sábado, 30 de enero de 2016

Lo que no admiro de los norteamericanos.

Ya veo que a mis amigos les gustan estos temas de opinión. Conozco que ustedes también las tienen, pues no por gusto son mis amigos, JAJAJA, sólo que a veces es difícil encontrar el tiempo y quizás las palabras para expresarlas. Me está llevando el Diablo con el frío, pero lo de admirar a los norteamericanos ha causado gran sensación y he obtenido muchos comentarios. Lo agradezco. JAJAJA. 

Es difícil definir, somos muchos y creo que la idea básica aquí es no parecernos unos a otros, entonces lo de definir se hace más complicado o cuesta arriba.

Ahora tengo una gran idea a desarrollar y es, qué no admiro de los norteamericanos. Gran idea la mía para escribir y compartir.

Primero haré una historia. Hace ya algunos años trabajé en el Restaurante “1830”. Los que tienen memoria aún recordaran que durante muchos años, fue el restaurante del gobierno, o sea, antes de inventarse el Complejo Palacio de las  Convenciones, el 1830 fue el lugar escogido para las comidas oficiales de gobierno. No es mentira que Fidel y sus muchachitos pasaban por allí con mucha frecuencia. Luego quedó como un lugar de mucho lujo al que era difícil acceder. Digamos que era el espacio que se seleccionaba para celebrar el cumple de alguien importante en la familia o el aniversario de bodas de un matrimonio que tenía la posibilidad de celebrar la fecha. Caro, siempre resultó muy caro y lo de las alfombras rojas, los candelabros dorados, la gran escalera de mármol, los dependientes impecablemente vestidos de negro, impresionaba al cubano de a pie. Tengo la experiencia de que la gente llegaba a la puerta y preguntaba si se podía entrar. Aquello, por su construcción lujosa, tenía más tipo de museo o de oficina de protocolo, que de un lugar para comer.

Yo llegué allí como Comercial y Relaciones Públicas y la verdad es que estaba como pescado en tarima, pues nunca había trabajado en el turismo y menos dentro de un restaurante. Aquello de vender comidas, espectáculos, actividades nocturnas en bares y cabaret de primer momento me quedaba grande. A pesar de mi genialidad, las primeras semanas fueron de mucha presión, pues tenía que dirigir a personas que sabían mil veces más que yo de lo que tenían que hacer.

Lo primero que me pasó el primer día fue que estando parado en el lobby del restaurante mientras un capitán de salón me daba la bienvenida, vi pasar a una excompañera de universidad vestida de dependiente, que se hizo la que no me vio. Era difícil, mido casi 6 pies y pesaba 200 libras, pero así y todo fui no visto. Digamos que me dolió. JAJAJA

Le pregunté a la persona que amablemente me atendía si esa muchacha era la que yo pensaba que era. Me respondió que sí, que era mi misma compañera de  universidad y que ella sabía que yo empezaba a trabajar allí, pues se habían pasado mi curriculum. Entonces dejé al tipo casi con la palabra en la boca y me fui a buscar a la muchacha. La llamé, la abracé y besé cariñosamente tal como lo hacíamos en la escuela y le pregunté, _ pero qué ha pasado para que no me mires y ella me respondió, _ el problema es que yo soy dependiente y tú eres gerente. Yo que venía de otro mundo laboral, no entendí de momento y traté de demostrar que a pesar de mi puesto de trabajo, era el mismo. Ella sonriendo me dijo, _ ya veras, tienes que aprender.

El 1830 fue una buena escuela, no tanto desde el punto de vista laboral, pues debido a mi genialidad a las pocas semanas ya conocía lo que tenía que hacer y creo que lo llegué a hacer bien, sino desde el punto de vista humano. Mucho me sirvió para aprender y hacer cosas buenas y también para ver cosas muy malas.

Lo primero que pasaba allí, a lo mejor sigue pasando, es que el maître y los tres capitanes de salón eran homosexuales. Esto no es importante, ya sabemos que cada cual puede hacer con su … conciencia, JAJAJA, lo que le dé la gana. El problema es que aquellos jóvenes, elegantes, bonitos, de muy buenas formas y sobre todo bien preparados, habían sido muy discriminados por las administraciones anteriores y entonces había creado una cofradía impenetrable para defenderse. El 1830 tenía una administración oficial compuesta por varios especialistas, pero en realidad los que dirigían, controlaban y “manichaban” aquel lugar eran aquellos 4 trabajadores.

