lunes, 27 de febrero de 2017

Lo que sucede conviene.

No sé si en otros pueblos ésta frase se utiliza. Sin embargo para nosotros los cubanos, es una idea bastante popular, que se repite y repite de generaciones en generaciones, como todas las cosas que nos llegan sin explicarse a través de la tradición oral.

Lo que sucede conviene, puede ser una frase de consuelo, cuando algo malo nos ha pasado y no sabemos qué será de nosotros, pero deseamos o auguramos que mejor podrá ser, o sencillamente, pues la utilizamos para festejar la llegada de una nueva acción, acontecimiento o logro que supera nuestro estado anterior.

Es frecuente escucharlo cuando alguien se divorcia por causa de su pareja y entonces los amigos, pues al no tener mucho que decir, traemos aquello de, no te preocupes, lo que sucede conviene, ya encontrarás a alguien mejor o cuando pierdes el trabajo y casi al borde de suicidarte alguien te recuerda, no has perdido nada, métele de nuevo, lo que sucede conviene y ahora encontrarás el trabajo ideal.

Claro que cuando encuentras a esa aparente mejor pareja o trabajo, la frase es clásica, te lo dije, lo que sucede conviene.

Podría funcionar para todo, incluso para alegrarnos disimuladamente de la muerte de alguien que debía morir. Pues si, ahí también lo que sucede conviene.

Llevo casi tres meses con el famoso dolor en la nalga y pierna izquierdas del que ya he contado. Ese dolor, que ahora es menos, por muchas semanas me ha impedido realizar mi vida cotidiana, que en líneas generales está caracterizada por la variedad y agilidad de mis movimientos. Sigo siendo una persona activa, de esas que siempre tiene algo que hacer con las manos y el cuerpo, por lo que la idea de estar sentado días y semanas frente a la TV no me viene bien. No me ha quedado más remedio que hacerlo, pero extraño mi posibilidad de salir, entrar, caminar e incluso trabajar. Si, incluso trabajar.

Entonces medio aburrido, he llegado a desear cosas como por ejemplo ir al super mercado y que la acción ahora demore mucho tiempo. Así es la vida real, cada cosa tiene su momento y es movida por diferentes motivaciones.

En la búsqueda de ir al super y no sufrir tanto dolor, Jonathan me recomendó que podía utilizar uno de los carritos eléctricos que están en las puertas de los grandes super mercados. Yo, aunque los había visto, nunca me había interesado en ellos y debo reconocer que el primer pensamiento que me vino a la cabeza frente a la recomendación de mi hijo fue, eso es para viejos. No obstante frente al dolor, pues me arriesgue,  y con algún miedo a ser captado por la cámara indiscreta de algún paparazzi, me encaramé en uno para recorrer la tienda.

A los 10 minutos lo que experimenté fue fantástico y además súper divertido. Jamás pensé que la actividad de comprar pudiera ser tan agradable.

Ahora, pues cada vez que voy, ya sin dudas, me siento en uno de los carritos, que por demás se pueden usar gratis como un servicio adicional que ofrece el lugar, y entonces trato de que la actividad de compra sea lo más lenta posible.

Me trae recuerdos de mi infancia de aquellos carritos locos que poco duraron después del accidente.

Ahora a mi edad, esto sólo puede ser comparado con asistir a un gran parque de diversiones, incluso he pensado que no necesito mucho visitar el por tantos años más que deseado parque de Walt Disney. La posibilidad de estar dentro de un gran mercado, montado en un carrito eléctrico, sin costo adicional y atravesar lineales, chocar con otros carritos, darle para adelante y para atrás sin mucha justificación, estar rodeado de gente que te mira y sonríe, es insuperable.

Así es la vida, lo que sucede conviene, ahora gracias a mi dolor, estoy loco porque llegue el fin de semana para ir al super mercado. Más aún, quisiera que la actividad de comprar no terminara nunca. He pensado que puedo estar desde que el super abre hasta que cierra montado en mi carrito, haciendo nada, sólo dando vueltas.

Si no han tenido esta experiencia, pues anímense y traten de clasificar en uno de ellos. Aclaro, al menos aquí en USA, no tienes que pagar nada para utilizarlos, los carritos no están amarrados con una cadena y un candado y no existe una persona que reparte turnos, que cobre por el alquiler o peor que esté sentado en una silla con un platico en las piernas esperando que le eches unas monedas, sonriendo al que echa y poniéndole mala cara al que no abone.

Cuando la "fiesta" de la compra termina y tengo que poner el carrito en su lugar, pues vuelvo a sentir lo mismo que los niños cuando se acaban las vueltas en el aparato que los papas han pagado y tienen que bajarse para volver a hacer la cola para volver a subirse. Las vueltas no son las mismas para padres que para los niños. A los papás siempre nos parece que demoran una eternidad, que son demasiadas, que el tiempo no pasa, y para los niños siempre son pocas, sin importar que estén encaramados sobre un caballito o un carrito todo un siglo.

Lo que sucede conviene. Uno nunca sabe dónde encuentra la verdadera felicidad. JAJAJAJA. Incluso cómo algo tan .... como comprar en un super mercado, puede convertirse en una actividad agradable y divertida.

Cuántas discusiones y malas caras nos hubiéramos ahorrado si nuestras esposas inteligentes, nos hubieran comprado un carrito eléctrico y tal como hacen con los niños y los coches, nos bajaran del auto y nos sentaran en nuestros carritos y nos dejaran conducirlos libremente por dentro de los super mercados. De seguro, la mayor parte de los hombres, acusados de no gustarnos las tiendas, daríamos gritos y lloraríamos porque nos lleven de compra todos los fines de semana.

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