miércoles, 10 de mayo de 2017

Abril de 2017. Regreso a Cuba. (Primera Parte)

Hoy, a mis 54 años, me doy cuenta de que conozco sobre el tema de migración mucho más de lo que pensaba. Lo descubrí y viví durante toda mi niñez, mucho antes de ser consciente de lo que significaba gobierno, revolución, traición, etc.

De los 8 bisabuelos que me tocaron, conozco la historia de 6 de ellos y de esos, 4 procedían de la “Madre Patria”, por lo que las anécdotas de los inmigrantes españoles, pobres, adolescentes, que fueron enviados a Cuba en busca de mejorarías económicas, para ayudar a su familia y luego regresar a su terruño, fueron parte de mi niñez.



Recuerdo aquellos sábados de visitas obligadas a la casa de Concordia, Centro Habana, de mis dos bisabuelos, Angelita y Ramón, gallegos, donde se hablaba un español con acento medio extraño para mí y se cocinaba, con productos cubanos, una extraordinaria y exquisita comida española, que, por mucho que he tratado de que Martica reproduzca, hasta hoy no lo he logrado. He tratado de recrear aquellos sabores de los cocidos de garbanzos con carne y papás, aquellas sopas, etc., y aunque reconozco que la comida que como es muy buena, no logro encontrar lo que mi bisabuela Angelita hacía. Recuerdo con agrado aquellos cafés con leches y panes acabados de hacer con mantequilla, que como ley se comían allí por las noches.

En Víbora Park, crecí con mi bisabuela Alicia, asturiana, a los que todos llamábamos Abuela Alicia, pues a nuestra verdadera abuela, Obdulia, la habíamos apodado como Mamá Yuya. Bisabuela que siempre penaba con morirse rápido, pero que debe haber durado hasta el año 1974, pues tenemos fotos de ella cargando a mi prima Giselle que nació en el 73. Por lo que cuando ella murió, ya yo tenía 10 u 11 años.

Gracias a abuela Alicia, desde muy chico, conocí los turrones españoles, las aceitunas, los frutos secos, que pienso que, por aquellos años, década del 60, aún se comercializaban en Cuba. La revista Cartas de España que ella recibía mensualmente y que cuando leía la hacía llorar y llorar y aquel plato de avena hirviendo, que era obligatorio comerse a las 10 de la mañana de todos los días y que yo desde entonces hasta hoy, odio.

Recuerdo a mi Abuela Alicia llorar mucho, creo que como era viejita lloraba por cualquier cosa, por cosas reales y cosas que se inventaba, pero entre esas cosas que provocaban su llanto, estaba “su España, su Asturias”, de la que un día muy joven salió y a la que nunca pudo volver. No vio nuevamente su tierra, y lo que es peor, jamás volvió a ver a sus familiares. Es fácil de entender si recordamos lo que pasó después de 1959, donde aquello de, aquí te cogió y aquí te quedas, se convirtió en una pesadilla para muchos que murieron con los deseos de regresar un día a sus orígenes.

Recuerdo claramente la gran avidez con que ella leía aquellas Cartas de España. Revista que trataban de mantener a los emigrantes españoles regados por todo el mundo conectados con su historia y que incluso servían para encontrar y volver a conectar a familias que habían sufrido la división de la emigración.


Mi padre, con algo de orgullo, se fumaba aquellas revistas. Primero, porque las páginas eran de un papel muy fino, muy bueno para envolver el tabaco que picaba con unas tijeras para construir aquellos cigarros caseros que en unas de las tantas crisis cubanas la gente hacía para poder fumar y segundo, al final, pienso que, fumándose aquellas revistas, era otra de las maneras escogidas para destruir al capitalismo, cosa que por aquellos años, no sólo era bien visto, sino una de las actividades principales de toda persona que había jurado ser fiel a la causa cubana.

Crecí sin saberlo entre inmigrantes, que, con el paso del tiempo, crearon familias, se aplatanaron y sin mucho ruido fueron enterrados en Cuba, a miles de kilómetros de sus lugares de origen. Inmigrantes que deben haber sufrido, a lo mejor sin mucho ruido, las inclemencias de no pertenecer del todo al lugar donde escogieron o fueron enviados a vivir. Todo esto aun cuando yo era un niño.

Luego crecí, ya me enteré de lo que significaba gobierno y revolución y un buen día, voluntariamente emigré de mi país hacia un punto que el destino me puso delante y ya más crecido me volví a mover hasta donde vivo hoy.


Pasaron los años y he estado casi 10 sin regresar a mi Cuba y digo mi Cuba porque en esto de la geografía, al final, cada cual considera de una forma distinta el lugar que le tocó como origen. Pasaron muchos años, más de los que hubiera querido para regresar, pero lo bueno es que al final, un día, regresé y entonces ahí comienza esta parte de la historia.

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