martes, 1 de agosto de 2023

520.- Jardín de Té Japonés o Sunken Gardens de San Antonio, Texas.

Motivado por conocer e impulsado atómicamente por mi madre, visité el famoso Jardín de Té Japonés de San Antonio.

Sin saber mucho de la teoría de los parques japoneses fuera de Japón, donde tienen una tradición milenaria y una explicación muy propia de esa cultura vinculada al budismo, conozco que se han puesto de moda en el mundo occidental. Existen muchos países y ciudades que, bajo su inspiración, retomando o manteniendo algunas características de esos parques o jardines, han construido sus propios parques japoneses como una atracción turística más a ofrecer. El Japón real queda, a veces, muy lejos.

Este tipo de jardín es diferente por lo que significa, primero que todo, para los japoneses y luego para el resto del mundo interesado en recrear ese tipo de, digamos, diseño.  Muchos jardines japoneses auténticos he visto en fotos y películas y se reducen a un estanque de arena con algunos dibujos hechos con especies de surcos, con una, dos o tres piedras puestas en el centro, lo que para cualquier no japones debe resultar, por encima de todo, aburrido. Otros incluyen agua que corre desde la naturaleza o en estanques y piedras. Más nada, eso es todo. Lo que me ha dicho siempre que no logramos entenderlos en su totalidad, no logramos captar su real y profunda belleza, porque sencillamente no somos japoneses. Así de sencillo.

Loa jardines japoneses no son lugares para la recreación intensa y de grandes emociones, menos para la producción de altas dosis de adrenalina. Ellos son espacios clásicos para tener paz, reflexiones sobre la vida, caminar, interactuar con otras personas incluso las desconocidas, tirar y/o tirarse fotos, incluyendo la de bodas y, sobre todo, contemplar el resultado de la naturaleza, básicamente plantas y algunos que otros peces.

Ellos donde quiera que estén tratan de mostrar una combinación balanceada, en algunos lugares perfecta, entre el agua, las piedras, la arena, las plantas, los estanques y algunas construcciones como caminos, puentes, pequeñas edificaciones al estilo asiático, que termina por atrapar y deslumbrar, sin que exista, repito, un aparato gigantesco que da vueltas, una música estridente, juego de luces, ni nada que tenga que ver con el gran desarrollo tecnológico. No tienen que inventarse samuráis, ni geishas que caminan, los primero peleando y las segundas sonriendo, aunque puedo asegurar que yo, por mi inmensa imaginación y capacidad para las imágenes, los veo. No se tiran al final del día fuegos artificiales. Son, es así como lo veo, lugares de paz dentro de las bulliciosas y dinámicas ciudades, donde quiera que estén. Son especies de laboratorios para lo emocional.

Si algo me llama la atención de estos jardines, y más, me gusta enormemente, son las tradicionales fuentes “shishi odoshi”, la ingeniosa estructura hecha de bambú que es movida con agua de los arroyos, en primer lugar, hecha para poder tomar agua, personas y animales y utilizar en la agricultura y luego para adornar jardines y casas. Estructura movida por el agua, que crea al paso de esta un característico, sistemático y rítmico sonido. Genialidad del Japón antiguo, que hoy lo simboliza. 

Tengo en mi expediente de vida, por amor a esa cultura, haber fabricado dos shishi odoshi, la primera para mi apartamento en Lincoln, Nebraska, la segunda como regalo para mí hija y su casa en San Antonio, Texas, utilizando a diferencia del Japón donde se construyen con bambú, unos modernos, conseguibles y baratos tubos de PVC.

