Estábamos ya en Miami y nos dedicábamos, entre trámites y
trámites, a ayudar a Tío Migue y Varínia en la reconstrucción de la casita que
acababan de comprar. Largas jornadas de 12 a 14 horas de trabajo, en las que
pudimos colaborar, y de esa forma demostrar nuestro agradecimiento a esos
amigos que tanto hacían por nosotros.
Por las ventajas tecnológicas que se adquieren tan pronto se llega
a USA, hablábamos con Jenny y Yordán casi todos los días, a veces
varias veces en el día, tratando de mantenernos informados sobre todo acerca
del embarazo de nuestra hija. Todo marchaba viento en popa. Jennifer a esa
altura del juego había hecho una barriga perfecta, sin el más mínimo
inconveniente.
En la noche del 25 de octubre del 2012, estando en el apartamento
de Migue y Varínia, ya Martica y yo acostados para dormir, recibimos una
llamada de Yordán. La hora inmediatamente nos dijo que algo andaba mal y antes
de contestar al teléfono, en esos segundos que transitan entre que se
identifica el nombre de quien llama y se responde, las preocupaciones fueron
enormes, agolpadas unas sobre otras de manera abrumadora y la adrenalina en
fracciones de segundos puso a latir más rápido nuestros corazones. Nuestra hija
tenía 8 meses de embarazo.
Yordán, a todas luces emocionado y preocupado a la misma vez, pero
tratando con su voz pausada de no crearnos muchos problemas, nos dijo que Jenny
estaba en el hospital porque en la mañana de ese día se le había roto la
fuente. La noticia no era para nada nueva, por el contrario, es muy común entre
las mujeres embarazadas a la hora de parir, pero el problema es que ella recién
tenía 34 semanas de gestación, exactamente 6 semanas menos que las señaladas
como normales para parir.
Entonces las preocupaciones que antes mencioné, dejaron de
agolparse unas sobre otras para comenzar a matarnos. A partir de esa llamada
cada segundo se convirtió en interminable. No voy ahora a explicar la
complicación de un parto a los 8 meses, es bien largo y yo no soy médico, sólo
dejaré la idea de que es mejor parir a los 7 meses, que con un mes más. La
complicación está relacionada con la membrana hialina y el desarrollo o madurez
de los pulmones, lo que puede provocar no sé cuántas complicaciones incluyendo
o terminando con la muerte del recién nacido en muy pocos días.
Bueno, ahora ya no estábamos en RD, sino en Miami, donde
pensábamos que tendríamos tiempo para poder organizar nuestra historia, pues
Jenny tenia fecha de parto para diciembre y entonces esa llamada de Yordán. Las
siguientes horas fueron un martirio, a pesar de que Yordán nos mantuvo todo lo
informado que pudo, en la misma medida que él iba obteniendo la información.
Yo, en el plano personal, he asistido a 11 partos, casi como
una comadrona de antes. Mi plan, partiendo de ésta experiencia y tradición,
obviamente era estar de primero, o segundo, pues dejaría el protagónico al
padre, en el parto de mi hija. El sentimiento era enorme, era mi hija la que
iba a parir y ella traería a mi primera nieta y yo me encontraba allí en Miami
a miles de kilómetros de donde estaba ingresada sin poder hacer nada.
No le
tengo miedo a los hospitales, he estado en ellos en miles de ocasiones, en
partos, ingresos de familia y amigos, niños, enfermedades más y menos graves, la
muerte y siempre he preferido estar allí, en el frente de batalla, donde se
están decidiendo las cosas, que quedarme en mi casa esperando a que me lleguen
las noticias, pero en esta ocasión nada podía hacer. El nacimiento de la
niña no podría esperar mucho, entonces tendría que haber tenido un avión
personal para poder llegar a tiempo o mucho dinero para rentar uno y
desgraciadamente no tenía ni una cosa ni la otra. Gracias que al menos
estábamos en los Estados Unidos y podíamos hablarnos por teléfono con
frecuencia y facilidad.
El tiempo no pasaba. Yo trataba de distraerme trabajando en la
casa de Tío Migue y de distraer a Martica que estaba a mil amarrada a un
celular en espera de las noticias. Miedo, angustia, por momentos terror,
pensamientos que aparecían de esos que no se pueden compartir. Jenny estaba
bien, la niña había estado bien, pero el adelantón de la fecha lo complicaba
todo.
No voy a
hacer el cuento del parto completo, ese privilegio se los dejo a ellos, quienes
solitos fueron capaces de resolver y pasar todos esos momentos bien
complicados. Ellos, jóvenes, quizás estaban pasando por lo más importante que
habían hecho o tenido en sus vidas y no contaban ni tan siquiera con la
compañía de un conocido. Gran mérito de mi hija, la que siempre tuvo garras de
buena mamá y gran mérito de Yordán en su gran apoyo y decisión para enfrentar y
asumir lo que pudiera pasar. No hay de otra, como dice el viejo adagio, “si la
vida te da limones, haz limonada”.
Según cuenta Jenny, la historia fue larga en pocas horas, cargada
de médicos, enfermeras, pruebas y más pruebas, aparatos y más aparatos, hasta
que al final se determinó que había que hacer una cesárea. Las cesáreas son ya
muy comunes para los médicos, pero una cosa es una cesárea por en un documental
por televisión y otra es que se la vayan a hacer a tu hija. Aquello introducía
otro riesgo nuevo.