La comunicación era difícil, parecía que hablábamos diferentes idiomas, en realidad al principio no había comunicación. Cada vez que preguntaba por algo, me enfrentaba a caras que miraban al techo. Todos tenían opinión, pero tenían miedo. Miedo a la administración, miedo a aquellos 4 jinetes que controlaban por abajo todo,  miedo a enfrentarse y perder la posibilidad de luchar el dinero. Miedo a que les serrucharan el piso. En más de una ocasión tuve que llevarme a un compañero de trabajo al fondo del lugar, pegado al mar y sobre los arrecifes tratar determinado tema. La gente no quería hablar, los 4 jinetes eran muy buenos en la jugada por detrás. Se respiraba cierto terror dentro de aquellas lindas paredes.

Nada se movía en aquel lugar si el maître no lo santiguaba. Me costó mucho romper aquellas barreras, que al final por mi forma de ser y para mi bien, logré romper. Lo primero que logré fue reconocer y aceptar la realidad sexual de aquellas personas, entonces me aceptaron. Me hice amigo de ellos y al final me enseñaron y ayudaron a trabajar. De lo contrario estoy convencido de que no lo hubiera logrado.

No obstante y a pesar de esa relación, allí todo el mundo estaba preparado para sonreír y aceptar incluso las cosas más absurdas de la vida, para luego hacer lo que les daba la gana por atrás.  Esto se parece a lo que estoy viendo todos los días aquí.

Ya conté que admiraba al pueblo norteamericano por su capacidad e intención de trabajo. Hay otras muchas cosas que me gustan y me dicen que no me he equivocado cuando traté de llegar a este lugar. Sin embargo hay cosas que no me gustan.

Quizás sea porque mi forma, que es bastante común entre los cubanos, sea un poco diferente. Crecimos en un lugar donde al menos en teoría todos éramos iguales, por lo que hoy podías ser jefe, tener carro y viajes al extranjero y mañana amanecer subordinado sin tan siquiera una silla donde sentarte o peor ir preso junto a los llamados delincuentes comunes. Por nuestro temperamento no nos es muy difícil a los pocos segundos decir lo que exactamente pensamos, sin medir las posibles consecuencias. La idea impuesta era ser y parecer proletario y entonces todo vestigio de “buenas maneras” fueron poco a poco exterminadas, llegándonos a convertir en un pueblo muy instruido o al menos con muchos estudios, pero paralela y directamente proporcional muy  mal educado. Nos acostumbramos a gritar, decir malas palabras y cantarle a cualquiera las cuarenta, sin medir edad, sexo, color o sencillamente responsabilidad y autoridad, incluso a nuestros padres.

Aquí la cosa funciona diferente, o al menos eso es lo que me parece. No logro discernir si es por un exceso de educación, desinterés o sencillamente una cuota de hipocresía. Las personas aquí, primero sonríen constantemente, incluso cuando no hay que sonreír y luego casi nunca se dicen la verdad de frente. Hay mucho de un aparente acatamiento de lo que se dice y poco enfrentamiento.

Esto no sería malo, a no ser porque para mí se convierte en un mal de fondo con el que cuesta trabajo luchar. Es bueno ser educado, correcto, incluso calmado, pero cuando esto se utiliza como una estrategia para escapar, comienza a ser no tan bueno.

Los norteamericanos, recuerden que siempre es en sentido general, se han inventado varias cosas. Primero un cierto espacio para la comunicación, o sea, si vas a hablar con alguien es mal visto que te le acerques mucho, porque puedes estar invadiendo su “espacio privado”. No les gusta mucho que muevas las manos cuando hablas, porque puede parecer que los estas agrediendo. Complicado para mí porque, a veces, cuando se me olvida lo de la madurez, puedo gesticular, alzar la voz, acercarme con el objetivo de dar fortaleza a mis criterios, sin ningún otro objetivo. Puedo parecer agresivo, es cierto, pero no creo que tanto como para intimidar a mi interlocutor.

