Poco que contar sobre Lincoln,
Nebraska por estos días, más allá de que estamos en primavera, alguna que otra
comida en lugares nuevos y sistemáticas visitas a hospitales.
Entonces como la primavera es primavera, las comidas son solo eso comidas y
los visitas a hospitales suelen ser medio parecidas todas, reproduzco un
artículo que escribí en República Dominicana y publiqué en aquel momento en mi
blog "Dominicaneando", porque mantengo las ganas de pensar y
comunicarme.
Creo que, aunque ya escribí sobre este tema, que para nada tampoco es
nuevo, ni lo inventé yo, bien pueden ser ideas a revisar con frecuencia, por la
importancia que pueden tener para todo ser humano, más allá de su origen, edad,
sexo, condición socio - económica, etc.
Como trato de no ser un demagogo, reconozco que para nada soy un experto y
menos que he logrado vivir tal como recomiendan los toltecas, cuando me miró
siento que me falta mucho por aprender y experimentar, sin embargo, puedo
asegurar que estoy haciendo un esfuerzo y eso, creo, es lo importante.
Trabajando un día en casa de mi amiga Lissette, descubrí sobre la mesa de
centro de la sala, junto a otros libros, un libro aparentemente dejado allí al
descuido, lo que le daba cierto aire de buena decoración al lugar. Como soy
amante de los libros, no pude dejar de cogerlo en mis manos y tratar de
enterarme de qué trataba.
Por el
título y resumen que leí, “Los cuatro acuerdos. Un libro de la
sabiduría tolteca” y el autor, el mexicano Miguel Ángel Ruiz, muy
rápido lo devolví a su lugar. Sin saber exactamente sobre el contenido, definí
que para nada me interesaba el tema y entonces dediqué un pensamiento a mi
hermana Normita que vive en México. Todo lo que huela a mexicano me lleva a
ella constantemente.
Días
después Lissette insistió en que lo leyera y frente a su insistencia y como
siempre buena descripción del contenido, me embulle a pasarle la vista. Que
equivocado estuve con mi primera impresión. Al comenzar a leer descubrí un tema que
me apasionó del todo e hizo que me devorara las páginas y no sólo eso, sino que
me sirviera para reflexionar seriamente sobre la vida mía y la de los cercanos
que me rodean, cosa que hago con bastante frecuencia. Terminé dedicando otro
pensamiento a Normita, quizás como disculpa por haber desestimado el asunto por
solo venir de dónde venía. Ella me conoce bien, sabrá que es cierto lo que
digo.
Lo
apasionante que resulta lo que he leído, lo importante para cualquier ser
humano que esté vivo, aclaro esto porque hay muchas personas que por su forma
de vida están muertas, aunque aún respiran y sólo esperan pacientemente a que
les expidan el certificado de defunción, y lo que me reafirma alguna de las
ideas que tengo desde muy joven, hoy me siento a escribir sobre lo que aprendí,
tratando de compartirlo con otras personas, más allá de mi compañera de
trabajo.
Los Toltecas son reconocidos en todo el
sur de México como hombres y mujeres de conocimiento. Fueron científicos y
artistas que formaron una sociedad para estudiar y conservar el conocimiento
espiritual y las prácticas de sus antepasados. El autor del libro, no es un
mexicano cualquiera, sino que, Miguel Ángel Ruiz, es doctor, chamán y maestro.
Fue médico cirujano hasta que tuvo una experiencia cercana a la muerte que lo
llevó a buscar respuestas en las tradiciones ancestrales de los toltecas,
dentro de los cuales su madre fue una curandera y su abuelo un nahual o chaman.
En resumen, en este libro, que es de
hecho su obra más influyente, el Doctor Ruiz, trata de llevar a la libertad
personal de los acuerdos y creencias que hacemos con nosotros mismos y con los
demás que crean limitaciones e infelicidad en nuestras vidas. Finalmente, trata
de encontrar la propia integridad, amor propio y la paz dentro de esta
realidad. De ahí su elección y propuesta, reconociendo en la cultura de sus
antepasados lo que define como los cuatro acuerdos toltecas.
