domingo, 29 de mayo de 2022

449.- Paquete de frijoles mezclados.

Una de las cosas que me llamó la atención cuando llegué a Estados Unidos, dentro de los millones de cosas que me llamaron la atención, fue descubrir que los supermercados vendían un paquete de nylon con granos, (frijoles), de varios tipos, negros, colorados en varias variantes, blancos, chicharos, lentejas, garbanzos. La variedad de tipos y colores crea una muestra curiosamente linda.

No tengo idea de por qué se venden así. Por muchos que he preguntado, nadie ha podido darme una respuesta definitoria más allá de suposiciones. Entonces pienso que pudiera ser algo histórico que responde a momentos del pasado, de las abuelas de las abuelas, donde este país vivió penurias y hambre porque Estados Unidos no siempre fue el país rico que hoy es o pudiera responder a que se utilicen para una celebración especial, tal como la de comer pavo en determinado momento del año o que sencillamente a alguien se le ocurrió meter todos los frijoles en un mismo empaque, se vio bien, se vendió y hoy se continúan vendiendo.

Yo, amante de los frijoles y aunque parezca autosuficiente, buen cocinero de ellos, me dispuse a comprar un paquete para ver de qué se trataba y no me hicieran cuentos. Martica, más conservadora, no muy convencida. Soy frijolero, si así se le puede llamar a una persona que consume con agrado cualquier frijol y que los extraña cuando por algunos días no aparecen en mi plato.

Lo mejor que tienen los frijoles es que son diferentes desde su propia concepción y, por supuesto, por su sabor. Los negros, llamados en Cuba frijol de los pobres, porque hay que echarle poco para que sepan bien y que cuando se tiene paciencia, saben mucho mejor al día siguiente de haber sido cocinados, con aceite, vinagre y un pedazo de pan. Los colorados, en todas sus variantes de colores, formas y tamaño, a los que no pueden faltarles la papa, la calabaza y un pedazo de carne de puerco, con los que se hace el real congrí oriental, mejor para mi gusto que el moros y cristianos con frijoles negros típico del occidente cubano. Los chicharos, de los cuales nos llegamos a aburrir y detestar en una época por su consumo abusivo, pero que son ricos y convertidos en el afamado puré San Germán con mantequilla, queso y morcilla son inigualables. Los frijoles blancos, a los que hay que acompañarlos con acelga, chorizos, morcillas, jamón, puerco y que todo ese agregado crea un sabor único. Las lentejas, que no gustaban a muchos en Cuba porque su color no era agradable, aquellas venían de Checoslovaquia y decían que sabían un poco a tierra, pero que luego al conocer las de Canadá que eran muy diferentes, aquí las hay de varios colores, incluyendo el naranja, a la que se le puede calzar con carnes, se dejan comer perfectamente bien y por último los garbanzos, ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡oh!!!!!!!!!!, los garbanzos, que de seguro nos enteraremos un día de que son también la comida de los dioses. Mi suegra siempre me dice que, en sus años de juventud, allá por la Cuba capitalista obviamente, se les echaba, sobre todo a los blancos y garbanzos, algo que se llamaba unto, una suerte de tocino o gordo de cerdo, con un olor muy fuerte frisando con el mal olor, aparentemente rancio, que los españoles utilizan y que dan a los frijoles un sabor especial.

Pues volviendo a los frijoles variados, me los compré, mi mujer me los cocinó y para mi desilusión, nada fue excepcional. Son una mezcla, quizás por la cantidad, que al final saben más a frijoles colorados que a otra cosa. Los colores individuales desaparecen y la mezcla toma un colorido colorado ligero. Se dejan comer, pero nada del otro mundo. Quizás hervidos y echados sobre una ensalada de vegetales, como suelen comerlos los norteamericanos, al conservar sus colores originales, se vean lindos.

¿Por qué el cuento? Porque los cubanos hoy nos parecemos o somos ese paquete de frijoles de diversos colores, que se ven lindos crudos, cuando están lejos, pero cuando se cocinan, pierden todo su aparente encanto y no pasan de ser unos comunes frijoles más.

