jueves, 7 de diciembre de 2017

¿Qué nos está pasando?


El domingo 26 de noviembre, disfruté un documental sobre Barbra Streisand en NEFLIX, tengo que decir que fui fanático a ella durante muchos años, por lo que verla ahora me trae gratos recuerdos. Recomiendo que lo vean, quizás como un pequeño paso o esfuerzo para salir un poco del reguetón que nos está consumiendo.

El documental es eso, un documental que mezcla un concierto de la Streisand en Miami, con partes de su vida, entrevistas, etc., por cierto, el teatro estaba abarrotado de personas como era de esperar, jóvenes y sobre todo no tan jóvenes y el público era totalmente diferente a lo que se ve en los conciertos de esa ciudad, por lo que eso de que los cubanos somos los reyes, creamos Miami y somos los más importantes, es otro de nuestros inventos medio chovinista. Aclaro que no tengo nada en contra de Miami y menos contra los cubanos que allí viven, no podría tenerlo, pero lo cierto es que me parece que a veces se nos va la mano.

Ella, genial, a la que he vuelto a disfrutar casi al límite del llanto, mantiene una conversación en inglés con los presentes y va explicando las canciones, asociándolas a partes de su vida. En uno de los momentos de su habitual agradable intercambio, como antecedente a su magistral interpretación de siempre, People, cuenta que hace unos años organizó un concierto en su casa para generar conciencia sobre el tema de la cardiopatía en la mujer al cual asistió el que en aquel momento era presidente de los Estados Unidos, William Clinton. Cuenta que al dirigirse al público Clinton dijo que, como resultado de investigaciones realizadas durante años, se había comprobado que la composición genética del ADN humano es 99,9% idéntica independientemente del color de la piel o el lugar de nacimiento.

Casi paralelo a esto, pocas horas antes, nos reunimos en mi apartamento con el fin de hacer una paella y pasar un rato agradable. Yo, como Martica sigue en San Antonio, entonces jefe de cocina, me encontraba tratando de cortar dos barras de pan acabadas de sacar del horno con un cuchillo “no adecuado”, por lo que terminé de picar el pan con las manos, porque lo importante, importante, es el pan. A mis espaldas, mis amigos conversaban animadamente, entre ellos uno que a pocas horas de esa actividad cumpliría 72 años. En medio de risas y conversaciones, se sumó al grupo una joven y entonces mi amigo se paró como un resorte o como si tuviera los oxiuros que siempre tanto molestan y le ofreció el asiento que él ocupaba. La muchacha que, por su edad, puede ser cómodamente más de dos veces hija de mi amigo, se trabó, le dio pena y le propone que continúe sentado. Mi amigo, rápido, claro, seguro, sin que le temblara nada, le dijo, siéntate tú, yo soy un caballero. Y ese caballero, a mí me sonó GRANDE.

Sin virarme y aparentemente entretenido con los dichosos panes, sentí un enorme orgullo. Es real, él es un caballero, no a la usanza de Don Quijote de la Mancha o los de Las Cruzadas, sino un hombre que aprendió bien cómo se debe ser y aún a sus 72 años, dando fe de lo que bien se aprende no se olvida, sigue haciendo gala de aquellas cosas que antes se adquirían en el hogar y un poquito en la calle y que hoy, poco a poco se han ido perdiendo.

Siento orgullo, porque me esfuerzo y quisiera ser como él, que para nada es un tipo ridículo, recargado, atrasado. Todo lo contrario, es un caballero de 70 años que logra mantener una frescura envidiable, que vive mezclando lo que bien sabe hacer sin perderse internet, Facebook, la lectura en un table, sonreír, tomar unos tragos y fumarse unos cigarrillos, etc.

Estas dos cosas, que aparentemente no tienen nada en común, o sea, el cuento de mi amigo y el cuento que hace la Streisand, me han dejado pensando o me han hecho repensar una vez más en lo que pienso con bastante frecuencia, y se me ha aparecido una pregunta que quizás sean la guía para este escrito. Pregunta que me podrá ayudar a desenmarañar las miles de ideas que tengo al respecto, o por el contrario, en la búsqueda de las respuestas, me hará caer en el inmenso hueco negro de la imposibilidad de explicar o entender nada.

