lunes, 20 de febrero de 2017

Deportaciones en el Siglo XXI. ¿Bueno o malo, justo o injusto? (Primera Parte)

Reconozco que este es un tema candente, complicado, problemático siempre. Ahora más, por la connotación que está teniendo en Estados Unidos y como consecuencia en gran parte del mundo.

¿Es un tema nuevo? Para nada, pienso yo. Es un asunto que debe existir desde el mismo momento que existió la emigración, por tanto, desde siempre. Lo que pasa es que, a mi entender, ahora más que nunca es ideal para la creación de diferentes bandos, partidarios o no, seguidores, etc., y el surgimiento o desarrollo de grandes pasiones. No desconocer que ahora, una parte de nosotros puede tener mayor conciencia, mayores conocimientos y sentimientos más claros sobre este tema, por lo que nos puede resultar más fácil participar.

El asunto es muy complejo y necesita de todo un conocimiento previo para hablar sobre el mismo, cosa que a veces creo no tenemos y entonces, nos arriesgamos a opinar, desde la capacidad que tenemos instalada, nuestra cultura, nuestros sentimientos, nuestros intereses y la información real e incluso irreal que manejamos muy puntualmente. Al final, hoy, específicamente en Estados Unidos, la cuestión se reduce a la siguiente pregunta, ¿las deportaciones, sean de donde sean, son buenas o malas, agradables y simpáticas o crueles e injustificadas?

Como la vida es todo un riesgo, pues nada, opinemos y tratemos de compartir ideas. Compartir. En esto, puede estar la mejor comprensión a nuestro nivel, sobre un tema tan delicado, pero tan delicado, que ni los mismos encargados de definirlo y ejecutarlo se ponen muy de acuerdo.

No soy experto en la historia de este país, creo haberlo dicho muchas veces ya, cosa que no asombrará a los que mejor me conocen, pues saben de mi capacidad para repetir ideas, JAJAJA. Para ser un experto habría que dedicar muchas horas, más de las que se invierten para hacer un examen de la ciudadanía, leer de corredera una que otra noticia o ver un noticiero. Sin embargo, por lo poco que conozco y se conoce, es fácil llegar a la conclusión de que, en la mismísima formación de esta nación, desde el primer día, aparecen las actividades de emigración e inmigración, quizás primero que muchas otras palabras y acciones más utilizadas en la modernidad.

Primero, recuerdo, los españoles que vinieron a probar determinadas teorías europeas y chocaron o “descubrieron” este “nuevo” mundo al que luego llamaron América. Españoles que vinieron para regresarse, pero con el tiempo se fueron mudando y quedando. La variante de buen clima, una inimaginable vegetación y sus dulces frutos, pobladores hasta cierto punto amigables, muchas mujeres lindas, sanas y sin compromiso, pocas leyes escritas y algún que otro mineral, fue lo suficientemente tentadora para que muchos decidieran convertir esto en su nueva morada.

Luego de unos pocos hechos históricos, aparece en 1620 el famoso viaje del barco Mayflower que trasladó a más de 100 personas, peregrinos británicos, desde Gran Bretaña hasta un punto de la costa de lo que hoy se reconoce como Estados Unidos, desembarco que terminó con la fundación de Plymouth, primera colonia británica en el nuevo mundo.

Para mí que, además me gusta el rock británico, esto tiene que haber sido bello y épico. Un barco, el complicado oleaje, difícil viaje, personas que se arriesgaron, el desembarco, la alegría, los abrazos, etc., mejor argumento para una buena película no existe, pero para los que aquí estaban ya, no debe haber significado lo mismo. De ahí que hace poco vi un vídeo filmado en la calle, donde un indio americano, de esos que aquí como solución mágica llaman nativo americano, se paró y le dijo a un grupo de norteamericanos rubios de ojos azules que se manifestaban en contra de los inmigrantes, que ellos también tenían que irse, porque, primero, nadie los invitó a venir, no a ellos exactamente sino a sus antecesores y segundo, porque en realidad ésta tierra perteneció a sus ancestros, a los del nativo de pelo largo y vestimenta tradicional con plumas incluidas que estaba en el uso de la palabra, que al final parecen ser los que más cercanos están de la propiedad después que decidieron también asentarse. Gran conflicto porque estamos hablando de los abuelos, de los abuelos, de los abuelos, de los abuelos y de los abuelos de ambos bandos. ¿Quién puede cambiar la historia?

