miércoles, 7 de agosto de 2013

Mia Isabella.

Estábamos ya en Miami y nos dedicábamos, entre trámites y trámites, a ayudar a Tío Migue y Varínia en la reconstrucción de la casita que acababan de comprar. Largas jornadas de 12 a 14 horas de trabajo, en las que pudimos colaborar, y de esa forma demostrar nuestro agradecimiento a esos amigos que tanto hacían por nosotros.

Por las ventajas tecnológicas que se adquieren tan pronto se llega a USA,  hablábamos con Jenny y Yordán casi todos los días,  a veces varias veces en el día, tratando de mantenernos informados sobre todo acerca del embarazo de nuestra hija. Todo marchaba viento en popa. Jennifer a esa altura del juego había hecho una barriga perfecta, sin el más mínimo inconveniente.

En la noche del 25 de octubre del 2012, estando en el apartamento de Migue y Varínia, ya Martica y yo acostados para dormir,  recibimos una llamada de Yordán. La hora inmediatamente nos dijo que algo andaba mal y antes de contestar al teléfono, en esos segundos que transitan entre que se identifica el nombre de quien llama y se responde, las preocupaciones fueron enormes, agolpadas unas sobre otras de manera abrumadora y la adrenalina en fracciones de segundos puso a latir más rápido nuestros corazones. Nuestra hija tenía 8 meses de embarazo.

Yordán, a todas luces emocionado y preocupado a la misma vez, pero tratando con su voz pausada de no crearnos muchos problemas, nos dijo que Jenny estaba en el hospital porque en la mañana de ese día se le había roto la fuente. La noticia no era para nada nueva, por el contrario, es muy común entre las mujeres embarazadas a la hora de parir, pero el problema es que ella recién tenía 34 semanas de gestación, exactamente 6 semanas menos que las señaladas como normales para parir.

Entonces las preocupaciones que antes mencioné, dejaron de agolparse unas sobre otras para comenzar a matarnos. A partir de esa llamada cada segundo se convirtió en interminable.  No voy ahora a explicar la complicación de un parto a los 8 meses, es bien largo y yo no soy médico, sólo dejaré la idea de que es mejor parir a los 7 meses, que con un mes más. La complicación está relacionada con la membrana hialina y el desarrollo o madurez de los pulmones, lo que puede provocar no sé cuántas complicaciones incluyendo o terminando con la muerte del recién nacido en muy pocos días.

Bueno, ahora ya no estábamos en RD, sino en Miami, donde pensábamos que tendríamos tiempo para poder organizar nuestra historia, pues Jenny tenia fecha de parto para diciembre y entonces esa llamada de Yordán. Las siguientes horas fueron un martirio, a pesar de que Yordán nos mantuvo todo lo informado que pudo, en la misma medida que él iba obteniendo la información.

Yo, en el plano personal, he asistido a 11 partos, casi como una comadrona de antes. Mi plan, partiendo de ésta experiencia y tradición, obviamente era estar de primero, o segundo, pues dejaría el protagónico al padre, en el parto de mi hija. El sentimiento era enorme, era mi hija la que iba a parir y ella traería a mi primera nieta y yo me encontraba allí en Miami a miles de kilómetros de donde estaba ingresada sin poder hacer nada.

No le tengo miedo a los hospitales, he estado en ellos en miles de ocasiones, en partos, ingresos de familia y amigos, niños, enfermedades más y menos graves, la muerte y siempre he preferido estar allí, en el frente de batalla, donde se están decidiendo las cosas, que quedarme en mi casa esperando a que me lleguen las noticias, pero en esta ocasión nada podía hacer.  El nacimiento de la niña no podría esperar mucho, entonces tendría que haber tenido un avión personal para poder llegar a tiempo o mucho dinero para rentar uno y desgraciadamente no tenía ni una cosa ni la otra. Gracias que al menos estábamos en los Estados Unidos y podíamos hablarnos por teléfono con frecuencia y facilidad.

El tiempo no pasaba. Yo trataba de distraerme trabajando en la casa de Tío Migue y de distraer a Martica que estaba a mil amarrada a un celular en espera de las noticias. Miedo, angustia, por momentos terror, pensamientos que aparecían de esos que no se pueden compartir. Jenny estaba bien, la niña había estado bien, pero el adelantón de la fecha lo complicaba todo.

No voy a hacer el cuento del parto completo, ese privilegio se los dejo a ellos, quienes solitos fueron capaces de resolver y pasar todos esos momentos bien complicados. Ellos, jóvenes, quizás estaban pasando por lo más importante que habían hecho o tenido en sus vidas y no contaban ni tan siquiera con la compañía de un conocido. Gran mérito de mi hija, la que siempre tuvo garras de buena mamá y gran mérito de Yordán en su gran apoyo y decisión para enfrentar y asumir lo que pudiera pasar. No hay de otra, como dice el viejo adagio, “si la vida te da limones, haz limonada”.

Según cuenta Jenny, la historia fue larga en pocas horas, cargada de médicos, enfermeras, pruebas y más pruebas, aparatos y más aparatos, hasta que al final se determinó que había que hacer una cesárea. Las cesáreas son ya muy comunes para los médicos, pero una cosa es una cesárea por en un documental por televisión y otra es que se la vayan a hacer a tu hija. Aquello introducía otro riesgo nuevo.

