sábado, 27 de julio de 2019

Y se nos casó “El Jonathan”.


Y se nos casó “El Jonathan”.



Érase una vez en …. Si las lindas historias de amor existen de verdad, esta podría ser una de ellas.

Nuestro hijo Jonathan llegó a República Dominicana en 2009, era muy joven, y después de los primeros encontronazos de esos que hacen crecer rápidamente teniendo en cuenta que era un ambiente totalmente diferente al que estaba acostumbrado a vivir, además de repetir el 12 grado, cuando terminó tuvo que salir a trabajar. Tan pronto se aplatanó, muy rápido comenzó la cacería, de esa casería en la que muchos cubanos son especialistas, de esa que lucha por conquistar al sexo opuesto, de esa que dice a gritos no quiero estar solo. Experiencias, varias, chicas de origen cubano y por aquello de si del cielo te caen limones, … , pues de origen dominicano. Experiencias.

Hasta que un día, una amiga nuestra, que trabajaba por aquel entonces en una clínica estomatológica, le habló de una joven muchacha, linda, su compañera de trabajo, que estaba sola. Jonathan, ni corto ni perezoso, cazador con alguna experiencia para su corta edad, hacia ella se dirigió y como él también estaba solo y era lindo, pues la convenció de comenzar una relación, buscando, obviamente, más allá de una simple amistad y unión de las almas. Así comenzó el noviazgo de nuestro hijo con Natalia, para los que luego la conocimos y quisimos, Naty.

Jonathan sumó con aquella acción una chica de Costa Rica, joven como ya dije, linda, cariñosa y que para colmo de bienes venía con ojos verdes. No sé exactamente, nunca le he preguntado si lo de los ojos tuvo algún nivel de influencia en su decisión, pero lo menciono, porque casualmente es el color de ojos que, a mí, su papá, siempre me ha gustado.

Como todos los noviazgos se empieza por un día y uno nunca sabe dónde van a parar. Las acciones se fueron concretando y se convirtieron en algo estable, tan estable que Jonathan todas las noches se iba caminando a ver a su novia Naty y regresaba de la misma forma a altas horas de la noche. Nada tiene esto de nuevo, los novios siempre somos los que visitamos a las novias, sólo que, en República Dominicana por aquellos años, dicen que ahora está peor, a partir de la caída del Sol, aparecían los pistoleros y rara era la noche que no se escuchaban disparos independientes e incluso ráfagas, en las calles de la ciudad.

Durante aquellos meses, nosotros contentos por la contentura de Jonathan, pero preocupados por los asaltos, robos y tiros de las noches, era difícil estar tranquilos. Jonathan se empeñaba en decir que no pasaba nada y le parecía muy bueno regresar caminando entre las 12 de la noche y las 2 de la mañana, en aquella ciudad que casi parecía un set de una película del oeste, donde bandidos contra bandidos, bandidos contra los buenos, bandidos y buenos contra los indios, se caían a tiros todo el tiempo.

Llegamos a no dormir. Acordamos entonces que cuando él saliera de casa de Naty nos llamara, Martica estoicamente apostada en el portal y yo caminando contrario a donde él debía venir, tratábamos de garantizar salvarlo. Jonathan, joven, venía caminado despreocupadamente, a veces escuchando música, por aquellas calles oscuras como boca de lobo, debido a los apagones frecuentes. 

Yo caminaba a su encuentro lo más rápido que podía, hasta que a los lejos lo veía venir. Chocábamos y él siempre me insistía que no había problemas, que como le había enseñado venía en ¨alerta total¨, a veces con dos piedras en las manos, tal como si las piedras pudieran resolver un asalto de dos dominicanos con pistolas, que sólo querían quitarte el dinero, la gorra, el celular, quizás los tenis, pero que, si te oponías a sus objetivos, podían perfectamente meterte un tiro. Alerta total en aquellas calles sin luz, caminando despreocupadamente con unos audífonos en los oídos con la música más ruidosa que pudiera escucharse a todo meter e incluso parado a esa hora en una esquina hablando con su amigo Mario que también salía de su gestión de novio tal como si fueran las 10 am y estuvieran en una de las calles céntricas de Paris. Qué ocurrente mi hijo.

