sábado, 30 de julio de 2022

455.- ¿Por qué ellos sí y nosotros no? (Segunda Parte)

Ahora si se puso bueno esto. El Terrible, después de mucho tiempo, se anima a escribirme y eso me hace seguir escribiendo. Sus ideas mucho mejores y claras que las mías, me sirven de alimento. Al final el intercambio termina por enriquecer. Aquí les pongo sus reflexiones sobre lo que vengo desarrollando. Como siempre, mi cercano lector, genial.


Leí tus últimas reflexiones como todas las anteriores. No veo nada malo en el acto de los cubanos que viven fuera del país en opinar sobre lo que pasa en estos momentos históricos. Hoy es el Día de los Mártires en Cuba, sobre todo por la relación con el asesinato de Frank y algunos de sus compañeros de lucha. Tenía 22 años en aquel momento y planeaba casarse con su novia América también compañera de ideas y luchas. Dicen que el joven fue un excelente estudiante con gran devoción cristiana que no le impedía ser el jefe de acción y sabotaje en aquel momento y el autor intelectual de las acciones que se ejecutaban para calentar el llano sobre todo la ciudad de Santiago de Cuba en el año 1957 y mantener el apoyo a los alzados en las lomas orientales. Con la excepción del hecho de haber confiado en el gran líder histórico, Frank y sus amigos son ejemplo de entrega ciega a un ideal poniendo en riesgo sus propias vidas y la de sus familiares todos los días. ¿Qué fuerza desconocida lleva al hombre a mantener semejante comportamiento?, ¿Será la misma que mantuvo a los músicos del Titanic tocando mientras se hundía en aquellas frías aguas o como la actitud del capitán de encerrarse en el puente para viajar a las oscuras profundidades del océano, según los sobrevivientes? Claro que los tiempos son diferentes en Cuba y como consecuencia los cubanos de hoy también son diferentes. Los que nacimos y crecimos aquí sabemos las razones que mantienen a los cubanos de hoy en indefinida resistencia pasiva. ¿Qué pudo mover a los bayameses en el siglo XIX para que tomaran la decisión de quemar sus viviendas y partir al agresivo monte cubano antes de entregárselas al enemigo, si sabemos que en su mayoría eran analfabetos?, ¿Somos o no somos los mismos cubanos?, ¿Cómo nos transformó el hecho de vivir bajo un régimen que neutraliza y destruye los más elementales preceptos de comportamiento humano al margen de su filiación política? Es un misterio que en algún momento de la historia será debelado. ¿Cómo se puede controlar y manipular a todo un pueblo durante décadas?, ¿Qué mente diabólica puede lograr que la mayoría se mantenga con la cabeza baja y desarrolle la capacidad de resistir lo indecible justificando su actitud?, ¿Cómo un mortal puede lograr que el miedo pueda ser heredado y transmitido por generaciones sin que nada ni nadie pueda impedirlo? Los cubanos merecemos lo que tenemos y por desgracia tendremos que esperar a que las soluciones vengan desde afuera. El gran hermano y gran líder histórico se aseguró de que el infernal mecanismo siguiera funcionando aún después de su desaparición física. Es evidente que los cambios se demoran y no podrán ser vistos por las presentes generaciones, lo que ha incrementado el éxodo masivo y recurrente en los últimos 60 años. Nadie quiere permanecer preso para terminar abandonando la lucha y el país. Nadie quiere morir en la Cuba de hoy, las opciones son resistir y aguantar o desistir y emigrar. No ha nacido todavía el cubano que podrá cambiar ésta actual y triste realidad porque los que ahora tienen la edad de Frank quieren ver el final de la película y abandonan el barco para no hundirse. Sigue escribiendo, para tú suerte y la de muchos que te seguimos vives en un lugar en el que muchos dicen lo que piensan sin miedo a el criterio ajeno”.

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Fidel Castro hace años murió. A pesar de lo malo, murió bien, en el hospital que tenía montado en su casa, rodeado de familiares y amigos. No pagó lo que debía. Dicen que sus cenizas están dentro de una piedra en el Cementerio Santa Efigenia, afectando el protagónico de José Martí también enterrado allí, cosa que yo no creo, porque son demasiado mafiosos los Castros como para poner las cenizas de la persona cuyo legado es lo que hoy tenemos en Cuba, a sabiendas de que frente al primer cambio, muchos irán con martillos, cinceles y mandarrias a destruir la enorme piedra devenida en monumento fúnebre, tal como pasó con el Muro de Alemania o de conseguir en ese momento alguna grúa, la piedra será nuevamente desenterrada y lanzada con las cenizas de Fidel o de una viejita que murió el mismo día y no fue reclamada por sus familiares a la fosa de Bartlett, al sur de Santiago de Cuba, al decir de los expertos unos de los mayores desniveles submarinos del mundo.

