Regresé a Cuba, que es para mí básicamente Víbora Park,
lugar donde crecí y por suerte viví hasta que, en el 2007, después de muchos
intentos anteriores, logré montarme en un avión que por aquel momento no tenía
pasaje de regreso. Cuba para mi es Víbora Park, no Varadero, Trinidad, ni tan
siquiera el Vedado o La Habana Vieja.
Sabía, gracias a la comunicación de hoy, a los que van y
vienen, a las fotos y los mensajes, a dónde iba a parar. Creo que no es importante
ahora hablar mucho de Cuba, todo el que está vinculado a esa Isla, de una forma
u otra, sabe lo que allí pasa. No dedicaré este espacio a describir los
problemas o hablar de lo mal que vi. Para definir la Cuba de hoy, abril del
2017, baste decir que el Presidente del Gobierno ha informado que el
crecimiento del PIB con relación al año pasado fue de 0,9%, o sea, después de
conocer los arreglitos que se hacen con los números, puede decirse que el PIB
no creció absolutamente nada y dijo además que la deuda que Cuba tiene como
país hasta el 2016, se decidió pasarla para el 2017 porque no se pudo pagar de
ella, ni un centavo. Con esto es más que suficiente para entender cómo van las
cosas.
Sin embargo, Cuba hoy, en su interior, es muchos países
diferentes, todo dependerá de la parte de la tortilla donde te encuentres. El
largo proceso de aguantar el cambio, sólo ha creado o abierto más las
diferencias.
Si eres de las familias protegidas por las remesas estables
desde el exterior, o de las que hoy manejan restaurantes, pequeños hoteles,
taxis, u otro negocito de corte privado que se han permitido, pues obviamente
el día, no sin dificultades, una que otra ilegalidad, pequeñas violaciones,
etc,, se pasa mejor. Imagino, que, si perteneces a la alta cúpula del gobierno,
como tradicionalmente ocurrió, pues te siga pareciendo el mejor lugar del mundo
para vivir, pues el solo hecho de dormir en Miramar o Nuevo Vedado, ya de por
sí sólo es un gran beneficio. Acabo de leer unas declaraciones de Aleida, la
gordita hija del Che, donde ella declara que no sabe cómo los cubanos podemos
vivir fuera de Cuba. Y si continúas siendo de los que llevan más de 50 años
viviendo de un salario, en Párraga, o el Cerro, debajo del puente de la Lisa, o
en el bello campo cubano, pues literalmente te está llevando el Diablo.
Pero nada eso es nuevo. No hay que vivir en el extranjero y
un día regresar para descubrir algo que llame tanto la atención por haber
cambiado. Cuba está mal, sí, es cierto, pero está mal desde hace muchas décadas
ya. Entonces, como no padezco de los nervios, pues no me puse nervioso.
Este viaje tuvo una connotación especial. Cansado yo de ser
“jefe de misiones”, nombré a mi hijo Jonathan, ya grande, responsable de todos
los asuntos, a partir de la propia compra de los pasajes. Jonathan lleva muchos
años capacitándose como “cuadro”, pues ahora le tocó la tarea de poner en
práctica lo que teóricamente conoce.
Entonces fui y no tenía planificada
ninguna responsabilidad, fui casi como un importante invitado. Nada tuve que
ver con dinero, gastos, compras, coordinaciones, planes, etc. Me fui ligero,
sabía lo que quería y entonces me ahorré toda la actividad administrativa que
genera el ir y estar dos semanas en Cuba. No fui como turista, fui mejor, estuve
como un niño al que no se le puede exigir nada.
Son tantas las historias de Cuba que he escuchado en estos
casi 10 años de ausencia, que por muy ligero de pensamiento que fui, siempre me
quedaba la pregunta de, dejar a ver con qué me encuentro. A veces las
descripciones exageradas de nuestros coterráneos y/o sus reales experiencias,
hacen que uno cuando piense en Cuba, se imagine siempre el peor de los
escenarios.
Pues en nuestro caso, la historia estuvo llena de buenos e
incluso especiales momentos. Aterrizamos en la Terminal 3, a la que seguimos
llamando internacional, porque no sabemos bien la connotación de esta palabra.
La gestión de inmigración demoró exactamente 5 minutos. Chequeo de documentos,
foto incluida y un bienvenido a Cuba fue extremadamente rápido. Las jóvenes que
nos chequearon no dejaron de meterse con Jonathan, demostrando que la mujer
cubana a pesar de los pesares, sigue siendo la misma.
Maletas en la estera, que salieron por donde no las
esperábamos, pero cosas así pasan en cualquier lugar y un pasillo con un cartel
que decía, salida, nada que declarar. Entonces ese era nuestro pasillo.