Martica esperaba en la casa, cada minuto contaba, ahora pienso que podría haber perdido en el mismo momento al hijo y al marido, porque yo, desprovisto de toda protección, pero convencido de mi compromiso como papá, salía a caminar sin piedras en busca del joven novio.

Entonces noviamos todos con Naty, Jonathan más cerca de las carnes, nosotros en la retaguardia, deseando que algo lo protegiera cada noche. Si les parece exagerado lo que les cuento, pregúntenle a alguien que viviera por aquellos años en Santo Domingo y comprobaran que a lo mejor me estoy quedando corto.

El tiempo pasó, Jonathan cada día noviaba más con Naty y por supuesto regresaba más tarde caminando bajo los largos apagones y los tiros, hasta que un buen día nos llegó el momento de mudarnos de país. Ahora pienso que no nos dimos cuenta, de haberlo pensado bien, Naty y Jonathan se podrían haber casado y ella podría haber venido con nosotros por la frontera, al estar casada oficialmente con un cubano, se podía haber acogido a los derechos que por aquellos años teníamos, pero no se nos ocurrió. Ellos eran muy jóvenes.

Todavía la noche antes de salir, en medio de despedidas y preparativos, Jonathan estuvo en casa de Naty despidiéndose como un buen novio enamorado. No recuerdo exactamente a qué hora llegó, pero recuerdo que pensé que no llegaríamos a tiempo al avión.

Entonces se separaron. Él reinició su vida en Estados Unidos y ella, al poco tiempo de separarse de Jonathan se regresó a Costa Rica solita. Guapa pues dejó a toda su familia en República Dominicana y se fue a probar suerte y vivir en su país de origen. Ambos, como la vida está viva, tuvieron sus propias experiencias individuales. Vivieron. Jonathan regresó a su caza, a esa caza que grita no quiero estar solo y ella también encontró pareja.

Pasaron algunos años y entonces un día, gracias a los medios modernos de comunicación, teléfonos, internet, etc., el nombre de Naty se volvió a mencionar públicamente en nuestra familia, lo que significaba que Jonathan llevaba varias semanas o quizás meses alimentando esa comunicación. Zorreando. Cuando decidió hacerlo público es que lo tenía todo amarrado, es tan inteligente como su mamá y un poquito zorro, heredado también de la parte sanguínea de su familia materna. Nosotros lamentando que no estuviera acompañado de alguien que se pareciera a él, que lo mereciera, que lo hiciera feliz, y él, en silencio, tal como en aquellas noches dominicanas, lo tenía todo, como él mismo gusta decir, ¨controlado¨.

Un buen día escuchamos el nombre de Naty, ella seguía en Costa Rica, había luchado solita y entonces había crecido, mantenía los ojos verdes, ya no tenía pareja y gracias a la tecnología, después de un saludo muy cariñoso tal como si no nos hubiéramos dejado de ver nunca, las acciones, como montadas en un Ferrari que toma de 0 a 100 kilómetros en menos de 4 segundos, se concretaron. Jonathan más rápido que volando, averiguó, hizo trámites, organizó papeles, envió documentos y Naty, así de rápido, vino a visitarnos como ¨simple turista¨.

Estuvimos años sin verla y un buen día, estábamos recogiéndola en el aeropuerto de Omaha. Como nos conocíamos y queríamos, pues el reencuentro fue muy fácil. Después de los primeros abrazos y besos, fue como recoger a alguien al que habías dejado de ver solo por una semana. Jonathan super contento.

Claro, no es lo mismo la tecnología, internet, las cámaras que la presencia, por lo que todo aquello que se estuvo planeando durante semanas o meses, tenía que comprobarse. Podría haber sido todo un fiasco, las personas cambian y lo que un día fue, no tiene por qué seguir siendo. En este caso, yo, experto en analizar caras, muy rápido le dije a Martica, todo está ¨bajo orden divino¨, frase irónica que mi amigo Ruso utiliza con frecuencia y que se ha convertido entre nosotros en una especie de lema.