Luego se han inventado soluciones “políticamente correctas” a determinados temas, que a mi entender no son más que negociaciones hipócritas para mantener algunos asuntos sociales controlados, que aunque ya no tienen vigencia, ellos mantendrán intactos de por vida, creo que incluso  por miedo a un posible desborde de determinados grupos de personas. Es algo así como, no te quiero, tú lo sabes, pero como sabemos te tengo que soportar y entonces lo mejor que hacemos es mantenernos cada cual en su lado y esto no creo que sea exclusivo de un grupo o que tenga una única dirección, sino que es bastante común dentro de la sociedad general. De ahí lo de afro americano, nativo americano, querido mexicano, etc.

He notado que las personas no se tocan, o sea, los amigos cuando se encuentran se saludan con un simple “hola”, tal como si tocarse fuera algo malo. Digo tocarse para definir un estrechón de manos, un beso en la cara, un abrazo, etc., pues con lo de toquetearse todo el día tampoco estoy muy de acuerdo. Soy un tipo cariñoso, pero no baboso.

Todos sonríen constantemente y cuando la cosa está buena y caliente, he notado que muchas veces la solución es escurrirse tratando de no escuchar lo que se está diciendo. Por momentos no logro definir si estoy entre enemigos o traidores.

La comparación con los cubanos, tratando de definir características comunes en nosotros, es complicada. En realidad somos medio salvajes en cuanto a definiciones protocolares. Nos gusta tener ideas, compartirlas y sobre todo tener la razón. Muy rápido pasamos de recién conocidos a íntimos amigos, por lo que  podemos amarnos y odiarnos al mismo tiempo. Emprendemos una conversación sobre cualquier tema y da la impresión que llegaremos a matarnos, minutos después, sin que la sangre llegue a correr, se nos olvida y podemos volver al modo de cariño. Somos apasionados y de sangre medio caliente.

Aquí me parece que son diferente. Vienen con refrescadores de sangre incorporados, tienen mucho en cuenta lo de tu espacio y mi espacio, tanto que llega a ser aburrido. Están preparados, como ya dije, para sonreír, incluso cuando lo último sería una sonrisa. No les gusta tomar decisiones complicadas y prefieren todo someterlo a consulta de los jefes, de esa forma garantizan equivocarse menos en la toma de decisiones. Al final, final, no son personas con las que puedas contar para remar, pues por el medio del camino, descubrirán lo de los intereses personales y las recomendaciones del último libro de autoayuda o del terapeuta y te la dejaran en las manos.

La frase mágica más utilizada es "lo siento". No está mal disculparse, todo lo contrario, es por momentos lo mejor que uno puede hacer para reconocer al otro, sin embargo muchas veces el lo siento se convierte en una frase que dice, me da lo mismo tu problema, jódete, no es mi asunto, etc. No dudo que por momentos se exprese con sinceridad, hay muchas personas buenas y responsables, pero también se expresa mucho como solución a la no solución, sencillamente apelando a la magia que se supone existe detrás de ella. Algo así como, lo siento, pero en realidad no siento nada, pero como ya dije lo siento, pues dejé resuelto el problema y nadie me podrá acusar de que no lo sienta. JAJAJA. Qué locura.

Antes escribí sobre el trabajo en Cuba y creo que sí, muchas cosas las hicimos sin pensar en el dinero. Las hicimos pensando en el otro, en mi compañero de trabajo, en el resultado del equipo. Somos, o fuimos, o al menos soy un tipo comprometido, muy comprometido con mi amigo. El siempre cumplir con mi amigo tiene en mi un peso brutal, cumplir con el mismo amigo al que le digo que es un comemierda y que lo que hizo no estuvo bien. Me tomo muy en serio las enseñanzas que recibí de pequeño, un amigo es algo para la eternidad. Eso me obliga.

Me parece que aquí lo de amigo, no lo han aprendido mucho. Son personas más bien solas o que se unen circunstancialmente para algo o por algo, pero lo del compromiso casi visceral les queda grande. Piensan más en el espacio. Se piensa tanto en esto que incluso dentro de la pareja tú tienes tu espacio y yo tengo mi espacio y entonces ambos tenemos, de forma planificada y aceptada,  nuestro espacio y tiempo para no coincidir. Serán más flexibles y desarrollados? A lo mejor, pero podrían ser también más hipócritas y puramente formales.

Creo que el formalismo es la palabra exacta para definir lo que pasa. El formalismo que se aprende desde pequeño y que por momentos puede convertirse en algo represivo y auto represivo. El formalismo que tiene la mentira como base. El formalismo que se inventa una jodida sonrisa, incluso cuando lo último que se necesita es sonreír.

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