jueves, 9 de febrero de 2017

Navidad 2016 y mi Nervio Ciático. (Primera Parte)

Ayer, 8 de febrero amaneció nevando. No mucho, pero nevó.

Quedaban pocos días para que se terminara el año 2016 y no pude escribir sobre la Navidad, porque el dolor en mi pierna izquierda, asumimos que debía ser mi nervio ciático, no me permitió estar sentado.

Han pasado dos meses desde que comencé a escribir en una hoja de papel, sigo con el dolor, pero por lo menos ahora puedo estar un ratico sentado frente a las teclas y aprovecho en escribir para que no se me olvide. Casi siempre resulta así, cuando uno está más jodido, es cuando más deseo tiene de hacer cosas.

Este fin de año, a diferencia de otros anteriores, me llamó la atención que leí muchos comentarios sobre lo malo que había sido el 2016, número que el hombre moderno utiliza para medir el paso del tiempo, porque como sabemos todavía en otras comunidades, “menos modernas”, se sigue utilizando como medida, el paso de las lunas, la caída de los dientes e incluso, pues no se mide nada, las personas nacen en un momento cualquiera y mueren en otro, sin que se preocupen mucho por cuánto tiempo pasaron sobre la “Madre Tierra”.

Pues si, por los comentarios que tuve la oportunidad de leer, este año fue malo para muchas personas. Lamentos basados en guerras, desastres naturales, accidentes con muertes incluidas, etc. Me llama la atención, porque desde que recuerdo, en forma general, todos los años han sido parecidos. Siempre mueren personas buenas y no tan buenas, siempre hay ciclones, terremotos, atentados, guerras, etc., tantos que, si lleváramos la cuenta a punta de lápiz, nos resultaría imposible dormir o sonreír.

A lo mejor es que antes la comunicación era más limitada y uno sólo recogía las ideas de los pocos que lo rodeaban y ahora pues uno puede leer un comentario interesante o no, de una persona que vive en Bulgaria y está preocupada por un grupo de peces que murieron en un río en Chile y eso, como hay que decir algo, pues se convierte en “viral”, para utilizar también un término actual.

Nada, hay que comentar, hay que estar presente porque si no la gente piensas que has muerto, o peor, no tienes idea o no eres feliz. Muchas veces es fácil descubrir que la persona que comenta no conoce Chile, no sabe, ni le interesan los peces, pero el mostrarse afectado, pues tiene su onda. Para muchos, es mi opinión, con el paso de la vida moderna, lo de comentar e incluso lo de estar siempre conectado a la tecnología, se ha convertido en una prolongación de su cuerpo y peor en una extensión de su cerebro. Tal como comenta Brian Wansik, investigador del National Geographic, “cuando hay presión para tuitear algo diferente todo el tiempo, intentas que tu vida luzca emocionante”

Diciembre 2016. Sobrevivientes en Lincoln. Jonathan moneando
Para los grandes e intensos consumidores de las actuales redes sociales a las que accedo, la historia ha estado entretenida al final del 2016. La muerte de algún famoso, al que no conocemos personalmente, pero al ser famoso nos duele mucho, seguida de, primero, la visita, hasta cierto punto valiente, del Presidente Obama a Cuba, aparentemente provocadora e inspiradora de un cambio desde afuera para nuestra patria, luego la muerte física de Fidel Castro, pues según muchos sus ideas no morirán y para el cierre las elecciones presidenciales en los Estados Unidos. Eventos que permitieron dar riendas sueltas a las más diversas manifestaciones “modernas” del dolor en las redes sociales, incluyendo malas palabras, ofensas, humillaciones, trapos sucios, etc. Amigos de toda la vida fajados, enemigos antes, ahora puestos de acuerdo frente a un enemigo peor, personas sin criterios o al menos mudas ayer, que hoy no paran de hablar con o sin conocimientos. En realidad, la diversidad ha sido enorme.