Raúl Castro, cuyo único mérito real es ser hermano de Fidel, algunos dicen que medio hermano, pero en realidad subordinado total y absolutamente a su hermano mayor, es una persona nonagenaria, que hoy sirve para muy poco. A veces cuando una actividad ceremonial lo merece, lo sacan y lo presentan y así coge un poco de Sol. Raúl, con una mascarilla que le cubre casi toda la cara, a partir de la misma base de los ojos, hoy no sabemos si es un muñeco, un doble o alguien que es trasladado, sentado, movido por cordeles y que levanta la mano para saludar y a veces aplaudir. Raúl hoy es presentado como un recuerdo, con muchos méritos inventados y utilizado por los presentes modernos dirigentes para simular determinado apoyo, aprobación y tal como dicen con esa palabrita más que traída por los pelos, la continuidad, como si se tratara de fabricar un chorizo detrás de otro en la misma máquina y con la misma materia prima.

Miguel Díaz Canel, el “puesto a dedos”, el “singao”, deberá pasar a la historia como el peor de los presidentes que ha tenido Cuba desde que se fundó la República allá por el 1902. Es cierto que algunos de los presidentes republicanos tuvieron sus problemitas, pero por lo menos eran elegantes. Este tipo que hoy tenemos, primero no parece cubano le falta arranque y fuerza, es un tipo sin personalidad, gris, bruto, al que le tiembla la voz cuando habla y le cuesta trabajo enunciar una idea claramente, cuyas frases más célebres son: “la limonada es la base de todo", en un país donde un limón sólo es comparado con una pepita de oro y “nosotros amamos el amor y odiamos el odio”, en un país donde amor y odio se han confundido y hasta fundido en la cabeza de cada uno de los cubanos. Su “continuidad” sólo ha significado hundir aceleradamente a un país que ya venía hundido, donde, nada exactamente funciona, donde, por sólo poner un ejemplo, en aquella azucarera del mundo que fuimos, la zafra del 2020 ha sido la más mala de la historia del país desde 1904 cuando la caña se cortaba y se alzaba a manos, se trasladaba en carreta tiradas por bueyes y los ingenios eran aún los heredados de la época colonial que terminó en 1899.

De aquella revolución cubana que fue faro y luz durante algunas décadas para el mundo necesitado de cambios e igualdad, hoy no queda ni el faro, ha tenido que venderse a los capitalistas que quieran invertir en Cuba y por supuesto, literalmente menos queda luz, en un país donde tener electricidad hoy es sencillamente un lujo. Hoy no hay faro, no hay luz, ni hay un quinqué, no hay una vela, no hay fósforos.

El pueblo cubano es un pueblo totalmente dañado, humillado, transformado en algo que no se puede definir qué es. Interesado en emigrar hacia cualquier parte del mundo donde se pueda al menos soñar con vivir en paz y con dignidad. Un pueblo que nada tiene hoy que ver con dignidad, soberanía, patriotismo, amor, etc. y está sólo abocado a sobrevivir de la peor manera que existe. Un pueblo que no confía en las instituciones del gobierno y menos en la cantidad de dirigentes ineptos, incapaces, corruptos y gordos que dice lo representan. Un gobierno que para dirigir a un pueblo sigue comiendo langostas, continuidad si, heredada de Fidel.

Cuba más que nunca es la muestra de las grandes diferencias, mansiones ocupadas por los dirigentes del gobierno, negocios privados de personas que no han tirado un chícharo en ese país y nadie sabe de dónde han sacado el dinero, hoteles para turistas extranjeros provenientes del explotador capitalismo y una población que no sólo pasa trabajo para conseguir comida y medicinas, sino que está imposibilitada a resolver un pedazo de madera y clavos para reparar una puerta, un saco de cemento para arreglar una rajadura o un techo, un bombillo o tomacorriente, algo tan elemental como una frazada para limpiar el piso, un par de zapatos o un juguete para niños.

Los cubanos hoy no emigran, huyen. Huyen como todo el que desesperadamente trata de escapar, sin tomar en cuenta de que la huida puede ser más peligrosa que la propia permanencia. El cubano, sobre todo y de forma penosa, los jóvenes, no creen en selvas, ni mares, ni policías y coyotes, ni en monstruos de siete cabezas. Los cubanos huyen, como todo aquel que un día huyó de una cárcel o un campo de concentración, donde sólo la huida era disfrutada por su cercanía a la libertad.

