martes, 19 de diciembre de 2017

Créalo o no lo creas.

Así éramos cuando niños. Víbora Park.
Todos, o al menos una parte de nosotros, nos desgastamos por hacer algo grande, inmensamente grande, algo que quede para la historia. Todos, o al menos una parte de nosotros, queremos dejar una huella de nuestro paso por la vida y nos aferramos a conseguir nuestro David o nuestra Mona Lisa. Sin embargo, poco reparamos en las pequeñas acciones, o como dijera el poeta, "aquellas pequeñas cosas" que son capaces de despertar en el otro, ilusiones, aspiraciones, sentimientos, deseos, esperanzas, etc.


Esto me pasa con mi amigo Ruso, al que casi siempre menciono en mis escritos, por la cercanía, en cuanto a acciones y pensamientos que tenemos y compartimos.


Mi placer y por qué no, mi orgullo enorme, es conocer que cada vez que escribo y publico algo, incluso la idea más tonta, Ruso, no sólo la lee con compromiso y entusiasmo, sino que mi idea, hace brotar en él una infinidad de ideas nuevas, algunas veces en prosa y otras, aunque pueda parecer increíble, en poesía.


Así somos hoy. Lincoln. 2017










Ruso, al cual un día dedicaré uno o varios escritos completos, pues conozco su vida al detalle, nada más y nada menos, me agradece el habernos vuelto a encontrar después de algunos años de separación por él haber emigrado antes que yo. Ruso me agradece el que lo escuche y pueda comprenderlo, respetarlo y apoyarlo. Linda forma de alimentar una amistad.


Quizás, deba reconocer, por lo cual podría parecer muy inmodesto, que esto me ha pasado algunas veces, debe ser, quizás, por mi capacidad histriónica. JAJAJA. La última vez, recién operado del corazón, yo caminaba mucho, varias veces al día, por los pasillos del hospital y de pronto un día, un norteamericano, al que yo nunca había visto, que caminaba frente a mi ayudado por su esposa, se me atravesó en el camino y me dijo, tú eres mi inspiración. Y yo, ni idea tenía que, con mi necesaria caminata, estaba ayudando a alguien. Pues sí, parece que se puede ayudar, incluso cuando uno ni se lo pueda imaginar.


Como ejemplo de esto, cada vez que escribo, inspiro a Ruso a escribir, a sacar lo que tiene adentro de su cabeza, a volcar sobre un papel los sentimientos de los que es dueño, a decir su verdad y eso es lindo entre y para amigos. Lo animo a hablarme y a compartir análisis. No siempre estamos 100% de acuerdo. No es necesario. Lo necesario es compartir.

Ya Ruso escribía antes de yo aparecer, tampoco es que yo sea su "exclusiva musa”. Su musa, a veces, tiene otro nombre. Sólo que, al parecer, esa capacidad, la había dormido.


Dejo entonces aquí para la posteridad, uno, el último de sus poemas, que además como otros, me lo dedica a mí. No le he pedido permiso para hacerlo, entre amigos reales, no hace falta tanto pedir permiso. Sé que estoy autorizado. 

Son estas, esas pequeñas cosas las que hacen la diferencia.


" Créalo o no lo creas"

Crecimos juntos bajo una gran mentira.......
Nuestras familias hicieron lo posible por adoctrinarnos....
nunca pensaron en nuestras mentes....
como tampoco sabían lo capaces que éramos....
liberarnos de toda esa ideología, una lucha realmente sin saber qué destino...
pero siempre todo lo hicimos juntos como vecinos, como amigos...
Nuestra arma es y ha sido la verdad, la honestidad, aunque duela…
es cruda y amarga, así somos y lo logramos.
No tenemos una máquina del tiempo para borrar nuestros errores...
sin embargo, nos sobra voluntad y deseo para demostrar la realidad…
del pasado y el presente con toda la verdad.
Hemos sido criticados, hemos sido admirados por nuestros hechos...
triunfos y fracasos, pero algo muy importante......
no vamos a educar a nuestros hijos como lo hicieron con nosotros...
ellos no tienen la culpa de nuestro pasado que fue un gran desastre...
sin embargo, no podemos luchar contra la mentira.
Somos humanos con virtudes y defectos....