Convencido de que, al conocer sobre estas
ideas, muchas personas se verán reflejadas y al menos entenderán lo que les ha
pasado y muchas otras después de leer comenzaran a realizar cambios en sus
vidas, dejaré en este escrito un pequeño resumen de su gran contenido, ojalá
provoque la necesidad de profundizar más en ellos.
Nacemos con la capacidad de soñar y los
seres humanos que nos preceden nos enseñan a soñar de la forma en que lo hace
la determinada sociedad. Utilizando nuestra atención, que es la capacidad que
tenemos de discernir y centrarnos en aquello que queremos percibir, aprendimos
una realidad completa; aprendimos cómo comportarnos en público, qué creer y qué
no creer, qué es aceptable y qué no lo es, qué es bueno y qué es malo; qué es
bello y qué es feo, qué es correcto y qué es incorrecto.
De niños no tenemos la posibilidad de
escoger nada, por lo que generalmente terminamos de acuerdo con toda la
información que otros seres humanos nos transmitieron. Lo que lleva a que
almacenemos esa información, estemos de acuerdo y entonces terminemos creyendo.
A este proceso se le llama proceso de domesticación de los seres
humanos.
En el proceso de domesticación perdemos
todas nuestras tendencias naturales. La domesticación es tan poderosa que, en
un momento de nuestras vidas, ya no necesitamos a nadie o nada externo que nos
domestique. Estamos tan bien entrenados que somos nuestros propios domadores.
Para pensar y tratar de solucionar
muchos de estos aspectos, los toltecas tienen elaborado desde hace muchos
siglos, cuatro aspectos fundamentales para la vida, a lo que llaman “acuerdos”.
Primer Acuerdo. Se impecable con tus
palabras.
Ser impecable es no ir en contra de uno
mismo. Cuando se es impecable, se asume la responsabilidad de los actos, pero
sin juzgarse ni culparse. Ser impecable con las palabras significa utilizar la
energía correctamente en la dirección de la verdad y el amor por uno mismo. Al
ser impecable con las palabras será suficiente para que la verdad se manifieste
a través de uno mismo.
Esto es difícil de lograr porque hemos
aprendido a hacer de la mentira un hábito para comunicarnos con los demás y
peor, para comunicarnos con nosotros mismos. Llegamos a reprimir nuestras
emociones e ideas para lograr la aceptación y el amor de los demás. Nos
deshonramos a nosotros mismos para complacer a otras personas. Intentamos
ocultar lo que somos y fingimos ser lo que no somos para ser aceptados. Lo que
resulta en una falta de autenticidad y una necesidad de usar máscaras sociales
para evitar que otros nos descubran. Tenemos miedo de que otros descubran que
no somos lo que pretendemos o aparentamos ser.
Segundo Acuerdo. No te tomes nada
personalmente
No tomarse nada personalmente significa
no estar de acuerdo con cualquier cosa que se diga. Al estar de acuerdo el
veneno de las palabras o el chisme te atrapa.
Cuando uno se toma las cosas
personalmente, se siente ofendido o reacciona defendiendo sus creencias y
creando conflictos. Se trata de tener la razón y de demostrar que los demás
están equivocados.
Las personas tienen su propio sistema de
creencias lo que crea sus propias opiniones, por lo que lo que piensan está
relacionado con ellas mismas y no contigo. Cuando lo que se nos dice nos duele,
no es lo que nos han dicho lo que crea el dolor, es que lo dicho roza las
heridas que podemos tener.
Muchas veces nos sabemos lo que
queremos, cómo lo queremos y cuándo lo queremos porque una parte de la mente
quiere una cosa y la otra parte quiere exactamente lo contrario. Una parte pone
objeciones a determinados pensamientos y actos y la otra los apoya. Lo que
significa que vivimos en un infierno.
No tomarse nada personalmente significa
no depositar tu confianza en lo que otros hagan o digan. Basta con confiar en sí
mismo para elegir con responsabilidad. Nunca se es responsable de los actos de
los demás.
Tercer Acuerdo. No hagas suposiciones.
