Vuelvo a
insistir en lo que ya dije, la idea de organizar un país, no es sólo un deber,
sino una obligación de cada gobierno y presidente de turno. No importa el
momento, no importa si antes se hizo o no, creo que los males que existen y se
detectan tienen que ser superados. Lo bueno sería que existiera una
continuidad, no importa el partido por el que llegues a ser electo, pero a
veces los políticos, son nada más que eso políticos.
Lo de la necesidad
de continuidad me recuerda de nuevo a República Dominicana. Los que no me crean,
pueden ir e investigar o si no llamar a mi amigo Mario al teléfono ……, JAJAJA.
¿Cómo
funciona allí la no continuidad? El
presidente de turno, elegía hacer un puente como una obra sobre la cual pasar a
la historia. En ese puente se invertían millones de pesos dominicanos y/o
dólares, y sabemos que de ese puente vivían muy bien el presidente, sus
familiares, los que los apoyaban, sus amigos de la primaria, etc. OK, allí eso
es parte autorizada de la vida. El puente por varias razones se quedaba al 75%
de ejecución. El tipo no podía terminarlo, aunque ya le había sacado los
“cuartos” como popularmente llaman al dinero.
El nuevo
presidente, reconocía la necesidad del puente y entonces al lado del que ya
había quedado casi terminado, proponía hacer un nuevo puente desde cero, obra
personal que lo llevaría a la “inmortalidad”. Nuevo puente que permitiría vivir
bien hasta sus amigos de primaria. Y así con todo. ¿Continuidad?
Sé que
algunos de ustedes dirán, pues claro, eso es porque es República Dominicana. Es
cierto, puede ser que en algunos países más que en otros pasen algunas cosas
extremas como esta, pero no nos engañemos, esto y más pasa dondequiera, por el
contrario, mientras más desarrollo pueden ser mayor el problema, sólo que
también tenemos más formas de enmascararlo.
Muchas veces
no existe la continuidad como estrategia. Cada político quiere, en su período
de gobierno, inventar el agua tibia y llega, con su idea de renovación total a
desconocer lo que se ha venido haciendo. Con frecuencia nos encontramos
encaramados en una ola que baja y sube constantemente, donde parece que lo más
importante es el rating. Nosotros, pues nos dedicamos, con más o menos pasión, a vivir el momento, sólo el momento.
Muchos nos
quejamos ahora de la presencia ilegal de personas y de la necesidad de arreglar
de una vez y para todo el asunto aquí en Estados Unidos, lo que me parece
genial, pero, más allá de un slogan para una campaña presidencial, la pregunta es,
cómo.
Esto me
recuerda que en nuestra Cuba, una vez también el gobierno trató el tema de la
emigración. Claro, no de los inmigrantes extranjeros, porque no fueron muchos
los locos que quisieron ir a vivir allí, aunque si hay que reconocer que
tuvimos a muchos que fueron traídos por planes e intereses del gobierno, pero a
esos nos los hicieron pasar como hermanos, sino de los que en busca de mejoría
se movían dentro del propio país, cosa aparentemente lícita una vez que naces
dentro de un determinado territorio nacional, no exclusivamente dentro de una
provincia o municipio.
Heredado o a
lo mejor recomendado por nuestros tutores soviéticos, que ya lo habían probado
en su propio país, en un momento de nuestra historia última y bajo el criterio
popular de que “La Habana no aguanta más”, se trató de organizar, regular,
controlar y prohibir el movimiento de personas desde lo que llamamos provincias
del interior hacia la capital del país. ¿Lo recuerdan?
Triste,
porque no se trataba de extranjeros, menos de traficantes o criminales.
Sencillamente eran cubanos que querían mejorar y como la revolución no llegaba a
sus campos, pues ellos se movían a buscar a la revolución y la revolución
estaba en La Habana. De ahí que la capital se poblara de tal manera que llegó a
resultar difícil vivir dentro de ella. Las guaguas no alcanzaban, la
electricidad y el agua escaseaban, los productos se agotaban, los edificios se
caían por viejos es cierto, pero también por los inventos que le metimos
adentro, la gente comenzó a estar en la calle sin hacer nada por falta de
trabajo y resultaba difícil caminar por el Malecón en las noches, porque muchas
personas que prácticamente no tenían donde vivir, seleccionaron ese agradable
lugar para descansar y dormir. Los ladrones y carteristas comenzaron a polular.
No eran
extranjeros, no los podían deportar de Cuba, muchos se hubieran alegrado
de ese tipo de deportación, JAJAJA, pero el gobierno, a muchos, si los regresó
para sus lugares de origen. Durante aquellos años, para viajar y vivir en La
Habana había que tener un permiso especial por escrito, especie de salvo
conducto, o sea, venías por tiempo limitado a una consulta de médico, a un
entierro, a pasear unos días, etc. La persona que te aceptaba debía comunicar a
las autoridades pertinentes que recibiría a un familiar bajo muy sólidas
justificaciones y por tiempo limitado y después tunturuntu. ¿Lo recuerdan?
No es
mentira que existen muchos barrios de eso que llamamos de llega y pon, cuyos
orígenes no están en el capitalismo cruel y salvaje, sino en el propio período
revolucionario. La gente fue llegando medio que clandestinamente, levantando casas de cualquier cosa, se fueron enganchando ilegalmente a los
tendidos eléctricos y de ahí, hoy, no hay quién los saque. Ahora son también
habaneros. JAJAJA. Es lícito, todos queremos mejorar.
Esto pasó
durante mucho tiempo, y no recuerdo, para el caso específico de los cubanos, que
hayamos protestado tanto por aquellas devoluciones internas. No recuerdo haber
escuchado la palabra justicia frente a aquellas devoluciones. Es cierto, los
del campo son un poquito diferente a los capitalinos, pero ellos son tan cubanos
como el Morro de La Habana. Entonces lo que fue injusto, pues injusto fue, pero
no recuerdo que nos motivara o afectara tanto como la deportación ahora de un
ilegal extranjero. Puede ser que todos los que estamos aquí seamos habaneros. JAJAJAJA
Trump ha
dicho que muchas veces las personas huyen de sus países porque en ellos no
pueden vivir y es cierto, eso es una verdad de perogruyo, igual que los orientales venían para La Habana porque en
Oriente la cosa estaba difícil. El gobierno limitado, no llegó nunca a
equilibrar los niveles y después de que la gente nace con escuela y atención
médica gratuitas, quieren más. La Habana se metía un muy elevado por ciento de
lo que se producía o se traía, porque era la primera imagen, no por gusto el
gobierno vivía en Miramar, Siboney y Atabey y no en Holguín, Camagüey o la muy
histórica ciudad de Santiago de Cuba.
Hoy, en
Estados Unidos, Trump aparece como el brujo de las deportaciones. Es cierto, ha
creado mucho ruido con esto en muy poco tiempo, pero yo creo que ni él, ni el
Espíritu Santo, podrá dar el tema por resuelto, por lo menos en un plazo corto,
pues en el 2017 el asunto de la deportación se escribe con mayúscula. Se
necesita de la continuidad.
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