Créalo o no lo creas.

miércoles, 13 de diciembre de 2017

¿Por qué mentimos?

“Quizás la honradez sea lo más recomendable, pero el engaño y la deshonestidad son parte del ser humano”.
Yudhijt Bhattacharrjee

Hace ya varios días, publiqué aquí mismo un escrito sobre lo que me llamaba la atención de la vida moderna que me rodea, a la que tengo acceso. Escribí sobre las personas que han convertido la mentira en una acción cotidiana para alcanzar determinados objetivos y definí esto como tonto. En una segunda lectura, ya con más calma, como mi primer crítico que soy, me da miedo, porque no quiero que mañana mis nietos por casualidad descubran estos escritos y me titulen de súper abuelo héroe de la verdad, porque no es verdad. Entonces retomo las mismas ideas, ahora desde otro ángulo, las mentiras y gracias a un artículo que me leí hace meses, que se me ha quedado dando vueltas en la cabeza, trataré de desenredar lo que quizás yo mismo enredé. 

El tema de las mentiras es siempre llamativo. La mayor parte de las veces, le damos, al parecer por tradición, mayor importancia que la que realmente tienen. Los científicos estudiosos del tema, sin embargo, lo ven desde otro ángulo.

Todos mentimos, dicen los científicos, unos más y otros memos. El hombre y la mentira están estrecha y fuertemente unidos desde tiempos inmemoriales. Se piensa que la mentira como comportamiento, surgió no mucho después del lenguaje, o sea, hace muchos miles de años.

He leído un artículo en la National Geographic de junio de 2017 que, de forma muy general y sólo orientativa, trata el tema de las mentiras en el ser humano y desde ese momento he estado pensando en escribir para explicarme a mí mismo cómo funciona. El artículo, que repito, tiene un corte más que todo cultural, resume las investigaciones que se llevan a cabo específicamente sobre esta conducta humana. Lo recomiendo.

En fin, aclara, al menos para mí, desconocedor de este tema en profundidad, cómo y por qué mentimos y quizás, a partir de aquí, trata de facilitar el entendimiento, lo que nos permitirá, después de estar decididos a no mentir, coger menos lucha, cuando alguien, motivado por alguna de las razones que la ciencia define, nos mienta.

La primera tradición popular que se tira por tierra es aquella de que los niños no mienten, cosas que decimos sobre todo para criticar a algún adulto. Sorprendentemente no sólo mienten, sino que lo hacen desde edades muy tempranas, muchos desde antes de los 2 años y lo más cómico es que esto de mentir en los niños, los expertos lo consideran positivo, pues dicen que al igual que aprender a caminar o a hablar, el mentir es considerado un logro del desarrollo del cerebro en el infante.

Entonces en dependencia del ambiente donde el niño se desarrolle, familia y sociedad, hará de la mentira algo pasajero o su mejor arma para vivir. Si observa que sus papás se mienten entre ellos, con aquello de “no le digas esto a tu padre”, y le mienten a él mismo, y además le mienten a sus vecinos y familia, entonces irá implementando lo de las mentiras hasta posiblemente convertirse en un adulto profesional. Inventará un papá diplomático que no existe, una casa con piscina que no tiene y un tío con influencias en el gobierno.

Los hogares altamente represivos y dogmáticos o en aquellos donde la imagen de “santos” se impone absurdamente, tienden a crear niños y jóvenes mentirosos, a lo mejor no porque disfrutan la mentira, sino porque al querer vivir como niño o joven, donde las ideas son las mismas en Cuba o en Hong Kong, el camino para mantener a los viejos tranquilos es mentir. Y entonces se genera una enorme tela de araña donde las mentiras se sientan en las salas, se bañan en las bañaderas y se comen todos los días en las comidas familiares.

El ser humano utiliza la mentira como muchos animales utilizan en camuflaje, para sobrevivir. Es quizás la mejor herramienta para manipular a los demás sin utilizar la fuerza física. Resulta una forma relativamente fácil a la hora de conseguir poder, dinero, status, aceptación de determinado grupo, reconocimiento, etc., lo que hace hoy que nuestra capacidad para discernir o separar la verdad de la mentira esté constantemente en amenaza.