Veamos al menos como yo veo el panorama.

La Cuba de adentro.

Existe ese pueblo dentro de Cuba que mientras más pobre, más dependiente. El gobierno desde siempre ha logrado que ese pueblo dependa de lo poco que cada día se le entrega. Un pueblo que hoy sin defender nada, se conforma, está pendiente de lo que administrativamente le toca e incluso, ya menos hoy, pero sigue existiendo, se siente orgulloso de que le den un mal pan diario, basado en el cuento de que los pobladores de África no reciben ese pan, orgullosos de que el café, el tabaco, la azúcar, los cítricos, los mariscos, etc., se exporten a cambio de que ellos no lo coman o sólo los vean por la televisión.

Esa gran parte, que no tiene otra de dónde agarrarse, espera y sigue confiando en que el gobierno proveerá, cuando pueda, lo que pueda, en las condiciones que pueda y entonces espera. Esa gran parte con miedo que prefiere esperar parada en la puerta de su casa o acera con una javita en la mano por el mensajero que le trae el pan, a veces duro, a veces viejo, a veces mojado, en vez de luchar para cambiar su situación y tener muchos panes.

Esa gran parte que no le interesa la famosa libertad de expresión, la gloriosa democracia, la necesitada constitución que los defienda y se conforma con quejarse en voz baja y sin mucho espaviento con otros cubanos de que el café que debía haber llegado el día primero del mes, tiene 25 días de atraso y sigue resignado a confiar en una funcionaria del gobierno, gorda, que no mira a la cámara de TV por pena, que dice que todo está garantizado, que el café existe, que no se preocupen, sólo que el atraso se debe a que un ciclón pasó por la Isla de la Juventud y eso ha afectado la distribución o que los norteamericanos tienen bloqueada la llegada de los paqueticos de nylon para empacarlo.

Esa gran parte del pueblo de Cuba que siempre fue religiosa, católica y santera al mismo tiempo, capitalista, amante de la democracia, echada para adelante, constructora, innovadora, disfrutadora, que sin más, un buen día se convirtió en furiosa comunista, escondió su religión o al menos su religiosidad, que cambió sus valores patrióticos y los trocó con un amor al gobierno, que comenzó a amar a los “hermanos” soviéticos tan lejos y distantes de Cuba y que no sólo apoyó cada idea loca por décadas, sino que sirvió de tribunal, fiscal, juez, cárcel y paredón de fusilamiento contra todo el que, por pura lógica, mostrara el más mínimo desacuerdo.

Dentro de esa gran masa a la que llamamos pueblo y que nos parece que es algo homogéneo, existen y cada día existen más, personas que se han escapado de la manada, al menos desde el punto de vista económico, aspecto que es permitido, manejado y utilizado estratégicamente por el gobierno desde siempre. Cubanos que por las más disimiles vías han logrado ocupar posiciones dentro del turismo, dentro de las firmas extranjeras y las corporaciones, dentro de los puestos de trabajo donde se puede resolver algo, digamos las gasolineras, las fábricas, los almacenes, aquellos puestos que garantizan viajes al exterior, más el grupo de cubanos llamados trabajadores por cuenta propia que se han hecho, no sin grandes sacrificios, de negocios prósperos al menos dentro de Cuba, como los paladares y cafeterías, etc., que, viviendo como capitalistas, comprando casas, carros, pasando vacaciones en hoteles y teniendo posiblemente miles y miles de pesos o dólares “clavados”, defienden el socialismo o al menos no se opone a él. Gran contradicción para una parte de un pueblo que se alegra de no estar más atrás, para donde incluso no miran más y no quieren volver, que vive como vivo yo, con las mismas ventajas y privilegios del capitalismo, pero que tiene que seguir, al menos en apariencia, rogando porque el sistema comunista perdure, para poder seguir escapando. El robo y la corrupción, a todos los niveles, es como resultado una de las instituciones más sólidas, estables, duraderas y desarrolladas que ha logrado la revolución en sus más de seis décadas de gobierno.

