sábado, 27 de diciembre de 2025

642.- La indignidad de una muerte digna.

Recuerdo haber escrito aquí sobre la muerte y los cementerios en Cuba, pero como estamos casi terminando el 2025 y sigo vivo, es buen momento para retomar el tema, ya no del pasado sino del presente cubano.

Si hay algo para el cubano importante es la muerte, no por el hecho en sí, la muerte existe y no podemos desconocerla, sino por todo lo que esto significa para nuestra cultura y tradición. Somos un pueblo, que parece medio salvaje o ha llegado a manifestar cierto salvajismo, pero en realidad somos para algunos temas, sentimentales, tradicionales, y, a veces hasta medio dramáticos, pienso que herencia española en nuestra presencia.

La historia del tratamiento de la muerte, los velorios, los entierros es muy rica en Cuba, por sus diferentes variantes. Los entierros en las iglesias, los cementerios adelantados para la época en que surgieron comparados con otros países del área, el desarrollo y diversidad de los servicios funerarios, incluyendo la contratación de mujeres lloronas, reconocidas como plañideras, porque al muerto que más se lloraba era el más importante y querido, delata la importancia que el tema tuvo para el cubano.

Somos, de forma general, un pueblo que prefiere los velorios de 24 horas en funerarias o en las casas particulares sobre todo en el campo cubano, las procesiones hacia y dentro de los cementerios, el entierro generalmente en bóvedas, nichos, y, sobre todo, las flores, muchas flores. Flores como símbolo de recuerdo, de admiración, quizás como compañía para el largo viaje que se dice comienza cuando se muere.

Cuba fue española, africana, antes de ser criolla y cubana. Cuba es una diversidad grande de religiones, semi religiones, creencias y en cada una de ellas se le dedica un espacio a venerar la muerte y sus muertos. Cantos, bailes, música, comidas, discursos, homilías y sobre todo mucho respeto, sin desconocer que existen casos, sobre todo en esas 24 largas horas de velorio, que van a las funerarias para enamorarse o hablar de pelota.

Terminamos casi el 2025, que se prometió sería un año mejor que el anterior y que sólo logró decrecer en un 4%, o sea, después de mucha “resistencia creativa”, el presente año estuvo cuatro veces más mal que su predecesor, que ya había sido peor que a su antecesor, que también fue peor que su antecesor y eso se siente en todos y cada uno de los aspectos de la vida cubana, incluyendo el tema muerte, velorios, entierros, etc.

Y sé que algunos podrán pensar, bueno, si el muerto ya está muerto, qué más da. Sin embargo, junto al muerto, que es verdad que está muerto y, por tanto, ni siente, ni padece, están sus familiares, sus amigos y una enorme sociedad que observa, piensa y evalúa, por lo que el tema daña a los que quedan.

No hablaré ahora de los cementerios, ya lo hice aquí mismo en el pasado, sólo diré que, de lugares respetados, cuidados, organizados y hasta cierto punto bellos por sus diseños, arquitecturas, mármoles y muestras de obras de arte, hoy han parado en solares, en basureros, en lugares totalmente descuidados y olvidados, llenos de hierbas, bóvedas abiertas, destruidas, cadáveres expuestos, animales que deambulan transportando huesos, saqueadores de tumbas en busca de ropas viejas y huesos para ritos y “trabajos” religiosos. Cementerios más parecidos a basureros que los propios basureros y de basureros Cuba puede enseñar al mundo, por aquello de “en cada cuadra un Comité” acompañado de un basurero.

Escribiré sobre los muertos, lo que pasan en su nuevo camino y los familiares que tratan de dignificar la muerte. Morirse en Cuba hoy es complicarle la vida, más allá de los sentimientos, a las personas que sobreviven. De ese camino gris, oscuro, no se salva hoy nadie. No se salvó Fidel Castro y sus familiares, en aquel viaje por carretera que trasladó, dicen, las cenizas del "Invicto" desde La Habana hasta la piedra que le sirve de sepultura en Santiago de Cuba, cuando el jeep que tiraba de la carroza fúnebre se rompió en medio de la carretera y todos los militares acompañantes tuvieron que poner pie en tierra para empujarlo, pienso, hasta el taller más cercano. En medio de su traslado carnavalesco, Fidel pasó el susto de parar en un taller de mecánica o al menos soportar el cambio del jeep fúnebre. ¿Qué dejar para el simple pueblo?

Las tradicionales flores y coronas no existen, si se consiguen hay que pagarlas muy caras en el antiguo llamado mercado negro, hoy, con esa gran creatividad del gobierno cubano, mercado alternativo o, pienso, arrancar las flores del jardín de tu casa o de algún vecino amigo. Las flores no existen debido al “bloqueo” norteamericano.