Recuerdo que cuando llegué a República Dominicana, me reencontré con un viejo amigo de Cuba. Después de los primeros días de felicidad, descubrí que mi amigo era uno de esos mentirosos profesionales que se justificaba con aquello de que como en ese país la mentira era una de las llaves maestra para abrir casi cualquier puerta, pues había que mentir.

Este amigo, que ya no lo es, se autonombraba licenciado en una especialidad X cuando en realidad nunca había terminado el preuniversitario, engañaba a los clientes, a los proveedores, a las mujeres con que se acostaba, a su familia en Cuba, al del colmado, a los extranjeros que quería morder para conseguir dinero para su proyecto. Se había convertido en un gran estafador de cuello y corbata.

Era horrible, hoy no sé cómo no le han dado un tiro. Vivía feliz, no le importaba tenerse que esconder, no le importaba ser regañado por personas, no le importaba que sus novias un día descubrieran su realidad. Él había escogido ser empresario y si para eso tenía que joder a la mitad de la república, pues nada, eso era lo que había que hacer. Llegó un momento que la gente le huía, no importaba, otra víctima aparecería al otro día. Este, que puede ser un caso extremo, es algo de lo que nos está pasando todos los días, poco a poco, sin darnos cuenta.

He leído en algún lugar, algo que dicen dijo Martin Luther King, que puede ser una de las mayores causas para explicar hoy el por qué mentimos, aunque el Dr. King no lo dijera con ese objetivo. Él dijo “si quieres tener enemigos, no hace falta hacer una guerra, basta con decir lo que piensas”

Esto es más que cierto, lo dijera King o no. Recuerdo que mi madre, con defectos como todo mortal, pero una de las personas más honestas que he conocido, tratando de evitarme problemas, me decía, “Rolandito, no digas tanto la verdad, ella, aunque cierta, fuera de contexto o de tiempo, se convierte en una bomba, por lo cual sólo ganarás problemas”. 

Entonces yo, un poco inmaduro lo que hacía era pelear más por mi verdad. Quizás hoy tenga que pedirle disculpas a mi madre, por las molestias causadas, más cuando fuimos compañeros de trabajo, ella mi jefa por casi 15 años. Yo no era una persona que trataba de decir la verdad, sencillamente era un suicida.

Es cierto, muchas veces cuando las personas que te rodean no quieren escuchar, incluso por miedo, aunque estés diciendo la mayor de las verdades, tú eres el del problema.

Recuerdo una reunión a puertas cerradas en el saloncito de protocolo a la que fui citado un día trabajando en Cuba. Mis interlocutores eran tres “compañeros” de la Seguridad del Estado que atendían el ministerio donde trabajaba y yo estaba solo. Ellos siempre trabajan así, al menos con superioridad numérica. Ya ellos me conocían, sabían de mis buenísimos resultados como profesional, conocían mi calidad humana y por supuesto, mi debilidad ideológica, lo que era de paso el verdadero objetivo del encuentro.

Después de acordar conversar libremente, lo que nos llevó tres horas, ellos me dijeron, estamos de acuerdo contigo, tienes razón en lo que estás diciendo, sólo te pedimos que no lo digas en el aula. Fin del cuento, o mis argumentos eran muy fuertes, tan fuertes que no se podían rebatir, o ellos estaban de acuerdo con lo que les dije, pero no podían decirlo, o eran unos mentirosos sin posibilidad de actuar. Ellos no querían mi arrepentimiento, ellos no estaban interesados en cambiar lo que yo pensaba, sólo estaban interesados en que mintiera y no dijera lo que yo pensaba frente a mis, por aquellos años, alumnos.

Decir la verdad, que es lo que debería ser, frente a la modernidad que vivimos, va quedando para los laboratorios y las investigaciones científicas.