Dice el refrán popular que “el que empuja, no se da golpes”, entonces estos son unos empujadores, que no están de acuerdo, pero al mismo tiempo están de acuerdo. Este grupo sin escrúpulo forma parte de las filas de la juventud y el partido comunistas como armadura para quitarse el golpe de arriba. Este grupo viste diariamente armaduras como los guerreros feudales que no se quitan ni para ir a dormir por miedo a que su propia pareja los traicione. Ese grupo que el gobierno utiliza, moviliza, muestra y chantajea a su conveniencia. El gobierno sabe que este grupo vive por encima de la media, muchos de los descendientes del gobierno hoy forman parte de estos grupos, que roban, que acumulan, que sueñan con capitalismo, pero en realidad lo tienen cogido por el cuello y lo presionan para que no se salga de la manada política, con esa frase tan utilizada de: “sabemos que ….”

Es cierto, siempre, desde el mismo 1959 hubo descontento, esa posición fue muy rápidamente canalizada. Muchos se fueron del país y otros se conformaron con vivir un exilio interno, una segregación social, que los llevó a vivir y no participar, a ver y callar, a advertir a pequeña escala, muchas veces sólo a escala familiar y nada más.

Es cierto hoy, más que en momentos anteriores, existe una disidencia clara, definida, localizada, reconocida, conozco personalmente a varias personas que se encuentran en esa posición, pero que, exceptuando a Oswaldo Payá Sardiñas, uno de los miembros fundadores  del Movimiento Cristiano Liberación y fundador y organizador del Proyecto Varela, quien si puso en jaque al gobierno cubano y al parecer perdió la vida en un accidente de tránsito provocado, ha logrado poco y sobre todo poco apoyo de ese pueblo que se necesita en las calles. Son valientes, son arriesgados y es de reconocer el mérito que muchos tienen, pero el resultado, visto desde aquí, es pobre. O los cubanos no los conocen, no los entienden o no confían en ellos, de donde resulta de mayor garantía seguir confiando en lo que el gobierno diga y haga, al final es él quien reparte el pan diariamente.

La disidencia por un lado ha sido desmoralizada, por otro diezmada y por último está totalmente penetrada, por lo que al gobierno le ha sido fácil convivir con ella, a sabiendas de cada paso que pretenden dar, a sabiendas de que no tienen como ampliar su poder de acción. Disidencia fragmentada, con serios problemas de interpretación de ideas, con grandes rasgos de caciquismo, que se ha ido desgastando en ideas civiles y democráticas, pacíficas, de cambios “dulces”, sin grandes riesgos o resultados, en un país donde la paz y la democracia desde y por el gobierno nunca han existido. Disidencia que pretende competir en boxeo aplicando técnicas de gimnasia rítmica. Hemos aprendido poco en estos 60 años, Fidel y su combo no se sentaron a tomar café o limonada con Batista y sobre todo no le pidieron de favor que se largaran.

Pueblo que ha visto como solución la emigración de un país que durante muchos años fue receptor de inmigrantes. Pueblo que, tal como los vikingos, pero con menos condiciones y conocimientos, se lanza al mar mientras éste está abierto. Cuando lo cierran, no duda en viajar a cualquier tercer punto y desde allí, mientras fue permitido emprender viaje hacia Estados Unidos o terminar por acomodarse en sus terceros países o en los cuartos o en los quintos y que cuando esta estrategia no funciona, no duda en caer en algún país de América Central  o del Sur para desde allí emprender lo que debe ser un largo, agotador y arriesgado viaje de tres, cuatro o más meses “un ratico a pie,  otro caminando”, en trenes, guaguas, contenedores, escondidos dentro de las cargas, a caballo, pagando y pagando a coyotes, bandidos, traficantes, policías, paramilitares, intermediarios, abogados, etc., por los servicios de mantenerse vivos y llegar al lugar malo donde todos hemos querido llegar, al imperialismo más dulce y permisivo de la historia, al enemigo que te deja entrar, te reconoce, te da seguridad y garantías de vida y te permite que muy rápido sientas que no sólo has mejorado, sino que estás mucho mejor que como estabas en el país de tu origen.

Esto ha sido evidente desde siempre y hoy más que nunca, ahí están los números de los que llegan, porque los que salen y por el camino se quedan, sólo son recogidos por las estadísticas familiares.

Si algo ha tenido siempre a mano el gobierno cubano es una llave que dice “válvula de emigración”. Empezando por aquella frase de Fidel: “que se vayan, no los necesitamos, no los queremos”, apoyada vigorosamente por los fanáticos rockeros que gritaban: “que se vayan, que se vayan”, hasta esta última oleada de cubanos que salen corriendo a Nicaragua, según la ministra de turismo de ese país “a conocer los volcanes” que en Cuba no tenemos, los emigrantes voluntarios y según el propio gobierno “económicos” se van detrás del canto de sirena del “american way of life” porque son débiles de carácter.

Para los gobernantes, la emigración cubana, a veces voluntaria, a veces forzada, no tiene nada de extraño, pues es parte de la vida del hombre y entonces comienzan a hacer la historia de las primeras migraciones humanas prehistóricas del paleolítico hace más de 60 000 años y el movimiento luego por la conquista del fuego, la lucha contra los elefantes y los tigres gigantes, etc. De esa forma, aclarando que los emigrantes cubanos no son políticos y que nada tienen en contra del gobierno comunista, justifican el tema apelando a movimientos migratorios que el hombre ha seguido durante su historia en el planeta Tierra. Según dicen Marti escribió “cuando los pueblos emigran sobran los gobiernos” a lo que el gobierno comunista cubano, que se ha nombrado propietario del Apóstol deberá responder: Oh, Pepito, como siempre, tan ocurrente y creativo, seguro que se estaba refiriendo a la emigración de los leones que huyen de un rey león abusador, vago, comedor de carne y poseedor de todas las hembras. Que gracioso Pepito. Que gran imaginación”

Esta llave que se abre y cierra a conveniencia de los implicados, tanto los cubanos como el propio gobierno, ha tenido durante estos años la colaboración de otros gobiernos extranjeros, que han aparecido como salvadores aparentemente de los cubanos, pero también como cómplices del gobierno, al principio España, Venezuela, Costa Rica y los mismísimos gobiernos norteamericanos, hoy Nicaragua, Rusia, México, con los que yo estoy convencido que desde siempre el gobierno cubano a la par que gritaba “abajo el imperialismo y gusanos”, mantenía relaciones por debajo del mantel o detrás del telón con ellos. Acciones cuadradas a nivel de mafia, que, por qué no, también han favorecido a la permanencia de los malos en el poder.

Emigración cubana hacia el mundo, hacia un pasaje de avión, hacia donde tenemos un amigo o un conocido, hacia un dedo puesto al azar en un Mapamundi, que ha logrado dispersar ese origen, el cubano, por todo el planeta. Conozco cubanos en Alaska, Australia, la Patagonia Argentina, Japón, Egipto, Emiratos Árabes, Turquía, China, por sólo mencionar algunos de los más alejados y extraños destinos. Emigrados cubanos que según el gobierno aman al comunismo cubano, pero prefieren verlo desde lejos y no pocos defenderlos desde más lejos. Emigración cubana también cargada de espías, agentes de la inteligencia, personas que trabajan discretamente para el gobierno cubano, que se prestan para el envió de dinero, hacer negocios, etc.

Todo esto, y quizás mucho más, que haría muy largo este escrito, es lo que nos ha convertido en ese paquete de mezcla de frijoles de todos los colores y tipos que se ve lindo desde lejos, dentro de sus nylon, en los estantes, pero que cuando se cocinan pierden sus verdaderas e individuales características. Esa mezcla que nos reúne, pero hasta ahora no nos ha unido.

