Apartado de las teclas, pero no de las ideas, he tenido una larga conversación con mi hermano Igor sobre Cuba. Esa Cuba que sufre, que a veces parece que va a estallar, que a veces da la imagen de que se le olvida, que a veces parece que disfruta con el sufrimiento.
Mi hermano con más de 20 años de vida en Miami me dice siempre que él no se siente norteamericano, que él es cubano y, por tanto, sin llegar a la obsesión, le interesa lo que ocurre y no ocurre en Cuba y eso se suma a mi modo de ver y pensar.
Hemos concluido, Fidel no tuvo la culpa, Raúl no tuvo la culpa y hoy, el desagradable, gris, incapaz, improductivo, descarado y desvergonzado presidente actual Díaz Canel, no tiene la culpa. El único culpable de siempre ha sido y es el PUEBLO cubano, dentro del cual, obviamente, mi hermano y yo, nos incluimos con nuestra dosis de culpa.
Hace años, cuando estudiaba marketing, vi un genial video donde un empresario y profesor de éxito, daba una conferencia frente a altos ejecutivos de empresas comerciales. El experto hacia una reflexión sobre los objetivos y el desenfoque y contaba que un día a alguien se le perdió una llave en un lugar muy oscuro, por lo cual se lamentaba pues no podía abrir la puerta de su auto, pero buscaba afanosamente el objeto perdido en un lugar donde desde arriba caía un fuerte haz de luz.
Al verlo otra persona que pasaba caminando, le preguntó: ¿qué hace agachado en ese lugar mirando al suelo?
El amigo asombrado respondió: busco la llave de mi carro que se me ha perdido.
El recién llegado, habiéndose dado cuenta de que la llave no se encontraba en aquel circulo iluminado por el haz de luz, le volvió a preguntar: pero, ¿dónde se le ha caído la llave?, tratando de alertar al aparente descerebrado, a lo que éste respondió:
La llave se me ha perdido allá, señalando con el brazo estirado hacia un lugar aparentemente lejos y muy oscuro, pero la estoy buscando aquí porque es donde hay luz.
Así los cubanos hemos pasado nuestras vidas, tratando, ya sea por inocencia o por maldad, de buscar las causas en cualquier lugar sólo por el hecho de buscar y hemos dejado de encontrar, con cierto raciocinio, ya sea por desconocimiento, compromiso, hipocresía, etc., dónde está la verdadera responsabilidad. Los cubanos hemos apostado a la muerte de los malos como solución de los problemas. Los malos han muerto y por el contrario a lo pensando, los problemas, los nuestros, han ido en aumento.
Fidel, a todas luces enfermo de su cabeza y por tanto de su personalidad y carácter, encontró un caldo de cultivo fantástico donde trabajar. Actuó como un niño que descubre que si da una perreta sus padres lo complacen siempre, como un adolescente que conoce que puede quitarle la merienda todos los días a un amiguito más débil que él, como un hombre abusador que gusta pegar a su mujer a sabiendas de que ella, por miedo, se lo va a permitir siempre, como un viejo que apoyándose en su edad se las arregla para ofender y maltratar a los que lo rodean, sabiendo que no tendrá consecuencias, todo se lo van a perdonar porque es un anciano. Fidel actuó siempre por él y para él y para eso contó con un apoyo que le llegó de gratis y que luego supo gestionarse.
Los cubanos cansados de Batista, los pobres, pero también los medios ricos, muchos grandes ricos y los propios políticos norteamericanos, con ansias de vivir en paz, bailar, comer, enamorarse, seguir rumbeando y viviendo dentro de la sociedad democrática que Cuba fue hasta principios de la década del 50, apoyaron al joven de 33 años como a un nuevo mesías. Para muchos fue su líder, para muchos fue su Jesús, para muchos fue su primer amor. Era alguien parecido a una nueva estrella de Hollywood, al estilo de Jean Deen. Ese joven, disfrazado de oveja de color verde, que supo esconder sus enfermedades, su odio, su gusto por el protagonismo ilimitado, su egocentrismo, prometía que su lucha había terminado con el derrocamiento de la dictadura y que a los pocos meses se volverían a hacer elecciones al viejo estilo democrático. Cuba volvería a su ritmo tradicional.
Fidel descubrió que el pueblo aburrido disfrutaba de sus discursos, entonces compuso obras solo comparadas con las obras maestras de los grandes autores del siglo XVIII. Discursos de 7, 8, 9 horas continuas, donde dejaba la voz, cosa que el público disfrutaba como heroico y valoraba muchísimo. Horas donde se equivocaba, se contradecía, cambiaba los hechos, mentía, organizaba los detalles a su conveniencia, pero, sobre todo, edificó una relación tal como la que existía entre el emperador y el público romano frente a las competencias y sobre todo los combates de gladiadores en los coliseos. En aquellos primeros momentos y todo el tiempo luego, a nadie le importaba el contenido de las palabras, lo importante era permanecer extasiados como en un buen ballet y aguantar en muestra de aprobación las largas jornadas de ideas expuestas todas sin orden, donde a la media hora era imposible recordar por dónde se había empezado y para dónde se quería ir.
Hace muchos años leí que el gobierno de Fidel era como el amor en una alcoba, él era el macho, el pueblo congregado era la hembra y el cuarto privado era la pública Plaza de la Revolución, donde se cuadraron no pocas decisiones, al clamor de “para lo que sea Fidel, para lo que sea”.
Con esto, Fidel descubrió que no necesitaba de un gobierno, ni muchos pensadores a su alrededor, él podía, tal como hizo, encargarse de todo. Sólo necesitaba a ese pueblo reunido y endrogado, el que con él sólo pedirlo o sugerirlo con una simple pregunta de Perogrullo, subía el dedo pulgar en aprobación afirmativa o lo bajaba para demostrar su aprobación negativa, tal como dicen ocurría en el Coliseo Romano. Algo así como: Fidel decía: _ Esperamos y estamos seguros de que ustedes no traicionaran al socialismo y a continuación preguntaba: ¿van ustedes a traicionar al socialismo? A lo que los presentes, más furiosos que en un concierto de rock de Black Sabbat respondían con un Noooooooooooooooooooooooooooooooo. Así y no de otra forma se dirigió siempre en Cuba, así y no de otra forma Fidel logró que se aprobara por unanimidad lo que ya él había diseñado y establecido que se haría.
Se repite y se repite que los norteamericanos han sido brutos, haciendo referencia a los gobiernos o gobernantes, cosa que me parece poco probable. Igor me hace reflexionar en otra idea. Los norteamericanos se emborracharon y durmieron, confiados absolutamente en que aquel joven llamado “guerrillero” sin haber tirado muchos tiros y participado en muchos combates, cumpliría su palabra de regresar a la normalidad y entonces apostaron que no duraría meses en el poder. No fueron brutos, se equivocaron, porque no pudieron calcular el poder cautivador del amigo y menos sus intenciones secretas.Nos enemistamos, todos con el vecino más cercano, que formaba parte de nuestra cultura y desarrollo. Comenzamos a llamarlo imperialismo yanqui, enemigo, y a odiarlo, con la misma fuerza que meses antes lo amábamos y fue cuando aquellos soviéticos, al achecho siempre, con ese sentimiento histórico de gran imperio, compraron al encantador necesitado de apoyo y poder.
Imagino, sin haber estado presente cómo debió haber sido. Los padres del socialismo mundial se reunieron con Fidel y le dijeron: _ no te preocupes, te vamos a apoyar. A partir de que aceptes convertirte en la punta de lanza contra el imperialismo yanqui, te vamos a mantener a toda leche. Comienza a dar discursos y enuncia tus planes, trata de que los cubanos te crean y lucha porque los pobres del mundo te acepten como su nuevo mesías. Firmaremos contratos de todo lo que te vamos a dar, pero no te preocupes, la tinta al pasar de los meses se borra y no vas a tener que pagar mucho.
Fidel entonces estableció su estrategia. Voy a alimentar el ego en los cubanos, algo así como “we are de champions” y así apareció lo de la mejor playa, el mejor restaurante, la mejor educación, el mejor sistema de salud, el país más libre y sano, el país antes pobre donde todos teníamos que ser universitarios, la carne de res mejor del mundo, el mejor ron, la más sincera, clara y objetiva cultura, el triunfo en todas las batallas, el sobre cumplimiento de todos los planes, la mejor y más afectiva policía, el más efectivos servicios de inteligencia, el ejército más valiente y encontró un culpable siempre para aquellas “pequeñas cosas” que no se podían hacer. ¿Por qué la rana no tiene pelos? Pues porque el imperialismo yanqui la tiene oprimida y al padecer de los nervios, la rana ha trastocado su biología.
Todo eso nos enfermó, creando en todos nosotros un pueblo que se llegó a creer, por mucho, muy superior al resto de los pueblos del planeta. Entonces Fidel conociendo que ya estábamos maduros de enfermedad, mandó a confeccionar una muestra de cubanos de todas las edades, sexos, procedencia regional y social, etc., a los que le metió un termómetro por el culo que medía la destrucción de todo y sobre todo la identidad y se sintió satisfecho. Su experimento había dado resultado, podía continuar y nos dividió, nos puso a vigilarnos unos a otros, nos puso a fajarnos por cualquier cosa, daba igual un refrigerador chino o un ventilador plástico, nos hizo aprobar y aprobar todas las ideas locas que se le ocurrían en una madrugada, nos puso a regar o distribuir las ideas del comunismo por el mundo, con su compra de diplomáticos, de políticos, con sus guerrillas y preparación de guerrilleros, con sus llamadas obras solidarias y humanitarias, etc.