Desde el punto de vista biológico, mentir denota cierto desarrollo del cerebro, “la verdad se da por naturaleza, pero mentir requiere esfuerzos y una mente aguda y flexible” tal como dice el psicólogo Bruno Verschuere. Llegándose a definir que existimos mentirosos competentes y mentirosos mediocres. Estos últimos, los mediocres, son, a veces, más fáciles de detectar, aquellos que les decimos, … tú no sabes mentir, se te ve la mentira en la cara, pero los competentes, no solo engañan a los demás, sino que llegan a engañarse a sí mismos de tal forma, que convierten su mentira en su verdad y se la llegan a creer.

El tema es tan complicado que hay estudiosos que plantean que, por el condicionamiento social que existe, lo difícil de vivir una vida económica fácil y estable, la presión social que padecemos con el tema imagen, aceptación, el bombardeo de los medios y las redes sociales repletos de noticias e información falsas, el gusto por lo banal y lo espectacular que hoy se nos vende, etc., el problema no es conocer por qué tantos mentimos, sino por qué no mentimos más.

Lo malo no es mentir, parece ser, lo malo es acostumbrarse a la mentira como parte de la vida para conseguir cosas, cualquiera que estas sean, porque entonces una mentira trae a la otra y la otra, hasta que la forma de proceder se convierte en una mentira sin remordimiento, donde el cerebro se acostumbra al estrés o la incomodidad emocional y entonces nos convertimos en máquinas de mentir, a partir de la cual, una mentira facilita la mentira siguiente.

La vida es muy corta, dinámica y a veces complicada, por lo que no tenemos tiempo para investigar, cuestionar, corroborar todo lo que vemos o escuchamos, entonces es fácil creer en lo que otros nos dicen. Estamos preparados para confiar y ese es el mejor ambiente de cultivo para un mentiroso habitual, lo que la ciencia reconoce como la “ventaja del mentiroso”.

Como estamos condicionados para creer y confiar de forma natural, a veces nos mienten los políticos, los maestros, los curas, nos mienten también a veces, nuestros amigos y nuestras parejas. Mientras más nos guste lo que escuchamos, más fácil es que no detectemos la mentira. Mientras más queramos pasar por buenas personas, siempre divertidas, siempre lindas y amorosos, más tendremos que mentir y más mentiras estaremos dispuestos a escuchar.

Las buenas relaciones humanas, lo de congeniar siempre, pasan inevitablemente por las manos de soportar al otro, compensarlo, aceptarlo, lograr espacios e intereses comunes, hay que estar dispuesto a sobre llevarlo, a veces, muchas veces. Sin embargo, cuando para conseguir las buenas relaciones hay que mentir, la cosa está jodida.




Reproduzco aquí el gráfico aportado por la National Geographic que refleja las principales razones por las que mentimos, o sea, las causas o motores y los por cientos de las muestras estudiadas en esa ocasión. Puede ilustrar más que mi explicación. Yo ya escogí las mías, lo que me hace conocerme mejor. Espero que ustedes, mis queridos amigos, tengan la posibilidad también de escoger las suyas.

Para este ejercicio, quizás sólo para este ejercicio, lo recomendable es no mentir. Por lo menos una de las razones tiene que servirles. No horrorizarse si ve que está reflejado en varias de ellas.


Todos mentimos, la ciencia así lo asegura, el problema parece estar, en la magnitud y los objetivos con que lo hacemos. Si eres un doble agente o un espía, lo de mentir a uno de los bandos o a los dos para los que laboras, es parte de tu trabajo, puedes que tengas una enorme virtud y un gran desarrollo de tu cerebro. Si logras sobrevivir puede que hasta una medalla te den por mentir. Si mientes para lograr que te quieran, para conseguir amigos, para estar en la moda o para reflejar que estás donde no estás, incluso por sana diversión, bueno, puedes comenzar por ir a un psicólogo o terapeuta.














jueves, 7 de diciembre de 2017

¿Qué nos está pasando?


El domingo 26 de noviembre, disfruté un documental sobre Barbra Streisand en NEFLIX, tengo que decir que fui fanático a ella durante muchos años, por lo que verla ahora me trae gratos recuerdos. Recomiendo que lo vean, quizás como un pequeño paso o esfuerzo para salir un poco del reguetón que nos está consumiendo.

