Hace días vengo
pensando en escribir sobre Cuba y su situación actual. No sé si te pasa lo
mismo que a mí, pero el tan sólo pensar en Cuba, viene acompañado de una enorme
cantidad de sentimientos, muchos de ellos contrapuestos categóricamente.
Alegría, recuerdos lindos de infancia, aprendizaje, experiencias, estudios,
triunfos, familia y buenos amigos, odio, incomprensión, frustración, dolor,
derrota, represión, olvido, incoherencia, problemas y más problemas, etc.
Siempre es así, porque
en realidad mi vida, puede ser también la tuya, desde muy joven estuvo marcada
por la necesidad de compartir y cuestionar lo que no entendía, en lo que no
creía y lo que, a todas luces, visto hoy, era un fracaso y engaño total casi
desde el mismo comienzo.
Sobre Cuba se habla
mucho, vivamos dónde vivamos nos duele, lo que nos hace más difícil el olvido y
la inserción total en un nuevo lugar. Todos tenemos una opinión, que puede
incluso resultar válida en parte o en su totalidad. Los estudiosos,
politólogos, sociólogos, historiadores, los que forman parte de esa pálida y
desarticulada pero valerosa oposición, los marxistas aún, los neoliberales, el
llamado pueblo de a pie, los que aún andan montados mamando de la teta de la
vaca que, aunque poca, produce alguna leche, los que están allí, los que hoy
viven en hasta los últimos rincones del mundo, los cubanos, los que son cubanos
por tradición pero nacieron en otros países, los extranjeros e incluso yo.
Cuba, esa increíble
pequeña Isla, conocida por su buen ron, su música, su buen tabaco y aunque no
nos guste, Fidel Castro, sigue siendo preocupación y ocupación de muchas
personas. Pocos hoy quieren seguir atándola al pasado, aunque ese pasado sea la
destrucción y el atraso. Muchos quieren hoy cambios, aunque en realidad no se
decidan, no puedan hacer mucho o estén esperando, tal como se nos acostumbró a
que la solución, como magia, llegue desde afuera, desde arriba o desde no sé
dónde y que, de un día para otro, como en las historietas, un súper héroe lo
cambie todo.
Quiero reproducir
primero, en lo que organizo mis ideas, algo que me ha enviado una persona a la
que quiero mucho y en la que confío enormemente, una de esas personas llamadas
“fuera de serie”. No es el criterio de un comunicador especializado, no es la
conclusión de un periodista o un activista disidente pagado por el
“imperialismo yanqui”, no es tan siquiera mi opinión, no tiene intenciones
literarias, es sencillamente una conclusión desgarradora, objetiva, real, de
alguien que está allí, que ha vivido allí en un destierro interno toda su vida
y que hoy, aunque la historia y la propia vida le ha dado la razón, sigue
atrapado entre las rejas invisibles de esa gran e inigualable prisión, que
tiene el nombre Cuba.
“Por aquí seguimos avanzando al
compás de este verano que parece no acabar nunca. Calor, apagones, problemas
con el agua, etc., son algunos de los avatares con los que hemos tenido y
tendremos que seguir lidiando por aquí. Los que deciden, que no se enteran de
nada de lo anterior en su vida privada (ni sus cercanos) se empeñan en lograr
que se levante y comience a caminar un muñeco que tiene los pies en donde van
las manos y los ojos en las rodillas, un Frankenstein incapaz de dar un solo
paso por sí mismo. El pueblo sigue sufriendo y ellos dicen que hay que
aguantar, resistir porque tienen solución para todos los problemas. Somos el
único país del mundo que tiene que aguantar los efectos de una ley que no deja
viajar a los ciudadanos americanos a Cuba y las últimas medidas tomadas por el
gobierno de Trump han resultado una puñalada profunda en las costillas de una
presa moribunda. Lo mismo desde hace 60 años. Quitan a unos, ponen a otros y
todo peor, estoy convencido con perdón del fuera de serie y gran genio del
pensamiento y de la explicación filosófica de la vida humana en la tierra,
Carlitos Marx, que además fuera también el presidente de honor de un club de
tomadores de cerveza en su reparto, que el comunismo es el camino más largo,
pero más seguro hacia el capitalismo. Mientras más se demoren en hacer los
verdaderos cambios, más difícil será recuperar a un país hundido en su propia
incapacidad para arrancar de una vez”.
Si tuviéramos que escoger una idea para definir lo que ha sido este
proceso, intencionadamente aún mal llamado revolución y lo que ha significado
para el desarrollo, progreso de un país y dentro de él, sobre todo para los
cubanos de a pie, este sería de seguro un buen párrafo. Creo no poder hacerlo
mejor.
