sábado, 16 de abril de 2022

447.- “¿Estamos creando una generación de inútiles? Nunca es tarde para cambiar”

Pues sí, resulta que los multimillonarios magnates creadores y desarrolladores de las nuevas tecnologías, sobre todo las de uso doméstico, tienen a sus hijos en escuelas donde está prohibido el uso de celulares, los anuncios y noticias escolares se siguen imprimiendo en papel y se continúan poniendo en los murales y los profesores, a la vieja usanza, siguen utilizando pizarrones, plumones, tizas, para dar sus clases. Estos genios, no sólo han sabido y saben buscarse el dinero, sino que, conocedores de problemas y de venenos, saben qué es lo que quieren para los suyos.

Acabo de leer una entrevista a Bill Gates, donde afirma categóricamente que un niño jamás debería tocar un celular antes de, como mínimo, los 10 años, sin embargo, nosotros los simples mortales, además de pagar mucho dinero, cada día los precios son más ridículamente altos, por ejemplo, para un teléfono, nos sentimos indefensos frente a nuestro pequeño hijo con sólo 2 años de vida, a veces más pequeño, que nos está dando un enorme bateo porque quiere nuestro celular y no se calma hasta no tener en sus manitas la “mágica” caja plástica o frente a nuestra pequeña hija que con apenas 7, 8, 9 años ya está subiendo videos en Tik Tok en los que se desdobla imitando a una cantante de moda o bailando reguetón. Se han puesto muy de moda las autofotos frente a los espejos y las mejoras de los cuerpos y las caras con programas informáticos que dejan a los que posan irreconocibles hasta para ellos mismos.

Fui y soy un buen papá, creo haber escrito sobre esto antes, por lo que los temas relacionados con esta, a la que llamaríamos “super especialidad”, me siguen interesando. Fui un buen papa y no me parece petulante decirlo, los que me conocen bien pueden dar fe, aunque ya a mis cerca 60 años, cualquier opinión sobre mi posible petulancia me da lo mismo.

Veo entonces hoy que nosotros, los papás, siempre cansados, siempre estresados, siempre complicados con otras ideas realizables y no, nos sentimos tranquilos porque por lo menos nuestros hijos están calmados y se entretienen horas solos. Molestan y aparecen poco. Entonces para mantener esa “tranquilidad”, compramos y compramos más tecnologías. Más memoria en las computadoras no para estudiar y hacer proyectos inteligentes, sino para que las máquinas acepten y trabajen mejor con los modernos juegos sobre todo los de guerra, mejores cámaras para tirarse fotos frente a los espejos con esos cuerpos virados hacia atrás y hacia delante al mismo tiempo, que de seguro crearán trastornos en los esqueletos, para mostrar lo que en realidad la biología no les dio. Sillas inteligentes, que se mueven, cimbran, con bocinas incorporadas, que más parecen ser butacas de aviones de combate que un mueble cómodo y ergonómico para sentarse frente a un escritorio. 

Nosotros los mortales hoy, comemos, manejamos, caminamos, hablamos con otras personas, trabajamos, etc., con un celular en la mano. A veces me pregunto qué tiene que decir alguien o con quién tiene que comunicarse a las 6:30 am, cuando cada vez que para en un semáforo o incluso manejando, escribe un mensaje o habla con alguien. Antessss de salir el Sol. A veces me pregunto cómo es que hemos llegado a dominar el arte de caminar, subir y bajar escaleras o elevadores, cruzar calles, sin cambiar la vista de la pantalla de un celular. Nosotros los mortales hoy, estamos enviando mensajes de texto a nuestras parejas que se encuentran en la habitación contigua a la que nos encontramos y somos mal mirados cuando alguien te envía un mensaje que no ves inmediatamente, dando muestras de que eres un anormal que ha logrado vivir lejos de su celular. Cuando no tenemos el celular en el bolsillo del pantalón, nos sentimos indefensos y en peligro de no existir.