El documental es eso, un documental que mezcla un concierto de la Streisand en Miami, con partes de su vida, entrevistas, etc., por cierto, el teatro estaba abarrotado de personas como era de esperar, jóvenes y sobre todo no tan jóvenes y el público era totalmente diferente a lo que se ve en los conciertos de esa ciudad, por lo que eso de que los cubanos somos los reyes, creamos Miami y somos los más importantes, es otro de nuestros inventos medio chovinista. Aclaro que no tengo nada en contra de Miami y menos contra los cubanos que allí viven, no podría tenerlo, pero lo cierto es que me parece que a veces se nos va la mano.

Ella, genial, a la que he vuelto a disfrutar casi al límite del llanto, mantiene una conversación en inglés con los presentes y va explicando las canciones, asociándolas a partes de su vida. En uno de los momentos de su habitual agradable intercambio, como antecedente a su magistral interpretación de siempre, People, cuenta que hace unos años organizó un concierto en su casa para generar conciencia sobre el tema de la cardiopatía en la mujer al cual asistió el que en aquel momento era presidente de los Estados Unidos, William Clinton. Cuenta que al dirigirse al público Clinton dijo que, como resultado de investigaciones realizadas durante años, se había comprobado que la composición genética del ADN humano es 99,9% idéntica independientemente del color de la piel o el lugar de nacimiento.

Casi paralelo a esto, pocas horas antes, nos reunimos en mi apartamento con el fin de hacer una paella y pasar un rato agradable. Yo, como Martica sigue en San Antonio, entonces jefe de cocina, me encontraba tratando de cortar dos barras de pan acabadas de sacar del horno con un cuchillo “no adecuado”, por lo que terminé de picar el pan con las manos, porque lo importante, importante, es el pan. A mis espaldas, mis amigos conversaban animadamente, entre ellos uno que a pocas horas de esa actividad cumpliría 72 años. En medio de risas y conversaciones, se sumó al grupo una joven y entonces mi amigo se paró como un resorte o como si tuviera los oxiuros que siempre tanto molestan y le ofreció el asiento que él ocupaba. La muchacha que, por su edad, puede ser cómodamente más de dos veces hija de mi amigo, se trabó, le dio pena y le propone que continúe sentado. Mi amigo, rápido, claro, seguro, sin que le temblara nada, le dijo, siéntate tú, yo soy un caballero. Y ese caballero, a mí me sonó GRANDE.

Sin virarme y aparentemente entretenido con los dichosos panes, sentí un enorme orgullo. Es real, él es un caballero, no a la usanza de Don Quijote de la Mancha o los de Las Cruzadas, sino un hombre que aprendió bien cómo se debe ser y aún a sus 72 años, dando fe de lo que bien se aprende no se olvida, sigue haciendo gala de aquellas cosas que antes se adquirían en el hogar y un poquito en la calle y que hoy, poco a poco se han ido perdiendo.

Siento orgullo, porque me esfuerzo y quisiera ser como él, que para nada es un tipo ridículo, recargado, atrasado. Todo lo contrario, es un caballero de 70 años que logra mantener una frescura envidiable, que vive mezclando lo que bien sabe hacer sin perderse internet, Facebook, la lectura en un table, sonreír, tomar unos tragos y fumarse unos cigarrillos, etc.

Estas dos cosas, que aparentemente no tienen nada en común, o sea, el cuento de mi amigo y el cuento que hace la Streisand, me han dejado pensando o me han hecho repensar una vez más en lo que pienso con bastante frecuencia, y se me ha aparecido una pregunta que quizás sean la guía para este escrito. Pregunta que me podrá ayudar a desenmarañar las miles de ideas que tengo al respecto, o por el contrario, en la búsqueda de las respuestas, me hará caer en el inmenso hueco negro de la imposibilidad de explicar o entender nada.

La pregunta, o la madre de las preguntas, que imagino que alguno o muchos de ustedes también se han planteado en algún momento, es sencilla, corta, pero como madre, para mí resume una enormidad de interrogantes, ideas, análisis, etc., tantos que no creo que nadie pueda responder de una sola vez. ¿Si según Clinton el ADN humano es casi idéntico y mi amigo a sus 72 años es capaz de recordar lo que bien aprendió de niño, entonces por qué hoy somos tan diferentes, qué nos está pasando?

