Contentos, acabábamos de comer, minutos después iríamos al Circo del Sol. Por si acaso, siguiendo el consejo de nuestras abuelas, siempre hay que ir comido |
Acabo de llegar a mi casa y en realidad vengo tan motivado y
conectado que me he puesto a escribir. No quiero que la inspiración me pase.
Hoy tuve la oportunidad de volver a ver al Circo del Sol,
ahora en Lincoln con el espectáculo llamado Corteo. Aclaro que las entradas
pueden resultar caras, ellas están entre 70 y un poco más de 100 dólares por
personas, en dependencia del lugar que se escoja para sentarse, pero sin
intención de alardear, creo que es un dinero que bien merece ser pagado.
Resulta mejor que salir a comer, comprarse un trapo o zapato, escoger un adorno
para una pared, etc. Es sencillamente, como alguien dijo un día, medicina para
el alma, yo diría una muy buena medicina para el alma.
Ya conocía a esta gran compañía canadiense, por lo que al
enterarnos que estarían en Lincoln, no dudamos en pagar las entradas. En realidad,
no dudamos frente al precio a pagar, es de esas cosas que las haces, porque las
tienes que hacer, confiando en que la satisfacción siempre estará garantizada.
En esta ocasión vimos Corteo, palabra italiana que en nuestro
idioma significa procesión. Como siempre, el espectáculo tiene más que ver con
una obra de teatro que con lo que muestra el circo clásico.
La historia se resume a que el personaje protagónico, un
payaso, se imagina y comienza a ver cómo será su muerte, a partir de la primera
escena o acto que transita en su cama y que da pie a la procesión, donde
participan todos los que luego van resultando acróbatas, bailarines,
malabaristas, payasos, músicos, etc.
Como siempre, el vestuario impecable. Ya es famoso el circo
por la calidad en el diseño y la confección de los trajes, los zapatos y las
caretas que usan los que actúan. Sobre todo, llama la atención la inagotable
imaginación de un grupo de personas para confeccionar todo un atuendo que jamás
los espectadores pudieron haber visto anteriormente y que luego jamás se repite
en otro espectáculo.
La música, también como siempre, en vivo. Músicos y
cantantes, que además están incorporados a lo que está pasando sobre el
escenario, muchas veces siendo ellos mismos actores, además de músicos.
Es
llamativo, porque para este espectáculo utilizaron en la música y los diálogos,
el italiano, el inglés, un poco de francés y como en otras ocasiones algunas
canciones cuyas letras no son de ningún idioma en específico, sino textos que
se inventan los escritores de música para acompañar algunos de los actos.
Música que por momentos se parece a algo medieval, algo así como algunas de las
canciones compuestas por aquel inigualable grupo que se llamó Enigma, que uno
no sabe exactamente lo que se está diciendo, pero cuyo mensaje es recibido de
forma tan exacta, que es inevitable a veces erizarse, o sentir un calambre en
el estómago e incluso algo de agua en los ojos. La música, en vivo de principio
a fin, es parte esencial del espectáculo, digamos que podría considerarse como
uno personaje más.
Para los que conocen de lo que estoy hablando y han podido ver
esto, al menos por internet, es fácil reconocer la tecnología que apoya todo el
espectáculo. Luces, espectacularmente diseñadas, cables que se mueven, trayendo
y llevando personas y objetos, subiendo y bajando, movidos a partir de una
enorme programación e intervención de computadoras. Lo que permite obtener un
espectáculo exacto, cronometrado, limpio y sin errores. Movimientos que serían
muy difíciles de conseguir a la manera antigua, o sea, hombres tirando de sogas
y cables.
Corteo es una historia que podría parecer triste, pues se
trata de alguien que está pensando en cómo sería su muerte, sin embargo, el asunto
es tratado con tanta naturalidad, sentimiento, alegría y magia, que lo que
sería un drama se convierte en comedia y entonces uno se divierte en medio de
lo que en la vida real es poco divertido.
El hilo conductor de la historia, las luces y la música, van
dando paso a las actuaciones circenses, sin que uno repare en que se está
presenciando un circo. Los acróbatas, los malabaristas, los payasos se van sustituyendo
unos a otros, entrando y saliendo del escenario sin que uno note la ruptura. Se
montan y desmontan set de forma transparente para el público, se apagan luces,
se llama la atención hacia un área determinada donde comienza a ocurrir algo
nuevo y a los pocos segundos está diseñado como nuevo el escenario. Los actores
salen y entran y no existe el mínimo intervalo donde el tiempo se detenga.
Es un enorme esfuerzo, porque, si es cierto que los artistas
son seleccionados y contratados dentro de los mejores del mundo, también es
cierto que son rusos, chinos, italianos, latinos, cosa que exige un mayor trabajo
a la hora de poner toda esa maquinaria a funcionar. Los artistas como buenos
profesionales intervienen en diferentes partes de la obra que se representa, lo
que habla muy bien del esfuerzo que tienen que hacer, porque a mi entender después
de haber presenciado dos en vivo y muchos a través de internet, no existe
aquello de que yo soy plomero, yo soy carpintero, yo soy albañil nada más. Los cirqueros,
devenidos en actores, resultan multidisciplinarios y entonces, además de
realizar los números de su especialidad, cantan, bailan, tocan instrumentos musicales,
intervienen de coro o apoyo en otros actos, todo esto espectacularmente
estructurado. Siempre es igual.
Por supuesto, al ser un circo, no clásico, pero circo, el
público era mayoritariamente niños que, corren, suben y bajan, se asombran y
sobre todo se ríen, lo que le agrega una ricura adicional al momento. Entonces
pensamos en Mia, mucho nos hubiera gustado haberla tenido allí. Ella niña
grande ya, sensible, dulce, lo hubiera disfrutado y nosotros la hubiéramos disfrutado
a ella.
De todas formas, Martica y yo estábamos preparados frente a
la pregunta de que si llevábamos algún menor. Hubiéramos respondido que sí, pues
estábamos acompañados de Jonathan, que en realidad era chico, sólo que los efectos de la
soya que había comido en Cuba habían creado en él una enfermedad relacionada
con el gigantismo y el exceso de pelos. Confiados en que los de aquí no saben
nada de la soya a gran escala como alimento humano y menos las consecuencias que ella crea, nos mirarían con cara de lastima por lo
de la enfermedad de nuestro “pequeño” hijo, le tocarían la cabeza en gesto de humanidad, nos sonreirían y nos darían la
bienvenida.
El Circo del Sol para mí, es igual que asistir a un buen concierto
de rock, obviamente el público que te rodea y la muestra cultural son
diferentes y aquí se comen más rositas de maíz y se toman refrescos, pero al final crean el mismo efecto. Uno se siente excitado,
contagiado, uno sale además de impresionado, con ganas de hablar, comentar,
compartir. Es de esos eventos que, por lo menos yo, que soy un poco apasionado,
podría levantarme de la silla, salir, dar la vuelta, pagar de nuevo la entrada
y entrar para volver a verlo.
Es más, creo que eso es lo que se debería hacer, pues son
tantos los detalles que ocurren, los efectos de la música, las luces, las cosas
y personas que se mueven constantemente, que vuelan por encima de ti, que se tiran, saltan, etc., que no creo que uno pueda llevarse el
100% de lo que está pasando sólo con verlo a la primera. Si te quedas mirando mucho a un actor o un acto, puedes perfectamente perderte algo que recién comienza. Muchas veces sería
bueno que las cosas transcurrieran en cámara lenta.
Esa es la mejor recompensa, cuando uno se aburre, no
sólo ha tirado el dinero, sino ha tirado parte de la vida.
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