Creo haber contado antes que durante años fui un gran admirador y consumidor de la historia, los adelantos acelerados, la cultura y la vida en Japón, al que los chinos, frente al nacimiento del Estado Japonés ya en nuestra era, llamaron país de Wa, que quiere decir país de los enanos y jorobados, lo que evidencia desde cuándo y por qué esos dos países no se soportan ni un poquito y el que oficialmente en japonés se llama Nippon-koku, o sea, Estado del Japón.
A través de mis lecturas, porque jamás he estado allí,
me sigue quedando muy lejos, disfruté siempre las historias del viejo
archipiélago feudal, más atrás no fui, dividido en clanes, que luchaban por
imponerse, de donde obviamente sobresalen las figuras de los samuráis y los ninjas
y todo su actuar guerrero cultural, las geishas, los emperadores, los
luchadores de Sumo, etc.
Luego con más edad, al estudiar Historia en la
Universidad de la Habana, tuve la suerte de pasar una asignatura cuyo objetivo
era precisamente la historia de ese país lejano, creo yo, por la importancia
que tuvo y tiene en la historia de la humanidad, al menos, desde que esta deja
de ser exclusivamente europea. Clases que, reconozco, disfruté.
Japón, archipiélago integrado por más de 6 800 islas,
algunas aún deshabitadas, siempre ha estado en mi mira, no es para menos, creo
que, como muchos otros, se termina valorando a un país sin muchos recursos
naturales que le permita vivir cómodamente sin hacer mucho, que durante muchos
años sólo tuvo arroz y pescado para comer, devastado innumerablemente por desastres
naturales, destruido y vencido en la Segunda Guerra Mundial, de donde se
convirtió o heredó ser el único lugar del planeta que experimentó no una, sino
dos bombas atómicas injustificadas, que luego y hasta hoy, es cierto con ayuda,
pero básicamente por los japonese, es una de las principales potencias
económicas, no de Asia, sino del mundo, cosa que los chinos tampoco perdonan.
El Japón que puede competir, a pesar de los vaivenes
económicos actuales, con cualquier otro país del mundo, no sólo en su economía,
sino, cosa más difícil, por su modo de vida, cultura, respetos, etc.
Si algo es de destacar en ese país, es que han sabido
a golpe de gobiernos enfocados y, sobre todo, de familias, conjugar excelentemente
la antigüedad con la modernidad. Japón es un país que muestra por un lado el
más moderno desarrollo en todos los aspectos de la vida y paralelo, la sobrevivencia
de todos unos códigos culturales, en el más amplio sentido de la cultura, que
hoy datan de más de 14 000 años. Por sólo poner un ejemplo, Japón tiene y recrea,
un tipo de cerámica, llamado Jómon, considerada la más antigua del mundo.
La armonía es importante para los japoneses, cosa que
se practica en todos los aspectos de la vida, desde sus casas, pasando por su
té, sus parques y jardines, sus comidas tradicionales, hasta sus autos de lujo
y equipos electrodomésticos comunes y su gran sentido de la identidad, basado
en grupos sociales y lugar de nacimiento.
Enseñan desde edades muy tempranas y mantienen un
estilo de comunicación educado y humilde y, sobre todo, un enfoque muy pragmático
de la vida. Tal parece que nada los asusta, ellos están preparados para las
mayores inclemencias.
Los japoneses son auténticos y al mirarlos desde lejos,
lo que más impresiona es su sentido de la responsabilidad. De esa responsabilidad
que resulta, a veces, incomprensible para nosotros, los occidentales.
Podría hablar de Japón mucho, pero ahora no es el
momento, ni espacio, pero me interesa contar esta anécdota que he visto en
varias ocasiones y siempre termino impresionado. Anécdota que tiene que ver con
la foto que publico y el comentario que trae, que reproduzco textualmente.
“Durante la Segunda Guerra Mundial (1945), un niño japonés se paró frente a una pira funeraria y esperó su turno para incinerar a su pequeño hermano muerto.
La persona que tomó la fotografía dijo, en una
entrevista, que el niño se mordía los labios con tanta fuerza para no llorar
que le goteaba sangre por la comisura de la boca.
Fue entonces cuando el guardia le pidió el cuerpo y le
dijo: "Dame la carga que llevas en la espalda". Y el niño respondió:
"No pesa, es mi hermano".
Le entregó el cuerpo, se dio la vuelta y se fue.... En
Japón, aún hoy, esta imagen se utiliza como símbolo de fuerza”.
Y es real, la imagen, la historia de un niño cargando
a su hermanito fallecido quizás durante muchos kilómetros, quizás durante
muchas horas, sin darse el lujo de llorar, lo que hubiera sido más que
comprensible y sobre todo la respuesta que el niño dio, según el entrevistado
autor de la fotografía, es sencillamente aplastante. Como diríamos en Cuba,
parte el alma.
Y entonces me pregunto: ¿Qué he hecho yo?, ¿Qué me ha
pasado?
La imagen de los japoneses es esa, un pueblo fuerte,
luchador, serio para el trabajo, dedicado y decidido, muy de hasta los mínimos
detalles y a la misma vez sencillo, humilde, que venera a los ancianos y también
disfruta de la vida. Los japoneses no quieren irse de su Japón.
La imagen del niño puede espantar a muchos, se podría
estar hablando de ellas por días enteros. Es muy fuerte, sin embargo, deberíamos
tenerla siempre frente a nosotros, como un mensaje del compromiso.
Muy interesante artículo, aborda una parte de la cultura japonesa que me encanta y que es un magnífico referente para todos. Disfrute machismo esta lectura
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