miércoles, 4 de diciembre de 2013

Farmland. The Nightmare. (segunda parte)

¿Cómo es el proceso? Pues bien sencillo, las piernas de puerco crudas, llegan en rastras desde diferentes lugares de este país, dentro de unas enormes cajas de cartón a las que se les llama combo, pesando, más o menos entre 15 y 17 libras cada una. Los combos son depositados en una máquina que los mueve hacia los inyectores. Estos inyectores, que no se rompen nunca, con no sé cuántas agujas, le inyectan la salmuera, un líquido muy salado y medio turbio, que con el tiempo llega a convertirse en abrasivo y quema. Al salir de esos inyectores que no se rompen, las piernas se trasladan sobre unas esteras chorreando líquido todo el tiempo, hasta los cuernos, máquinas donde se les mete dentro de una funda de tela, con presillas a ambos lados y de ahí vuelven a las esteras para ser colgados.

Entonces entramos nosotros en acción. La misión era coger la pierna de puerco, ahora con aproximadamente 27 o 30 libras, producto del líquido inyectado y ponerla en una estructura de hierro, llamadas árboles de jamón,  que tienes a tus espaldas.

Los árboles de jamón tienen 5 divisiones o pisos. El trabajador que está abajo es encargado de llenar los dos primeros pisos, de abajo hacia arriba, primero el frente y luego darle la vuelta para poner piernas por detrás. En total pone 24 piernas. Cuando termina, empuja el árbol para que lo cojan los de arriba. Entonces los de la plataforma alán el árbol y son los encargados de poner primero 18 piernas, darle la vuelta y poner las otras 18 piernas restantes. En total 60 piernas de puerco, que suman con árbol y todo cerca de 2000 libras.

Teóricamente parecía fácil, pero, la primera pierna de puerco que cogí, se me cayó de las manos, la segunda, se me cayó de las manos, no había forma de que pudiera cogerla de la estera y colgarla en el árbol. Miraba a Jonathan, tratando de mantener la cordura de papá trabajador y fuerte y me parecía que él estaba en lo mismo, luchando para que las piernas no se les fueran de las manos. La tercera pierna se me resbaló también. Puede parecer exagerado, pero es exactamente la verdad de lo que ocurrió. Debo recordar que he tenido la suerte de trabajar toda mi vida, desde que era casi un niño, con las manos, lo que desarrolla ciertas habilidades y crea ciertas posibilidades, no obstante tuve que ponerme fuerte, porque los primeros intentos fueron fallidos. Entre la funda sin mucha holgura para el agarre, el peso de casi 30 libras y las piernas chorreando líquido, aquello se convertía en algo casi imposible.

 A mí me parecía que todo el mundo me estaba mirando. Como era el nuevo, era de suponer que la mitad de la planta estuviera observando mis posibilidades y entonces era peor. Luego la presión aumentaba porque las piernas no se pueden caer al piso y enseguida que esto ocurre tienes a alguien al lado que, con gestos poco amistosos, te anima o regaña, nunca lo llegas a saber bien.  A esa hora da lo mismo.

El cuento es peor, porque si esto fuera una sola vez en la mañana, no hubiera problemas, pero lo que pasa es que las piernas vienen por la estera para arriba de ti, cada un segundo y medio, o sea, si te demoras en coger la pierna de la estera, si te trabas a la hora de ponerla, si se te caen y te entretienes con lo ocurrido, cuando viras  la cara al frente tienes un tremendo rollo formado sobre la estera. Las piernas comienzan a amontonarse, a trabarse, incluso a caerse y entonces sí que estas en problema. Lo de alguien a tu lado que te anima desaparece y los gestos son siempre de regaños. La única persona amorosa en todo esto era el Ruso, responsable de nosotros, quizás apenado por el duro trabajo, siempre venía con cariño.