La Cuba de afuera.

La Cuba de afuera puede ser más variada que la de adentro. Salvo excepciones, aquellas personas que no tienen ni familiares, ni amigos en la isla, por lo que han logrado romper todos los vínculos sentimentales, o las personas muy afectadas que no han logrado rebasar el trauma o incluso personas muy fuertes de carácter decididas a no ceder más, los cubanos a pesar de estar fuera de Cuba seguimos siendo presa y presos del gobierno comunista.

Primero, es bueno destacar que existe el llamado “exilio histórico”, que hoy es tan histórico que prácticamente no existe. Los que aun viven, son muy viejitos a los cuales les asiste el mérito de la oposición directa y la resistencia. Exilio que más que todo hoy son símbolos, pero que tienen poca influencia ya en lo que está ocurriendo. Exilio que ha tratado de inculcar a sus descendientes el terror del comunismo, pero cuyos descendientes tienen pocos vínculos con lo que pasa en Cuba, entonces la fuerza se va perdiendo.

Lo primero que nos pasa a los cubanos y es entendible como emigrantes, es la añoranza, real o fingida y entonces nos compramos una bandera cubana, cosa que no teníamos estando en Cuba, nos ponemos a escuchar a Rita Montaner, Bola de Nieve, música que antes odiábamos, tratamos de sembrar en nuestra casa, peor, en nuestro apartamento una palma real, nos pasamos el día con Cuba en los labios y competimos entre nosotros mismos para ver quién es más cubano, quién ayuda más a sus familiares o amigos, obvio, quién sabe más de la política y la economía insular y todos, exactamente todos tenemos la solución de cómo tumbar al gobierno y cómo convertir a Cuba en cuestión de semanas en el país soñado.

Pero todo esto pasa por miles y miles de variantes, cada cubano puede ser una variante diferente, que al final, sin quererlo, sin incluso ser muy conscientes, termina por favorecer el mismísimo gobierno que nos echó o al menos creó las condiciones para que nos fuéramos.

Somos presa y presos del gobierno, porque salimos muy comprometidos con los que en Cuba dejamos, entonces aparece la idea de defender, ayudar y proteger a la familia. Tan pronto llegamos, sin poder mantenernos todavia, comenzamos a tratar de garantizar que los nuestros vivan mejor e incluso que tengan lo que nosotros no tuvimos mientras vivimos allí. Es quizás una forma de disminuir el impacto de nuestra ausencia y seguir ocupando un puesto en aquella mesa del comedor familiar.

Pero, objetivamente, con esta solución entendible y aplaudible, al final, no estamos haciendo más nada que prolongar la buena vida del gobierno.

Veamos un ejemplo, sigamos la ruta del dinero.

Yo, en contra del gobierno, envío dinero a mi madre, tratando de que no padezca más de lo que ya padece. Ella, contenta siempre, se va a la tienda y compra comida. ¿De quién es la tienda? Ella va a la bodega y compra cómodamente, desde el punto de vista económico, los mandados. ¿De quién es la bodega? Ella puede acceder en la farmacia a los medicamentos que le recetan. ¿De quién es la farmacia?

Mi madre determina no comprar en las tiendas y se dedica a consumir en el mercado negro. Llama a su proveedor de carne de res, o de ajos y cebollas y le hace una buena compra. Entonces el proveedor tiene el dinero para ir a la tienda, la bodega o para sentarse a tomar cervezas en uno de los quioscos donde se venden sin estar totalmente frías. ¿De quién es el quiosco de las cervezas?