Un pueblo que tiene una población regada por el mundo, que a pesar de problemas ayuda a los suyos en la isla y que aún es considerada como “gusana”, aún, quizás hoy más que nunca, es maltratada, irrespetada, marginada, pero que ayuda inconscientemente, todavía hoy en silencio y con discreción, a confundir más al cubano de la isla, que frente a las dificultades que vive, ve en esta ayuda una forma “agradable” y “fácil” de vida. Todavía hoy cubanos que incluso pueden apoyar al llamado sistema socialista, del cual nada queda en realidad, vistiendo un short con la bandera norteamericana, cubriéndose la cabeza con una gorra que dice “I love N.Y.” y debiendo tener dólares norteamericanos en los bolsillos hasta para poder comprar cualquier cosa, incluida la sal, siendo Cuba una isla o mejor un archipiélago y por tanto estar rodeada de agua de mar, que se mantiene, a pesar de los problemas climáticos, salada. Agua de mar y Sol fuerte casi todo el año, que deberían permitir a Cuba ser millonaria, porque podríamos ser los mayores exportadores de sal del mundo de una industria cuyos mayores componentes los pone Dios todos los días, por los que no hay que pagar a nadie aún, ni importarlos. Agua salada y Sol, elementos que el “bloqueo asesino” no ha podido bloquear.

Un pueblo donde todos se ponen contentos cuando Yusimí, mulatica linda ayer, con 17 años hoy aparece en casa con Manuel, español de 60 años o con Flavio, italiano de 65 años que prometen casarse con ella y entregar a la familia quizás algunos camellos, casas de campaña, dátiles, algunos cristalitos de colores, chocolates, turrones, espaguetis, etc., como dote. Yusimí a sus 17 años, flaca le decía padre, bruta le decía su madre, hoy es punto menos que una heroína, no solo en su familia, sino en su cuadra, en su edificio, en su barrio. Yusi la que ha demostrado que la diferencia de edad, cultura, idioma, tradiciones, etc., no son nada cuando el “amor” existe. Yusy la que escapó y al pasar un año regresa con los cabellos más lacios que los japoneses, los lentes azules tal como tienen los ojos las mujeres suecas, con el seseo de Madrid o que en las mañanas se levanta y les dice a sus familiares “buon giorno” para celebrar el amanecer del día, pero que compra los pastelitos y los tamales para la fiesta de celebración del aniversario X de los CDR y le promete a la prima que buscará para ella otro amor aunque tenga 80 años, lo importante es el pasaporte.

¿Por qué a pesar de todo lo que no tenemos, todavía hoy no hemos volado por los aires al gobierno? Sumo mi pregunta al comentario y preguntas de El Terrible. Y la respuesta siempre fácil es porque somos anormales, retrasados, incapaces, cobardes, conformistas, corruptos, etc. Argumentos con los cuales no estoy de acuerdo, a pesar de todas las muestras, actuaciones y hechos que puedan apoyar estos planteamientos.

Cada pueblo es diferente, cada momento, aunque largo, complicado y doloroso, es muy puntual dentro de la historia grande. Cada persona y entonces cada pueblo tiene sus propios límites.

Recuerdo cuando fui muy joven, que un día escuché a Fidel Castro hablar del libro “Mi lucha” y decir que era uno de sus libros de cabecera. Aquello me llamó mucho la atención, aunque debo decir que por aquellos años ni conocía mucho a Hitler, autor del libro y menos había tenido acceso a la obra.

Luego crecí y tuve la oportunidad de leerme “Mein Kampf”, Mi Lucha, en español por supuesto, libro donde Adolf Hitler desarrolló junto a las experiencias de su vida, sus propias ideas ideológicas, convirtiendo su obra, que al principio casi pasó inadvertida, en un manifiesto del nacionalsocialismo que deseaba para Alemania y luego el mundo y entendí que Fidel no sólo había leído el libro quizás varias veces, sino que tenía que haberlo estudiado y de seguro terminó en secreto admirando a Hitler, sobre todo en su discurso y acciones populistas para convencer a un pueblo que al principio ni lo conocía, ni lo quería. Es cierto Cuba no llegó a los campos de concentración y exterminio similares a los del nazismo, aunque de los primeros si tuvo disfrazados con otro nombre, pero sobre el manejo de las masas, la represión y castigo a las personas que se arriesgaban a actuar o tan siquiera pensar diferente fuimos ejemplares fusionando la experiencia alemana, incluso con el trabajo con los niños con la experiencia y “consejos” soviéticos.

Claro, era demasiado fuerte aparecerse como admirador de alguien tan malo, pero de seguro, sus ideas, las estrategias para el manejo de las masas, etc., fueron imitadas y puestas en práctica, para sobre todo engrandecerse y engrandecer al “genio” cubano. Para sus admiradores, quienes juegan con el desconocimiento de muchos e incluso el de ellos mismos y convertidos voluntariamente en felices repetidores, Fidel fue un brillante genio, para muchos casi único, cuando se estudia la historia, se detecta que no inventó nada, sólo aprendió a empujar para no darse golpes y salir siempre ileso a cualquier precio.

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