Sigo escribiendo, no quiero
que se me olvide.
Hay que estar loco para irse
de Miami, fue una de las ideas que mi hermano Igor me dejó de tarea en los últimos
días de mi paso por la Ciudad del Sol. Tarea que me ha acompañado durante todo
este tiempo de vivir en Lincoln, ya casi un año.
Y creo que hasta cierto
punto tiene razón. Hay que estar loco, no solo para dejar Miami, sino para
vivir. Los muy cuerdos pasan mucho trabajo.
La primera locura es
abandonar tu país de origen, independientemente de dónde esté y de cuáles sean
las condiciones. Dejar atrás tu historia, tus pocas o muchas pertenencias,
aquellas que lograste con sacrificio y disfrute, renunciar a la parte buena de
tu familia y amigos y sobre todo, lo más importante para mí, prescindir de lo
que conoces y de lo que te conocen. Entonces en busca de un “futuro mejor”,
meter tu vida en una maleta y salir a “tumbar monte”.
Hay que estar medio loco
para llegar a un país desconocido, donde alguien te puede esperar o
sencillamente nadie te espera y pretender no solo tumbar monte, sino, de forma
acelerada edificar una vida en él. Nuevos idiomas, nuevas costumbres, nuevas
caras y sobre todo el tiempo diciéndote constantemente, casi no tienes tiempo.
Al principio sientes que has
mejorado, que te has quitado de arriba las presiones de un socialismo deforme,
caprichoso, absurdo. Tu vida estaba tan deteriorada, sobre todo en el plano
espiritual, que la sola idea de respirar
otro oxigeno te parece un gran logro. Luego con el paso de los días, a pesar de
las reales mejorías, lo de estar medio loco comienza a aparecer con
intermitencia frente al lente de tus ojos.
Das vueltas tratando de
acomodarte, de hacerte del pedazo de tierra que pisas, como diríamos en buen
cubano, de aplatanarte. Te mueves. Nuevos trabajos, nuevas casas, nuevos amigos.
Vives pensando en el futuro mejor, sin poderte desprender definitivamente de tu
pasado, el cual, bueno o malo, lo arrastras todo el tiempo.
Para muchos comienzan a
pasar diferentes escenarios, diferentes países, para otros el camino puede ser más
corto, hasta que llegamos a la “tierra prometida”, cuya fertilidad, no importa cómo
y cuándo llegamos, no importa lo que somos y sabemos, pensamos nos permitirá cosechar
y sobre todo nos permitirá cosechar mucho y en corto tiempo. Equivocados. La
idea de cosechar cada día se hace más difícil. Lo del corto tiempo, por el buen
camino, sencillamente no existe. Estamos en el 2013.
En mi caso, la locura me dio
por venir a Lincoln, capital del Estado de Nebraska. Nada de lo anterior que viví,
se parece. Es totalmente diferente a toda experiencia precedente. Es lindo,
agradable, organizado, pero cuesta trabajo penetrarlo para poderse sentar a
descansar.
Es tan diferente para
nosotros los cubanos, que tenemos invierno definido, tal como en los libros y
el invierno es con mucha nieve y hielo, por tanto muy frio. Lo que hasta ahora
llamamos invierno cubano, nada tiene que ver con lo que se vive en este lugar. El
invierno suele ser un buen profesor. Tienes que aprender rápido o lo que te
espera es el sufrimiento.
Primero necesitas cambiar
tus ropas. De short y pullover, pasamos a pantalones largos, quizás calzoncillos
térmicos, ropa de mangas largas, abrigos, gorros, guantes e incluso algunos,
mascaras. Luego necesitas aprender a vestirte. La idea no es meterte un gran
abrigo arriba y salir del tema. La idea es vestirte como si fueras una cebolla,
o sea, por capas, partiendo de adentro hacia fuera, de lo más fino a lo más
gordo.
Lo otro es aprender a caminar.
Si sales y hay nieve solamente, no hay problemas, pero si hay hielo debajo de
ti, tienes que caminar como si estuvieras pisando huevos, porque de que resbalas
y te caes, resbalas y te caes. ¿Zapatos lindos, de esos de flores y hebillas
doradas y taconcitos? Nada de eso, todo el mundo anda en botas. Algunos en
botas de 20 dólares, otros en botas de 200 dólares, pero todo el mundo anda en
botas. Genial temporada para las mujeres de patas flacas. Adoran el invierno.
Manejar se convierte en un
pequeño problema, pues tienes casi que pasar un nuevo curso de manejo, sobre
todo cuando nieva y llueve a la misma vez, o la nieve se ha congelado sobre la
calle. Hay que reducir drásticamente la velocidad, a veces no puedes subir de
20 millas por hora y sobre todo cambiar absolutamente la forma de frenar. Si
pones el pie sobre el pedal del freno y lo aprietas tal como lo hacemos por costumbre
de una sola vez, el patinazo no te lo quita nadie de arriba. El freno hay que
tocarlo poquito a poquito, con la puntica del pie para lograr parar sin que se
forme la desagradable. Si el carro patina, pues déjalo patinar y que pare
cuando él quiera, si te fajas con el timón tratando de controlarlo, el problema
es peor.
La primera misión es salir
de tu casa y quitar la nieve o el hielo que esta sobre tu carro. Es agradable
la primera vez. La segunda deja de ser cómico y después de la tercera ya no
puedo contar lo que puede venir a la cabeza. Ya pueden imaginar, guantes,
gorros, palitas plásticas para raspar cristales, liquido anticongelante, torpeza
en las primeras pruebas, tiempo antes de salida, porque en la bobería de la
nieve se te van minutos y entonces llegas tarde a donde tienes que ir.
Una de las cosas más
desagradables según mi hijo Jonathan, es
orinar. La tarea de sacar lo que en los libros llaman pene de su cálido y acogedor
lugar con las manos frías, con temperaturas por debajo de 0ºC es una tortura.
Lamentablemente no se puede hacer con guantes, se necesitarían guantes de cirujanos y esos no sirven para el invierno, por lo que tienes que quitarte los guantes,
buscar y buscar dentro de la portañuela y obligar a salir a alguien que se
niega rotundamente a abandonar su lugar. Estamos pensando en fabricar unas
pinzas térmicas para enfrentar la acción.
Para los que quieran venir a vivir aquí, les aseguro que serán bien recibidos, tendrán casa y comida caliente y el cariño del trópico, que es diferente al cariño americano, solo les aconsejo, estén donde estén, pasar antes un curso intensivo de locura.
Para que vean que todo esto
es verdad, les dejo unas imagenes. Les cuento, hay que estar medio loco para
ponerse a tirar fotos con tanto frio, cosa que como pueden imaginar tampoco se
puede hacer con guantes. Los que aquí viven desde hace años, dicen que aún no
es nada, que recién está comenzando el invierno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario