El Terrible vuelve a opinar:
“Daño antropológico, fuimos y somos
víctimas de uno de los más grandes manipuladores. No tenemos derecho a la
libertad porque somos parásito que nos conformamos y ellos lo saben”.
Cuba es un país que vive sin agua, sin electricidad,
sin comida, sin posibilidades de reponer ropas y zapatos, sin posibilidad de
arreglar casas. Cuba es un país que, sin ilusión y sin futuro claro, huye, se
fuga, escapa. Cuba no, los cubanos.
Y vivimos así desde siempre, desde hace muchas décadas, sólo que hoy esas imposibilidades se hacen más que evidentes, por los fracasos mantenidos y obvio, la desaparición del apoyo internacional que nos condenó. El gobierno de Cuba actual, Díaz Canel, no ha inventado nada, sólo es, como se cansa de repetir, “continuidad”. Continuidad del desastre, de la miseria, de la desesperanza. Díaz Canel, entendible, está sólo luchando por su vida, aunque para eso tenga que hundir a un país entero y con él a sus pobladores.
Los cubanos no tienen vida, eso que se llama vida se
les va en ver qué van a comer hoy por la mañana, cosa que se repite por la
tarde y la noche, cómo van a cocinar eso que consiguen y como se van a
alumbrar. El día se les va en conseguir, increíblemente, hasta en los injustificadamente llamado
mercados negros, los medicamentos, los más sencillos y los más complejos, para
enfrentar una enfermedad. Los cubanos hoy pasan trabajo incluso para dormir.
Pienso en Cuba y no puedo dejar de pensar en aquel
periodo que va desde 1998, con el término de la Guerra de Independencia y el
1902, donde por lo menos quedó inaugurada por primera vez una república
independiente.
Creo que en aquellos años Cuba y los cubanos pasaron
por un momento muy difícil. Devastación de una parte del territorio debido a la
guerra que no fue la única, sino la continuación de 30 años de luchas
independentistas divididas en varios momentos, una industria azucarera, base de
la riqueza nacional, muy dañada, por lo menos en los territorios que sufrieron
la guerra, una población muy diversa, españoles e hijos de españoles, ricos,
que apoyaban a la metrópoli como administradora, españoles e hijos de españoles
en camino a la pobreza y la ruina, blancos y negros cubanos, ya no sólo por
nacimiento o color de la piel, sino por sentimientos, descendientes de esclavos
y muchos aun en servicios, sobre todo, domésticos, quizás artesanales, la
presencia de las más diversas ideas ideológicas, nacionalismo, independentismo,
colonialismo tardío, anexionismo, etc., lo que daría luego paso al surgimiento
o desarrollo de muchos partidos políticos. Una religión católica oficial
española y otra religión católica cubana, ambas tratando de llevarse a los
feligreses y las más diversas religiones o religiosidades de origen africano, francés,
norteamericano, etc., luchando por salir a la superficie o a la vida de forma
pública.
La Cuba de finales del siglo XIX y principios del XX,
debió haber sido un volcán. Es cierto el colonialismo, o sea, la posesión
española sobre Cuba debía desaparecer, pero con eso y entre otras cosas,
aumentó exponencial y rápidamente la desorientación y la pobreza. Los
generadores de riqueza se retiran o empobrecen y los pobres, más pobres se
vuelven.
Cuba, además, dominada cinco siglos por una
administración, rígida, atrasadas, quizás poco inteligente, española, poco
debió saber de cómo dirigirse sola. Es algo así como un niño dentro de la
barriga de su madre, cómoda y fácilmente alimentado por el cordón umbilical, al
que de momento sacan y tuviera que buscarse la comida y, por tanto, la vida,
por él mismo.
Imagino, sólo imagino, aquel momento, como que el
cubano desorientado, lo mismo corría para la izquierda, que para la derecha,
tratando un poco de descubrir, sin mucho tiempo para investigar porque la vida
no se paró, dónde ubicarse.
Creo que debe haber sido un momento de gran confusión,
porque incluso la fractura se comienza a ver dentro de los mismos elementos que
encabezaron y mantuvieron al ejército libertador y la idea tan soñada de la
independencia. Una cosa era liberar a Cuba de España y otra era vivir como
cubanos libres. La segunda mucho más difícil que la primera.
La presencia norteamericana como interventor
organizador, debió haber complicado las cosas algo más, porque en la misma
medida que venía a tratar de arreglar y crear las condiciones para que Cuba
pudiera adelantar e insertarse en el moderno mundo de ese momento, le agrega un
condimento más de fuerza a la sociedad cubana, que, con tanta presencia, hasta
ese momento no existía. La imagen del desarrollo norteamericano, alcanzado ya a
principios del siglo XX, que logró impresionar al mismísimo José Martí cuando vivió en lo que él llamó "el monstruo" , se
debió haber convertido en un motor impulsor, que tuvo que haber llamado la
atención de los cubanos, necesitados de olvidarse de España. A partir de ese
momento, Cuba, fue dejando de ser española, para ir poniendo sus ojos en la
influencia y el modo de vida norteamericanos.
