Amelia, de lo común a lo extraordinario
Imagino que, como miles de cubanos, he tenido la grandísima posibilidad de ver y sobre todo escuchar una directa que hizo una joven cubana de nombre Amelia Calzadilla. Yo, quizás por un problema de mi personalidad, no sólo la ha visto una vez, sino que me he sentado en varias ocasiones y he repetido el video.
He visto entonces a Amelia, joven de una belleza nada fuera de lo común, graduada universitaria de lenguas extranjeras, trabajadora según confiesa del turismo, madre de tres hijos en Cuba y residente en un apartamento del Cerro, lugar caliente de la Ciudad de la Habana, descargar sin previa planificación, sin guion, sin leer un papel, un celular o un telepronter y sin que nadie le estuviera diciendo cada una de las palabras que dijo y descargó bien, en realidad, muy bien.
Amelia es una muchacha común. Nació, según dice, en un solar, que todavía existe, donde aún vive su abuela con 92 años. Debe ser uno de esos solares que pululan en Cuba, tanto, que muchas veces las manzanas completas están estructuradas con unos al lado de los otros. El solar, según Amelia, no se ha caído aun, lo que ha permitido a su abuela salvar la vida, pero ya está apuntalado, o sea, no dudarlo que en cualquier momento caerá.
Solares hoy repletos de cubanos, sobrevivientes ambos, los solares y las personas, de un gobierno por décadas decadente, edificaciones que aún muchas existen con cierta elegancia y aristocrático diseño, en aquellos palacios y edificaciones de finales del siglo XIX o principios del siglo XX.
Amelia, nada más verla, debe haber sido una niña común que asistía a la escuela y luego jugaba con las dos muñecas que a lo mejor tenía. La imagino delgadita escapándose para jugar en el medio del patio central de su solar y donde lo más seguro es que compartiera una de sus muñecas con sus amiguitas blancas y negras hijas de los cuartos aledaños.
Debe haber sido una buena niña, se le ve. De aquellas que, con uniforme muy limpio, quizás con una trenza o unas "motonetas", era siempre escogida para leer un comunicado en los matutinos de su escuela o decir de memoria un poema de Martí, moviendo sus manitos hacia arriba y abajo, cuando se celebraba un aniversario más del natalicio o la mjuerte del Apostol.
Amelia tiene que haber sido por aquellos años, según dice, la década de los 90, el orgullo de sus padres, que, por cierto, ella, al menos a su papá lo define como un gran revolucionario, militar comunista desde que tenía 14 años. La niña iba por buen camino, seguro pensaban y se decían sus padres por las noches muy tarde en aquel espacio al que llamaban cuarto, que estaba separado del de su hija por un tabique de cartón madera de 2 metros de alto y una cortina de tela vieja, en donde hasta el hablar bajito era poco privado.
Amelia es una muchacha común. De esas que siguiendo los pasos de una familia revolucionaria de aquellos años, que llegó a ser capaz de sentir orgullo de vivir en un solar y amar a la revolución, tuvo que ser también revolucionaria. Ella lo aclara cuando dice que entró a la universidad viniendo como cadete del ministerio del interior. Amelia, tiene que haber bebido de sus padres y tratado de continuar con el legado de construir una sociedad nueva, por lo que, en la universidad, también tiene que haberse destacado como revolucionaria, de aquellos alumnos que marchaban al frente de su facultad en las actividades ideológicas partidistas. Lo más seguro es que fuera militante de la juventud comunista. Nada extraño, Amelia es una muchacha cubana común.
La imagino delgadita, con un solo pitusa, que es el nombre con el que los cubanos bautizamos a los pantalones de mezclilla de vaquero típicos de Texas o jeans como se les nombra en inglés y que es proveniente, según cuentan, de una marca comercial de un taller de confecciones de los años cincuenta en el poblado de Jaruco, con una blusita de tiranticos fácil de lavar a mano o unos pullovers, quizás con unos tenis o unas sandalias. Tiene que haber sido buena estudiante, además de buena revolucionaria, pues confiesa que, ya siendo mamá de su primera hija, terminó su carrera con mucho más de 4 puntos de nota general de sus cinco años de estudio. Amelia es una muchacha común, que, graduada de la Facultad de Lenguas Extranjeras, hoy domina dos idiomas importantes y difíciles, el inglés y el francés, escogió irse a trabajar al turismo, rechazando otras ofertas, quizás probablemente de mayor reconocimiento profesional.