Nosotros los mortales de hoy, estamos muy contentos de no ver a nuestros hijos, porque estos están muy ocupados dentro de cuartos a los que no tenemos prácticamente acceso, bajo nuestra inventada justificación de que: _ “tú sabes, los jóvenes son así”. Nosotros los mortales de hoy, nos orgullecemos de publicar en redes sociales aquellos mensajes de: “te amo mi amor”, tratando de demostrar al mundo que nuestro amor es el más genuino y fuerte de todos los que han existido hasta ahora en la historia del amor humano, mientras nuestros hijos metidos en sus cuartos, convertidos en semi calabozos de encierro voluntario, están tratando de inventar lo ya inventado.

He tenido la desgracia de experimentar directamente junto a los padres, el suicidio de un joven de 19 años y creo que es lo más difícil de todo lo difícil que le puede pasar a un papá o una mamá. Perder a un hijo producto de un accidente, de una guerra, de una mortal enfermedad, jamás es entendible, pero al menos tiene un culpable: el accidente, la guerra o la enfermedad. La idea de un suicidio deja una enorme cantidad de preguntas que jamás podrán ser respondidas. La idea crea una posible culpabilidad de la que jamás se podrá salir. En este caso el joven no tenía falta material alguna, lo material en su vida estuvo y estaba garantizado, sin embargo, el joven, a todas luces débil, cargaba una cruz peor que la que dicen que cargó Jesús en su Via Crucis hacia el lugar donde finalmente murió, pero el joven nunca habló de sus verdaderas ideas, probablemente al joven nadie le preguntó. El joven estaba solo, porque: _ “tu sabes, los jóvenes son así”.

Los Ángeles Times, en su sección digital, publicó un estudio donde afirma que: “... el suicidio es la segunda causa principal de muerte entre los estadounidenses de entre 10 y 34 años”. ¿Suicidio a los 10 años? Es difícil de entender.

En el mismo artículo se publicó parte del resultado de la investigación del psicólogo Jean Twenge, profesor de la Universidad Estatal de San Diego, donde se asegura: “No creo que sea exagerado decir que tenemos una crisis de salud mental entre los adolescentes de los Estados Unidos" y concluye que: "según muchas medidas, los adolescentes y adultos jóvenes se han vuelto personas más deprimidas durante la última década y han sufrido niveles más altos de angustia psicológica que sus predecesores (…) Hay pruebas que sugieren que la relación única de esta generación con la tecnología digital es un factor clave”.

Más adelante el mismo profesional, asegura que: “Las tendencias del suicidio juvenil no se alinean bien con las explicaciones económicas o con los traumas públicos como los tiroteos en las escuelas o los ataques terroristas, pero a medida que los teléfonos inteligentes y el uso de los medios sociales se han vuelto omnipresentes, ha habido un cambio fundamental en la forma en que los adolescentes pasan su tiempo libre. Las actividades que benefician la salud mental, incluyendo el sueño y la interacción cara a cara con la familia y los amigos, han disminuido a medida que los jóvenes estadounidenses han profundizado su afición a los medios digitales”. Los multimillonarios magnates creadores y desarrolladores de las nuevas tecnologías, saben lo que están haciendo con sus hijos.

Entonces, ¿qué estamos haciendo con los nuestros?, ¿Estaremos contribuyendo inconscientemente claro, pero contribuyendo, a su posible futura enfermedad mental o peor, a el posible desastroso desenlace?

Hace tiempo escuché a una psicóloga argentina, dar una conferencia a teatro lleno frente a padres de adolescentes. Allí definió con muchos argumentos y ejemplos, que los papás de hoy estamos jodidos, porque crecimos teniéndole miedo a nuestros padres y ahora vivimos teniéndole miedo a nuestros hijos. Miedo, sí miedo. La relación en la época de nuestros padres fue muy rígida con muy pocas posibilidades de comunicación real. No es que fuera mala del todo, sólo fue lo que en aquellos momentos la sociedad de forma general exigía, aceptaba y aplicaba. La relación con nuestros hijos hoy ha ido al extremo opuesto, o sea, la enorme flexibilidad por parte de padres, la continua satisfacción de hasta los mínimos detalles sin exigir nada, los premios por encima al respeto y la mala conducta, el enorme desconocimiento de las realidades de sus hijos y por qué no, el miedo al enfrentamiento, a la crítica, a la obtención de respuestas, por momentos, hasta violentas.