Entonces Mia Isabella nació el viernes 26 de octubre del 2012, exactamente a las 6:00 pm con 5.4 libras de peso y 18 pulgadas de largo, a las 34 semanas de vivir dentro del útero de su madre. Hasta ese momento cubana, también estaba apurada por llegar a Estados Unidos.

A la niña la sacaron y en sentido general estaba bien. Según recuerda Jenny la niña lloró mucho cuando la sacaron, pero así y todo, se la enseñaron y se la llevaron junto al papá para lo que sería cuidados intensivos, por la fecha de su nacimiento y al parecer una pequeña dificultad al respirar, necesitaban mantenerla controlada y asistida.

La noticia entonces llegó a nosotros y Miami se paralizó de alegría, imagino que Cuba también. Había parido Jennifer, había dado a luz una niña, rubia y de ojos claros, muy parecida en ese momento a su papá. Para nosotros la noticia fue inigualable. Nuestra hija y nuestra nueva nieta estaban bien. Vivas.


Rápidamente se disparó el dispositivo de la “Brigada de Producción y Defensa”, y se reunió su Consejo de Dirección, integrado por Martica, Jonathan y yo y después de pocos minutos se determinó que la primera, abuela ya, saliera lo antes posible para San Antonio. La decisión irrevocable costó trabajo que algunos miembros de la comunidad miamense la entendieran, pues acabábamos prácticamente de llegar, estábamos en medio de trámites y eso podría retardar el buen futuro. Decisión irrevocable al fin, Martica después de las acciones para el pasaje, salió a los pocos días al encuentro de su hija y nieta. El buen futuro en Miami, tendría que esperar. Primero estaba lo primero.

Yo abuelo, recuerdo haber hablado con Yordán y que las lágrimas no me dejaron expresar lo que realmente quería decirle. Recuerdo que, en medio de la alegría por la noticia, sólo atinaba a agradecerle lo mucho que estaba haciendo por mi hija en mi ausencia. La posibilidad de ser abuelo se acoge de forma diferente a la que cuando uno va a ser papá. Da más tiempo a pensar, a ver los riesgos, etc. Cuando uno va a ser papá está tan atormentado y metido en el potaje que no da mucho tiempo a nada. La inexperiencia hace que las cosas pasen y casi uno ni se dé cuenta, hasta que un buen día alguien te pone a un niño en los brazos y te dicen ya eres papá.

Recuerdo que cuando nació Cesar, el primer hijo de mi prima Giselle, rápidamente llamé a mi Tío Carlos para felicitarlo por su nueva condición de abuelo y él me respondió que para nada, que todo seguía igual, que no había ningún cambio, tal como si lo de abuelo lo pusiera más viejo, más gordo o quizás morado. Yo ahora abuelo sentía desde ese mismo momento una condición especial, lo que me ratifica que mi querido Tío Carlos se había equivocado. Ser abuelo es algo diferente y de momento ni estaba más viejo, ni más gordo y mucho menos había cambiado de color.

Martica embarcó para San Antonio y esa fue mi garantía, creo que un poquito la garantía para todos. Con Martica en la gestión, por su experiencia como mamá, muchos problemas cogerían su camino. La idea era apoyar a Jenny en esos primeros momentos, tal como se había programado desde siempre en nuestra familia. La idea, costara lo que costara, era estar cerca de ella y de nuestra nieta, para ayudar y obviamente disfrutar un poquito, más allá de una llamada telefónica, una cámara o un mensaje de texto. La idea era tocar con la mano.


Yo abuelo tuve que esperar a diciembre para poder viajar. Estábamos en Miami y alguien tenía que trabajar para el buen futuro. Tan pronto tuve la posibilidad, me monté en el avión sin pensarlo dos veces y me fui a conocer a mi nieta.

Todavía experimenté nuevas sensaciones. Una cosa es ser papá, otra es que te digan que ya eres abuelo y otra, muy diferente, es tener entre tus brazos a esa nueva personita. Se abraza, se carga, se siente diferente. Ya yo la conocía cuando la logré ver personalmente, ella imagino que se preguntó y ahora, este quién es, pero se dejó cargar sin reparos, comenzando así, poquito a poquito, nuestro vínculo. Relación madura, pues ya tengo 50 años; profunda, pues suma todo el cariño anterior; inteligente, pues ya no puedo volverme a equivocar; delicada, porque yo soy grande y ella es una nueva personita acabada de llegar; malcriadora porque sencillamente yo ahora soy el abuelo.

¿Cómo será cuando sea grande? No lo sé. Después del susto de su nacimiento y los primeros días de vida, ahora mismo a los nueve meses de nacida es una niña preciosa, ya no tan parecida a su papá, pues aparecen en ella rasgos de la madre. Rubia original y con unos enormes ojos azules, que a pesar de que estamos en el país de los ojos claros, llaman la atención a todo el que la mira. Es una niña alegre, divertida, muy sociable, que no deja de encabronarse a veces por sueño o porque sencillamente está cansada de que su mami la tenga en el corral o el piso para que haga ejercicios. Es una niña sana e inteligente. Tal como me escribió Isabel, la abuela paterna desde Cuba, es una niña que rompió todos los moldes anteriores.  


Vendrán otros nietos, claro está, la misma Jenny habla de volver a parir, para eso estamos en América. Luego vendrá Jonathan y los suyos. ¿Estaremos Martica y yo allí? Claro que sí, esperamos que la muerte mientras tanto se entretenga en otras personas. Estaremos allí, aunque para cada una de esas nuevas ocasiones tengamos que posponer nuestro buen futuro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario