jueves, 28 de julio de 2022

453.- Me sigue pareciendo que los cubanos sí.

Hace ya algunas semanas, tuve la oportunidad de hablar por teléfono con un familiar al cual me unen miles de historias, sentimientos, experiencias, enseñanzas, etc. Después de los saludos cordiales, éste cercano familiar, para el cual el éxito se mide en dinero y acumulación de tarecos, me dijo que leía lo que yo escribía y que escribía bien. Viniendo de él, un profesional exitoso como pocos he conocido, aquello me pareció todo un gran halago.

Después de pasar los saludos cordiales y caer de plano en nuestras realidades diarias, con el mismo impulso de lo anterior, me dijo que lo que escribía no servía de nada, que había que hacer otras cosas. Punto menos que me dijo que era un comemierda por dedicar mi tiempo libre a escribir y expresar lo que pienso.

El criterio para nada me tomó de susto. De haber sido 30 años antes, hubiéramos desencadenado una conversación-discusión que, a lo mejor, todavía duraría, pero como el tiempo, cuando pasa bien, no sólo deja sus huellas en el cuerpo, sino también en el cerebro y como “guerra avisada, no mata soldados", lo escuché, sonreí y pasamos a hablar de otros temas.

Qué hay de aquellos que, por escribir, hoy son millonarios y peor, que hay de aquellos pobres que, por escribir, acumulan reconocimientos y premios, incluido los Nobels. Puede parecer increíble, pero para muchos, quizás como para mi familiar, estas personas no han hecho nada productivo en la vida. Productivo puede ser tener siete televisores.

Entonces ayer encontré esta idea que ahora dejo aquí. Ella me salva, no para mí, estoy salvo por mí mismo, sino para los que me acompañan y me anima, a pesar de la pobreza, a seguir escribiendo.

Llamo la atención que Jacques Derrida fue un filósofo francés nacido en Argelia, que desarrolló una forma de análisis semiótico conocido como deconstrucción. Autor de varios textos reconocidos a nivel mundial, trabajó en la fenomenología, amplio movimiento filosófico que defiende una psicología descriptiva, corriente idealista subjetiva dentro de la filosofía, la cual propone el estudio y la descripción de los fenómenos de la conciencia, o sea, en cubano, el análisis de las cosas tal como se manifiestan y se muestran en la conciencia. Es la búsqueda de conocimiento que apela exclusivamente a la experiencia evidente, carente de hipotetización. 

El 15 de julio de 2021, hace ya un año, en este mismo blog, escribí un artículo, “Los cubanos no estamos confundidos. Los cubanos queremos LIBERTAD”, donde recordaba los incidentes que vivimos en muchas ciudades y estados de este país, a raíz de la muerte de George Floyd. Hecho que desató revueltas, algunas de ellas de elevado nivel, con pérdidas económicas, saqueos, enfrentamientos entre personas y las autoridades, heridos y muertos, para algunos mucha diversión, para otros mucho odio, por varias semanas y meses. 

En aquel momento escribí:

Hace ya poco más de un año, un afroamericano, un negro, para nosotros los cubanos, George Floyd, murió como consecuencia de una acción desmedida de un policía blanco mientras trataba de inmovilizarlo en el piso.

Floyd no era ningún héroe, no era tan siquiera un humilde consagrado trabajador, era un delincuente con varias condenas menores cumplidas en cárceles, no obstante, no debió morir. El policía, no la policía norteamericana, fue arrestado, enjuiciado y, a pesar de estar cumpliendo con su deber, fue sancionado a muchos años de privación de libertad.

La muerte de Floyd inmediatamente desató una respuesta nacional e internacional. Parte de la comunidad negra de los Estados Unidos y también muchas personas blancas dejaron escuchar sus voces de repudio al hecho.

Movimientos organizados, civiles, “Black Lives Matter” y armados, “Black Panther Party”, tomaron muchas ciudades y a ellos se sumaron grupos de izquierda, más muchos estudiantes que, aprovecharon la coyuntura para expresar sus insatisfacciones y, sobre todo, sus desacuerdos con Donald Trump, en aquellos momentos presidente del país.