La pregunta, o la madre de las preguntas, que imagino que alguno o muchos de ustedes también se han planteado en algún momento, es sencilla, corta, pero como madre, para mí resume una enormidad de interrogantes, ideas, análisis, etc., tantos que no creo que nadie pueda responder de una sola vez. ¿Si según Clinton el ADN humano es casi idéntico y mi amigo a sus 72 años es capaz de recordar lo que bien aprendió de niño, entonces por qué hoy somos tan diferentes, qué nos está pasando?

Después de mucho conversar conmigo mismo y con todo aquel que se me ha puesto a tiro, he logrado resumir, como resultado de un muy profundo filtrado, las respuestas en tres puntos, y a ellos dedicaré algún tiempo.

1.- La posesión.
2.- La imagen

No es fácil pretender hablar sobre la conducta humana, puede incluso parecer pretensioso. El hombre es más simple en su biología por muy complicada que ésta parezca y por supuesto, más fácil es definir cómo hacer una limonada. El tratar de explicarme y hacer públicos mis pensamientos, me convierte en una bomba de tiempo y al mismo tiempo, me hace vulnerable. Podré ganarme muchos detractores y además, aún no sé exactamente si me encuentro o no también practicando las cosas de las que voy a hablar. Es un estudio para los psicólogos, sociólogos, historiadores, mercadólogos, y todos aquellos que se dediquen a investigar desde cualquier ángulo al ser humano, más allá de sus huesos, sangre, músculos, órganos, etc. y en realidad, nada de eso soy yo.

No obstante, siguiendo la genialidad de Descartes con su definición de “Pienso, luego existo”, lo que permite los cimientos racionales de cualquier análisis, el tema me atrae y trataré de explicarme. (1)

1.- La posesión.

No estoy en contra de la posesión, todo lo contrario. Gracias a la posesión hoy vivimos y disfrutamos, sólo que me parece que existe o debería existir una diferencia entre la posesión y la posesión irracional.

Muchas personas tratan de poseer antes de ser, algo así como “poseo, entonces existo” Muchos prefieren que sus productos, o sea, ropas, autos, casas, y todos los demás tarecos que se inventan, hablen por ellos. Nos estamos llenando de cosas, muchas de ellas sin necesitarlas racionalmente, solo porque el bulto, la cantidad, lo grande, nos parece que nos hace ver mejores.

Es increíble la cantidad de dinero que se gasta en cosas que no sabemos usar, no las necesitamos y no utilizamos, sólo porque se han puesto de moda o tal o más cual persona las tiene. Lo de ser, pensar, tener un estilo propio, disfrutar de la individualidad, se ha perdido en post de parecernos todos en nuestras posesiones.

Dentro de las varias definiciones que el marketing tiene para conceptualizar al cliente, una de ellas divide a los seres humanos en dos grupos importantes, líderes y seguidores. Los líderes son aquellos que conocen sus exactas necesidades, son exigentes a la hora de la compra, compran como respaldo a su personalidad, a la diferencia y están dispuestos a pagar por ella sin grandes traumas, aparecen por momentos como líderes de opinión, aunque hay que decir que no exactamente significa lo mismo. Los seguidores, que constituyen la mayor parte de cualquier mercado, pues lo que hacen es eso, seguir sin pensar, tratar de imitar, violentar incluso sus reales necesidades o posibilidades económicas, para a partir de sus compras y posesiones, aparentar pertenecer a determinado grupo social o sencillamente indicar inteligencia, sabiduría, estilo, clase, etc.

En realidad, los limites hoy de esos seguidores son infinitos y el marketing lo sabe. Estamos poseyendo por poseer. No estamos interesados tanto en dejar esa huella tan exigida al ser humano con su actuación, sino lo que nos está matando es impresionar por lo que tenemos acumulado.

Existe, para mí, una línea muy fina entre poseer racionalmente y el poseer irracionalmente y no tiene que ver con el nivel académico, la profesión y/u ocupación, menos con el ADN como dijera Clinton. Para mí tiene más que ver con un desfase en los intereses. Aquel consejo martiano de tener un hijo, escribir un libro y sembrar un árbol, válido durante muchos siglos, hoy se ha quedado sin aplicación para la gran masa.

