Comenzó como un dolor cualquiera, de esos que uno no
recuerda por qué existe. Pienso que fue el resultado de un mal movimiento o
esfuerzo en mi trabajo, pero sólo lo pienso, porque no recuerdo el
acontecimiento que lo produjo e incluso no recuerdo exactamente cuándo comenzó.
Sólo sé que comenzó y como otros tantos dolores, pues no le hice caso. Ya se me
debía quitar un día.
¿Quitárseme? Error. Como estamos en “America” y hay
que luchar por el sueño, el trabajo diario sólo aumentó el dolor hasta que, a
principios de este año, no pude apoyar el pie y entonces tuve que dejar de
trabajar. El sueño se aleja. Hasta aquí el cuento común a cualquier “crisis”
del nervio ciático, todo el que lo ha padecido deberá recordar, el que no, pues
lo aconsejable es que trate de no padecerlo.
Declarado el dolor agudo caí entonces en manos del
sacro santo sistema de salud norteamericano. Sin poder más, un día me hice
acompañar de Martica y visité emergencia. Necesitaba algo más que una pastilla.
Los hospitales como hoteles de lujo, siempre una
sonrisa en cada persona que se te atraviesa en el camino. El servicio para los
standares norteamericanos bueno, para mí no tanto. Estuve en emergencia 10
minutos, 7 de ellos llenando papeles. Luego apareció un doctor y me preguntó,
dónde te duele, le respondí y sonriendo me dijo, pues si es el nervio ciático. Desapareció,
apareció una enfermera con una inyección, me la puso y bye, bye.
El tipo no me tocó, el tipo no me miró el lugar del
dolor. Sólo una pregunta y una inyección.
No sé lo que me pusieron en la nalga, pero debe ser algo que además utilizan para anestesiar a los elefantes, a los dos segundos y medio, todos mis dolores habían desaparecido. Sin embargo, yo como que no quedé complacido. Recuerdo que, en Cuba, siempre, tu llegabas a un hospital por un dolor, digamos de orejas y el médico te acostaba y te tocaba la barriga, te revisaba los ganglios de todo el cuerpo, te hacía mover el cuello y las piernas, te revisaba la garganta, etc. El médico te tocaba, te hablaba, te explicaba. Aquí eso de hablarte y explicarte es menos utilizado. Los médicos están, te atienden, pero …
No sé lo que me pusieron en la nalga, pero debe ser algo que además utilizan para anestesiar a los elefantes, a los dos segundos y medio, todos mis dolores habían desaparecido. Sin embargo, yo como que no quedé complacido. Recuerdo que, en Cuba, siempre, tu llegabas a un hospital por un dolor, digamos de orejas y el médico te acostaba y te tocaba la barriga, te revisaba los ganglios de todo el cuerpo, te hacía mover el cuello y las piernas, te revisaba la garganta, etc. El médico te tocaba, te hablaba, te explicaba. Aquí eso de hablarte y explicarte es menos utilizado. Los médicos están, te atienden, pero …
Ese día el dolor se me quitó, pero a los pocos días
tuve que regresar a otro servicio de urgencia, seguí sin poder apoyar el pie.
Más menos el mismo esquema, un cuéntame tu vida, ahí me tiraron unas placas porque
el dolor ya era algo anormal y nueva inyección para resolver el problema
momentáneamente. Más la más que agradecida cita para ver a un ortopédico.
Finalmente iría a parar a manos de un especialista. Día del ortopédico. Otro cuéntame tu vida y el momento esperando, apareció el médico aparentemente conocedor. Miro las placas que me habían tirado en emergencia y …, recomendación necesita un MRI, lo que los cubanos conocemos más o menos con el nombre de Somatón.
Pero, el tipo no me va a mirar o tocar, me pregunté
yo para mis adentros. Pues no, no me tocó, ni miró, ni me recomendó ejercicios,
ni me recomendó tratamiento alguno. No me pudo poner la inyección que yo
necesitaba y quería, porque ellos allí en aquella clínica no ponen esas
inyecciones.
Entonces entré con dolor y salí con el mismo dolor,
sin que nadie me pudiera resolver nada, sólo la recomendación de que sacara un
turno para el MRI.
¿El turno para el MRI? Facilito porque está en el
primer piso de la clínica. Lo difícil fue que ellos tenían que solicitar el MRI
para que mi seguro de salud, que gracias tengo, lo aprobara. OK. Aprobación del seguro. ¿Cuánto puede demorar
este trámite? Pues depende, fue la respuesta, a veces una semana, a veces dos,
a veces no lo aprueban.
Con dolor y entonces medio cabrón salí del
hospital, escoltado por mi personal asistente, Martica y Jonathan. Había que
esperar dos semanas y rezar para que el seguro entendiera que me estaba matando
el dolor y aprobara la investigación. Sacro santo sistema.
Bueno, con buena suerte el asunto fue aprobado y
entonces me hicieron el MRI. El técnico genial y muy humano en su trato.
Agradable.
De nuevo en la consulta del ortopédico que por
interno había recibido el resultado. Seguí yo sin ser tocado y como cubano al
fin, quería que alguien me acostara en una camilla y me revisara al menos los lunares.