De demandas pacíficas, se pasó muy rápido a la violencia como diversión. Hubo heridos y mucha destrucción, hasta que el Gobierno Federal tomó cartas en el asunto y los norteamericanos que sí están armados y muchos entrenados por haber pertenecido al ejército, hombres y mujeres, salieron a proteger sus negocios, casas, derechos y tranquilidad.

Internacionalmente la respuesta no se hizo esperar. Todo el mundo opinó, nosotros los cubanos en el protagónico, tanto que muchos dieron la imagen de enorme dolor, tal como si fueran familiares o amigos cercanos de Floyd. Poco énfasis se hizo en que también anualmente mueren muchos negros asesinados por lo de su misma raza o color de piel en asaltos, atracos, violaciones y guerras entre pandillas por el control de zona de droga y tráfico de armamento y mucho menos se recordó que todos los años policías de todos los colores, edades y sexos son asesinados por delincuentes. El hecho de la desgraciada muerte de Floyd, negro, fue maximizado porque, entre otras muchas cosas, se utilizó como una venganza contra Trump, el que para muchos es el Diablo en persona.

El gobierno de Cuba, como siempre, cuando se trata de los Estados Unidos, emitió su mensaje de condena por la muerte, cosas que me parece aceptable, ético y necesario en cualquier gobierno, porque Floyd no debió morir de la forma que murió, pero, además, muy rápido, el gobierno cubano se solidarizó con las protestas reconociéndolas como legítimas.

El pueblo “oprimido” de los Estados Unidos tenía derecho a protestar, a mostrar su inconformidad. Por supuesto, la policía imperialista no debía existir, dijeron. La brutalidad policial en el país más abusador del planeta debía desaparecer, afirmaron.

Los mensajes cariñosos al movimiento Black Lives Matter, cuyos principales líderes se declararon abiertamente socialistas y a los Black Panther, grupo paramilitar considerados por algunos como beneficioso y por otros como uno de los mayores peligros para la sociedad norteamericana, inundaron los medios informativos.

No fueron pocos los que culparon a Trump y su “discurso racista”, incluso cuando el presidente no conocía a Floyd, no conocía al policía y no estuvo en el lugar de los hechos. Odio a Trump y más, odio absurdo a los Estados Unidos, por parte de muchas personas que no viven aquí y aunque disfrutan de las ventajas, bondades y beneficios de otros países capitalistas, mantienen siempre una doble jugada, con un discurso dulce de igualdad, fraternidad, equilibrio, gratuidades, etc.

Las protestas ocurridas eran legitimas y necesarias. Esa parte del pueblo norteamericano que protestó tenía no sólo el derecho, sino la absoluta razón. Esa fue la conclusión de muchos, entonces, ¿dónde están esas voces ahora, que dan la callada por respuestas?, ¿por qué no están en la calle con el mismo ánimo y entusiasmo defendiendo el derecho de los cubanos a defenderse?

¿Floyd no debió morir y los cubanos?”

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Hoy de Floyd nadie se acuerda. Pienso que su familia, la cual recibió una gran indemnización, porque a pesar de no ser Floyd un héroe en un país de derechos su vida importaba y los policías vinculados al incidente, que, aunque cumplían con su deber, parece que le provocaron la muerte, el resto, incluyéndonos a muchos cubanos, esperamos otro evento que podamos utilizar para formar líos, sobre todo si esos eventos significan criticar o herir a Estados Unidos, porque así somos muchos de agradecidos o algún que otro funcionario o político que no nos gusta.

Si el reclamo de derecho fuera siempre honesto, no habría problemas, pero es conocido que dentro de esos reclamos hoy se esconden decenas de variantes e intereses que para nada tienen que ver con lo que se refiere el reclamo público. Da igual el evento, da igual el país, se llega incluso a pagar para que personas salgan a la calle a marchar y así engordar las filas de los aparentes descontentos.