Luego, decenas de oleadas de inmigrantes, voluntarios, motivados u obligados, que fueron poblando y construyendo lo que hoy se conoce como el “gran imperio”, que como a nadie le interesaba por aquellos tiempos y además hacían falta, pues fueron llegando, clavando cuatro estacas en la tierra para definir la propiedad, matando alguno que otro nativo americano perdido y apoderándose de lo que podían. El que esté libre de pecado, pues que lance la primera piedra, dice la Biblia que dijo más menos nuestro Señor Jesús. Lo dijera o no, es cierto. Todo, exactamente todo, como siempre, ocurrió con intereses políticos y económicos, sangre, violaciones, robos, muertes, torturas, mentiras, etc.

La humanidad así se formó y no se puede negar, la única diferencia está en el bando que uno estuviera. Si caíste o te pusiste en el bando de los torturadores, vencedores, la historia puede ser contada como un cuento de hadas, lindo, e incluso se puede llegar a justificar la necesidad de esas torturas, muertes y tanta sangre, pero si te tocó en el bando de los muertos o torturados, pues la historia es sencillamente eso, pura mierda, sino, pregúntenle a los que trabajaron como esclavos o campesinos libres “contratados” en las Pirámides de Egipto para satisfacer la necesidad de un loco, con el cargo de faraón, que se le ocurrió construirse una casa para cuando se muriera.

He estado varias veces en San Antonio, Texas, territorio al principio mexicano español y los hechos son parecidos. Existía en lo que hoy se conoce como las ruinas de la fortaleza El Álamo, una parroquia, imagino que un cura español y muy poquitos pobladores de origen mexicano. Entonces las autoridades religiosas, autorizadas por las autoridades políticas, para poblar el lugar y tener más adeptos, pues trataron de llamar la atención sobre los angloparlantes que merodeaban el lugar en busca de asentamiento. Pues nada, la propuesta era fácil, dulce y hasta ingenua; si las personas se comprometían en aprender y hablar el español y convertirse al catolicismo, les entregarían tierras que “no eran de nadie” para que se asentaran, cultivaran y crearan familia. La estrategia funcionó y muy rápido los “rubios” se trasladaron a ese lugar. Tontos los españoles y mexicanos, aquellos recién llegados más temprano que tarde, mal agradecidos, JAJAJAJA, se reunieron y concluyeron que tenían objetivos diferentes a los de sus mentores. Nada de español, nada de tequila, nada de convertirse religiosamente. La formaron, conspiraron, se armaron y expulsaron de aquel territorio a los “tan sanamente” los habían aceptado.

¿Fueron buenos o malos los actores de esta historia? Nada, siempre lo mismo. Los primeros, trataban de poblar el lugar y aumentar su presencia y con ella el poder político y económico. Los segundos, pues se aprovecharon y cuando fueron más fuertes, echaron a los primeros y comenzaron a formar lo que hoy es el Estado de Texas, el más grande, el más rico, el más independiente de toda la Unión. Todavía hoy hay que ver a los mexicanos haciendo turismo en El Álamo, con caritas de carneros degollados y añoranza por esa parte de su territorio que unos cabrones, pinches güey, les quitaron.

Hemos llegado entonces al 2017 y la idea de inmigrantes legales e ilegales y por supuesto deportaciones, ahora se ha puesto de moda nuevamente en Estados Unidos y como consecuencia en buena parte del planeta. Siempre ha existido, pero cuando digo de moda es que, al menos en este entorno donde me encuentro no pasa un día que no se hable del asunto.

Primero, para ser justo y poder enfrentar este tema desde el campo de las ideas, he pensado en mí, pues para nada vivo en la tierra que me vio nacer. Cuba no me deportó, fui yo el que se auto deportó alegremente, a diferencia de lo que le ocurrió a José Martí o a Bonifacio Byrne.

Entonces para definirme entre sentimentalismo y objetividad trato de ser mi primer juez y me pregunto, ¿soy un inmigrante legal o ilegal?, ¿hoy, mi presencia en este país es legal o ilegal?, ¿merezco ser deportado?

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