Bueno, le envío dinero a mi madre para que se haga una cafetería y venda panes con jamón casero. Mi madre tiene primero que pagar impuestos. ¿Quién cobra los impuestos? Luego para justificar su legal negocio tiene que comprar parte de los productos en las tiendas habilitadas para ventas en monedas extranjeras. ¿De quién son las tiendas? La otra parte hábilmente la comprará por fuera, a ese o esos proveedores que todos sabemos que existen, ese dinero no va a parar al gobierno, pero los proveedores se van a la tienda por jabón, aceite, mayonesa, etc., o se sienta a tomar cervezas. ¿De quién son las tiendas y las cervezas?

Mi madre necesita un par de zapatos. ¿Cómo funciona? Es sencillo, voy a la tienda y tengo que pagar por el zapato que escojo. Luego como no vivo en Miami, tengo que meter los zapatos en una caja y enviarlos por correo nacional a una agencia en la Florida, por lo cual tengo que pagar en dependencia del peso y el tamaño de la caja. Luego la agencia, que estoy convencido de que todas son del gobierno cubano cobra de 8 a 10 dólares por el envío a Cuba. Con el dinero invertido pudiera comprarle a mi madre aquí 5 pares de zapatos diferentes. Pagamos recargar telefónicas para que los nuestros disfruten de Facebook y WhatApps y no paren de tirarse fotos y no paramos de llamar a Cuba a través de agencias que también estoy convencido de que son del gobierno cubano. Una llamada a China desde Estados Unidos poniendo $10.00 dólares garantiza nada más y nada menos que 345 minutos de comunicación a un teléfono fijo o móvil. Pagando $ 10.00 dólares se obtiene tiempo ilimitado para llamar desde Estados Unidos a México. He encontrado una oferta para llamar desde Estados Unidos a Argentina, el costo, la módica cifra de 1.0 centavos por minuto. ¿Cuánto cuesta llamar desde Estados Unidos a Cuba?, ¿A dónde va a parar el dinero de las llamadas?

Y así, cada cubano aporta para mantener toda la estructura, por demás, extremadamente grande e improductiva de ese gobierno, que ha hecho el pan teniendo a millones de cubanos trabajando en el exterior sin tener que pagar por ellos absolutamente nada.

Todos queremos regresar a Cuba, sentimiento entendible humano. Entonces nos portamos bien, tratamos de no marcarnos, tratamos de mantener un perfil bajo, porque sabemos que, de convertirnos en monitores, el gobierno fríamente, ya dentro de los salones del aeropuerto cubano puede no dejarnos entrar o puede dejarnos entrar y luego no dejarnos salir. Entonces los cubanos, abogados todos, somos expertos en formar líos en cualquier cola, en cualquier lugar del mundo, menos en Cuba. Cuando llegamos a nuestra querida isla, somos y nos comportamos como ciudadanos ejemplares, más ejemplares que los que allí viven todos los días. Seguimos evitando los temas neurálgicos, nos evitamos las críticas fuertes públicas escudándonos en que hemos llegado de paseo. Nos metemos las colas, pagamos altos precios, recibimos mal servicios, aceptamos ser maltratados desde que ponemos un pie en el mismísimo aeropuerto, tomamos cervezas calientes, todo bajo la justificación que solo vamos a estar 10 días y que con mucha pena y dolor por volver a alejarnos de la isla y los nuestros, al poco tiempo nos regresaremos al “odiado” capitalismo.

Soñamos y soñamos con irnos de paseo a Cuba, a pesar de los millones de lugares que existen para pasear, donde de seguro se recibe mejor servicio, nos vuelve loco el regresar a Cuba a ver a los nuestros, pero también a demostrar que no hemos muerto, que el capitalismo no es tan malo, que hemos sobrevivido y que además siendo un obrero nos alcanza para vivir y para irnos de turismo. Entonces aparecen las escenas de cadenas y manillas de oro, alquiler de autos de turismo, de hoteles, de subir y bajar con cervezas en las manos, de conquistar a la chica que nunca nos miró o de conquistar todos los días a una o varias chicas diferentes. ¿De quién son los autos de turismo y los hoteles?, ¿Qué hacen las chicas conquistadas con el dinerito de regalo, si no es ir a la tienda a comprar nuevos vestidos, perfumes y cosméticos para seguir trabajando?

