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Contentos, acabábamos de comer, minutos después iríamos al Circo del Sol. Por si acaso, siguiendo el consejo de nuestras abuelas, siempre hay que ir comido |
Acabo de llegar a mi casa y en realidad vengo tan motivado y
conectado que me he puesto a escribir. No quiero que la inspiración me pase.
Hoy tuve la oportunidad de volver a ver al Circo del Sol,
ahora en Lincoln con el espectáculo llamado Corteo. Aclaro que las entradas
pueden resultar caras, ellas están entre 70 y un poco más de 100 dólares por
personas, en dependencia del lugar que se escoja para sentarse, pero sin
intención de alardear, creo que es un dinero que bien merece ser pagado.
Resulta mejor que salir a comer, comprarse un trapo o zapato, escoger un adorno
para una pared, etc. Es sencillamente, como alguien dijo un día, medicina para
el alma, yo diría una muy buena medicina para el alma.
Ya conocía a esta gran compañía canadiense, por lo que al
enterarnos que estarían en Lincoln, no dudamos en pagar las entradas. En realidad,
no dudamos frente al precio a pagar, es de esas cosas que las haces, porque las
tienes que hacer, confiando en que la satisfacción siempre estará garantizada.
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La historia se resume a que el personaje protagónico, un
payaso, se imagina y comienza a ver cómo será su muerte, a partir de la primera
escena o acto que transita en su cama y que da pie a la procesión, donde
participan todos los que luego van resultando acróbatas, bailarines,
malabaristas, payasos, músicos, etc.
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La música, también como siempre, en vivo. Músicos y
cantantes, que además están incorporados a lo que está pasando sobre el
escenario, muchas veces siendo ellos mismos actores, además de músicos.
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Para los que conocen de lo que estoy hablando y han podido ver
esto, al menos por internet, es fácil reconocer la tecnología que apoya todo el
espectáculo. Luces, espectacularmente diseñadas, cables que se mueven, trayendo
y llevando personas y objetos, subiendo y bajando, movidos a partir de una
enorme programación e intervención de computadoras. Lo que permite obtener un
espectáculo exacto, cronometrado, limpio y sin errores. Movimientos que serían
muy difíciles de conseguir a la manera antigua, o sea, hombres tirando de sogas
y cables.
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Por supuesto, al ser un circo, no clásico, pero circo, el
público era mayoritariamente niños que, corren, suben y bajan, se asombran y
sobre todo se ríen, lo que le agrega una ricura adicional al momento. Entonces
pensamos en Mia, mucho nos hubiera gustado haberla tenido allí. Ella niña
grande ya, sensible, dulce, lo hubiera disfrutado y nosotros la hubiéramos disfrutado
a ella.
De todas formas, Martica y yo estábamos preparados frente a
la pregunta de que si llevábamos algún menor. Hubiéramos respondido que sí, pues
estábamos acompañados de Jonathan, que en realidad era chico, sólo que los efectos de la
soya que había comido en Cuba habían creado en él una enfermedad relacionada
con el gigantismo y el exceso de pelos. Confiados en que los de aquí no saben
nada de la soya a gran escala como alimento humano y menos las consecuencias que ella crea, nos mirarían con cara de lastima por lo
de la enfermedad de nuestro “pequeño” hijo, le tocarían la cabeza en gesto de humanidad, nos sonreirían y nos darían la
bienvenida.
El Circo del Sol para mí, es igual que asistir a un buen concierto
de rock, obviamente el público que te rodea y la muestra cultural son
diferentes y aquí se comen más rositas de maíz y se toman refrescos, pero al final crean el mismo efecto. Uno se siente excitado,
contagiado, uno sale además de impresionado, con ganas de hablar, comentar,
compartir. Es de esos eventos que, por lo menos yo, que soy un poco apasionado,
podría levantarme de la silla, salir, dar la vuelta, pagar de nuevo la entrada
y entrar para volver a verlo.
Es más, creo que eso es lo que se debería hacer, pues son
tantos los detalles que ocurren, los efectos de la música, las luces, las cosas
y personas que se mueven constantemente, que vuelan por encima de ti, que se tiran, saltan, etc., que no creo que uno pueda llevarse el
100% de lo que está pasando sólo con verlo a la primera. Si te quedas mirando mucho a un actor o un acto, puedes perfectamente perderte algo que recién comienza. Muchas veces sería
bueno que las cosas transcurrieran en cámara lenta.
Esa es la mejor recompensa, cuando uno se aburre, no
sólo ha tirado el dinero, sino ha tirado parte de la vida.
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