Muchacha común, tiene que haber sido buena, porque todos sabemos que los guías de turismo, por su cercanía a los extranjeros, tienen siempre un ojo que los vigila. Amelia, tenía una esperanza, reunir dinero para comprarse un apartamento o casita donde poder criar a sus tres hijos dejando el espacio que ocupa junto a su pareja e hijos en un apartamento de microbrigada que, como premio, su padre recibió después de no sé cuántos años de trabajo.
Muchacha común, trabajaba para lograr el llamado “sueño americano” en Cuba, lo que demuestra que más que americano, es también un sueño humano. Tener un espacio propio para ver a los suyos crecer. Entonces impulsada por esa idea, el sueño cubano, la imagino caminando por las calles de la Habana Vieja, su Habana Vieja, luchando con los turistas a los que no sólo hay que enseñar la cultura y la historia de la isla, sino casi siempre hablarles al menos de las "bondades" del sistema comunista. Entonces la veo fajarse con un turista poco convencido, cuando le dice que lo reparado del Casco Histórico son cuatro manzanas, que el resto de la ciudad se está cayendo. Ella lo sabe, nació en un solar que aún está apuntalado, pero con orgullo, caminaba defendiendo lo hecho. Uno por orgullo, otro por amor a su país, por qué no a su revolución y por si las moscas y el turista estaba enviado o alguien que pasaba de pronto recogiendo la basura con un walkie talkie en el bolsillo de atrás, la escuchaba.
Todavía como guía de turismo la veo encojonada cuando un turista en chancleta le decía que, si la revolución protegía a los niños, por qué La Habana estaba llena de infantes que pedían dinero, caramelos, chocolates o por qué si la revolución protegía a la mujer, cada día aparecían más jóvenes, a veces extremadamente jóvenes, que paradas en las esquinas, en las puertas de los hoteles, en los parques y plazas, en el Malecón, etc., ofrecían sus servicios sexuales a cambio de dinero, a veces a cambio sólo de un paseo o una comidita en un restaurante. Amelia, que es una muchacha común, pero no ciega, se iba quedando sin argumentos, la realidad superaba a la teoría. Le costaba trabajo reconocer públicamente, pero igual, imagino yo, que poco a poco la realidad la fue aplastando. De seguro, llegó a pensar que la estaban probando. Muchacha común, debió sentir miedo y de seguro sintió que cada día estaba poniendo a riesgo el sueño cubano, su apartamentico, por el cual había trabajado tanto.
Entonces, con tres hijos, muchas personas en el mismo apartamento de micro de sus padres y, al parecer, haber visitado todas las instancias del gobierno para tratar de resolver uno de los problemas que tenía, en este caso con la electricidad, sin haber obtenido la más mínima solución por años, sólo muela y más muela, sólo ya veremos, tendremos que investigar, ya le daremos una respuesta, etc., explotó y explotó bien.
Se sentó frente a un celular, imagino que de ella y comenzó a contar muy calmadamente lo ocurrido en su vida y como una muchacha cubana común, fue ella sola cogiendo candela y convirtió su intervención en un acontecimiento importante, que cautivó a muchos cubanos, sobre todo a las madres cubanas, po un lado y por supuesto al gobierno por el otro.
Amelia pasó de lo común a lo extraordinario y entonces en un cubano muy simple, directo, claro, concreto, limpio y, sobre todo, objetivo y muy fácil de entender, dio una magistral clase de historia, sobre todo de la historia que ella misma ha vivido, cosa que resulta muy difícil de desmentir, de esa historia diaria que no se encuentra ni en los libros, ni en las escuelas, ni en la televisión nacional.