Después de mucho conversar conmigo mismo y con todo aquel que se me ha puesto a tiro, he logrado resumir, como resultado de un muy profundo filtrado, las respuestas en tres puntos, y a ellos dedicaré algún tiempo.

1.- La posesión.
2.- La imagen

No es fácil pretender hablar sobre la conducta humana, puede incluso parecer pretensioso. El hombre es más simple en su biología por muy complicada que ésta parezca y por supuesto, más fácil es definir cómo hacer una limonada. El tratar de explicarme y hacer públicos mis pensamientos, me convierte en una bomba de tiempo y al mismo tiempo, me hace vulnerable. Podré ganarme muchos detractores y además, aún no sé exactamente si me encuentro o no también practicando las cosas de las que voy a hablar. Es un estudio para los psicólogos, sociólogos, historiadores, mercadólogos, y todos aquellos que se dediquen a investigar desde cualquier ángulo al ser humano, más allá de sus huesos, sangre, músculos, órganos, etc. y en realidad, nada de eso soy yo.

No obstante, siguiendo la genialidad de Descartes con su definición de “Pienso, luego existo”, lo que permite los cimientos racionales de cualquier análisis, el tema me atrae y trataré de explicarme. (1)

1.- La posesión.

No estoy en contra de la posesión, todo lo contrario. Gracias a la posesión hoy vivimos y disfrutamos, sólo que me parece que existe o debería existir una diferencia entre la posesión y la posesión irracional.

Muchas personas tratan de poseer antes de ser, algo así como “poseo, entonces existo” Muchos prefieren que sus productos, o sea, ropas, autos, casas, y todos los demás tarecos que se inventan, hablen por ellos. Nos estamos llenando de cosas, muchas de ellas sin necesitarlas racionalmente, solo porque el bulto, la cantidad, lo grande, nos parece que nos hace ver mejores.

Es increíble la cantidad de dinero que se gasta en cosas que no sabemos usar, no las necesitamos y no utilizamos, sólo porque se han puesto de moda o tal o más cual persona las tiene. Lo de ser, pensar, tener un estilo propio, disfrutar de la individualidad, se ha perdido en post de parecernos todos en nuestras posesiones.

Dentro de las varias definiciones que el marketing tiene para conceptualizar al cliente, una de ellas divide a los seres humanos en dos grupos importantes, líderes y seguidores. Los líderes son aquellos que conocen sus exactas necesidades, son exigentes a la hora de la compra, compran como respaldo a su personalidad, a la diferencia y están dispuestos a pagar por ella sin grandes traumas, aparecen por momentos como líderes de opinión, aunque hay que decir que no exactamente significa lo mismo. Los seguidores, que constituyen la mayor parte de cualquier mercado, pues lo que hacen es eso, seguir sin pensar, tratar de imitar, violentar incluso sus reales necesidades o posibilidades económicas, para a partir de sus compras y posesiones, aparentar pertenecer a determinado grupo social o sencillamente indicar inteligencia, sabiduría, estilo, clase, etc.

En realidad, los limites hoy de esos seguidores son infinitos y el marketing lo sabe. Estamos poseyendo por poseer. No estamos interesados tanto en dejar esa huella tan exigida al ser humano con su actuación, sino lo que nos está matando es impresionar por lo que tenemos acumulado.

Existe, para mí, una línea muy fina entre poseer racionalmente y el poseer irracionalmente y no tiene que ver con el nivel académico, la profesión y/u ocupación, menos con el ADN como dijera Clinton. Para mí tiene más que ver con un desfase en los intereses. Aquel consejo martiano de tener un hijo, escribir un libro y sembrar un árbol, válido durante muchos siglos, hoy se ha quedado sin aplicación para la gran masa.

Tener un hijo es complicadísimo, demasiado sacrificio. Lo de escribir un libro es un fastidio. ¿A quién le interesa embarrarse las manos con lo del árbol? Es mejor para llamar la atención y demostrar que existimos, poseer. Los que nos rodean, casi siempre parecidos a nosotros, comenzaran a calcular nuestro éxito en la vida, por el tamaño de la cama que logramos tener.