La idea sencilla de coger la pierna, virarte y colgarla en el árbol, se transforma en una pesadilla, pues las piernas no dejan de llegar y no puedes parar la producción. Cuando se amontonan frente a ti y se encaraman unas sobre otras, es peor, porque entonces no puedes ni sacarlas de la línea. A uno le parece que todo el mundo lo está mirando y sientes que la presión aumenta. Las piernas no traen una argolla para colgarlas, ni tan siquiera la funda está diseñada para tal función. Los arboles tampoco están acondicionados, así que lo de colgar es sencillamente agarrar la pierna de puerco como puedas y meterla a la fuerza sobre los barras de acero de los árboles. Al principio te vez agarrando las piernas empapadas con los dos manos, los dos brazos, la barriga y el pecho y tirándola, literalmente tirándola, contra el árbol para ver si tienes suerte y se quiere quedar ahí. Lo otro, lo de la profesionalidad al principio, es un cuento

Como no todo es perfecto, a veces las piernas de puerco vienen a medio meter dentro de la funda de tela, o las telas vienen rotas o peor, a veces viene dos o tres piernas unidas por la tela y entonces los que trabajan sobre la plataforma de arriba, además de colgar las piernas, girar el árbol y empujarlo para sacarlo de la línea, tienen la misión de desvestir la pierna, quitarle la tela, separarlas y tirarlas para otra estera para que vuelvan a pasar por los cuernos. No puedo reproducir con palabras lo que ocurre. Sería perfecto poderlo filmar y así y todo no es lo mismo que vivirlo, mejor dicho sufrirlo.

Los primeros días fueron agotadores. Jonathan y yo sólo nos reuníamos en los recesos o la hora de almuerzo para fumarnos un cigarrito, a veces dos de corredera, antes de volver a entrar. Pero como el tiempo lo resuelve todo, poco a poco fuimos cogiendo el ritmo de máquina. Empezamos a trabar los jamones y colgarlos bien en los árboles, empezamos a tener tiempo incluso para ayudar a uno de nuestros compañeros de estación, porque el hombre a todo se acostumbra y si del cielo te caen piernas de puerco, pues aprende a colgarlas en el árbol.

Como el trabajo es muy, pero muy fuerte, se utiliza un sistema de rotación para que la gente no se funda. Entonces se intercambian las líneas y las posiciones dentro de ellas y aunque sigues colgando jamones sientes, al menos en los primeros momentos, el beneficio del cambio.

La otra tarea que te permite descansar un poquito es empujar árboles. Los arboles cargados de piernas de puerco son sacados de la línea con un empujón bestial o salvaje por los cargadores y entonces hay que empujarlos por toda la planta para llevarlos a la pesa, donde se les contabiliza y luego hay que seguirlos empujando hasta las casas de humo para que sean cocinados durante 12 horas. La tarea de empujar árboles en comparación con la de colgar piernas es una “bendición”. A pesar de las casi 2000 libras que estas empujando, el trabajo te permite moverte de un lugar a otro, cogerte unos segundos, exactamente unos segundos, entre un árbol y otro y quizás hasta echar un descansito a la sombra de un árbol.

No deja de ser complicado porque la planta es una planta vieja, los arboles están colgados de un rail desgastados con diferencias entre ellos, las ruedas se traban, hay que cambiar switch en los raíles para llegar a los lugares destinos, y sobre todo, al estar las piernas colgadas chorreando líquido, todo el tiempo estas mojado, por momentos empapado de la salmuera de color turbio, a tal punto que cuando empujas árboles te da la sensación de que está lloviendo sobre ti. No obstante, con todo lo viejo de los raíles y las ruedas de las árboles, las casi 2000 libras de peso y la mojadera, es preferible empujar árboles que colgar piernas de puerco.

Nuestro amigo Richard, hermano del Ruso que trabaja en otra planta de carne en Oakland, Iowa, siempre me dice que se empieza a valorar cada segundo de tu jornada laboral y es muy cierto. Cuando paras por segundos o escasos minutos sientes el descanso. Cuando se rompe una máquina, hay demora en la descarga de las piernas o se forma algún lío y hay que parar, sientes como si estuvieras de vacaciones. La simple conversación con alguien que te está explicando algo o el tiempo que transcurre entre que estas en un lugar y te mandan para otro, es sencillamente adorable. Aquí si cada minuto cuenta.