Ahora tenemos dos grupos destacados de emigrantes. Los cubanos que hoy se han repatriado, o sea, viviendo en el capitalismo, disfrutando del capitalismo donde quiera que se encuentren, porque prácticamente no existe otro sistema socio político hoy, no conozco cubanos que vivan en Corea del Norte, se regresan a Cuba, al mismo gobierno que no soportaban antes porque el gobierno, salvo algunos cambios de caras, es el mismo o es peor y luchan la “nueva” condición de cubanos, carne de identidad y bodega incluidos.

Cubanos, que pretenden siempre estar en el lado frío de la tortilla, que entonces ganan dinero aquí y se lo van a gastar a Cuba. Que prefieren asistir a los malos o deteriorados hospitales hoy, sólo porque son gratis o porque el “regalito” que hacen a médicos, enfermeras, etc., siempre es menor que pagar en sus lugares de vida. Cubanos que ganan dinero aquí y pretenden abrir negocios en Cuba, a pesar de que saben de memoria de que no existen garantías para absolutamente nada. Cubanos que se sienten orgullosos de volver a recoger los mandados en la bodega de sus barrios, que prácticamente ya no existen y que prácticamente ya no tienen mandados.

Otro grupo destacado, son los llamados “emigrantes del pan con bistec”, que me gustaría decir que no me gusta tal nombramiento, me parece ofensivo, sin embargo, es cierto que existe un grupo, que es nada más y nada menos que el resultado del gobierno cubano de estos últimos años, que su objetivo es un jean de brillos, una cadena de oro, un celular, un carro de 0 millas, los implantes de tetas, nalgas, labios, etc. Ese grupo es muy fácil de tratar por el gobierno, ese grupo es el definido como sin ideas políticas definidas y por tanto no en contra del gobierno cubano. Ese grupo sólo quiere comer, engordar, posar para fotos y tan pronto pueda irse a Cuba a vacilar, sin importar si ese país ha regresado al feudalismo o esclavismo. A ese grupo le da lo mismo que crezcan los niños o que crezcan los accidentes.

Pero, lo más llamativo de todo lo llamativo, es cubanos fuera de Cuba que defienden furiosamente al gobierno cubano todavía hoy, a pesar de todo lo que hemos pasado. Cubanos que mantienen una posición dulce, de acercamiento, de entendimiento, de justificación hacia el gobierno y que se dedican a criticar sin el más mínimo pudor a los países que los han acogido. Cubanos mal agradecidos, que ahora se nombran revolucionarios y que exhiben las fotos e ideas de Fidel, Che, no de Raúl porque no tiene ideas, de Díaz Canel, etc. Cubanos que se reúnen con el gobierno cubano y se prestan para desarrollar campañas a favor del gobierno, disfrazadas en la imagen de la familia o de Cuba como país.

Cubanos que su inconformidad los hace conspirar. No viven en Cuba, porque en Barcelona, Madrid, Paris, México, Brasil, por supuesto Estados Unidos, se está mejor, pero pretenden con sus ideas democráticas, de derechos humanos, de patriotismo, etc., prolongar la permanencia del gobierno y por supuesto tener en Cuba un refugio para vacilar. Cubanos que no tienen las agallas para decirse: estoy de acuerdo con el gobierno, me parece que esa es la solución de futuro para la humanidad, pues renuncio a mi condición de sueco y me voy a vivir como mis hermanos cubanos. Entonces desde allí si podré gritar viva Fidel, viva Raúl, viva el socialismo, Patria o Muerte, Vencemos y sobre todo la única opción, Socialismo o Muerte.

Si quieren ver una muestra inexplicable de lo que digo, visiten algunos llamados influencer que están aquí mismo en Estados Unidos, es más, en el mismísimo corazón de Miami y podrán “disfrutar” en la misma medida que sienten asco de personas que públicamente defienden al gobierno comunista de Cuba con Díaz Canel incluido y a Fidel con toda su trayectoria de desastres. Cubanos que abogan por el comunismo como sistema y que se dan el lujo de exhibir en el propio Miami una apología desmedida a estos últimos 60 años de descalabro.

Llamo la atención de que no soy un demócrata suizo, soy un demócrata cubano por lo que mi vínculo con el mundo animal está más cerca. No acabo de entender cómo esto puede suceder, amparado en la famosa libertad de expresión. No entiendo cómo se puede permitir y asumir que personas como estas trabajen públicamente, bajo órdenes del gobierno cubano, en territorio norteamericano, sin que por lo menos le pongan una bombita de humo en sus oficinas o set de transmisión. Y entonces me cuestiono las posibilidades de acabar con el comunismo en Cuba, si es que tenemos el comunismo aquí adentro y no hacemos nada.

¿Tendría yo, cubano común, que tener consideraciones con el gobierno cubano? No, absolutamente no. El gobierno cubano no me dejó expresarme, no me dejó reunirme, no me dejó formar un partido o grupo legal de oposición, me puso detenido varias semanas injustamente, me persiguió y me trató de coaccionar con varias entrevistas con miembros de la seguridad, etc. Creo que no, no debería tener consideración alguna.

Sigo pensando que usted puede pensar como le dé la gana, puede creer lo mismo en Dios que en una rana o una piedra, pero de ahí a hacer apología a un sistema represivo que no sólo destruyó a un país, sino que destruye y utiliza a su conveniencia a sus ciudadanos, incluyendo a los niños, es demasiado.

La ley del talión, para casos como estos, puede seguir siendo funcional, “Ojo por ojo, diente por diente, pan por pan”. Sería como permitir que saliéramos a la calle a bendecir la imagen de Hitler y a promulgar un nuevo exterminio de judíos. Sería como dedicar un día feriado al Ku Klux Klan y reconocer su inmensa labor por exterminar a los negros. Sería como convertirnos todos en inquisidores e ir por los pueblos cazando y quemando en las hogueras a los que determinemos como brujas o brujos.

No logro entender cómo es que se puede permitir una marcha, aprovechando el espacio legal democrático, con imágenes de Fidel, Che y consignas a favor del comunismo en Miami, en la Florida, en los Estados Unidos. Y es ahí donde no entiendo a los cubanos en sentido general. Como es que, si los que están marchando diciendo "Viva Fidel y el comunismo", no encuentren al doble o al triple de personas que los detengan y los obliguen a parar.

No entiendo entonces cómo es que podemos exigir al pueblo cubano en Cuba que se lance a la calle a protestar contra el gobierno, para que nos haga el favor de hacer la labor que nosotros mismos no hicimos y no somos capaces de partirle para arriba a un grupo que camina por las calles de Miami con carteles que dicen: "Viva la revolución cubana, Abajo el Bloqueo", que sigue acusando a los Estados Unidos de imperialismo cruel, etc.

¿Cómo es que se puede permitir que grupo de personas y repito no son uno o dos, se dediquen a hacer apología al comunismo cubano y peor a criticar todas y cada una de las acciones del gobierno norteamericano, acusándolo de todo lo malo conocido, viviendo precisamente aquí dentro de los Estados Unidos, muchas veces con apoyo o mantención del propio gobierno norteamericano? 

Repito, no soy un demócrata sueco, por lo que no debo por qué tener la más mínima consideración con el gobierno que estoy convencido que tiene, no debe, sino tiene que desaparecer ya y si es posible dejar absolutamente prohibida su existencia o vuelta, por lo menos para los próximos 64 mil milenios.

Todo esto, y quizás mucho más, es lo que nos ha convertido en ese paquete de mezcla de frijoles de todos los colores y tipos que se ve lindo desde lejos, dentro de sus nylon, en los estantes, pero que cuando se cocinan pierden sus verdaderas e individuales características. Esa mezcla que nos reúne, pero hasta ahora no nos ha unido.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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