Explicaciones en inglés, de las que yo entendí sólo
una parte, mi asistente entendió todo el discurso completo, es por eso que lo
llevo. Recomendaciones. Vamos a inyectarle directamente en el nervio ciático aparentemente
afectado algo y con eso debe resolver. Ok. Genial, es lo que todos, mis asistentes
y yo queremos.
Entonces ahora el hospital debe llamar al seguro
para que ellos aprueben la inyección y la respuesta puede demorar una semana, a
veces dos, o sencillamente no ser aprobada. Pero, y entonces, fue mi pregunta.
Médico con cara de carnero degollado y una risita leve.
Ya saben, empezó la espera que desespera, porque el dolor lejos de desaparecer se hacía más presente, por lo que lo de la desesperación junto al encabronamiento se fue convirtiendo en parte de mi día. Recordaba a Mayi, mi gran amiga médica de cabecera en Cuba. Ella frente a esta situación, me hubiera acostado, me hubiera tocado hasta los testículos para verificar si estaban bien de paso, me hubiera llevado a un ortopédico infantil pero que me hubiera resuelto igual, me hubiera encontrado las inyecciones para ponérmelas en la casa y si fuera necesario me hubiera cortado la pierna o sacado el nervio ciático, pero para mi casa yo regresaba sin ese dolor. No digo con esto que quiero regresar a Cuba, para nada, pero por momentos en medio de mi dolor, sí me hubiera gustado traer a Mayi. Además de sus servicios inmejorables como médico, pues hubiéramos tomado café, fumado y echado unos cuantos chistes.
Con la noticia de que tenía que esperar por la
respuesta del seguro médico, la otra parte de mi equipo Jennifer, desde San Antonio comenzó a recomendar, en realidad a dar órdenes, de que no esperáramos,
que llamáramos nosotros, porque ya habían pasado casi dos semanas y de
respuesta nada.
Yo todavía resistiéndome y tratando de confiar, era
partidario de esperar por la respuesta. Estamos en USA, ellos me tenían que
llamar. Como el dolor se me hizo insoportable, más las “recomendaciones” casi
militares de Jenny, pues llamé. Mi seguro había aprobado hacía una semana la
inyección, pero no me habían llamado, porque …
OK. El gran dolor, la aprobación del seguro médico,
mi generala diciéndome que ella tenía razón, que no se puede esperar porque
aquí también a nadie le importa nada, la otra parte del team deseando ir
conmigo a la nueva clínica para la inyección y yo desesperado por resolver,
todo esto metido en una olla de presión, pues fueron los mejores ingredientes
para resolver de una vez y para todas lo de mi nervio, nervioso.
Cita o como diríamos en inglés appointment, y la
llamada diez minutos después para decirme lo que tenía que pagar por
adelantado, cosa para las que si suelen ser muy rápidos. Otro cuéntame tu vida,
ahora más largo, pues se trata de un tratamiento invasivo y enfermera agradable
que me explicó el proceso. Todavía a esas alturas nadie me tocó.
Y entonces apareció él, el salvador de mi espíritu,
el médico que todos los cubanos llevamos dentro, lo más cercano a mi amiga
Mayi, el doctor que de seguro había cumplido misiones internacionalistas en África
y Latinoamérica, el tipo pobre que estudió medicina con muchos sacrificios y no
se le había olvidado, el graduado de la escuela que dice que los pacientes
somos seres humanos y como tal queremos primero ser tratados, el tipo golpeado
por la vida, abandonado por la mujer y refugiado en la religión, el buen samaritano. Lo vi y desde que lo vi, lo supe. Era diferente.
JAJAJAJA
Me entró, me explicó dulce, pausa y teóricamente cada
uno de los pasos que daría. Luego me acostó, casi como si me amara y cada uno
de los pasos teóricos los fue convirtiendo en práctica con su explicación
detallada. Fue rápido, preciso, profesional, pero sobre todo extremadamente
humano.
Me inyectaron dos cosas. No sé los nombres, por lo
que no se las puedo recomendar. Cuando me paré de la camilla, también ayudado
por “mi super héroe”, el dolor había desaparecido. Tenía el pie un poco
acalambrado, pero nada que me impidiera caminar. Escogí sentarme en una silla
hasta que entró el médico a comprobar cómo estaba. Nuevas explicaciones de lo
que me había hecho, y lo que esto pudiera resolver o no.
Viernes y sábado, días encantadores, entre el
calmante y la inyección directamente en el nervio parte izquierda, todo lo malo
había desaparecido. Domingo siguiente nuevo dolorcito, pero soportable. A
partir del lunes hasta hoy, pues más o menos igual que antes de la inyección.
En líneas generales creo estar mejor. Puedo dormir
bien y estar sentado sin grandes molestias, pero cuando me levanto de la cama o
cambio de posición de sentado a parado, me duele. El médico me lo advirtió,
esto puede volver y entonces podemos practicar nuevamente otra inyección como
segunda prueba o el ortopédico, aquel que no me miró mucho, puede decidir la
cirugía.
Ahora con dolor estoy esperando a que me llamen de
la clínica para confirmar como me siento, ya por la experiencia que tengo, si
mañana viernes no me llaman, pues el próximo lunes amanezco yo llamándolos,
porque lo más seguro que para la segunda inyección o para la cirugía tengamos
que esperar por la aprobación del seguro médico y esto, como ya conté, puede
tomar su tiempo.
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