Sobre este, para mí, gran trabajo de artesanía y dedicación porque todo está en el equilibrio, el movimiento y peso del agua, publiqué un artículo en mi blog “Lincoln in”, el 24 de septiembre de 2015, que incluye videos donde se puede ver la fuente funcionando, del cual dejo aquí la referencia para aquellos que quieran conocer, no sólo la tradicional fuente, sino cómo hacerla. Trabajo que me sirve, sin ser japones, de orgullo, porque una japonesa real, o sea, de Japón no de Estados Unidos, con la que compartíamos por aquellos años, me pidió, como todo lo japones, muy ceremoniosa, amorosa y respetuosa que le hiciera una, que ella me la compraría. ¿Una japonesa real que quedó impresionada con mi fuente? Es mucho reconocimiento, más que el dinero que podía haber ganado.

http://rolynebraska13.blogspot.com/2015/09/shishi-odoshi.html

Entonces hace pocos días, me dispuse. Me bajé del carro y emocionado por lo que vería, me llevé a caminar, a veces junto a mi madre, a veces casi arrastrándola. Aclaro que mi madre y yo tenemos un gran problema al andar. Yo mido casi seis pies y camino rápido, mi madre es pequeña y más que pequeña de tamaño, siempre, desde su más temprana juventud ha caminado muy lento. Recuerdo que cuando salíamos en familia, yo caminaba muy rápido para estar cerca de mi padre que caminaba rapidísimo, lo que se convertía para mí casi en una carrera de velocidad y mi madre siempre venía atrás, a varios metros de distancia.  Algo así como el cuento de la liebre y la tortuga, nosotros siempre llegábamos, nos acomodábamos y mi madre llegaba seis meses después.

Bueno, me bajé del carro, a lo que aquí llamamos auto y al pararme frente al portón que da entrada el jardín leo el nombre que en letra mayúscula está puesto para orientar: “ENTRANCE TO CHINESE TEA GARDEN”, o sea, entrada al jardín de té chino y eso me confundió. ¿Estábamos en el jardín japones o en un jardín chino?

Aunque para muchos esto pueda dar igual, porque, sobre todo para los cubanos, todo el que tenga los ojos rasgados, incluso sin importar mucho el color de la piel, es chino, no funciona así para el mundo, porque entre otras cosas, al menos desde el punto de vista histórico, no sé exactamente si se mantiene hoy, los japoneses y los chinos se odian. Por lo que entiendo que nombrar a un parque japones como parque chino, podría disgustar o quizás ofender a los nipones, al menos para aquellos que leen el anuncio de la entrada y a mí, amante de Japón, su cultura, su historia, sus logros, etc., en contraposición de mi casi no amor por los chinos de China.

Aquello me llamó la atención, pero el calor no me dejó pararme a pensar o investigar mucho, el objetivo era avanzar para encontrar la sombra y el fresco.

El jardín, que no es gigante, pero en su interior se parece a los jardines japoneses, al menos a los occidentalizados, o sea, espacios abiertos, muchas plantas combinadas al detalle lo que forma un lindo espectáculo de colores e incluso olores. Pasillos para caminar, puentes que pasan por encima del agua, una enorme cascada a lo lejos o al menos lo más lejos de la entrada, estanques con peces koi de vivos colores rojo, blanco, azul, amarillo, a los que nos es mejor llamarles carpas, que tienen una gran explicación en la tradición sobre todo china y japonesa, vinculados en el primero a la fuerza y el poder y en el segundo a la amistad y al amor.

Las construcciones todas de piedra, nada plástico, nada de metal. Piedras sobre piedras que dan cierto ambiente antiguo al lugar, bancos rústicos que imitan a madera y lugares para descansar bajo la sombra, algo así como lo que reconocemos como gacebos o pérgolas, todo también construido en pura piedra.

Eso es un jardín japonés, más nada. Por lo que el sitio es un lugar para caminar, sentarse conversar, tirar fotos y sobre todo contemplar la naturaleza. Lo increíble de esto, es que, en medio de una sociedad dinámica, a veces donde se vive corriendo, el lugar está siempre, lo que experimenté no es la excepción, siempre lleno de personas, nacionales y extranjeros, jóvenes, niños y personas muy adultas o casi viejas, que lo visitan, comparten, saludan, se tiran fotos y sobre todo se ven alegres.

