Para no darle vueltas a la respuesta, creo convencidamente que es VICTIMARIO, es más, ha sido y es, su propio victimario. Ya a mi edad no se cree mucho en la casualidad o la ingenuidad. No existió la ingenuidad, existió el abuso disfrazado de buena intención.
Nada extraño, veo a mi alrededor, a muchas personas
que parecen haber llegado ayer de ese planeta. No es que yo esté afuera, soy
cubano y viví muchos años de mi vida en ese país, por tanto, lo conozco, pero
resulta más fácil evaluar lo que pasó en una película, sin tener el papel de
director, productor, guionista o algunos de los actores protagónicos. No estoy
afuera, sólo me pongo afuera para escribir este artículo, porque al final
también fui pionero y repetí inocentemente que quería ser como el Che, aunque me
place decir que no mucho más.
La primera idea para desmontar, es que el pueblo cubano hizo una revolución. En realidad, el pueblo se encontraba viviendo como todo pueblo. No muchos por aquellos años, ni los mayores representantes de las ideas “justas”, estaban para poner el muerto. Es cierto, había sectores descontentos, pero también había muchos sectores muy contentos. Existían por tradición, sectores que aspiraban a cambios democráticos que beneficiaran más, frente a un gobierno que en sus actuaciones había introducido como contén, la represión, los asesinatos, las torturas, pero existían también muchos sectores a los que no les importaba el presidente de turno y se enfocaban en vivir.
Al pueblo cubano, que trabajaba, que sobrevivía, pero
que también disfrutaba a su máxima expresión, se le llevó una revolución, que
por muchos factores que se combinaron bien en un determinado momento, derrocó a
un gobierno que se desarticuló frente a la huida de sus máximos representantes.
Con esta huida el pueblo, una vez más, se quedaba sin caudillo para amar o
criticar y entonces rápidamente encontró a otro, como dice el viejo refrán “a
rey muerto, rey puesto”. El pueblo cubano es un pueblo históricamente enamorado
de los machos fuertes, mientras más fuertes y machos, mejor.
Ese pueblo, que fue descubierto como seguidor del caudillismo, sobre todo el político, regionalista y muy débil desde el punto de vista cultural e ideológico-político, se le mostró una imagen linda de un grupo de libertadores y esa idea fue comprada. No estoy afirmando que los cubanos eran toda una banda de incultos, porque paralelamente Cuba tiene desde los siglos de la colonia, una enorme muestra de intelectuales, artistas de todas las artes y profesionales de todas las profesiones que la hicieron diferente e importante en su contexto, pero sólo era eso, grupos de individuos que se destacaron dentro de una gran masa donde la cultura, el conocimiento y la madurez política no era el fuerte.
Entonces la idea, vista desde hoy, fue linda y sobre todo cautivadora, unos jóvenes, algunos más conocidos que otros, que rompiendo con todo lo que existía anterior, hablaban de democracia, igualdad, libertad, independencia, real soberanía, pero sobre todo de prosperidad ilimitada en ascenso y super rápida para todos. ¿Qué otra cosa quiere cualquier pueblo, si no es esto, todo metido en el mismo paquete? Todo tan fácil como lo era antes de 1959 ir a comprar pan a la panadería.
Sabemos que existieron los que no creyeron, siempre existen, pero esos ni fueron representativos como mayoría y muy rápido descubrieron los caminos a escoger, quedarse y no oponerse al menos en público, las consecuencias se comenzaron a mostrar rápidamente y fueron desastrosas, o emigrar en busca de una paz transitoria que permitiría luego el regreso.
Entonces es ahí donde se realiza el matrimonio que hasta hoy perdura. Fidel Castro, el macho, el líder Alfa, el nuevo caudillo, el pueblo enamorado, embobecido, aceptador y apoyador, que se autocastró de su capacidad para pensar, evaluar, cuestionar, criticar, la hembra y la plaza pública, a partir de 1959 llamada plaza de la revolución independientemente de su ubicación geográfica, o sea, la tribuna como alcoba matrimonial.
Ahí comenzó la historia, donde durante horas y más horas de discursos en forma de monólogos o monólogos en forma de discursos, el aclamado líder hacía que explicaba y sobre todo hacia que consultaba a sus seguidores, cuando en realidad cada palabra, cada gesto, cada inflexión de la voz, cada idea, cada acción, ya estaba tomada de antemano sin previa consulta y peor, sin necesidad de previo consenso. Cada idea, ya acordada dentro del cerebro del líder macho, sólo necesitaba ser comunicada, a sabiendas que no recibiría rechazo de una multitud que comenzó a cogerle el gusto y el disfrute a sentirse con poder de decisión y, sobre todo, el ejecutor de una venganza contra toda la historia pasada. La multitud en su categoría de juez se enfermó tanto que, incluso en el borrado de la historia anterior, llegó a desconocer que su gran líder, procedente de una de las familias más ricas del oriente cubano, había disfrutado de todas las bondades propiciadas por la explotación anterior y lo retrató como proletario. Para muchos que descubrieron a Fidel en aquellos momentos, el líder había recién bajado del cielo.