2.- La imagen.

El que inventó y logró imponer esto, se quedó vacío. El que comenzó a trabajar desde este ángulo al ser humano y nos metió que es importante tener y crear una imagen, obviamente construida para la mayoría y alimentada como vehículo para resolver todo en la vida, incluso el amor, pues debería ser catalogado genio.
Lo de la imagen, que tiene que ver con lo de la posesión, nos está matando también, no porque pensar en una buena imagen sea algo asesino, sino porque lo de vivir para una determinada imagen, nos está haciendo cada día menos reales.

La mayor parte de nosotros, nos debatimos entre lo que realmente somos, que muchas veces no dejamos que salga o no dejamos ver, lo que queremos ser, plagado de súper ideas fantasiosas y por supuesto, lo que queremos reflejar, que muchas veces, no somos. Es desgastante. Lamentablemente dedicamos más tiempo a lo que queremos reflejar, a lo que queremos que el otro vea, estructurando un modo de vida sin cimientos. Vivimos en una edificación que se balancea constantemente con riesgos para la caída o el derrumbe.

No estamos interesados en aprender, es más fácil aparentar que ya lo sabemos. No nos interesa mucho profundizar en algo, es más fácil repetir lo que dice internet. Hemos desterrado el cuestionar, porque entre otras cosas trae desencuentros con los que nos rodean, entonces hemos implementado el estar siempre de acuerdo y sonreír y hablar solo de temas ligeros o lights como se dice ahora.

Mantener determinada imagen, nos lleva a la posesión generalmente irracional. Una madre imagen irracional no puede parir otra cosa. No nos damos cuenta o queremos violar aquello de que, “la mona vestida de seda, mona se queda”. Estamos perdiendo o peor, invirtiendo nuestras únicas vidas en conseguir la seda, muchas veces para ocultar lo de mona. Es tonto. Creo que es lícito que, si no te gusta lo de ser mona, lo trates de cambiar, pero ocultarlo y vivir ocultándolo, no es un buen negocio, al final la mentira tiene las piernas cortas. Es como lo de beber para resolver un problema u olvidar una pena, logrando, después de gastar dinero, ponerlas sólo en remojo.

3.- La aceptación de los otros, para acertarnos a nosotros mismos.

Hablando con un joven amigo sobre estos temas, lo que me parece más interesante e inteligente que dedicarme a saber cuándo fue y cuánto le costó la última cirugía plástica a Sher o cuáles fueron los divorcios de las estrellas de Hollywood este mes, él me aportó esta idea, que está en mí misma línea de análisis y tiene mucho que ver con los dos puntos anteriores.

Vivimos dentro de una enorme inconformidad, digamos que llega a ser una inconformidad enfermiza y a veces enfermante. A partir del bombardeo diario de los medios de comunicación y toda la parafernalia que ellos publican, muchos de nosotros nos sentimos mal con nosotros mismos y entonces nos inventamos una burbuja, que me gustaría pensar que es azul, dentro de la cual tratamos de vivir.

Siguiendo los monumentales cuerpos femeninos y masculinos que se publican, pues nos miramos al espejo y nos vemos feos, gordos, con cuerpos incómodos y eso nos hace inaugurar todas las semanas una nueva dieta, no para sentirnos bien y saludables, sino para parecernos a los moldes que nos están imponiendo. Los hombres con barriga deberían morir, las mujeres con barriga deberían ser torturadas hasta que pidan perdón por el pecado. ¿Una arruga? Oh, que horror, una arruga. Cuando nos enteramos de lo que le pagan a Cristiano Ronaldo por jugar nos queremos morir, luego cuando lo vemos cómodamente sentado dentro de su avión privado, ya no tenemos tiempo para esperar la muerte natural, queremos suicidarnos.