Ella no podía quedarse, cosa que a todos nos hubiera gustado, porque había entrado como turista a visitar a un amigo y eso de que se encontró un novio en el camino, no lo cree nadie, menos las autoridades migratorias. Entonces, después de comprobar que todo les funcionaba, a los pocos días, tuvimos que despedirla de nuevo, con el compromiso ahora de comenzar los trámites para una entrada que le permitiera asegurar un status legal, no solo para visitar, sino para vivir en los Estados Unidos. Ellos se reencontraron, ahora en un lugar más lindo, más tranquilo. Ellos son más grandes y creo que por las experiencias vividas por separado, están menos ansiosos, lo que permite mejor establecer objetivos y al menos vislumbrar lo que se quiere para un futuro.

Naty se regresó a Costa Rica y comenzó la vida a través de los celulares. Horas muchas de conversación, tantas que era difícil poder coincidir con Jonathan más de 10 minutos seguidos. Casi siempre había que hablar con Naty. Planes a través de las cámaras.

En agosto del 2018 nos fuimos a Cuba y Jonathan invitó a Naty para que pasara una semana con nosotros allí. Cuba es un buen destino turístico para el que no la conoce y va a estar sólo unos pocos días. A pesar de la destrucción y deterioro visible, las calles y la arquitectura, las playas, etc. siempre suelen ser atrayentes. La Ciudad de la Habana tiene una magia escondida que cautiva. Ella, aceptó y luego de correr con más papeles, más trámites se efectuó el reencuentro. Lindo fue, porque en aquel lugar semidestruido, a la orilla del mar detrás del Restaurante 1830, nuestro hijo declaró oficialmente su amor y la petición de matrimonio con anillos incluidos, tal como en las películas, rodeado en esta ocasión de sus dos primos, Fabio e Ian, quienes sirvieron de testigos oficiales para tan importante momento.

Entonces como el tiempo se hace largo cuando se espera y se está llevando la cuenta. En diciembre, Jonathan decidió montar avión e irse a pasar el fin de año en la tierra de su novia, lo que significaba un reencuentro además con la familia de Naty. A mi no me cuadró mucho porque tenía yo planificado pasar juntos el fin de año en San Antonio, Texas, con la otra parte de nuestra familia. La fecha es bastante significativa para nosotros los cubanos que tenemos por tradición pocas fechas para celebrar en el año, pero, inteligentemente, lo entendí y apoyé, de todas formas, conociéndolo como lo conozco, él se hubiera ido igual, por lo que no valía la pena oponerme.

Costa Rica, tercer reencuentro ahora en pocas semanas. Allí la pasaron bien, según cuentan y delatan las fotos que hemos visto. Pasearon y, sobre todo, pienso tuvieron tiempo para poner sus relojes a punto, como en las películas. La velocidad del Ferrari era evidentemente superada por mucho. Regreso de Costa Rica, “todo está bajo control”.

Celulares, cámaras, tiempo de chat. Cada día se hacía más difícil poder coincidir varios minutos con Jonathan. Nos atendía a medias, siempre tenía algo programado con Naty.

Pocos meses después de fin de año, nuevo plan. Naty podía volar a Estados Unidos, ahora ya a ver a su novio, por una semana. Jonathan organizó la entrada por Texas y así conocería a Jenny, Yordan y Mía personalmente. Nosotros después de 14 horas de manejo por carretera reuniríamos a toda nuestra familia en el mismo lugar finalmente. Jenny, Yordan y Mía fueron a recoger a tía Naty al aeropuerto y por la insistencia de Jonathan con su hermana para que todo estuviera organizado, casi dijeron aquella simbólica frase del tipo que salvo la vida a Hugo Chávez, “ya tengo al águila en la mano” cuando lograron contactarla. La misión era muy importante y los agentes lograron cumplir con ella.

La idea de que alguien se case con un ciudadano americano y quiera venir a vivir a Estados Unidos, no es para nada nueva, debe ser tan vieja como la misma Unión. Los ciudadanos americanos tienen el derecho de enamorarse y traer a su pareja, sea esta de dónde sea, a vivir juntos en este país, sin embargo, el proceso de forma garantizada, al que nadie se opone, exige una enorme planificación, trámites, documentos, dinero, etc.  Y a eso se enfrentaron ambos, Jonathan y Naty, con la idea de concretar ahora poder vivir juntos. Pudiera parecer fácil, bueno tampoco es como ir a una guerra, pero el proceso para que funcione bien, lleva mucha meticulosidad. Cada papel, cada palabra cuenta. Si algo sale mal, si algo parece dudoso u oscuro, si algo no queda claro, puede parecer un negocio, entonces las autoridades se ponen bravas.