Pensando en Cuba, he estado siguiendo los acontecimientos de Puerto
Rico, donde una parte del pueblo, pacíficamente, con marchas, paradas y
canciones acaban de hacer renunciar al gobernador de turno. Gobernador que en
las primeras horas estaba decidido a no dejar el gobierno y que pedía un voto
de confianza para arreglar los problemas. No hubo voto de confianza, los
puertorriqueños en la calle, los estudiantes, los homosexuales, los de
izquierda, los medios delincuentes, incluso uno que otro vendedor de marihuana,
dijeron no te queremos más Riqui, te tienes que ir. Convirtieron el Palacio de
Gobierno en un escenario de fiestas y protestas pacíficas continuas y a los
pocos días, Riqui, gustándole o no, anunció su renuncia. Victoria del pueblo, o
al menos de una parte de ese pueblo, cansado de los pocos problemas que tenían.
Sin tirar un tiro, sin tantas organizaciones y partidos opositores, sin tantas
reuniones, conferencias, entrevistas de prensa, etc. La bola de nieve salió a
rodar, unos a otros los boricuas se fueron sumando, llegaron incluso muchos que
viven en el exterior y a las pocas horas se convirtió en algo enorme
incontenible, capaz de derrocar a un gobierno.
Puerto Rico, es un país voluntariamente asociado a los Estados Unidos,
recordar que en cada una de las votaciones y consultas populares siempre menos
del 5% ha votado por la independencia. Imagino que, como isla proveniente del
colonialismo español, tiene hoy muchos problemas, corrupción, burocracia,
estamentos de la población más pobres que otros, drogas, violencia, etc., pero
Puerto Rico también nace con un pasaporte norteamericano, con acceso libre a la
Unión, con tecnologías de punta, con comidas, bebidas, con el uso del dólar
norteamericano como moneda y sobre todo con democracia y libertad. Podrá uno
estar de acuerdo o no con la cantidad, cada chef de cocina tiene sus propias
recetas lo que garantiza 2500 formas de freír un huevo, pero los
puertorriqueños viven con democracia y libertad.
Si comparamos a Puerto Rico con Cuba, por aquello de “de un pájaro las
dos alas”, cosa que es difícil como todas las comparaciones, la primera isla hoy,
con todos sus problemas arriba, resulta un paraíso terrenal en comparación con
la segunda. Los cubanos desde hace muchos años disfrutamos y creo que ésta
sería la palabra más correcta, de las miserias más grandes que se pueden
instaurar en un país.
Las primeras migajas fueron logradas como dádivas democráticas que
alguien nos concedió y que muy rápido se fueron transformando en medidas que
lograban perpetuar en el poder a unos cuantos, sin tener en cuenta la
trasformación del verdadero sentir popular. Fue muy fácil ese tipo de
democracia. Estás conmigo o estás contra mí y si estás contra mí, pues puedo
desaparecerte, luego me doy un discursito, les digo a los anormales que me
escuchan mis ideas y ellos masivamente me van a apoyar. Los que no me apoyen
incluso, no pueden hacer nada, lo primero que no podrán hacer es hablar, porque
el hablar es sólo mío.
Las medidas, unas tras otras, acompañadas de discursos populistas,
mentirosos, alardosos, extremadamente demagógicos, lograron la sobrevivencia de
una “casta” llamada revolucionarios que día a día fueron traicionando lo que de
democracia podía tener el postulado ideológico que patrocinaba al gobierno.
Entonces democracia quiso decir, se va a hacer lo que yo diga, cuando yo
lo diga. Democracia pasó a decir que, aunque no lo veas tienes que decir que lo
ves, que, aunque estemos peor tienes que decir que mejoramos. Democracia quiso
decir que estamos de acuerdo con sacrificarnos para obtener los primeros
resultados dentro de 350 años.
Democracia quiso decir convertimos en dioses a
los que nos dirigen, ellos son inalcanzables, inigualables, insustituibles, intocables
y omnipresentes. Democracia vino a decir que los papás tienen que convencer a
sus hijos, si no los convencen, por lo menos tienen que obligarlos a actuar
como yo digo que hay que actuar. Preferimos hijos anormales, descerebrados,
incapaces, cumplidores a ciegas, que hijos que piensen y quieran cambiar. Muy
fácil la democracia cubana.
Primero tuvimos a Fidel y muchos pensaban que la revolución no
resistiría su ausencia. Fidel acabó con aquello, no hubo un proyecto de éxito
mantenido, sus acciones locas por mantenerse con una alta popularidad todavía
hoy se están pagando. El amigo murió cuando quiso, murió bien, dicen que fue
metido dentro de una piedra, lo que no muchos creen y no pasó nada.
Lo sustituyó su hermano Raúl que llevaba años afilándose los dientes.