Las mamás y papás hemos comenzado a llamar públicamente a nuestros hijos príncipes, reyes, princesas y reinas y con esto dar una imagen de que somos los mejores papás que se han inventado. Muchos hemos sustituido el verdadero cariño, la preocupación y ocupación, por el otorgamiento de títulos nobiliarios. Cuando vemos los comentarios de las parejas en las redes sociales, con aquello de te amo y yo te amo más, yo te amo muchísimo y yo te amo muchísimo más, comenzamos a cuestionar a nuestra pareja, porque, aunque nos lo dice directamente todos los días, no lo publica en Facebook. Facebook se ha convertido en una gran habitación o alcoba donde todo el mundo que entra se ama.

Hemos definido absolutamente, lo que es tonto a mi modo de ver, que el vino sólo se puede tomar en copas de cristal, sin pensar que existen vestigios del consumo de vino en los Montes Zagros iraníes en el Neolíticooooooooo, hace aproximadamente 5000 años antes de Cristo y que la copa de cristal se comenzó a utilizar por los venecianos en el Siglo XVIII de nuestra era. Es cierto, es elegante, nadie puede saber desde lejos que la copa la compramos a un dólar en el Dollar Family, pero también es elegante un esmoquin negro y no nos arriesgamos a usarlo todos los días, pienso que por temor a que nos comparen con los pingüinos y entonces estos animalitos nos demanden por usurpación de imagen.

La estima y la aceptación del otro, la pertenencia a un grupo, son temas muy importantes, no porque lo diga yo, sino que lo organizó y definió el célebre Maslow cuando estructuró su pirámide de las necesidades humanas. Todos, o casi todos, incluso los malos de las películas, quieren ser aceptados. Lo que Maslow no dijo fue que, para lograr este objetivo, tengamos que mentirnos unos a los otros y peor, mentirnos a nosotros mismos.

Hace unos días, mientras pensaba en esto que escribo para escribirlo, una amiga cariñosa, muy cariñosamente me dijo que yo era un tipo rosca izquierda, imagino que por lo poco común que resulta este tipo de rosca y yo sólo trataba de decir la verdad, o al menos lo que consideraba mi verdad. No soy uno de esos héroes americanos que representa la honestidad. He dicho también mis “pequeñas mentirillas”, cuando joven sobre todo, como todo mortal, pero me considero salvo, porque fueron de esas mentiras a las que mi suegra llamaría mentiras piadosas, pero descubro que lo que antes se hacía como excepción, hoy para muchos es el diario. 

Vivimos en un mundo light, gelatinoso, amorfo, iluminado por luces de navidad todo el año, que tiene como primer objetivo lograr la aceptación social, muchas veces sin tener resueltas las principales y primeras necesidades definidas por Maslow. Hemos llegado a la mentira de investir a la mentira como educación, aparentando que es así como se debe vivir. Entonces no somos mentirosos, somos educados.

La aceptación como base para la auto aceptación ha devenido en un problema. No son pocos los que se entregan al alcohol, las pastillas, el encierro voluntario, incluso el suicidio por tener granitos en la cara, estar pasaditos de peso según los cánones del grupo social donde viven, no poder pagarse el último Iphone, etc.

Todos queremos caer bien y pasar como un rico aderezo que sirve para todas las comidas, para lo cual hemos convertido aquella mentira piadosa de mi suegra, en nuestro modo de vida. Es tan complicado y amamos tanto mentir para agradar, que terminamos fabricándonos un yo que no existe.

¿Será que estos fenómenos humanos, pero de dimensiones inmensas hoy, han llegado para quedarse? ¿Necesitaríamos que se explote la burbuja azul? ¿Necesitaremos de una gran crisis o una súper catástrofe para recordar o aprender el valor de un pedazo de pan viejo cortado con las manos? ¿Tendría alguien que darnos con un palo en la cabeza para que aprendamos lo que mi amigo hombre llama ser un caballero?

¿Qué podemos hacer?



  (1)  Recuerdo esto de mis estudios de filosofía, Descartes y su dudar de todo, a partir de “Pienso, luego existo”. Sin embargo, también recuerdo que existieron varios filósofos que después dijeron que esto estaba mal planteado, que era un error y que debería decirse “Existo, luego pienso” Demasiado profundo ahora mismo para un simple trabajador de mantenimiento como yo.