martes, 26 de noviembre de 2013

Otoño e Invierno en Lincoln


La naturaleza fue lo primero que Dios se inventó para marcar o medir el tiempo, mucho antes de que su gran creación, el hombre, se inventara los calendarios y los relojes. Entonces el Sol, la Luna y las estaciones del año, sirvieron para indicar que el tiempo pasa, o en realidad que nosotros, los grandes creados, pasamos.


Los cubanos, en sentido general, sabemos poco de estaciones, Cuba como dice el refrán popular, es un eterno verano. Así que más allá de un poquito de fresco a fin de año, reconocemos e incluso nos orgullecemos de que vivimos en un clima caliente siempre, por lo que de primavera y otoño, nada.

Lincoln, donde vivo ahora, es muy diferente, el invento de Dios se mantiene casi intacto, por lo que tenemos cuatro estaciones bien definidas. Desde que llegué aquí me anunciaron que el otoño era muy lindo. Las hojas de los arboles cambian su color verde intenso por un fuerte amarillo o rojo y luego con el paso de los días se caen todas y las ramas de los árboles quedan absolutamente peladas. El Ruso siempre me dice que los americanos de aquí definen el momento con la tierna idea de que los árboles se van a dormir. Demasiado dulce la idea para definir lo que nos viene para arriba.

En efecto, hemos podido observar y vivir por primera vez, el paso del verano caliente, quizás tan caliente como el cubano, al otoño y dentro del otoño, día a día, hemos visto las diferencias que van creando las condiciones para la llegada del "famoso" invierno.

Lo primero que ocurre es que la temperatura baja día por día, a veces drásticamente, otras de manera menos acelerada, pero baja. Hemos tenido días de 32° F., lo que para nosotros significa 0° C., incluso madrugadas un poquito más frías. Los carros comienzan a amanecer con los cristales llenos de escarcha y el césped en las primeras horas de algunas mañanas aparece vestido de novia, como las botellas de cerveza en muchos lugares de República Dominicana. De novia fría obviamente.

Lo de la caída de las hojas es lindo, sobre todo porque no tenemos que recogerlas, de tener que hacerlo, lo de lindo se convertiría en un infierno. La caída de las hojas ocurre en muy pocos días. Miles, millones de ellas en todas partes de la ciudad, movidas de un lugar a otro por el viento que cambia constantemente de dirección e intensidad.

Los árboles que hasta hace muy pocos eran muy verdes y frondosos, ahora están totalmente pelados, primando en ellos el color carmelita. Solo quedan intactos los pinos. Fuertes y verdes aguantan heroicamente despiertos. Quizás es por eso que es el árbol de la navidad. No porque sea lindo, no porque sea único, sino sencillamente porque no hay más nada. No se van a dormir nunca.

La naturaleza y sus cambios. El jueves pasado, o sea, 21 de noviembre, brincamos de un lindo otoño con calles cubiertas de hojas que se mueven constantemente como si bailaran, al invierno, con la primera nevada de la temporada.

Hacía 5 años que no nevaba en noviembre, pero como estamos aquí y necesitamos aprender, Dios nos mandó la nieve bien tempranito. La temperatura bajó bruscamente a  - 7° C., y todo se pintó de blanco. No fue mucha la nieve, sólo dos pulgadas, pero les aseguro que estaba muy fría.

Ese mismo día, porque todo viene junto, presenciamos el primer choque de la temporada invernal. Las personas no cambian tan rápido sus costumbres y la calle congelada no entiende de frenos, ni neumáticos buenos. Interesante porque la joven que dio por detrás, delante del policía se bajó de su jeepeta, echó a correr gritando Papa, Papa, se metió entre nuestro edificio y el de al lado y no volvió a aparecer. Dejó su carro tirado en el medio de la calle, que después de una hora de espera tuvo que ser movido por una grúa. ¿Loca?, ¿Drogas o alcohol?, ¿No documentos?, ¿Nervios? Nunca lo sabremos. De haber sido en el eterno verano cubano, la mitad de la población del barrio hubiera salido a averiguar, culpar o solidarizarse, mientras que la otra mitad enérgicamente le caía atrás a la muchacha. La culpa la tendría entonces el calor.


Esto empieza ahora. Esta nevada estuvo fuera de plan, pero se avecina diciembre y enero y entonces la cosa si se pondrá buena. De momento adiós al calor, adiós a los múltiples colores de la primavera, incluso adiós a la fantástica vista de la caída de las hojas y sus bailes sobre las calles y aceras. Es una pena que no podamos irnos a dormir por unos cuantos meses, tal como hacen los árboles en Lincoln.

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