Diciembre 2016. Sobrevivientes en Lincoln.

Claro, en medio de esto, puede estar, y de hecho está, la evaluación que cada cual pueda hacer, no del año, sino de su vida, de donde puede resultar creíble cualquier cosa. Un dolor de muelas compartido en la red como acontecimiento extraordinario, fotos dentro de los autos cuando las personas se desplazan a trabajar, la imposibilidad de comprar el último celular, la gordura, los “estas bella” a personas feísimas y los “estas regia” a personas cheísimas, vestidas de muy mal gusto, incluso la muerte de un gatico o un perrito lanzado a la calle, teniendo esto mayor repercusión sentimental que la desaparición de 2 000 personas debajo de la erupción de un volcán. Cada cual vive, dentro del almanaque, su propio año. Lo importante para estos momentos es tener presencia.

Pues a pesar de que para muchos el año que terminó fue malo, en realidad para mí, siempre para mí, fue un año igual a todos. Nada especial. A pesar de que reconozco que pudo haber existido un evento especial que llamara la atención más que otro, para nada convierte este año en extremadamente especial, malo o demasiado bueno. Ya dije, muertes, guerras, accidentes naturales o provocados por el hombre, gaticos perdidos, etc, etc, etc, se registran desde los egipcios, solo que ellos no tenían redes sociales y para enterarse había que ir a los muros de los monumentos para leer lo que pensaban.

Sin embargo, a pesar de los posibles individuales problemas, también fue un año bueno. Llegaron nuevos cubanos y de otros países a Estados Unidos, nacieron nuevos niños, algún nuevo medicamento se debe haber sacado al mercado, algún adelanto tecnológico que realmente nos beneficia hoy está al alcance de nuestra mano, unos se casaron y otros se divorciaron y todos sabemos que ambos actos pueden ser catalogados de buenos o malos en dependencia de miles de factores, algunos gordos bajaron un poquito de peso lo que resulta meritorio, algunos flacos engordaron un poquito, Messi sigue siendo el mejor futbolista del mundo, murieron personas, unas que no debían haber muerto y otras que sobraban desde hace mucho, y sobre todo, los que hoy podemos escribir y los que podemos leer, hemos sobrevivido al año, lo que ya de por sí es el mayor logro.

Diciembre 2016. Sobrevivientes en San Antonio.
Nuestra familia está bien. Nuestros sobrevivientes en Cuba con ese bienestar objetivo y subjetivo que los hace superarse constantemente y no demandar de mucho para continuar respirando y los de aquí, superándose cada día por un futuro mejor. Nuestra nieta, lo más importante de lo importante, creciendo con esa mezcla cómica y explosiva de cubana y norteamericana.

Para nosotros, los que vivimos en Nebraska, este invierno ha sido, por llamarlo de algún modo, extremadamente bondadoso. A estas alturas del año nuevo, febrero, sólo ha nevado cuatro veces y como nevadas no han sido nada especial, si lo fuera a comparar con los inviernos anteriores que he vivido aquí, podría decir que ha sido de muy poca nieve y hielo. Ha hecho frío, pero generalmente ha salido el Sol y ha calentado, derritiendo la nieve que estaba sobre el suelo. Ha hecho frío, pero no fríooooooooooooooo.

Las temperaturas han bajado, pero tampoco nada que horrorice o no se pudiera aguantar, por el contrario, los que aquí vivimos, acostumbrados ya a los fríos inviernos, estamos asombrados de lo que la naturaleza nos ha entregado.

Diciembre 2016. Sobrevivientes en San Antonio.
Claro, aún nos queda el bichito de, ojo, estamos en Nebraska y con relación al clima no hay nada totalmente definido nunca, por lo que a partir de mañana puede comenzar a nevar ininterrumpidamente hasta agosto. Recuerdo que el primer año que vivimos aquí, en mayo hubo nieve, así que probablemente tendré que seguir escribiendo sobre esto.

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