La planta tiene dos turnos de trabajo, uno que comienza las 7:00 am y el otro que comienza a las 4:30 pm. Todo el tiempo sin parar, solo los escasos minutos que dan para el receso en la mañana y el almuerzo.

En temporada alta, o sea, de mayor consumo de jamón, ésta planta procesa 1 000 000 de libras de carne de puerco diariamente. İUN MILLON!!!!!!!!!!. No sé exactamente de dónde sale tanta carne, no puedo llegar a representármelo.

Para los pocos conocedores o los que fueron muy afectados por el llamado Período Especial en Cuba,  les recuerdo que los puercos solo tienen dos piernas traseras que son las que se utilizan para hacer jamón, al menos en esta planta, o sea, solo dos piernas traseras por puerco, lo que me hace pensar en la cantidad de puercos que hay que criar y luego matar para mantener este ritmo. Más complicado el pensamiento porque esta planta es solo una de las doce plantas que ésta compañía tiene en todo el país. ¿De dónde sale tanto puerco? ¿Tendrán una especie de cerdo que tiene seis u ocho piernas en la parte de atrás? Todavía, como cubano que soy, me cuesta trabajo digerir estos números.

No hay escape, todavía lo estoy escribiendo y me parece mentira el número. Un millón de libras de carne por día. A veces deseaba que las rastras no llegaran o se rompieran las máquinas para coger esos minutos de los que tanto Richard nos había hablado, pero nada, las maquinas apenas paran y las rastras no dejan de llegar sin importar la nieve ni la lluvia.

Con el paso de los días nos acostumbramos al trabajo. Jonathan, lamentablemente tuvo que dejarlo como a los 15 días, porque un movimiento brusco tratando de cumplir con su responsabilidad de cargar jamones, le desgarró unos músculos en la pelvis. Lo llevamos al médico, por suerte no pasó de ahí, pero le indicaron que no podía seguir haciendo ese esfuerzo físico tan fuerte.  

Yo tuve que continuar solo. La salida de la casa era difícil, pues aunque estábamos en marzo, las mañanas seguían siendo muy frías, con nieve incluida. Extrañaba a Jonathan y su compañía para salir antes de que apareciera el Sol y para las conversaciones intimas a la hora de los recesos. Ahora sólo me quedaba el Ruso.

Poco a poco le fui cogiendo el ritmo a la cosa y sin llegar a ser obrero destacado, cumplí con mi trabajo. Un día cargaba jamones, otro empujaba árboles, un día el Ruso para tirarme un salve me ponía en la línea de producción después de los cuernos para sacar los jamones que no entraban para ser metidos en las fundas, lo que comparado con lo de cargar o empujar si era un verdadero jamón.

Además de hablar solo, parece que todos los que trabajan en fábricas lo hacen, no tuve otra afectación, al menos visible. Mi corazón, preocupación grande por el enorme esfuerzo físico que estaba haciendo, resistió.  Al final de cada día,  luego de la jornada laboral, lo único que deseaba era llegar a mi apartamento, tomarme uno, dos, tres cafecitos bien caliente y tirarme en el piso todo el tiempo que pudiera.

Farmland no acabó conmigo. Nunca antes había trabajado en un ambiente de fábrica, menos al ritmo de los Estados Unidos, donde las maquinas no se rompen mucho, las rastras no dejen de llegar a la hora indicada y los puercos parecen tener varias piernas traseras. A pesar del enorme esfuerzo físico que tuve que hacer, fue una novedosa experiencia, que nos permite valorar lo que hemos tenido y lo que podemos tener.

Fue mi primer trabajo aquí, fuerte tal como le toca a muchos emigrantes que acaban de llegar. Del Ruso haber sido congresista, de seguro nos hubiera resuelto un puesto en el Congreso. ¿A quién mejor que a nosotros? Pero Farmland es lo que tiene. Fue lo que nos prometió. Y eso nos tenía reservado tan pronto pusimos en pie en Lincoln.


Fue una novedosa experiencia, para una vez en la vida está bueno, pero para ser sincero, como no puedo entrar de casco rojo, no la quisiera volver a pasar nunca.

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