Entonces Mia Isabella nació el viernes 26 de octubre del 2012,
exactamente a las 6:00 pm con 5.4 libras de peso y 18 pulgadas de largo, a las
34 semanas de vivir dentro del útero de su madre. Hasta ese momento cubana,
también estaba apurada por llegar a Estados Unidos.
A la niña la sacaron y en sentido general estaba bien. Según
recuerda Jenny la niña lloró mucho cuando la sacaron, pero así y todo, se la
enseñaron y se la llevaron junto al papá para lo que sería cuidados intensivos,
por la fecha de su nacimiento y al parecer una pequeña dificultad al respirar,
necesitaban mantenerla controlada y asistida.
Rápidamente se disparó el dispositivo de la “Brigada de Producción
y Defensa”, y se reunió su Consejo de Dirección, integrado por Martica,
Jonathan y yo y después de pocos minutos se determinó que la primera, abuela
ya, saliera lo antes posible para San Antonio. La decisión irrevocable costó
trabajo que algunos miembros de la comunidad miamense la entendieran, pues
acabábamos prácticamente de llegar, estábamos en medio de trámites y eso podría
retardar el buen futuro. Decisión irrevocable al fin, Martica después de las
acciones para el pasaje, salió a los pocos días al encuentro de su hija y
nieta. El buen futuro en Miami, tendría que esperar. Primero estaba lo primero.
Yo abuelo, recuerdo haber hablado con Yordán y que las lágrimas no
me dejaron expresar lo que realmente quería decirle. Recuerdo que, en medio de
la alegría por la noticia, sólo atinaba a agradecerle lo mucho que estaba
haciendo por mi hija en mi ausencia. La posibilidad de ser abuelo se acoge de
forma diferente a la que cuando uno va a ser papá. Da más tiempo a pensar, a
ver los riesgos, etc. Cuando uno va a ser papá está tan atormentado y metido en
el potaje que no da mucho tiempo a nada. La inexperiencia hace que las cosas
pasen y casi uno ni se dé cuenta, hasta que un buen día alguien te pone a un
niño en los brazos y te dicen ya eres papá.
Recuerdo que cuando nació Cesar, el primer hijo de mi prima
Giselle, rápidamente llamé a mi Tío Carlos para felicitarlo por su nueva
condición de abuelo y él me respondió que para nada, que todo seguía igual, que
no había ningún cambio, tal como si lo de abuelo lo pusiera más viejo, más
gordo o quizás morado. Yo ahora abuelo sentía desde ese mismo momento una condición
especial, lo que me ratifica que mi querido Tío Carlos se había equivocado. Ser
abuelo es algo diferente y de momento ni estaba más viejo, ni más gordo y mucho
menos había cambiado de color.
Martica
embarcó para San Antonio y esa fue mi garantía, creo que un poquito la garantía
para todos. Con Martica en la gestión, por su experiencia como mamá, muchos
problemas cogerían su camino. La idea era apoyar a Jenny en esos primeros
momentos, tal como se había programado desde siempre en nuestra familia. La
idea, costara lo que costara, era estar cerca de ella y de nuestra nieta, para
ayudar y obviamente disfrutar un poquito, más allá de una llamada telefónica,
una cámara o un mensaje de texto. La idea era tocar con la mano.
Yo abuelo tuve que esperar a diciembre para poder viajar.
Estábamos en Miami y alguien tenía que trabajar para el buen futuro. Tan pronto
tuve la posibilidad, me monté en el avión sin pensarlo dos veces y me fui a
conocer a mi nieta.
Todavía
experimenté nuevas sensaciones. Una cosa es ser papá, otra es que te digan que
ya eres abuelo y otra, muy diferente, es tener entre tus brazos a esa nueva
personita. Se abraza, se carga, se siente diferente. Ya yo la conocía cuando la
logré ver personalmente, ella imagino que se preguntó y ahora, este quién es,
pero se dejó cargar sin reparos, comenzando así, poquito a poquito, nuestro
vínculo. Relación madura, pues ya tengo 50 años; profunda, pues suma todo el
cariño anterior; inteligente, pues ya no puedo volverme a equivocar; delicada,
porque yo soy grande y ella es una nueva personita acabada de llegar;
malcriadora porque sencillamente yo ahora soy el abuelo.
¿Cómo será cuando sea grande? No lo sé. Después del susto de su
nacimiento y los primeros días de vida, ahora mismo a los nueve meses de nacida
es una niña preciosa, ya no tan parecida a su papá, pues aparecen en ella rasgos
de la madre. Rubia original y con unos enormes ojos azules, que a pesar de que
estamos en el país de los ojos claros, llaman la atención a todo el que la
mira. Es una niña alegre, divertida, muy sociable, que no deja de encabronarse
a veces por sueño o porque sencillamente está cansada de que su mami la tenga
en el corral o el piso para que haga ejercicios. Es una niña sana e
inteligente. Tal como me escribió Isabel, la abuela paterna desde Cuba, es una
niña que rompió todos los moldes anteriores.
Vendrán otros nietos, claro está, la misma Jenny habla de volver a
parir, para eso estamos en América. Luego vendrá Jonathan y los suyos.
¿Estaremos Martica y yo allí? Claro que sí, esperamos que la muerte mientras
tanto se entretenga en otras personas. Estaremos allí, aunque para cada una de
esas nuevas ocasiones tengamos que posponer nuestro buen futuro.
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