Desde que llegué a este país, he escuchado muchas veces aquello de: esto no es Cuba, aquí hay que tener mucho cuidado con lo que haces con tus hijos porque te coje la ley. Y creo que esa es una posición “light” que los padres se han inventado para no actuar y dejar correr y correr a los hijos a su libre albedrío. Posición suave que al final crea los problemas que los hijos no traen cuando nacen. Es cierto, existen leyes que protegen muy bien a los infantes, pero una cosa es coger un martillo y darle un martillazo en la cabeza a nuestro pequeño o amarrarlo con cadenas a un árbol y otra es una sorpresiva nalgada merecida que llama al orden o un castigo reparador frente a malas acciones.

¿A quién de los que hoy tienen más o menos mi edad, no le dieron un día con un cinto?, ¿A quién no lo castigaron o dieron una bofetada frente a una falta de respeto a la abuela u otra anciana del barrio?, ¿A quién no lo sancionaron frente a una falta con una profesora en la escuela, en la época cuando los profesores eran sagrados? Nada de eso nos mató, por el contrario, nos hizo más fuertes, nos enseñó a considerar y sobre todo a respetar. El invento de que aquí a los hijos no se les puede corregir fuertemente, lo único que evidencia es la deformación e incapacidad de los padres.

Es cierto, muchos niños y jóvenes hoy, incluso llegan a amenazar a sus padres con aquello de: te voy a llamar a la policía, con ese chantaje oportunista que muchas veces logra hacer lo que les da la gana, pero también es cierto que conozco una historia de un policía llamado por un supuesto abuso infantil, que no era real, sino una malacrianza más y el policía advirtió al adolescente que la próxima vez que actuara mal con su mamá, él mismo vendría a darle la próxima nalgada.

Los padres de hoy preferimos seguir sacrificándonos, trabajando como mulos para quedar bien e incluso ser aceptados, frente a hijos que cada día se vuelven más exigentes y dan menos. Hijos desconsiderados, malcriados y por qué no, con conocimientos de causas, que crecen hijos de puta.

Los padres de hoy preferimos seguir sacrificándonos, trabajando como mulos para quedar bien e incluso ser aceptados, frente a hijos que cada día se vuelven más exigentes y dan menos.

Les dejo un pequeño artículo publicado por la Dra. Martha Delia Sirvent Cancino, que no por pequeño es menos importante. Cada padre o madre tendrá que seleccionar su camino estratégico, seguir teniendo miedo con tal de no molesta a los hijos o enfrentar una realidad a favor de salvarlos para el futuro de ellos mismos.

Ya dije que soy un buen papá, lo que no significa que sea un padre perfecto. Me he equivocado en miles de ocasiones mientras aprendía y accionaba sobre mi responsabilidad, frente a dos hijos cubanos, en Cuba una buena parte del tiempo. Mis equivocaciones, casi todas, han sido resueltas porque vivo dentro de un constante Juicio de Nuremberg en frente a mis hijos. La habilidad para cambiar de papá a amigo, cosa que parece sencilla, pero en realidad no lo es, me ha permitido hoy tener dos hijos salvos, no idealmente perfectos, pero salvos desde todos los puntos de vista.

¿Estamos creando una generación de inútiles?