Día a día, tal como hace la gota de agua sobre la roca, Fidel Castro, desde una posición enferma de cerebro, a la que su auditorio reconoció como genialidad inigualable, talló el camino sin retorno. Cada noticia, cada idea, cada decisión, incluso cada foto, fue detalladamente diseñada para engañar, sin que los receptores se sintieran engañados, para lograr inmunidad, sin que los receptores descubrieran ese fatídico papel. La maniobra, diseñada milimétricamente, dio a entender que los sin poder tenían poder y los sin poder lo creyeron.
Entonces la formula fue fácil, descubriendo que los
sin poder, creían que tenían poder, Fidel Castro preparó su poción venenosa y
la entregó para que voluntariamente ese pueblo la consumiera. Una vez que llegó
al cerebro, el veneno se esparció por las calles, los centros de trabajo y
estudio y peor, el veneno, a veces hasta con cierto sabor dulce, llegó a las
familias. El triunfo estuvo garantizado, cada familia se encargó de vigilar, de
reprimir, de censurar, de mostrar una unidad sólida. El veneno, tal como en la
genial obra de Orwell, llegó a los niños.
A partir de ahí incluso los más grandes errores, los salvajes, los inmensos, fueron dejados de ver y en el mejor de los casos justificados, los cubanos, como buenas hembras, abusadas, pero hembras, siempre encontraron una solución para salvar a su macho, para defenderlo hasta el punto del absurdo. Muchos pregonaron que lo defenderían hasta con sus propias vidas. El macho estaba salvo, entregó a los sin poder la idea de que tenían poder y eso le garantizó no aquel futuro luminoso que prometió, él sabía que era mentira, sino su propia vida. Fidel, dejando atrás un país que arruinó, murió nonagenario de muerte natural, los sin poder, a pasar de las evidencias, con menos comida, con menos ropas, con menos libertades de todo tipo, lo lloraron.
El daño fue tan grande, que los cubanos no sólo se vigilaron, repudiaron, marginaron, se estigmatizaron, incluso se agredieron físicamente, sino que todavía hoy lo hacen. No existe mejor defensa que la desmoralización y la humillación del otro. Si algo caracteriza a ese pueblo es la división, la envidia, la vigilancia, el odio, estando incluso fuera de Cuba. Es tan grande el daño que aún muchos, desconociendo el verdadero papel de destructor que jugó Fidel Castro, lo invocan, lo traen y están convencidos de que, de tener vida, el presente de Cuba, así de destruida como está, sería otro. Fidel, para muchos, sigue siendo el gran salvador. Es tan grande el daño que aún viviendo y disfrutando del “capitalismo salvaje” que tanto se criticó, todavía defienden aquel sistema y modo de vida que se prometió y nunca llegó.
¿Fidel tuvo la culpa? Si, claro, pero, ¿Lo hubiera podido hacer él solo? No, lo logró, en el plano interior, porque tuvo el inmenso apoyo de los cubanos. Jamás él solo hubiera logrado nada. Fidel fue el envenenador de un pueblo que se convirtió en su propio victimario. Ese fue su gran triunfo. No las vacas, no los mangos, no el café, no la educación, ni el deporte, Fidel logró que el pueblo consumiera voluntariamente la pócima y vigilara al pueblo, que el pueblo reprimiera al pueblo, que el pueblo, negros, mujeres, ancianos, e incluso niños, partiendo de la aparente posesión del poder, acabaran destruyendo a los negros, mujeres, ancianos e incluso a los niños. Todos cubanos.
Creo que existen muchos pueblos, que, a pesar de todos los pesares, son unidos, se defienden por encima de todo, pienso en el llamativo caso de los judíos, estén dónde estén. ¿Somos realmente unidos los cubanos, más allá de la cerveza, el sexo y el dominó? El veneno ingerido, tal como dicen que pasa con el consumo de los metales pesados, es muy difícil de eliminar. Hay deformaciones que duran toda la vida.Los cubanos fueron y son sus propios victimarios, creo,
aunque parezca complicado, que muchos, pero muchísimos, aún disfrutan ese papel
de vigilante y censor del otro. Quizás, como pueblo, una parte no quiere ni reconocer,
ni recordar lo que paso y siguen buscando las causas en la destrucción de las
selvas, la matanza de las ballenas, el deshielo del Polo Norte, la guerra entre
dos tribus africanas, etc. Quizás como pueblo no sepan hacer otra cosa que rezarle a Fidel Castro.
Estados Unidos en su expansión, por diferentes vías y métodos, mató a un gran número de nativos americanos. Estados Unidos perdonó. Los norteamericanos se salvaron. Japón fue el receptor de las dos únicas bombas atómicas que se han lanzado a la humanidad. Japón perdonó. Los japoneses se salvaron. Vietnam es el ejemplo de un pueblo sometido a la más feroz guerra de nuestros tiempos. Vietnam perdono. Los vietnamitas se salvaron.
¿Se salvarán los cubanos?
- Simone Lucie Marie Bertrand de Beauvoir. (9 de enero de 1908 - 14 de abril de 1986) fue una francesa filósofa existencialista, escritora, teórica social y activista feminista. Escribió novelas, ensayos, biografías, autobiografías y monografías sobre filosofía, política y cuestiones sociales.
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