Me sigue siendo llamativo, pienso que a mi madre más, sobre todo, ver a los jóvenes, esos mismos jóvenes tatuados, con los pelos de muchos colores irreales, que se ven en los “famosos” conciertos de rock, que podrían aparecer para muchos como locos, borrachos, drogadictos, etc., caminando tranquilamente solos o acompañados por este lugar, disfrutando de la naturaleza.

Fue un lindo y tranquilo paseo, en el cual se puede invertir algunas horas en obtener paz. No consumimos nada, pues llevábamos nuestra agua, pero el lugar tiene una cafetería con el mismo estilo constructivo japonés, donde venden refrigerios y meriendas, tal como se vendió en la antigüedad. El jardín pertenece al gobierno de la ciudad, o sea, es público, por tanto, gratis.

Lo de chino o japonés me duró hasta que llegué a mi computadora y averigüé. Ahora un poco de historia organizada y con datos que pueden ayudar a valorar la visita al lugar.

El Jardín de Té Japonés de San Antonio, conocido también como “Sunken Gardens” está establecido sobre las ruinas de una antigua cantera abierta por alemanes, que desde 1840 utilizó la piedra caliza para abastecer a las construcciones de la ciudad. Muchos edificios del hoy Downtown fueron construidos con las piedras sacadas de allí. Luego en 1880 se incorporó al lugar una fábrica de cemento, la Alamo Cement Company, que trabajó por 26 años, lo que atrajo a muchas familias de norteamericanos que encontraron trabajo en esas compañías y se convirtieron en atracción turística por las cerámicas y cestas tejidas que fabricaban a mano y la comida que ofrecían a los visitantes, imagino que carnes, tradición que llega hasta nuestros días.

Luego en 1917 el Comisionado de Parques de la Ciudad imaginó un parque asiático en el hueco o foso de la cantera con pasarelas, puentes, arcos de piedra, una isla y una pagoda japonesa y ordenó a uno de sus ingenieros que diseñara el parque, el cual quedó presidido por una puerta torii japonesa hecha en concreto imitando la madera, representación en Japón de las entradas a los santuarios sintoístas cuya aparición data de forma segura del año 922, pudiendo ser más antiguas incluso. Las puertas torii se utilizan en Japón para señalar la entrada a un lugar sagrado y con eso se vistió al lugar en San Antonio, así como algo especial.

Dos años después la ciudad invitó al artista japonés Kimi Eizo Jingu, quien inauguró un restaurante de té japonés y vivó allí junto a su esposa y ocho hijos hasta después del ataque a Pearl Harbor en 1941, donde el sentimiento norteamericano anti japones los desalojó y se fueron a …

El parque entonces pasó a llamarse Chinese Te Garden para evitar que los sucesos de la guerra desde el punto de vista emocional dentro del país desencadenaran el vandalismo y la destrucción del lugar, como ocurrió en otras ciudades y entonces esto explica la contradicción que encontré en la puerta de entrada al jardín. O sea, creo que se ha dejado lo de Chinese Te Garden como respeto a la antigüedad y el reconocimiento a un momento estratégico de preservación, pero quizás hoy poco llamativo y por eso poco explicado a los visitantes, muchos, que, a lo mejor, no leen el anuncio del nombre, sólo ven una puerta de entrada.

Después de varios momentos de cambios, a partir de 1984 se le devolvió el nombre de Jardín Té Japonés para lo cual se invitó como homenaje a los hijos de su creador y a funcionarios japoneses, evidenciando la unidad entre los dos países.

Hoy el Jardín de Té Japonés, no sólo es una atracción turística, sino que, para orgullo de nosotros, los sanantonianos, está incluido dentro del Registro Nacional de Lugares Históricos, que puede parecer cualquier cosa, pero no lo es.

 

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1 comentario:

  1. Linda narración del paseo a este jardín y con comentarios muy instructivos sobre la cultura japonesa

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