“Uno vuelve siempre
A los viejos sitios dónde amó la vida
Y entonces comprende
Cómo están de ausentes las cosas queridas”.
Dice la letra de esa bella canción, “Canción de las Simples Cosas”, que magistralmente tantas veces interpretara Mercedes Sosa, y eso me hace pensar y escribir de nuevo sobre Fredericksburg, uno de los pueblos reconocidos como alemanes en San Antonio, Texas.
En realidad, en Fredericksburg no viven sólo alemanes, sería mucho pedir, pero como dato curioso, su origen está vinculado a esa nacionalidad y hoy su vida tiene todavía mucho que ver con la cultura de esa parte de Europa. Lo curioso precisamente es que existan rasgos muy fuertes de la cultura germana, personas, arquitectura, comidas, fiestas, en el medio de un territorio tan lejano como Texas, que la super cultura moderna, no ha podido tragarse, todo lo contrario, la super cultura se ha fusionado reconociendo, permitiendo, manteniendo y desarrollando su valor.
Mi primera visita de acercamiento a Fredericksburg fue en enero del 2018 cuando viviendo en Lincoln, Nebraska aun, en una de las ocasiones que vine a visitar a mi familia de San Antonio, Texas. Sobre ese primer encuentro, que me llamó mucho la atención, por lo de extraño, la existencia de un pueblo alemán en Texas, dejé un escrito en mi blog publicado el 16 de enero de ese año.
Como todas las vacaciones cortas, el recorrido y conocimiento sobre ese lugar fue rápido, luego he regresado varias veces, tal como dice la canción, “a los viejos sitios dónde se amó la vida” y si soy sincero, después de haber visto muchas películas y series y leído muchos libros sobre lo que significó el traslado de seres humanos del este al oeste de este país, migración que fue fundando mucho de los pueblos y ciudades, algunos importantes hoy, a su paso, me sigue siendo emocionante caminar por Fredericksburg. Ya he dicho en varias ocasiones que soy un tipo de imágenes, tal como un cineasta, entonces puedo ver el camino de la historia.
Mi penúltimo acercamiento a ese pueblo de origen alemán, digo el penúltimo recordando a un amigo, que decía eso siempre cuando sacaba un cigarro o se daba un trago, porque decía que el último es cuando uno muere, lo que da la posibilidad de volver una nueva vez, fue en abril del 2023, para llevar a mi madre y hermano Igor. Visita obligada más allá de tiendas y restaurantes, por lo que significa de distinto.
En esa ocasión, ya con más calma, ya más conocedor y yo “jefe” de la expedición, tuve entonces la posibilidad de observar más los detalles. Me gusta Fredericksburg, de no ser por el arraigo que tengo en San Antonio, me podría ir a vivir allí.
Pueblo caro, por las personas y economía que tiene, pero lindo y al menos en apariencia muy tranquilo para vivir. Es un lugar, hasta donde puedo conocer, dirigido totalmente al turismo nacional e internacional. No he visto ninguna guagua de italianos o españoles, menos de chinos, lo que me dice que los norteamericanos son los que más lo visitan. No he descubierto ninguna de las cadenas de hoteles, con gigantescas y estrepitosas edificaciones, Fredericksburg tiene el encanto de los pequeños, a veces originales, moteles, hostales, todavía hoy de madera, con largos balcones a la calle.
Por razones obvias, no quedan ninguno de los primeros pobladores, el pueblo se reconoce fundado en 1846, pero si existen muchos descendientes, que incluso, además de hablar alemán, han creado una mezcla caprichosa de ese idioma con el inglés de los texanos, cosa nada complicada por las raíces comunes de ambos idiomas. Son comunes entonces los apellidos y nombres germanos, son comunes las tiendas de souvenir con un corte más europeo y por supuesto los chocolates, las salchichas, las cervezas, los vinos artesanales que deben recordar los orígenes de una población que caminando y caminando, pasando “las de Caín”, lograron sobrevivir, asentarse, crecer y hacerse fuertes, nada más y nada menos que en el “estado-nación” de Texas.
No repetiré mucho de la historia, pueden leer en mi blog, http://rolynebraska13.blogspot.com/2018/01/fredericksburg_16.html, sólo diré que en Fredericksburg se respira el orgullo.
A diferencia de otros asentamientos, este fue, hoy diríamos, típico de los alemanes, por lo de organizado, no casuístico, ni improvisado. Los deseosos migrantes no eran ni esclavos, ni analfabetos, menos extremadamente pobres. Entonces se fundó una compañía, se recolectó dinero entre los interesados, entre ellos varios nobles alemanes y compraron grandes extensiones de tierra, por aquellos años a precio de “chupa chupa” y se crearon un espacio propio donde no tuvieran que relacionarse con otras personas de diferentes orígenes y nacionalidades. Inteligente los alemanes, se evitaron de esta forma muchos de los problemas que la historia recoge, tuvo aquel movimiento hacia el oeste. No ocuparon tierras de nadie, las compraron. No mataron a los nativos americanos, ni violaron a ninguna mujer, al menos como para que el escándalo quedara en la historia, por tanto, no cambiaron su idioma, sus comidas, sus fechas festivas, etc. En realidad, al no tener influencia, ni luchas con otros, se crearon para ellos una nueva Alemania. Inteligentes aquellos alemanes.
Fredericksburg, al menos como visitante, parece un lugar organizado, muy tranquilo, muy conservado, donde como escribí, “produce su propio chocolate, donde lo de probar se convierte en una manía” y como grandes propietarios de viñedos, “producen sus propios vinos, por lo que en muchos los lugares puedes tomarte una o mil copas”. Para qué hablar de las salchichas y las cervezas, “No tengo que jurar que abundan las salchichas tipo alemanas, porque los norteamericanos no saben nada de salchichas y las cervezas, negras, oscuras, medias oscuras, claras, medias claras, normales, etc., etc., etc., muchas de ellas fabricadas en las mismas tiendas donde se venden”. Fredericksburg en medio de tanto desarrollo, ha logrado mantener el valor de lo artesanal, tanto, que es su principal producto de valor en la venta en cualquiera de sus manifestaciones.
Pudiera parecer que Fredericksburg siempre está de fiesta, cada vez que lo he visitado descubro, primero mucho movimiento de personas que lo visitan, luego como dato curioso, es que “a diferencia de la mayor parte de Norteamérica, se puede tomar en la calle, por lo que es bien común ver personas que caminan con vasos de cervezas o vinos”. Creo que allí se debe vender menos agua. JAJAJA.
En esta penúltima ocasión, ya dije pasee con mi madre y hermano, ella escribió un artículo donde refleja en ideas y fotos un resumen de la visita, con muchos datos que enriquecen el conocimiento del lugar. Aquí les dejo la dirección donde poder leer sus opiniones. https://alciagrillo2107.blogspot.com/2023/09/7-fredericksburg-distrito-historico-de.html.
Sin dudas, Fredericksburg, ejemplo de desarrollo y estabilidad, más allá de tiendas y restaurantes, es una visita obligatoria para los que están o pasan por Texas y aprecien historia, disfruten lo aparentemente viejo o antiguo, porque tal como dice la canción, “Uno vuelve siempre, A los viejos sitios dónde amó la vida”.
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