Hoy, a mis 54 años, me doy cuenta de que conozco sobre el
tema de migración mucho más de lo que pensaba. Lo descubrí y viví durante toda
mi niñez, mucho antes de ser consciente de lo que significaba gobierno,
revolución, traición, etc.
De los 8 bisabuelos que me tocaron, conozco la historia de 6
de ellos y de esos, 4 procedían de la “Madre Patria”, por lo que las anécdotas
de los inmigrantes españoles, pobres, adolescentes, que fueron enviados a Cuba
en busca de mejorarías económicas, para ayudar a su familia y luego regresar a
su terruño, fueron parte de mi niñez.
En Víbora Park, crecí con mi bisabuela Alicia, asturiana, a
los que todos llamábamos Abuela Alicia, pues a nuestra verdadera abuela,
Obdulia, la habíamos apodado como Mamá Yuya. Bisabuela que siempre penaba con
morirse rápido, pero que debe haber durado hasta el año 1974, pues tenemos
fotos de ella cargando a mi prima Giselle que nació en el 73. Por lo que cuando
ella murió, ya yo tenía 10 u 11 años.
Gracias a abuela Alicia, desde muy chico, conocí los
turrones españoles, las aceitunas, los frutos secos, que pienso que, por
aquellos años, década del 60, aún se comercializaban en Cuba. La revista Cartas
de España que ella recibía mensualmente y que cuando leía la hacía llorar y
llorar y aquel plato de avena hirviendo, que era obligatorio comerse a las 10
de la mañana de todos los días y que yo desde entonces hasta hoy, odio.
Recuerdo a mi Abuela Alicia llorar mucho, creo que como era
viejita lloraba por cualquier cosa, por cosas reales y cosas que se inventaba, pero
entre esas cosas que provocaban su llanto, estaba “su España, su Asturias”, de
la que un día muy joven salió y a la que nunca pudo volver. No vio nuevamente
su tierra, y lo que es peor, jamás volvió a ver a sus familiares. Es fácil de
entender si recordamos lo que pasó después de 1959, donde aquello de, aquí te
cogió y aquí te quedas, se convirtió en una pesadilla para muchos que murieron
con los deseos de regresar un día a sus orígenes.
Recuerdo claramente la gran avidez con que ella leía
aquellas Cartas de España. Revista que trataban de mantener a los emigrantes
españoles regados por todo el mundo conectados con su historia y que incluso
servían para encontrar y volver a conectar a familias que habían sufrido la
división de la emigración.
Mi padre, con algo de orgullo, se fumaba aquellas revistas. Primero,
porque las páginas eran de un papel muy fino, muy bueno para envolver el tabaco
que picaba con unas tijeras para construir aquellos cigarros caseros que en
unas de las tantas crisis cubanas la gente hacía para poder fumar y segundo, al
final, pienso que, fumándose aquellas revistas, era otra de las maneras escogidas
para destruir al capitalismo, cosa que por aquellos años, no sólo era bien
visto, sino una de las actividades principales de toda persona que había jurado
ser fiel a la causa cubana.
Crecí sin saberlo entre inmigrantes, que, con el paso del
tiempo, crearon familias, se aplatanaron y sin mucho ruido fueron enterrados en
Cuba, a miles de kilómetros de sus lugares de origen. Inmigrantes que deben
haber sufrido, a lo mejor sin mucho ruido, las inclemencias de no pertenecer
del todo al lugar donde escogieron o fueron enviados a vivir. Todo esto aun
cuando yo era un niño.
Luego crecí, ya me enteré de lo que significaba gobierno y
revolución y un buen día, voluntariamente emigré de mi país hacia un punto que
el destino me puso delante y ya más crecido me volví a mover hasta donde vivo
hoy.
Pasaron los años y he estado casi 10 sin regresar a mi Cuba
y digo mi Cuba porque en esto de la geografía, al final, cada cual considera de
una forma distinta el lugar que le tocó como origen. Pasaron muchos años, más
de los que hubiera querido para regresar, pero lo bueno es que al final, un día,
regresé y entonces ahí comienza esta parte de la historia.
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