Al final, por suerte Fidel murió. Dicen que sus cenizas descansan en una piedra, cosa que yo no creo, pero lo más seguro es que haya pagado, incoherentemente para sus ideas públicas, muchos dólares para que sus pecados fueran perdonados y pudiera ser aceptado donde dicen que van las buenas personas. Su gran mérito no fue acabar con un país lindo e incluso próspero, que él cogió funcionando. Su mejor labor no fue dejar a un país más pobre después de muchas décadas de su unipersonal gobierno, porque con un país acaba cualquiera.
Su gran mérito, por el que va a pasar a la gran historia de la humanidad y debería recibir muchos premios póstumos, es por haber destruido totalmente a un pueblo, o sea, a los seres humanos que tuvieron la desgracia de coincidir con él en espacio y tiempo.
Y es eso lo que creo que somos, un pueblo destruido, sin muchos valores tradicionales, sin objetivos, más allá de sobrevivir o escapar, sin patriotismo. Somos un pueblo destruido y además profundamente confundido, que llama patria a un gobierno, que sigue llamando revolución a un proceso muy bien limitado en el tiempo. Somos un pueblo que es capaz de dar un bateo en cualquier parte del mundo, pero que cuando hablamos de Cuba bajamos la voz y cuando visitamos Cuba nos portamos bien. Somos un pueblo que ha perdido su identidad y que lo que teníamos de fieros, luchadores, justos, etc., lo perdimos o dejamos en el camino. Somos un pueblo que aún está buscando la llave del auto en el único lugar donde existe luz, sabiendo que se nos perdió a muchos metros de distancia.
Hoy brindamos pleitesías a Raúl Castro con el que tuvimos muy poca relación, me caben en los dedos de las manos las veces, casi todas desastrosas, que esa persona se dirigió directamente al cubano y muchos ahora, siguiendo el pensamiento más tradicional, apuestan a que cuando se muera será cuando se resolverá todo.
Y para colmo, hoy aceptamos a un personaje gris, incapaz, sin la más mínima cultura, cobrade, Díaz Canel, que las dos ideas más importantes que ha podido parir, a pesar de la proteína que come, son: “Somos continuidad” y “Háblame, Fidel, háblame” y que sin el menor pudor ordenó a las fuerzas armadas, policía, seguridad del estado y voluntarios que siempre han existido, reprimir al pueblo que se lanzó espontáneamente a pedir cambios. Soportamos a un tipo que tiene públicamente sus manos manchadas de sangre, como no muchos de los que lo antecedieron y no pasa nada. La enfermedad que Fidel nos inoculó todavía funciona y ellos lo saben. Nos manejan, nos utilizan.
Veo pueblos que, teniendo menos problemas que el pueblo cubano, se lanzan a la calle en cientos de miles. Veo pueblos que, con menos títulos universitarios y técnicos que los cubanos, se ponen de acuerdo, se reúnen, marchan y se hacen escuchar. Veo pueblos que no quieren emigrar, que no quieren dejar lo que tienen e incluso lo que no tienen y muy rápido sin tantos conceptos y estudios ideológicos, se ponen de acuerdo para demostrarle al mundo sus posiciones, sus desacuerdos, sus peticiones.
Veo a Cuba que acaba de hacer en el 2022 la peor zafra azucarera desde 1904, importando la mayor parte del azúcar que necesita. Veo a Cuba sin electricidad, si agua, cuyos edificios se caen porque ya no pueden resistir más y matan e hieren a personas. Veo a Cuba más dividida donde los extranjeros siguen siendo personas de más valía frente a cualquier cubano. Veo a Cuba estrenando una nueva y más desesperada intensión de emigrar, una vez más a través del mar y ahora caminando ilegalmente por varios países de Latino y Centro América para llegar a la frontera de aquel mismo enemigo, el imperialismo yanqui. Aquel enemigo que, aunque nos gusta e incluso vivimos de él, no somos capaces de defender.
Veo a Cuba puesta de rodillas frente a un tipo que nadie sabe de dónde salió, que no tiene el menor mérito histórico, ni la menor trascendencia. Un tipo cobarde y asustado constantemente, que alardea, guapea y vocifera respaldado por cuatro locos y el poder de las armas. Veo un gobierno que frente al enorme e inigualable desastre, lo único que puede decir es que “piden confianza" y que "necesitan más tiempo”. Veo, lamentablemente desde todos los puntos de vista, a un pueblo que ya murió y que su única idea, su mejor idea, su más sólida idea es que para vivir tiene que escapar, tiene que huir, tiene que arriesgar su vida y emigrar.
Es probable que la chica, aunque canta muy mal, no esté tan equivocada con el pedazo de canción ridicula donde grita, a lo que ellos absurda e injustificadamente siguen llamando “revolución” le pueden quedar 64 mil milenios.
OHohohohohohohohohohohohhhhhhhhhhh ...................................
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