Muchas personas pagan por los trámites, además de que muchas personas pagan miles de dólares, para lograr encontrar al ciudadano americano de su vida que le permita entrar y vivir legalmente en los Estados Unidos. Si lo sé yo, esto lo dominan las autoridades de este país, por lo que hasta el último punto y la última coma tienen que coincidir.

Nuestro hijo hizo y logró todo esto solo. Solo se las agenció para buscar documentos, crear un expediente que recoge la historia desde que fueron novios en República Dominicana, enviar papeles a Consulados, llamar para entrevistas y exigir derechos, etc. No le pagó a nadie, no buscó asesoramiento legal, no utilizó los servicios de ninguna agencia. El y Naty obviamente, lo lograron. Nosotros solo estábamos en aquello de “dale Superman que tú puedes”.

Y entonces todo el tiempo invertido y los planes tuvieron su recompensa. Naty, ahora bajo el estatus de VISA Fiance, entraba a Estados Unidos para casarse y quedar a vivir legalmente en este país, lo que resulta extraordinariamente meritorio, además de rico, sabroso, espectacular, seguro, etc., etc., etc.

Nosotros contentos porque Jonathan estaba contento, además la vida, por muy jodida que parezca, nos tiene algo siempre aún más lindo reservado. Nuestra amiga Jaqueline, la misma que hizo coincidir a Jonathan con Naty, a la que no veíamos personalmente desde que nos despedimos en Republica Dominicana en el 2012, había hecho planes para venir a vernos a Lincoln, nada sabía de la boda, porque incluso estando Naty ya aquí aún no habían acordado la fecha.

Entonces Jaqueline llegó con su marido e hijo un jueves y se enteró que al día siguiente sus dos apadrinados se casaban, por lo que no sólo los presentó, sino que muchos años después les dio un abrazo y un beso el día de su boda, coincidencia que ni de haberlo planificado hubiera quedado tan perfecto. Jaque estuvo justo los días para verlos casarse, lo que hace a esta historia algo diferente, son de aquellas cosas que uno ve en la TV y se dice, nada eso es mentira, es una obra de ficción y la vida demuestra que no, que esas cosas pasan.


Llegó la boda. Para orgullo mío, bien sencilla, porque ambos novios así lo son. No me gustan las bodas, muchas me parecen muy ridículas, con los mismos vestidos, los mismos pasos, e incluso los mismos chistes. Increíblemente aquí el tema de las bodas se convierte en toda una parafernalia, con ensayos y todo. Damas de compañía, niños torturados vestidos de trajes y corbatas y vestidos en forma de cake, ensayo de las fotos y los videos tal como si se tratara de una película, etc. Más mucho dinero, tanto que, cuando no existe un familiar que respalde el tema económicamente, muchas parejas quedan endeudadas, por lo que la primera noche de bodas es entre tres, el novio, la novia y la deuda que luego tienen que pagar por varios años. Las bodas se convierten en una actividad social, muchas veces por imitación, o sea, todos lo que se casan hacen más o menos lo mismo. Las fotos son muchas veces las mismas, por lo que resultaría incluso más económico tener una maqueta de bodas y solo cambiarles las caras a los novios.

El Jonathan y Naty, por suerte, sobre todo para ellos, escogieron otro camino y estructuraron una ceremonia dulce, linda y sencilla, rodeada de los amigos de todos los días, sin exigencias de atuendos y protocolos. Se citaron, se pararon frente a una jueza, la novia con un vestido muy sencillo, el novio con sus piercings y tenis Converse, escucharon y repitieron las frases mágicas de “hasta que la muerte nos separe”, se besaron y se dieron por casados. Emocionante momento para todos. Abrazos, besos y chistes por suerte nuevos. La ceremonia fue consumada con unas espectaculares hamburguesas con papas fritas y cervezas en uno de los mejores lugares de nuestra ciudad, porque estamos en “America”.

Es una suerte haber sido testigo de algo así. Si las lindas historias de amor existen de verdad, esta podría ser una de ellas.





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