Tendemos a suponer y al hacerlo creemos
que lo que suponemos es cierto, que es real. Al hacernos suposiciones, nos
estamos tomando el tema personalmente y entonces obramos mal.
Siempre es mejor preguntar que hacer una
suposición. Es mejor preguntar. Aclarar significa evitar sufrir. No preguntamos
porque tenemos miedo a pedir una aclaración. Suponemos y defendemos a capa y
espada nuestro supuesto, intentando demostrar que el otro no tiene la razón.
El gran conflicto de la mente humana es
que sólo vemos lo que queremos ver y oímos lo que queremos oír. Soñamos sin
basarnos en la realidad, inventamos las cosas en nuestra imaginación.
Los seres humanos necesitamos
justificarlo, explicarlo y comprenderlo todo para sentirnos seguros. Esta es la
razón por la que en muchos casos hacemos suposiciones. Suponemos que todo el
mundo debe o tiene que ver la vida del mismo modo que nosotros. Suponemos que
los demás piensan, sienten, juzgan y maltratan como nosotros lo hacemos. Es la
razón ésta por la cual nos da miedo ser nosotros mismos ante los demás.
Hacemos suposiciones sobre nosotros
mismos, sobrestimándonos o subestimándonos porque nos da miedo preguntarnos
sobre determinado aspecto o actuación. Por hacernos suposiciones llegamos a
pensar que podemos con buenos actos, amor y cariño, llegar a cambiar a la otra
persona. Esto no es cierto. Las personas cambian porque quieren cambiar, no
porque la actuación externa los haga u obligue al cambio. El amor verdadero es
aceptar sin intentar cambiar a la otra persona. Si intentamos cambiarlo es
porque no nos gusta. La idea de vivir con alguien es escoger a una persona que
sea exactamente igual a lo que uno quiere. Hay que encontrar a alguien al que
no haya que cambiarle nada.
Cuarto Acuerdo. Haz siempre lo máximo que
puedas.
Lo máximo que puedas hacer varía constantemente
en dependencia de múltiples factores. Haz siempre lo máximo que puedas,
significa que, si intentas esforzarte demasiado para hacer más de lo que
puedes, gastarás más energía de la necesaria y al final el rendimiento no será
suficiente. Cuando te excedes vas en tu contra. Por otro lado, si haces menos
de lo que puedes hacer, terminarás con frustraciones, juicios, culpas y
reproches. Si se hace lo máximo que uno puede hacer, en cualquier circunstancia
de la vida, no te juzgarás a ti mismo en modo alguno.
Haz lo máximo que puedas hacer,
significa que es la acción lo que te da felicidad. Hacer lo máximo significa
que actúas porque amas hacerlo, no porque esperas una recompensa. Si te gusta
lo que haces y siempre haces lo máximo que puedas, entonces disfrutarás
realmente de la vida. Te divertirás y no te sentirás frustrado.
No te inquietes por el futuro, mantén
atención en el día de hoy y permanece en el momento presente.
No creo que esto pueda funcionar
como receta para todo y todos. No creo que los toltecas, ni nadie en particular
tengan la verdad absoluta sobre un determinado tema. Sin embargo, creo
fuertemente en que después de leer este pequeño resumen que aquí comparto y ser
sinceros con nosotros mismos, podemos lograr una mejoría en lo que sentimos y
hacemos, en la forma en que nos relacionamos con nosotros mismos y con los
demás, en la relación que experimentamos entre lo que tenemos y no tenemos,
entre la alegría de estar vivos y la tristeza de aparentar una vida que no
tenemos y como conclusión general en la forma en que vivimos.
Esa mejoría puede ser pequeña al
comienzo, no importa, lo esencial es comenzar. Luego si se establece un método
coherente e independiente del proceso de la domesticación para vivir, pensar y
evaluar lo que hacemos y tenemos, la mejoría sola irá creciendo y llegará el
momento incluso que estaremos en condiciones de poderla compartir con otros,
porque nos sobrará.
Desde mi vida de miles de defectos y
errores, hoy creo firmemente que no fácil, pero lo importante es comenzar a
practicar.
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