Amelia, extraordinaria, gritó a los cuatro vientos la realidad del cubano de a pie. La no electricidad, la no agua, la no comida, la no medicamento. Amelia, que parece no estar soportada por Miami, describió la imposibilidad de comprar nada, por los precios exorbitantes sin control y límites, precios logrados sencillamente, así de fácil y rápido, por la mala planificación y puesta en práctica de las últimas medidas económicas inventadas sobre las viejas medidas económicas ya tomadas sin resultados, a los que los del gobierno osaron llamar reordenamiento.
Amelia extraordinaria, les gritó a los del gobierno, a los que algunos llamó por su nombre, que acabaran de pagar en dólares, que eso es lo que el cubano de a pie quiere y estoy de acuerdo con ella, eso es lo que se quiere aunque no se diga y es sencillo de entender, el dólar norteamericano llegó para quedarse, el dólar norteamericano es el que manda y dirige la economía del cubano. El dólar norteamericano es lo que nos diferencia a los cubanos.
Amelia extraordinaria, les gritó que no inventarán más, que no eran idóneos, o sea, que no sabían lo que tenían que hacer o lo que hacen no tiene resultados y al borde de las lágrimas, extraordinaria les dijo, si no pueden con esto, vendan el país, véndanlo por provincias, a lo mejor alguien se interesa. Estoy convencido de que no es Amelia una anexionista, estoy convencido de que la idea de “vendan” no es una realidad pensada como negocio, estoy más que convencido de que nadie le dijo que dijera eso. Fue sencillamente la explosión, la impotencia, el enfrentamiento a la burla de los funcionarios, a la incapacidad de un gobierno. Es el resultado de como dice el viejo refrán, “el que tiene tienda que la atienda, o si no, que la venda”.
Amelia explotó y explotó bien, tan bien que ella sola, con su celular, puso, una vez más a temblar al más que temeroso gobierno y lo increíble es que Amelia no habló de cambio de constitución, de partidos políticos, de libertades. Amelia no mencionó a los que están aún detenidos o ya fueron sancionados injustamente, ella no valoró el comunismo, ni se defecó en el partido comunista. Amelia no dijo “Patria y Vida” y no más Patria o Muerte.
Amalia dijo no más discursos, no más muela, ella sólo pidió vivir en dignidad, que el dinero pagado sirva y alcance para resolver las necesidades y más que eso, sirva para vivir, donde entran, por qué no los juguetes, los helados, las galleticas, etc., o sea, nada más y nada menos que el mismísimo sueño cubano o humano, que las personas tuvieran comida, medicinas, etc., y entonces la respuesta del gobierno no se hizo esperar. No importa que Amelia sea una joven común cubana, trabajadora, madre de tres hijos diciendo la verdad, tal como deben haberle enseñado su padres.
Gobierno, de lo extraordinario a lo común.
La respuesta de un gobierno destacado y dedicado más que nunca en reprimir de forma individual a las personas, fue la misma de siempre. A las pocas horas de la directa de Amelia, se presentó en su apartamento una “comisión” del gobierno. La misma comisión de siempre, esa llamada comisión integrada por los mismos “come vaca” que hasta ese momento no resolvieron nada y le dieron larga y más larga a todas las acciones de Amelia, más los David, Alejandros, Carlos, Ernestos y todos los demás seudónimos que utilizan aquellos jóvenes de la inteligencia, la contra inteligencia, la seguridad del estado, o cualquier otro nombre departamental que existen para combatir y sobre todo, como dicen ellos mismos, realizar una tarea profiláctica sobre los cubanos que por una razón u otra se salen de la manada.
La comisión no podía tener dudas de lo que Amelia había dicho, pues lo dijo “alto y claro”, entonces la comisión quería como siempre, por un lado, repetir el mismo discurso de “estamos haciendo el esfuerzo” y, por otro lado, de seguro cuestionar y amenazar a Amelia, si no abiertamente para no calentar más el asunto, por lo menos dejárselo caer, con aquello de que “sabemos que …” De donde Amelia además salió citada para la sede del gobierno para analizar lo que le pasaba, así la comisión llevaba a Amelia a su ambiente, a donde ellos se mueven mejor.
