domingo, 20 de mayo de 2018

Corteo. Cirque du Soleil en Lincoln, 2018.

Contentos, acabábamos de comer, minutos después
 iríamos al Circo del Sol. Por si acaso, siguiendo el consejo
de nuestras abuelas, siempre hay que ir comido
Acabo de llegar a mi casa y en realidad vengo tan motivado y conectado que me he puesto a escribir. No quiero que la inspiración me pase.

Hoy tuve la oportunidad de volver a ver al Circo del Sol, ahora en Lincoln con el espectáculo llamado Corteo. Aclaro que las entradas pueden resultar caras, ellas están entre 70 y un poco más de 100 dólares por personas, en dependencia del lugar que se escoja para sentarse, pero sin intención de alardear, creo que es un dinero que bien merece ser pagado. Resulta mejor que salir a comer, comprarse un trapo o zapato, escoger un adorno para una pared, etc. Es sencillamente, como alguien dijo un día, medicina para el alma, yo diría una muy buena medicina para el alma.

Ya conocía a esta gran compañía canadiense, por lo que al enterarnos que estarían en Lincoln, no dudamos en pagar las entradas. En realidad, no dudamos frente al precio a pagar, es de esas cosas que las haces, porque las tienes que hacer, confiando en que la satisfacción siempre estará garantizada.

En esta ocasión vimos Corteo, palabra italiana que en nuestro idioma significa procesión. Como siempre, el espectáculo tiene más que ver con una obra de teatro que con lo que muestra el circo clásico.

La historia se resume a que el personaje protagónico, un payaso, se imagina y comienza a ver cómo será su muerte, a partir de la primera escena o acto que transita en su cama y que da pie a la procesión, donde participan todos los que luego van resultando acróbatas, bailarines, malabaristas, payasos, músicos, etc.

Como siempre, el vestuario impecable. Ya es famoso el circo por la calidad en el diseño y la confección de los trajes, los zapatos y las caretas que usan los que actúan. Sobre todo, llama la atención la inagotable imaginación de un grupo de personas para confeccionar todo un atuendo que jamás los espectadores pudieron haber visto anteriormente y que luego jamás se repite en otro espectáculo.

La música, también como siempre, en vivo. Músicos y cantantes, que además están incorporados a lo que está pasando sobre el escenario, muchas veces siendo ellos mismos actores, además de músicos.
Es llamativo, porque para este espectáculo utilizaron en la música y los diálogos, el italiano, el inglés, un poco de francés y como en otras ocasiones algunas canciones cuyas letras no son de ningún idioma en específico, sino textos que se inventan los escritores de música para acompañar algunos de los actos. Música que por momentos se parece a algo medieval, algo así como algunas de las canciones compuestas por aquel inigualable grupo que se llamó Enigma, que uno no sabe exactamente lo que se está diciendo, pero cuyo mensaje es recibido de forma tan exacta, que es inevitable a veces erizarse, o sentir un calambre en el estómago e incluso algo de agua en los ojos. La música, en vivo de principio a fin, es parte esencial del espectáculo, digamos que podría considerarse como uno personaje más.

Para los que conocen de lo que estoy hablando y han podido ver esto, al menos por internet, es fácil reconocer la tecnología que apoya todo el espectáculo. Luces, espectacularmente diseñadas, cables que se mueven, trayendo y llevando personas y objetos, subiendo y bajando, movidos a partir de una enorme programación e intervención de computadoras. Lo que permite obtener un espectáculo exacto, cronometrado, limpio y sin errores. Movimientos que serían muy difíciles de conseguir a la manera antigua, o sea, hombres tirando de sogas y cables.

Corteo es una historia que podría parecer triste, pues se trata de alguien que está pensando en cómo sería su muerte, sin embargo, el asunto es tratado con tanta naturalidad, sentimiento, alegría y magia, que lo que sería un drama se convierte en comedia y entonces uno se divierte en medio de lo que en la vida real es poco divertido.