Tener un hijo es complicadísimo, demasiado sacrificio. Lo de escribir un libro es un fastidio. ¿A quién le interesa embarrarse las manos con lo del árbol? Es mejor para llamar la atención y demostrar que existimos, poseer. Los que nos rodean, casi siempre parecidos a nosotros, comenzaran a calcular nuestro éxito en la vida, por el tamaño de la cama que logramos tener.

2.- La imagen.

El que inventó y logró imponer esto, se quedó vacío. El que comenzó a trabajar desde este ángulo al ser humano y nos metió que es importante tener y crear una imagen, obviamente construida para la mayoría y alimentada como vehículo para resolver todo en la vida, incluso el amor, pues debería ser catalogado genio.
Lo de la imagen, que tiene que ver con lo de la posesión, nos está matando también, no porque pensar en una buena imagen sea algo asesino, sino porque lo de vivir para una determinada imagen, nos está haciendo cada día menos reales.

La mayor parte de nosotros, nos debatimos entre lo que realmente somos, que muchas veces no dejamos que salga o no dejamos ver, lo que queremos ser, plagado de súper ideas fantasiosas y por supuesto, lo que queremos reflejar, que muchas veces, no somos. Es desgastante. Lamentablemente dedicamos más tiempo a lo que queremos reflejar, a lo que queremos que el otro vea, estructurando un modo de vida sin cimientos. Vivimos en una edificación que se balancea constantemente con riesgos para la caída o el derrumbe.

No estamos interesados en aprender, es más fácil aparentar que ya lo sabemos. No nos interesa mucho profundizar en algo, es más fácil repetir lo que dice internet. Hemos desterrado el cuestionar, porque entre otras cosas trae desencuentros con los que nos rodean, entonces hemos implementado el estar siempre de acuerdo y sonreír y hablar solo de temas ligeros o lights como se dice ahora.

Mantener determinada imagen, nos lleva a la posesión generalmente irracional. Una madre imagen irracional no puede parir otra cosa. No nos damos cuenta o queremos violar aquello de que, “la mona vestida de seda, mona se queda”. Estamos perdiendo o peor, invirtiendo nuestras únicas vidas en conseguir la seda, muchas veces para ocultar lo de mona. Es tonto. Creo que es lícito que, si no te gusta lo de ser mona, lo trates de cambiar, pero ocultarlo y vivir ocultándolo, no es un buen negocio, al final la mentira tiene las piernas cortas. Es como lo de beber para resolver un problema u olvidar una pena, logrando, después de gastar dinero, ponerlas sólo en remojo.

3.- La aceptación de los otros, para acertarnos a nosotros mismos.

Hablando con un joven amigo sobre estos temas, lo que me parece más interesante e inteligente que dedicarme a saber cuándo fue y cuánto le costó la última cirugía plástica a Sher o cuáles fueron los divorcios de las estrellas de Hollywood este mes, él me aportó esta idea, que está en mí misma línea de análisis y tiene mucho que ver con los dos puntos anteriores.

Vivimos dentro de una enorme inconformidad, digamos que llega a ser una inconformidad enfermiza y a veces enfermante. A partir del bombardeo diario de los medios de comunicación y toda la parafernalia que ellos publican, muchos de nosotros nos sentimos mal con nosotros mismos y entonces nos inventamos una burbuja, que me gustaría pensar que es azul, dentro de la cual tratamos de vivir.

Siguiendo los monumentales cuerpos femeninos y masculinos que se publican, pues nos miramos al espejo y nos vemos feos, gordos, con cuerpos incómodos y eso nos hace inaugurar todas las semanas una nueva dieta, no para sentirnos bien y saludables, sino para parecernos a los moldes que nos están imponiendo. Los hombres con barriga deberían morir, las mujeres con barriga deberían ser torturadas hasta que pidan perdón por el pecado. ¿Una arruga? Oh, que horror, una arruga. Cuando nos enteramos de lo que le pagan a Cristiano Ronaldo por jugar nos queremos morir, luego cuando lo vemos cómodamente sentado dentro de su avión privado, ya no tenemos tiempo para esperar la muerte natural, queremos suicidarnos.