Algunos cifraron en él las esperanzas. Se dijo que haría cambios. Es verdad, realizó
cambios, quitó a todos los que eran del grupo de su hermano mayor, los
sustituyó por generales y se dedicó a disfrutar de la silla del poder por
varios años. ¿Qué dejó? Más miseria. Pero no esperó morirse y entonces como lo
del poder también significa un poco de trabajo, nombró a un sustituto, Miguel
Díaz Canel, apodado “el puesto a dedo”.
Tal como lo reconoce parte del pueblo, el nuevo presidente, es incoloro,
insonoro, sinsabor, inodoro, es alguien totalmente gris o mejor transparente,
que no puede ni tan siquiera dirigirse coherentemente a ese pueblo y que sólo
se ha dedicado a decir que hay que ratificar y mantener las conquistas del socialismo,
aunque las personas se miran y se preguntan, cuáles conquistas. En todo este
tiempo sólo ha podido decir “tenemos que mantener las conquistas y somos
continuidad”, atando a un país entero al pasado, sin propuestas de futuro, o
peor, si con Fidel los logros se verían en 350 años, con el nuevo presidente, “el
puesto a dedo”, las conquistas no tienen años, no hay plan, nadie sabe para
cuándo serán, sólo se habla de resistir y resistir.
Entonces pueden reconocerse algunas de las conquistas que hay que
preservar a todo costo. Primero un país totalmente improductivo, paralizado, azotado
por las mayores crisis económicas de su historia, donde ya ni los productos
medianamente garantizados de antes hoy existen, hablo de la aspirina.
Conquistas con tiendas vacías y totalmente desabastecidas, donde el
pueblo hace colas y se cae a golpes para obtener unas postas de pollo, donde
las madres están alquilando a sus niños para entrar a las tiendas, conquistas
con apagones de 5, 6, 7 horas y con, ya no escasez, sino falta de agua potable
total, con servicentros sin combustible, con parte del transporte estatal
parado por falta de petróleo y particulares pagando el combustible a precios
por las nubes. Conquistas con calles llenas de aguas albañales o inundadas por
lluvias, edificios que se caen y casas construidas con latas, pedazos de
maderas, hierros viejos y miles de personas albergadas para y de por vida.
Conquistas con personas cayéndole atrás a los extranjeros para obtener
algunos dólares o la inigualable invención de la moneda convertible cubana, los
CUC, como única solución para acceder digamos a la pasta dental o a una botella
de aceite de mala calidad.
Conquistas donde las prostitutas y los prostitutos
cada día son más jóvenes, casi adolescentes y que parte de la sociedad cubana,
muy discretamente si no lo justifica, al menos lo entiende. La gran conquista
de una juventud que se tira al mar o se va a cruzar las selvas sudamericanas,
que suben en caravanas y cruzan el desierto entre México y Estados Unidos, sólo
en busca de lo que incluso no conocen ni quizás pueden describir, el sueño de
la llamada “vida mejor”.
La grandísima conquista, casi hoy parte de la cultura y tradición de
nuestro pueblo, de luchar, buscársela, resolver, inventar, sinónimos todos populares
encontrados para la palabra robar. La que diariamente se ven obligados a
conjugar como: yo lucho, tú luchas, nosotros luchamos. Todo se vale, todo es
posible. Nuestra misión es sobrevivir dentro de la plataforma del partido único
y la nueva constitución que garantiza la permanencia del socialismo eterno.
Conquista de hospitales y escuelas convertidos en insalubres potreros.
Conquistas iguales a las de Riqui el gobernador de Puerto Rico, el que
le pedía al pueblo un voto de confianza, que entendieran, que soportaran, que
siguiera aguantando, que hay que confiar en los gordos, rozados y rollizos
dirigentes del gobierno, confianza en que las promesas no eran para hoy sino
para dentro de 550 años, o sea, para los nietos de los nietos, de los nietos de
los nietos que aún no han nacido, mientras hoy, los que están dirigiendo se
están robando poco a poco, lo poco que queda.
Confianza en que los chinos nos regalaran, en que los venezolanos nos
regalaran, en que los rusos nos regalaran. Confianza en que el espíritu de
Fidel, que debe estar aun viajando para ver dónde se posa, algún día volverá y
nos dirá el camino, ahora si efectivo a escoger, para realizar su proyecto, el
cual, a pesar de su poder sólo comparado con el de los faraones egipcios o los
emperadores chinos, no tuvo posibilidad de materializar en vida porque el enemigo
imperialismo yanqui se lo impidió.
Confianza en que algún día volveremos a comer yuca, producto que
nuestros aborígenes manejaban a la perfección y que causó tanto asombro a los “desarrollados”
españoles que conquistaron nuestra isla en 1492.
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