El hilo conductor de la historia, las luces y la música, van dando paso a las actuaciones circenses, sin que uno repare en que se está presenciando un circo. Los acróbatas, los malabaristas, los payasos se van sustituyendo unos a otros, entrando y saliendo del escenario sin que uno note la ruptura. Se montan y desmontan set de forma transparente para el público, se apagan luces, se llama la atención hacia un área determinada donde comienza a ocurrir algo nuevo y a los pocos segundos está diseñado como nuevo el escenario. Los actores salen y entran y no existe el mínimo intervalo donde el tiempo se detenga.

Es un enorme esfuerzo, porque, si es cierto que los artistas son seleccionados y contratados dentro de los mejores del mundo, también es cierto que son rusos, chinos, italianos, latinos, cosa que exige un mayor trabajo a la hora de poner toda esa maquinaria a funcionar. Los artistas como buenos profesionales intervienen en diferentes partes de la obra que se representa, lo que habla muy bien del esfuerzo que tienen que hacer, porque a mi entender después de haber presenciado dos en vivo y muchos a través de internet, no existe aquello de que yo soy plomero, yo soy carpintero, yo soy albañil nada más. Los cirqueros, devenidos en actores, resultan multidisciplinarios y entonces, además de realizar los números de su especialidad, cantan, bailan, tocan instrumentos musicales, intervienen de coro o apoyo en otros actos, todo esto espectacularmente estructurado. Siempre es igual.

Por supuesto, al ser un circo, no clásico, pero circo, el público era mayoritariamente niños que, corren, suben y bajan, se asombran y sobre todo se ríen, lo que le agrega una ricura adicional al momento. Entonces pensamos en Mia, mucho nos hubiera gustado haberla tenido allí. Ella niña grande ya, sensible, dulce, lo hubiera disfrutado y nosotros la hubiéramos disfrutado a ella.

De todas formas, Martica y yo estábamos preparados frente a la pregunta de que si llevábamos algún menor. Hubiéramos respondido que sí, pues estábamos acompañados de Jonathan, que en realidad era chico, sólo que los efectos de la soya que había comido en Cuba habían creado en él una enfermedad relacionada con el gigantismo y el exceso de pelos. Confiados en que los de aquí no saben nada de la soya a gran escala como alimento humano y menos las consecuencias que ella crea, nos mirarían con cara de lastima por lo de la enfermedad de nuestro “pequeño” hijo, le tocarían la cabeza en gesto de humanidad, nos sonreirían y nos darían la bienvenida.

El Circo del Sol para mí, es igual que asistir a un buen concierto de rock, obviamente el público que te rodea y la muestra cultural son diferentes y aquí se comen más rositas de maíz y se toman refrescos, pero al final crean el mismo efecto. Uno se siente excitado, contagiado, uno sale además de impresionado, con ganas de hablar, comentar, compartir. Es de esos eventos que, por lo menos yo, que soy un poco apasionado, podría levantarme de la silla, salir, dar la vuelta, pagar de nuevo la entrada y entrar para volver a verlo.

Es más, creo que eso es lo que se debería hacer, pues son tantos los detalles que ocurren, los efectos de la música, las luces, las cosas y personas que se mueven constantemente, que vuelan por encima de ti, que se tiran, saltan, etc., que no creo que uno pueda llevarse el 100% de lo que está pasando sólo con verlo a la primera. Si te quedas mirando mucho a un actor o un acto, puedes perfectamente perderte algo que recién comienza. Muchas veces sería bueno que las cosas transcurrieran en cámara lenta.

Una hora, un intermedio de 20 minutos y luego otra hora, que parecen nada. Te sientas, comienzas a disfrutar y sin darte cuenta del tiempo que ha transcurrido, los actores se están despidiendo, se encienden las luces y te tienes que ir.

Esa es la mejor recompensa, cuando uno se aburre, no sólo ha tirado el dinero, sino ha tirado parte de la vida.

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