Las mamás y papás hemos comenzado a llamar públicamente a nuestros hijos príncipes, reyes, princesas y reinas y con esto dar una imagen de que somos los mejores papás que se han inventado. Muchos hemos sustituido el verdadero cariño, la preocupación y ocupación, por el otorgamiento de títulos nobiliarios. Cuando vemos los comentarios de las parejas en las redes sociales, con aquello de te amo y yo te amo más, yo te amo muchísimo y yo te amo muchísimo más, comenzamos a cuestionar a nuestra pareja, porque, aunque nos lo dice directamente todos los días, no lo publica en Facebook. Facebook se ha convertido en una gran habitación o alcoba donde todo el mundo que entra se ama.

Hemos definido absolutamente, lo que es tonto a mi modo de ver, que el vino sólo se puede tomar en copas de cristal, sin pensar que existen vestigios del consumo de vino en los Montes Zagros iraníes en el Neolíticooooooooo, hace aproximadamente 5000 años antes de Cristo y que la copa de cristal se comenzó a utilizar por los venecianos en el Siglo XVIII de nuestra era. Es cierto, es elegante, nadie puede saber desde lejos que la copa la compramos a un dólar en el Dollar Family, pero también es elegante un esmoquin negro y no nos arriesgamos a usarlo todos los días, pienso que por temor a que nos comparen con los pingüinos y entonces estos animalitos nos demanden por usurpación de imagen.

La estima y la aceptación del otro, la pertenencia a un grupo, son temas muy importantes, no porque lo diga yo, sino que lo organizó y definió el célebre Maslow cuando estructuró su pirámide de las necesidades humanas. Todos, o casi todos, incluso los malos de las películas, quieren ser aceptados. Lo que Maslow no dijo fue que, para lograr este objetivo, tengamos que mentirnos unos a los otros y peor, mentirnos a nosotros mismos.

Hace unos días, mientras pensaba en esto que escribo para escribirlo, una amiga cariñosa, muy cariñosamente me dijo que yo era un tipo rosca izquierda, imagino que por lo poco común que resulta este tipo de rosca y yo sólo trataba de decir la verdad, o al menos lo que consideraba mi verdad. No soy uno de esos héroes americanos que representa la honestidad. He dicho también mis “pequeñas mentirillas”, cuando joven sobre todo, como todo mortal, pero me considero salvo, porque fueron de esas mentiras a las que mi suegra llamaría mentiras piadosas, pero descubro que lo que antes se hacía como excepción, hoy para muchos es el diario. 

Vivimos en un mundo light, gelatinoso, amorfo, iluminado por luces de navidad todo el año, que tiene como primer objetivo lograr la aceptación social, muchas veces sin tener resueltas las principales y primeras necesidades definidas por Maslow. Hemos llegado a la mentira de investir a la mentira como educación, aparentando que es así como se debe vivir. Entonces no somos mentirosos, somos educados.

La aceptación como base para la auto aceptación ha devenido en un problema. No son pocos los que se entregan al alcohol, las pastillas, el encierro voluntario, incluso el suicidio por tener granitos en la cara, estar pasaditos de peso según los cánones del grupo social donde viven, no poder pagarse el último Iphone, etc.

Todos queremos caer bien y pasar como un rico aderezo que sirve para todas las comidas, para lo cual hemos convertido aquella mentira piadosa de mi suegra, en nuestro modo de vida. Es tan complicado y amamos tanto mentir para agradar, que terminamos fabricándonos un yo que no existe.

¿Será que estos fenómenos humanos, pero de dimensiones inmensas hoy, han llegado para quedarse? ¿Necesitaríamos que se explote la burbuja azul? ¿Necesitaremos de una gran crisis o una súper catástrofe para recordar o aprender el valor de un pedazo de pan viejo cortado con las manos? ¿Tendría alguien que darnos con un palo en la cabeza para que aprendamos lo que mi amigo hombre llama ser un caballero?

¿Qué podemos hacer?



  (1)  Recuerdo esto de mis estudios de filosofía, Descartes y su dudar de todo, a partir de “Pienso, luego existo”. Sin embargo, también recuerdo que existieron varios filósofos que después dijeron que esto estaba mal planteado, que era un error y que debería decirse “Existo, luego pienso” Demasiado profundo ahora mismo para un simple trabajador de mantenimiento como yo.

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