Luego, una vez más, como siempre, lo común, tratar de desviar la atención y crear una imagen negativa de la persona, en este caso la víctima fue Amelia.
Díaz Canel, el presidente puesto a dedo, el gris, sale en la televisión nacional más maquillado que una geisha, o sea, muy ridículamente maquillado, hablando de cualquier mierda que nadie cree. Mientras su esposa, que obviamente no tiene nada más digno que hacer, escribe mensajes para las redes sociales, hablando del “mango” que se perdió la cumbre americana a la que no invitaron al gobierno cubano. Primero lo llamó el “dictador de mi corazón”, ahora lo llama “mango”, aludiendo a lo de buen tipo, lo que trasparenta con muy poco, el poquísimo cerebro que tiene.
Como Amelia mencionó que sus hijos no tenían juguetes, porque ella, a pesar de ser guía de turismo, no se los podía comprar, entonces la televisión nacional exhibe un ridículo documental en no sé qué provincia de Cuba, donde un grupo de niños, tirados en el piso, juegan contentos con juguetes. Nada más asqueroso, la idea del que se ocurrió, más la acción del periodista que salió a ejecutarla, más la intención de la televisión nacional de desmoralizar a una cubana, tratando de desmentirla al mostrar una realidad que todos sabemos no existe.
Por supuesto, inmediatamente se disparó el batallón o ejercito que el gobierno tiene hoy en las redes sociales que llegan a todo el mundo, los lacayos, la jauría. Personas con seudónimos, que existen y declaran sin dar la cara, que están para crear un expediente desmoralizador para las personas como Amelia. Entonces, como los argumentos expuestos son fuertes, como no pueden decir nada, ni desmentir lo que la joven extraordinaria muchacha dijo y menos cambiar la reacción de muchos cubanos en apoyo a ella, la idea es la de siempre, Amelia mentía porque ella tiene una lámpara de luz en el techo de su casa, posee un televisor y, además, para colmo, tiene las diez uñas de sus dedos de las manos pintadas, lo que además se puede asumir que tiene también las diez uñas de los dedos de los pies pintadas. ¿Esto puede ser serio?
Por supuesto, Amelia, inmediatamente se quedó sin internet y sin comunicación en su celular. Casualmente se quedó sin servicio, por lo que se quedó sin la posibilidad de comunicarse con aquellos que a lo mejor quería comunicarse. No celular privado, no redes sociales, no comunicación, entonces menos personas podrán interactuar. Todo es posible para no dejar que Amelia se convierta, al menos por unos días, en una especie de líder. Acciones para evitar lo que el gobierno teme todos los días.
Común actuación del gobierno. Entonces el mensaje, Amelia no puede pensar por su cabeza, Amelia no puede estarnos contando lo que ha pasado y pasa, Amelia es sencillamente otra pagada por el imperio, de seguro con fuerte conexiones con la todavía y más que nunca desvergonzadamente llamada “gusanera de Miami”.
Amelia, la común joven cubana. La buena estudiante de toda su vida. La cadete del Ministerio del Interior. La profesional trabajadora del turismo. La siempre buena hija y nieta y ahora la también buena madre de tres niños. La joven cubana común que tenía un sueño y decidió realizarlo en Cuba con trabajo y dignidad, ahora es el nuevo y momentáneo “enemigo” a frenar, desmoralizar, combatir y si se pone complicada, desaparecer.
El sueño cubano de Amelia se ha acabado, tal como se acabó para millones de cubanos. Ahora mismo no será, pero sus días como trabajadora del turismo, como guía en dos idiomas, comienzan a estar contados. La comisión en ese viejo juego de “azúcar y sal” o “policía bueno y policía malo” tratará de ponerle un parche a algunos de los problemas que ella gritó, es muy probable que le lleven de regalo unos carritos plásticos o unas muñecas “Made in China” a sus hijos, mientras los Ernestos, los David, los Alejandros, a los que ella conoce y les dirigió un mensaje directo, en la oscuridad, le abrirán un expediente.
Amelia la joven cubana común pero extraordinaria, acaba de empezar su carrera pública contra el gobierno extraordinariamente común.