La historia de la revolución de Fidel Castro es más
que conocida, por ser incluso más reciente, muchos de los protagonistas y
testigos aún están vivos. De cómo llegó al poder, con cara de carnero
degollado, de cómo poco a poco, a veces no tan de poco, se fue transformando
hasta convertir a Cuba en un feudo y a los cubanos en siervos se ha hablado
mucho. De cómo Cuba, la azucarera del mundo, hoy no tiene azúcar para echarle a
un vaso de agua y siendo una isla en medio del trópico de largos y calientes
veranos, hoy no tiene sal para ponerse debajo de la lengua para calmar la toz,
existen estudios y más estudios. Del éxodo casi masivo de los cubanos, ya queda
poco por decir. Los cubanos se escapan. Cuba es un país donde hoy cuesta
trabajo conseguir una soga para ahorcarse o el combustible necesario para darse
candela.
Mejor definición no existe, nada de academia, nada de politólogos,
menos de serios y profundos análisis ideológicos, el hombre de pueblo, ese que
quizás no estudió mucho, es la mejor definición. ¿De qué sirve todo, si no
podemos comer? Y con la comida, trata de reflejar todo lo demás que no se
tiene. ¿De qué puede servir un gobierno, que no es capaz de garantizar lo
mínimo a sus gobernados?
Recuerdo también una anécdota que recién me contó Ruso
sobre su madre, oriental, de lo que llamamos campo, nacida en una familia muy
humilde, con muchos hermanos, revolucionaria, combatiente, casi sin instrucción
académica, pero si mucho de la vida, a la que conocí desde siempre y vi morir,
Gladys decía refiriéndose a Cuba, “había dictadura, pero no hambre”.
Ya tal puede parecer que los cubanos vivimos con el
estómago, pero si, todos los seres humanos vivimos primero y gracias al
estómago. Las constituciones, las leyes, los políticos, los líderes, incluso el
estado de democracia, vienen después. Mientras hay comida se tiene fuerzas,
mientras hay comida se puede pensar en el mañana, mientras hay comida se vive
mucho. Lo otro, los sueños, vienen después de la comida, de ahí el famoso dicho
popular, que refleja mejor la vida que cualquier teoría, de “barriga llena,
corazón contento”.
Entonces, en medio de tantos desastres, todos los que
se inventarían en la historia de la humanidad, por qué los cubanos en Cuba no
se rebelan y salen a las calles masivamente, si constantemente vemos pueblos
que lo hacen.
No tengo una respuesta, porque creo que una respuesta
no existe como concluyente. Se habla de miedo, se habla de daño antropológico,
se habla de pérdida de valores esenciales, se habla de comodidad y costumbre,
se habla y se habla. Sobre todo, todos hablamos desde cómodas sillas,
confortables espacios y determinada inmunidad o seguridad, y muy importante se
habla desde barrigas llenas. En realidad, la causa podría ser la combinación
caprichosa, porque tiene que ver con cada ser humano, de cada una de estas
ideas y muchas otras más.
Volvamos a la experiencia en Cuba, la más válida, hace
poco he escuchado a otro cubano en Cuba, de esos que se las está viendo muy
sería para llegar al final de cada día, porque no es un solo día para vencer. El
cubano, obviamente, también de eso que llamamos pueblo, asegura: “Cuba es un
país de simuladores; de gente que sufre y tú lo ves alegre del mismo
sufrimiento”.
Y creo que esa es una de las mejores ideas que puede
concluir el todo. Los cubanos, todos, unos más otros menos, nos hemos convertido
en grandes simuladores, en contra de la honestidad e incluso en contra de la
más mínima lógica.
La revolución comunista nos enseñó a simular, nuestras
familias nos obligaron a simular, la idea de estudiar y trabajar nos obligó a
simular. El primer gran simulador fue Fidel Castro. Tuvimos que aprender a simular hasta para simular.
Hemos demostrado que somos un pueblo que aprendió el “Doble Pensar” de Orwell por instintos y lo convirtió en su modo de vida, sobre todo a la hora de expresar opiniones en público, claro en un país donde una simple opinión te puede llevar a la cárcel. Eso tiene un gran peso en las actuaciones de cada uno de nosotros. Todos o casi todos queremos cambios, pero es mejor que los cambios lo hagan otros, cuando esté cambiado, que nos avisen.
El cubano pasa a la historia como un pueblo alegre,
mucho se lee de que nos burlamos de nuestras desgracias, pero en realidad, no
estamos alegres, eso es mentira, sólo estamos simulando.
Es pura lógica, no se puede sonreír a carcajadas con un
brutal dolor de muelas u oídos, no se puede sonreír cuando se tiene las dos
piernas, los dos brazos, siete costillas fracturadas, no se puede morir de la
risa cuando acabamos de perder a un pequeño hijo, a no ser que se esté
totalmente loco. No somos el pueblo más alegre del mundo, somos conformistas
por diversas razones y simuladores de alegría.
El sufrimiento y la alegría son, creo, dos
definiciones antagónicas. Sufrir es sentir físicamente un daño, un dolor, una enfermedad
o castigo o sentir un daño moral. Alegría es un sentimiento grato y vivo que
suele manifestarse con estar contento, sentir júbilo, regocijo, alborozo, euforia, gozo, regodeo, hilaridad.
Entonces, ¿Cómo se puede sufrir y estar alegre a la
misma vez? Es sencillo, no estamos alegres o la alegría se perdió, sólo estamos
simulando.
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