Hoy veo la
vida como aquella película que fue muy famosa en Cuba y que muchas veces vi
cuando fui joven, incluso no tan joven, “La Cámara 36 de Shaolín”, donde los
aspirantes a monje en la antigua China, tenían que pasar por 35 Cámaras,
niveles, estudios, muy difíciles, para luego de aprobarlas todas, lo que
significaba poseer una fortaleza física y espiritual descomunal, poder ejercer.
Entonces estoy en esto de pasar por las Cámaras. A veces las he ido cursando de una
en una, otras he tenido que batirme con varias de ellas a la misma vez, porque
alguna diferencia introduce la vida real.
Acabo de
recibir lo que a continuación reproduzco. Es lindo, emotivo y evoca una
realidad muy recordada por muchos. El envío fue de Yordan, mi súper yerno. Como
es la primera vez que utilizo esta denominación, aclaro para mis suspicaces
lectores y para la historia, que lo de súper yerno no es una ironía, ni un
sarcasmo, además de que Yordan no me está pagando para que lo haga famoso.
Para un
suegro exigente y jodido como soy yo, es un reconocimiento muy sincero. Hasta
cierto punto para cualquier suegro es fácil llegar a reconocer que el marido de
su hija es un súper o un yerno, pero la realidad de unir a estas dos palabras, sin dinero de por medio,
es más que reconocer, hacer justicia. No la de Dios, sino la mía, que es más
importante.
Esto que
leí y que quizás algunos de ustedes lean, reproduce exactamente la forma en que
vivimos los que nacimos en Cuba durante la décadas del 60 y 70, incluso antes. Lo
malo que tuvimos, no nos mató, entonces nos hizo más fuertes. Los jóvenes y
niños actuales no entenderán cómo sobrevivimos y sobre todo por qué nos sigue
emocionando el recordarlo.
Estoy
seguro que los que hoy tienen más de 35 años y se encuentran transitando por
sus propias Cámaras, o sea, están vivos, lo disfrutaran.
Yo continuo
esforzándome. Pienso vencer lo de las 35 Cámaras y antes de ponerme viejo del
todo, crear, tal como en la película, mi propia Cámara, la 36.
Nota del Autor.
Pido disculpas a mis lectores creyentes, se me puede haber ido un poco la mano en aquello de la justicia mía más importante que la de Dios, entiéndanme es que ya soy residente permanente en "América". JAJAJA
,
¿Cómo hiciste para sobrevivir?
De niños
andábamos en autos que no tenían cinturones de seguridad, ni
bolsas de
aire...
Ir en la
parte de atrás de una camioneta, con baranda baja, era un paseo
especial y
todavía lo recordamos.
Nuestras
cunas estaban pintadas con brillantes colores de pintura a base de
plomo.
No
teníamos tapas con seguro contra niños en las botellas de medicina,
gabinetes,
puertas. ..
Cuando montábamos bicicleta no usábamos
casco, ni protectores de rodillas
Tomábamos agua de la manguera del jardín y
no de una botella de agua cara
que dicen que es mineral...
Gastábamos horas y horas construyéndonos
carritos de chatarra y los que
tenían la fortuna de tener calles
inclinadas los echaban a andar cuesta
abajo y en la mitad se acordaban que no
tenían frenos.
Salíamos a jugar con la única condición de
regresar antes del anochecer.
No teníamos celular... así que nadie podía
saber dónde estábamos, y eso…
era impensable.
Nos cortábamos, nos rompíamos un hueso,
perdíamos un diente, pero nunca hubo
una demanda por estos accidentes.
Nadie tenía la culpa sino nosotros mismos.
Comíamos bizcochitos, pan y mantequilla,
tomábamos bebidas con azúcar que no
tenían marca comercial y nunca teníamos
exceso de peso porque siempre
estábamos jugando ,o mejor, "mataperreando"...
Compartíamos una bebida entre cuatro...
tomando en la misma botella y nadie
se moría
por esto.
Nunca
oímos de cólera, giardia o cualquiera de esas
No teníamos
Playstations 3; 4 o mil, canales de televisión en cable,
ipods,
iphones, computadoras, Internet...
Sino que
TENÍAMOS AMIGOS.
Salíamos,
nos subíamos en la bicicleta o caminábamos hasta la casa del
amigo,
tocábamos el timbre o sencillamente, entrábamos sin tocar y allí
estaba y
salíamos a jugar.
¡En el
mundo cruel ¡Sin un guardián permanente! ¿Cómo hacíamos?
Algunos
estudiantes no eran tan brillantes como otros y cuando perdían un
año lo repetían.
Nadie iba
al psicólogo, al psicopedagogo, ni había gran crisis familiar,
nadie
tenía dislexia ni problemas de atención, ni hiperactividad,
simplemente
repetía y tenía una segunda oportunidad.
Teníamos
libertad, fracasos, éxitos, responsabilidades...y aprendimos a
manejarlos.
La gran
pregunta es
¿Cómo
hicimos para sobrevivir, y sobre todo para ser las grandes personas
que somos
ahora?
Seguro
dirán que éramos unos aburridos pero.....
¡CARAMBA, ÉRAMOS MUY FELICES!”