La naturaleza fue lo
primero que Dios se inventó para marcar o medir el tiempo, mucho antes de que
su gran creación, el hombre, se inventara los calendarios y los relojes. Entonces el
Sol, la Luna y las estaciones del año, sirvieron para indicar que el tiempo
pasa, o en realidad que nosotros, los grandes creados, pasamos.
Los cubanos, en
sentido general, sabemos poco de estaciones, Cuba como dice el refrán popular,
es un eterno verano. Así que más allá de un poquito de fresco a fin de año, reconocemos e incluso nos orgullecemos de que vivimos en un clima
caliente siempre, por lo que de primavera y otoño, nada.
Lincoln, donde vivo
ahora, es muy diferente, el invento de Dios se mantiene casi intacto, por lo
que tenemos cuatro estaciones bien definidas. Desde que llegué aquí me anunciaron
que el otoño era muy lindo. Las hojas de los arboles cambian su color verde
intenso por un fuerte amarillo o rojo y luego con el paso de los días se caen todas y las ramas de los árboles quedan absolutamente peladas. El Ruso
siempre me dice que los americanos de aquí definen el momento con la tierna
idea de que los árboles se van a dormir. Demasiado dulce la idea para definir
lo que nos viene para arriba.
En efecto, hemos
podido observar y vivir por primera vez, el paso del verano caliente, quizás
tan caliente como el cubano, al otoño y dentro del otoño, día a día, hemos
visto las diferencias que van creando las condiciones para la llegada del "famoso" invierno.
Lo primero que ocurre
es que la temperatura baja día por día, a veces drásticamente, otras de manera
menos acelerada, pero baja. Hemos tenido días de 32° F., lo que para nosotros
significa 0° C., incluso madrugadas un poquito más frías. Los carros comienzan
a amanecer con los cristales llenos de escarcha y el césped en las
primeras horas de algunas mañanas aparece vestido de novia, como las botellas
de cerveza en muchos lugares de República Dominicana. De novia fría obviamente.
Lo de la caída de las
hojas es lindo, sobre todo porque no tenemos que recogerlas, de tener que hacerlo, lo de lindo se convertiría en un infierno. La caída de las hojas ocurre en muy
pocos días. Miles, millones de ellas en todas partes de la ciudad, movidas de
un lugar a otro por el viento que cambia constantemente de dirección e
intensidad.
Los árboles que hasta
hace muy pocos eran muy verdes y frondosos, ahora están totalmente pelados, primando en ellos el color carmelita. Solo quedan intactos los pinos. Fuertes y verdes
aguantan heroicamente despiertos. Quizás es por eso que es el árbol de
la navidad. No porque sea lindo, no porque sea único, sino sencillamente porque no hay más nada. No se van a dormir nunca.
La naturaleza y sus
cambios. El jueves pasado, o sea, 21 de noviembre, brincamos de un lindo otoño
con calles cubiertas de hojas que se mueven constantemente como si bailaran, al
invierno, con la primera nevada de la temporada.
Hacía 5 años que no
nevaba en noviembre, pero como estamos aquí y necesitamos aprender, Dios nos
mandó la nieve bien tempranito. La temperatura bajó bruscamente a - 7° C., y todo se pintó de blanco. No fue
mucha la nieve, sólo dos pulgadas, pero les aseguro que estaba muy fría.
Ese mismo día, porque
todo viene junto, presenciamos el primer choque de la temporada invernal. Las
personas no cambian tan rápido sus costumbres y la calle congelada no entiende
de frenos, ni neumáticos buenos. Interesante porque la joven que dio por
detrás, delante del policía se bajó de su jeepeta, echó a correr gritando
Papa, Papa, se metió entre nuestro edificio y el de al lado y no volvió a
aparecer. Dejó su carro tirado en el medio de la calle, que después de una hora de espera tuvo que ser movido por una grúa. ¿Loca?, ¿Drogas o alcohol?, ¿No documentos?, ¿Nervios?
Nunca lo sabremos. De haber sido en el eterno verano
cubano, la mitad de la población del barrio hubiera salido a averiguar, culpar o solidarizarse, mientras
que la otra mitad enérgicamente le caía atrás a la muchacha. La culpa la tendría entonces el calor.
Esto empieza ahora.
Esta nevada estuvo fuera de plan, pero se avecina diciembre y enero y entonces
la cosa si se pondrá buena. De momento adiós al calor, adiós a los múltiples
colores de la primavera, incluso adiós a la fantástica vista de la caída de las
hojas y sus bailes sobre las calles y aceras. Es una pena que no
podamos irnos a dormir por unos cuantos meses, tal como hacen los árboles en Lincoln.
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