Es bueno recordar que Floyd, que repito estaba tratando de cometer un delito y sumarlo a los que ya tenía en su historia privada, al querer pagar en una tienda con un billete falso, que al parecer se encontraba bajo la influencia de drogas y se resistió a bajarse del auto donde estaba cuando llegó la policía, no murió asesinado por un o varios policías, o sea, el policía no le disparó con su arma, no se utilizaron armas de fuego en el incidente, no lo cogieron por el cuello hasta dejarlo sin vida, no lo reventaron a patadas, etc.

El policía trató de llamarlo al orden bajo una acción, al parecer, más violenta de lo debido poniéndole la rodilla en el cuello mientras estaba boca abajo, lo que provocó que Floyd tuviera dificultad para respirar a decir de él mismo, luego se llamó a una ambulancia que le brindó los primeros auxilios y se le trasladó a un hospital, donde dejó de vivir, según los intencionados no especialistas, por la violencia recibida.

Se le prestó atención médica, se le trasladó en una ambulancia, lo que aquí significa un hospital ambulante con un cuerpo de paramédicos altamente preparados y se le recibió en un hospital, donde se le trató de salvar la vida.

El informe preliminar de los médicos forenses del condado, máxima autoridad oficial al respecto, asegura que la autopsia “no revelaba hallazgos físicos que respaldaran un diagnóstico de  "asfixia traumática o estrangulación”, pero lo que si se encontró fue que Floyd sufría de una "enfermedad de las arterias coronarias y enfermedad cardiaca hipertensiva" que pudieron haberle ocasionado la muerte poco después de la violencia recibida por la acción del policía y las drogas que había consumido.

 

Paralelamente la familia del occiso, no contenta con el resultado oficial, contrató a un forense privado de la ciudad de New York, porque tuvo ese derecho, el cual declaró totalmente lo contrario al examen practicado por los forenses oficiales. La familia recibió un dinerito y los policías hoy están sancionados a largas condenas de privación de libertad, cada uno en dependencia de su responsabilidad y participación en los hechos.

 

Drogado o no, violento o no, delincuente o no, Floyd no debió morir ese día. Nadie merece morir así. Sus últimos minutos, a pesar de haber sido atendido por médicos con alta tecnología, deben haber sido muy malos.

Lo cierto es que, como todo ajiaco puntual, pero con todos los condimentos para ser utilizado, a las pocas horas muchas personas se lanzaron a las calles y utilizaron la figura y muerte de Floyd para mostrar sus descontentos. Estos movimientos, al parecer anunciados como pacíficos en sus definiciones, como todos los movimientos masivos, dejaron incorporar y digo dejaron porque en ningún momento se declararon en contra o se diferenciaron, a grupos de maleantes e incluso organizaciones violentas desde su fundación que provocaron los disturbios altamente peligrosos para la tranquilidad ciudadana.

 

La familia de Floyd, los participantes en organizaciones civiles y pro derechos humanos, estudiantes y por qué no, muchas personas de bien, salieron a protestar y pedir justicia, pero lo que vivimos aquí no fue sencillamente eso, sino un desborde de la delincuencia que dio candela, destruyó locales, tiendas, restaurantes, agredió a personas sin distinción de edad, daba lo mismo que caminaran por las calles, estuvieran sentadas tomándose un café o manejaran sus automóviles, abundaron los robos, saqueos, agresiones a policías, choques con otros grupos civiles que trataban de llamar al orden o al menos defender sus derechos y propiedades, etc. Políticos que llegaron a defender la idea de quitarle los fondos a la policía, cuando lo que tenemos es que asignar más dinero para poder tener mejores y más policías que nos protejan.

 

De una forma u otra todo el mundo se manifestó, unos a favor de la protesta nacional con la violencia incorporada, otros totalmente en contra. Muchos convirtieron a Floyd por algunas semanas en su héroe. Los más interesados llevaron el incidente a la política y como era de esperar a temas de racismo, explotación, discriminación, etc.

 

Algo parecido, pero en otro contexto y país, ocurrió hace pocas semanas. En Cuba un policía mató, algunos testigos dicen de dos, otros dicen de tres disparos a un joven cubano en la ciudad de Santa Clara, que por casualidad había salido a marchar pidiendo cambios radicales para Cuba en pasado 11 de julio de 2021.

 

El joven de 17 años fue baleado por un policía, que luego de tenerlo herido y esposado boca abajo en el medio de la calle, todavía le daba patadas. El joven murió desangrado, sin atención, frente a decenas de santaclareño inertes, que sólo se conformaron con filmar con sus celulares lo que estaba ocurriendo.

El hecho, ya no tan nuevo para los cubanos, enseguida desató la noticia oficial del gobierno, y como siempre el joven asesinado resultó tener un historial de violencia y en aquel momento estaba armado con un cuchillo y un machete cuando la policía en defensa propia lo liquidó, por lo que la “justa” acción policial se inscribe dentro de un acto legítimo de defensa propia. Los testigos aseguran que no estaba armado y que la bronca no era tan siquiera con la policía.

 

O sea, el joven ya herido de muerte y desangrándose, fue esposado y puesto boca abajo, lo que lo inmovilizaba totalmente, pero como si fuera poco, el policía que estaba parado junto a él, lo pateó varias veces y a eso el gobierno llama justa defensa. El joven, en un país donde una ambulancia, para no darle muchas vueltas, hoy no existe, murió desangrado, sin atención profesional. Era un adolescente, visto por mí ahora, casi un niño, que además tenía un hijito de un año.

El mismo gobierno cubano que no hace mucho estuvo entretenido varias semanas repudiando y criticando el caso Floyd, con aquello de las diferencias sociales, los desposeídos y el racismo, ahora justificó el hecho en Santa Clara. Los repetidores del gobierno cubano, incluyendo los que viven fuera de Cuba, que sufrieron hasta más no poder por la muerte del afroamericano y le echaron la culpa al malo de Trump, que ni por allí estaba, se hicieron, una vez más, como siempre, tal como nos tienen habituados, los locos frente al hecho de Santa Clara.

La versión es clásica y repetida. Floyd, casi un héroe norteamericano, víctima del racismo. El joven cubano, delincuente, de actitud violenta, agresor. Policía norteamericano malo y asesino, mientras que los policías cubanos víctimas, son buenos y justicieros. Floyd endrogado, tratando de resistirse al arresto y tratando de cometer el delito de pagar con dinero falso, víctima del sistema capitalista. Joven cubano, enemigo del sistema más humanitario y solidario del mundo, delincuente y provocador.


El sunami, la gran ola, creado por la muerte de Floyd en el mundo que odia a Estados Unidos, no existe para el mismo hecho cuando sucede en Cuba. Los gobiernos llamados democráticos, incluyendo a Estados Unidos, poco dijeron, el Papa izquierdista y su iglesia católica, todavía hoy habla de su relación “humana” con Raúl Castro, del joven de 17 años muerto por la super violencia policial en Cuba nada y para colmo los familiares, los amigos, los socios del barrio, la ciudad de Santa Clara, sólo filmaron.

 

Cuando conversamos entre íntimos sobre estos temas, siempre aparece la misma pregunta, ¿qué nos pasa como pueblo?

 

Y en realidad es difícil de entender el embrujo al que hemos sido sometidos y digo embrujo para atribuirle una justificación más allá de la lógica.

 

Un joven, sea el que sea, recibe disparos de un policía, lo esposan, lo tiran al suelo boca abajo, el policía ensañado todavía para dañarlo más de lo que estaba, lo patea, cosas que lo único que reflejan es la inyección de odio con que los llamados oficiales del orden salen a la calle a reprimir a los cubanos. Lo único que demuestran es la impunidad con que están trabajado.

 

Joven muerto y ni las personas más cercanas, familiares y amigos, responden. Seis o siete policías flacos, mal comidos y mal entrenados, son capaces de resistir, detener e inmovilizar a decenas de cubanos que desde lejos filman con sus celulares y hacen comentarios para las redes sociales. ¿Cómo?


Floyd no debió morir ya dije, pero, me sigue pareciendo que los cubanos sí.








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