Las llamadas cajas de muerto, que estoy seguro deben tener otro nombre oficial, no sirven, porque están hechas de cualquier pedazo de madera mala, a tal punto de romperse en el traslado o los familiares tener miedo a meter a su fallecido dentro. La industria de ese tipo de cajas ahora está, escuché, en manos de las llamadas MyPimes, otro sinónimo del gobierno a instaurar en la mente del cubano para no reconocerlas públicamente como simples empresas privadas, aparentemente de mejor calidad, pero entonces el costo de ellas es siempre mayor que el costo que podría tener el mismísimo fallecido. El costo de una caja de muerto por esta vía es tan preciado como el de obtener una planta eléctrica o un automóvil.

Las funerarias, han seguido el camino de todo lo demás, destrucción total. No agua, no luz eléctrica, no asientos y la indolencia o imposibilidad de los que allí trabajan. Recuerdo en el comienzo del Período Especial y los apagones, las funerarias, casi siempre sin ventanas, entregaban un quinqué de keroseno, a lo que los cubanos llamamos “lubrilante”, por capilla o lo que es lo mismo por muerto, lo que hacía imposible permanecer dentro de aquellos lugares. Sólo dentro de las capillas terminaban quedando los fallecidos, por razones más que evidentes. Lo que llegó a contradecir el refrán popular de “el muerto adelante y la gritería atrás” para convertirse en el muerto adentro y la gritería afuera.

Pero todo esto, más bien parecido que es sacado de un guion de una película hiper satírica o de humor negro, no es nada, la realidad hoy es peor.

Los familiares de las personas fallecidas tienen que penar un poco más. A veces el fallecido está en su casa o en algún policlínico u hospital, 15, 16 horas para ser recogido. No neumáticos, no combustible, no baterías, o sea, no transporte, debido siempre dicen, al “bloqueo”. Imaginar 15 horas con tu mamá o papá, tu abuela o abuelo, tu esposa o esposo, peor, tu hijo o hija en la cama o sofá de tu casa, esperando a que aflojen el “bloqueo” y aparezca un carro para trasladarlo a la funeraria.

Luego la funeraria, aquella misma destruida, sin electricidad, sólo se responsabiliza en muchos casos con el trámite de contabilidad, o sea, el registro y la baja, el traslado a los cementerios corre por parte de los dolientes y entonces aparecen imágenes de transporte de cadáveres en carros de empresas, camiones, carretones tirados por bueyes o empujados por seres humanos solidarios.

No tenemos en Cuba de forma general tradición de llevar a los muertos en hombros, nuestra historia recoge algunos momentos casi siempre vinculados a manifestaciones sociales, personas que murieron luchando y fueron reconocidos, etc., ahora los familiares declaran que no se arriesgan a cargar los cajones de madera, por miedo a que el fallecido se salga por el camino.

Los funcionarios funerarios, o sea, los llamados antes funerarios, declaran, con lo que se quitan un gran problema de arriba, que su responsabilidad llega a la salida de las puertas de la funeraria, de ahí para adelante, que puede ser una cuadra o mil, es responsabilidad, por sus medios, de los que insisten en llevar al muerto al Campo Santo, que como sabemos hoy tiene mucho más de campo, o sea, de potrero, que de santo.

Las historias de las personas que hoy se ven obligadas a luchar con estos temas, dan miedo, más las imágenes o videos de cadáveres que se salen de los carros y paran tirados en las calles, por las malas o ningunas condiciones que tienen hoy los transportes que se dedican al tema o se resuelven.

A como están las cosas hoy y se perfilan a futuro, será mejor incinerar a los fallecidos por medios propios, nada absurdo, países como India lo hacen desde siempre, lo que en el caso cubano serviría al menos esa última vez para cocinar; enterrarlos en los patios o jardines, nada extraño los primeros cementerios privados de las familias e incluso todavía hoy, son parte de terrenos escogidos dentro de las propiedades o hacer lo mismo que hacen los habitantes de la región cultural de Tana Toraja, en la isla Sulawesi, Indonesia, donde las familias mantienen a sus fallecidos por meses  incluso años, vestidos, en camas o sillones, sacándolos a coger Sol de vez en cuando, hablándoles y ofreciéndoles comida, en espera de poder celebrar un funeral.

Ya no agua, electricidad, comida, atención médica, ropa, zapatos, casas, etc.; sino simplemente, cómo hacer más digna la muerte en Cuba.

 

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