Caminamos y en la puerta nos esperaba un aduanero que riendo nos dio la
bienvenida y nos preguntó, cuáles son sus bultos, a lo que respondimos somos
tres y estas tres maleta y tres maletines de manos son todo nuestro equipaje,
lo que era evidentemente bastante. El joven hizo el ademán de chequear los
tiques y nos abrió la puerta y nos volvió a dar la bienvenida. Lo que resultó
muy bueno porque entre las cosas con las que viajaba, cargaba desde Lincoln,
Nebraska, con un gran taladro para mi hermano Ivan.
Son tantas las historias de terror, que le había dicho a mi
hermano que la cosa seguro se demoraba por lo de las maletas, etc., que no
cogiera lucha y que se tomara lo de recogernos con calma. Pues salimos y
tuvimos que esperar por él, lo que es poco frecuente en estos tipos de viajes y
lo sé porque, aunque es mi primera vez de regreso, si muchas veces fui a
recoger a personas y lo de la espera siempre fue horrible.
Entonces llegué y después de las muchas emociones de abrazar
y besar a muchas personas queridas que no veía personalmente hacia 10 años, me
instalé en el portal de Villoldo 112, “mi portal” y allí pasé con agrado la
mayor parte de mi tiempo. Día por día, nunca entré a dormir antes de las 5:30
am y he dejado puesto un récord de estar hablando sin parar hasta las 8:30 de
la mañana. Más que hablando, haciendo señas y muecas, pues al tercer día se
apoderó de mí una ronquera que todavía hoy, días después de mi regreso, aún
poseo.
No encontré oponente que me siguiera todo el tiempo, eso
sólo lo lograba mi amiga Normita que hoy está en México, sino que las personas
se sustituían como por turnos de trabajo. Muchos me dijeron que la proteína no
daba para tanto. Unos venían, entraban,
salían, se bañaban, comían, regresaban y colaboraban en la escucha, mientras
yo, a golpe de short, descalzo y sin camisa, un poco de café que tuve a bien
llevar desde aquí y cigarros, pues como pez en el agua, pasaba de un tema a
otro y de otro a otro, en dependencia del interlocutor que le tocaba el turno.
No hablé mucho de Estados Unidos, creo que no es importante
la marca de carro que tengo, los tipos de queso que como y la temperatura que
mantengo dentro de mi apartamento en invierno y en verano. No me dediqué a
criticar al gobierno por los problemas que desde mi posición pude ver, ya eso
lo había hecho durante toda la vida que viví allí y en realidad me ha llegado a
aburrir. Hoy pienso que, sencillamente, hablé como un loco de cualquier tema,
de ti, de mí, de nosotros, de los años, de las personas que vi, etc. No paré de
hablar y entonces, nada más por eso, mi viaje a Cuba, fue todo un éxito.
Mi madre muy bien físicamente, dando clases aún a sus 74
años, luchando heroicamente con la lamentable enfermedad de su esposo Máximo. Es
todavía hoy, la única persona de todas las que vi, que menciona la palabra
“proyecto” al referirse a algo que tiene que ver con el gobierno, la economía,
la política, etc. No sé si para confundirme, o para ocultar su confusión, o
para sencillamente ponerle un nombre a algo que, por lo menos para las personas
con las que hablé, ya no lo tiene.
Mi suegra, a sus 88 años, con una claridad impresionante,
increíblemente fue una de mis mejores compañías nocturnas. Ella me acompañó
animadamente muchas de esas madrugadas, tan animada que no reparaba en que podrían
ser las 4 o las 5 de la mañana. Creo que más que el sueño o el cansancio, podía
la necesidad de estar juntos. Cuando ella reparaba en la hora que era, se
preguntaba, “¿y qué yo hago aquí a esta hora? Sonreía y con un enorme trabajo,
casi a nivel de inhumano sacrificio por lo malas que tiene las rodillas, se
levantaba sola del sillón donde estaba, demostrando que aún está muy fuerte y
comenzaba su lento caminar hacia el cuarto, lo que bien puede compararse con el
Via Crucis de Jesús. Casi sin poder caminar estuvo todo el tiempo presente, alegre,
dando órdenes, coordinando, cocinando, recordando cada uno de los detalles de
su y nuestras vidas. Compartiendo, no solamente con nosotros, los recién
llegados, sino rodeada de muchos de sus otros hijos, nietos, sobrinos, vecinos,
que fueron citados y atraídos por nuestra presencia.
Este puede ser un buen final, si alguno de nosotros deja de
existir, pues quedará esta visita y estas imágenes como recuerdo. Uno nunca
sabe y entonces, también, nada más por eso, mi viaje a Cuba, fue todo un éxito.
Te felicito Roli y me alegra que lo veas asi, yo pienso igual que tu, un abrazo broth
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