LA NUEVA GENERACIÓN. Hay que llamarlos varias veces en la mañana para que vayan al colegio. Se levantan irritados, pues se acuestan muy tarde hablando por teléfono, viendo tele o conectados a la Internet. No se ocupan de que su ropa esté limpia y mucho menos ponen un dedo en nada que tenga que ver con “arreglar algo en el hogar”. Idolatran a sus amigos y viven poniéndoles “defectos” a sus padres, a los cuales acusan a diario de “sus traumas”. No hay quien les hable de ideologías, de moral y de buenas costumbres, pues consideran que ya lo saben todo. Hay que darles su “semana” o propina, de la que se quejan a diario porque, “eso no me alcanza”. Si son universitarios, siempre inventan unos paseos de fin de semana que lo menos que uno sospecha es que regresarán con un embarazo, cayéndose de borrachos o habiendo fumado droga. Definitivamente estamos rendidos y la tasa de retorno se aleja cada vez más, pues aún el día en que consiguen un trabajo hay que seguir manteniéndolos. Me refiero a un segmento cada vez mayor de los chicos de clases medias urbanas que bien pudieran estar entre los 16 y los 24 años y que conforman a la ya tristemente célebre “Generación de los NINI’S”, que ni estudian, ni trabajan, o estudian y trabajan con todo el pesar. ¿EN QUÉ ESTAMOS FALLANDO? Para los nacidos en los cuarenta y cincuenta, el orgullo reiterado era que se levantaban de madrugada a ordeñar las vacas con el abuelo; que tenían que limpiar la casa; que lustraban sus zapatos; algunos fueron limpiabotas y repartidores de diarios. Otros llevaban al taller de costura la ropa que elaboraba nuestra madre o tenían un pequeño salario en la iglesia en donde ayudaban a oficiar la misa cada madrugada. Lo que le pasó a nuestra generación es que nosotros mismos “elaboramos un discurso” que no dio resultado: ¡YO NO QUIERO QUE MI HIJO PASE LOS TRABAJOS QUE YO PASÉ! ¿Usted por qué tiene lo que tiene? Pues porque le costó su esfuerzo. Muchos sacrificios, y así es que aprendimos a valorar los esfuerzos de nuestros padres al “ver y compartir” su esfuerzo, en lugar de “ocultarlo” y aparentar que todo es “color de rosa” en la vida. Sin embargo: NOSOTROS ACOSTUMBRAMOS A NUESTROS HIJOS A RECIBIR TODO POR OBLIGACIÓN. Nuestros hijos nunca han conocido la escasez en su exacta dimensión, se criaron desperdiciando. El “dame”' y el “cómprame” siempre son generosamente complacidos y ellos se han convertido en habitantes de una pensión con todo incluido, (TV, DVD, equipo de sonido, Internet y comer en la cama. Recogerle el reguero que dejan porque siempre se les hace tarde para salir, etc…). Luego pretendemos que nuestra casa sea un hogar, o exigimos o preguntamos, por qué nuestros hijos se aíslan, no comparten con nosotros, ya que cualquier cosa es mejor que sus padres o una actividad familiar. Quien les suministró todo eso a nuestros hijos. NOSOTROS MISMOS, SOLITOS Y SABIENDO QUE NO ESTABA BIEN. Al final se marchan a la conquista de una pareja y vuelven al hogar divorciados o porque la cosa “les va mal" en su nueva vida. Los que tienen hijos pequeños, pónganlos los domingos a lavar los carros y a limpiar sus zapatos, a ganarse las cosas. Un pago simbólico por eso puede generar una relación en sus mentes entre trabajo y bienestar. Víktor Frankl dice que: “LO QUE HACE FALTA ES EDUCAR EN EL AMOR AL TRABAJO CREATIVO”. La música de moda, los conciertos, la tele, la moda y toda la electrónica de la comunicación han creado un marco de referencia muy diferente al que nos tocó, y ellos se aprovechan de nuestra supuesta desinformación para salirse con la suya. Ya que ahora los: “HIJOS MANDAN Y LOS PADRES OBEDECEN”. Pues ahora somos padres ignorantes con hijos informados, mal, pero con información al cabo. Será cierto que: ¿SOMOS LA GENERACIÓN QUE PEDÍA PERMISO A LOS PADRES; Y AHORA, PIDE PERMISO A LOS HIJOS? Estamos forzados a revisar los resultados, si fuimos muy permisivos o si sencillamente hemos trabajado tanto, que el cuidado de nuestros hijos queda en manos de las domésticas, maestros, y en un medio ambiente cada vez más deformante y supuestamente por nuestro cargo de conciencia de no tener mucho tiempo con ellos, subsanarlo con cosas materiales. NUNCA ES TARDE PARA CAMBIAR”.

 

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