbas orgánicas. Esta mantequilla, para mí la mejor que se vende en Estados Unidos, existe en dos variantes, con y sin sal, por supuesto el tratamiento está basado en el consumo de la primera, agregarle sal no cambia mucho, pero realmente no sabe igual.
A mi hija, yerno y nieta les recomiendo
que continúen comiendo el Panetone de chocolate con mantequilla. Ellos están clarísimos.
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