sábado, 24 de febrero de 2018

Temas para el invierno, 4. Invierno.

Confieso que no tengo muy claro sobre lo que voy a escribir, conozco el tema en general, pero no los detalles. Creo que, más que todo, lo hago por hábito, para que no se me olvide.

Seguimos aquí en invierno. Febrero, hasta ahora, el más cruel de todos los meses de esta temporada. La temperatura se mantiene baja y hemos tenido, y hoy mientras escribo, tenemos, mucha nieve y mucha agua congelada, o sea, hielo.

Jueves, 24 de febrero. 7:00 am.
Después de limpiar la nieve
Es mi quinto año en Lincoln, Nebraska y el invierno, a pesar de todos los inconvenientes, me sigue pareciendo lindo, de una belleza blanca, clara, brillante como pocas veces se puede ver en la naturaleza en otros momentos del año. Me sigue resultando agradable ver la nieve caer y cubrir todo y, sobre todo, salir y respirar el aire frío y limpio.

Hoy puedo decir que conozco bien la nieve. Llevo trabajando casi 5 años como mantenimiento en la misma compañía y entre las múltiples cosas que tengo que hacer como parte de mi trabajo, en invierno, es limpiar las aceras y las escaleras de mi residencial, que tiene 17 edificios grandes, un inmenso Club House, más las entradas y salidas de las piscinas. Tal pudiera parecer que en una época sobraba el concreto o era muy barato y entonces lo metían construyendo aceras y escaleras a troche y moche.

Cuando nieva de día, tengo que limpiar antes de irme. Cuando nieva de noche, tengo que amanecer, 5:00 am, para limpiar, porque además de que según el marketing el cliente es lo más importante, aquí son tratados como retrasados mentales. Es un trabajo fuerte, sencillo, pero muy fuerte.

El ciclo es algo “interesting”, que es la definición más utilizada por los americanos cuando necesitan ocultar que no saben, no están de acuerdo con lo que se plantea, saben que se complicarían dando una respuesta “políticamente no correcta”, o no le gusta el asunto, pero no lo quieren decir directamente. 

Nieva y entonces hay que quitar la nieve, según la magnitud, con máquinas o palas y echar arena gorda y sal común, o sal química, para derretir la nieve y el posible hielo que queda en las aceras. Entonces la nieve se convierte en agua. Si sube la temperatura, terminamos, pero, si la temperatura baja, esa agua se congela y se hace hielo, que es más peligroso que la misma nieve y entonces hay que volver a limpiar. Cuando terminas y sale el Sol, la pegaste, puedes descansar, pero si vuelve a nevar, entonces no has hecho mucho y tienes que volver a empezar el proceso.

No sería muy fuerte si todo esto ocurriera sólo una vez al mes, pero, por ejemplo, esta semana, nevó en la madrugada del domingo, tuvimos que limpiar el lunes. Limpiar y todo lo demás que les cuento. Luego volvió a nevar el miércoles de madrugada, tuvimos que limpiar. El jueves amaneció nevando, tuvimos que limpiar. Luego hizo mucho frío y el agua se congeló, ayer viernes tuvimos que limpiar. La noche del viernes pasó lloviendo y esa lluvia se congeló nuevamente sobre las calles y aceras, amanecimos hoy sábado limpiando y luego comenzó a lloviznar y se anuncia que nevará en la tarde noche, por lo que mañana domingo, es casi seguro que tengamos que ir a limpiar otra vez. Esto, no tiene nada que ver con la sagrada jornada laboral de 8 horas, por lo que además de limpiar, tenemos que trabajar todo el día. La mayor de las nieves no te permite irte de regreso a la casa antes de terminar tu jornada laboral. Según el marketing, los retrasados mentales, siempre son los más importantes.

He aprendido a: manejar nevando, cuando ya paró de nevar y la calle está totalmente cubierta con nieve, y lo que es peor, a manejar sobre el hielo, lo que significa que he tenido que aprender a manejar nuevamente, a quitar la nieve acumulada sobre mi auto, a raspar cristales forrados de hielo, a palear para poder salir, que no se me olviden los guantes y el gorro, que no puedo desesperarme, caminar más rápido, tratar de subir mi cuenta milla a más de 15 o 20 millas por horas, a hacer esfuerzos físicos desmedidos. Todo en invierno tiene un ritmo y un tiempo especial. Si no tienes paciencia, no puedes ser pescador de orilla. No odio al invierno, es mi realidad 3 ó 4 meses al año, por suerte nada más ese tiempo al año, por lo que trato de disfrutar lo que desde afuera podría parecer no disfrutable. Encuentro algo lindo en la blancura y el frío y limpio aire.

Viernes, 25 de febrero. 7:00 am. 
Después de limpiar la nieve
El momento más difícil, creo ya lo conté, sigue siendo después que mi teléfono suena a las 4:30 am, el pasar de un ambiente cálido de 70 grados F, o sea, 21 grados C., donde duermo a 10, 5, 3 grados F, o sea, -12, -15, -16 grados C. respectivamente o incluso brincar a temperaturas por debajo de 0 grado F, que son de -18 grados C. para abajo.

El impacto es fuerte, sobre todo porque una cosa es el termómetro y otra es lo que se siente. En dependencia del viento, la humedad, el Sol, etc., lo que recibimos en el cuerpo puede estar 5, 10 a más grados por debajo de lo que dice el instrumento de medición.

Con esas temperaturas, cuando pones un pie fuera de tu casa, puedes sentir que todo, exactamente todo, se te encoje. La ropa comienza a quedarte holgada, los pies te bailan dentro de los zapatos, porque, como reacción del organismo, el cerebro da la orden de economizar recursos. Esta sensación, como un BONUS del invierno, puede resultar agradable para los que necesitan o quieren sentirse más delgados.

Observo mucho todo lo que me rodea. Las personas aquí son fuertes, tal como los que nacen y crecen en el campo, los pueblos pesqueros o mineros, o aquellos que por desgracia han nacido ciegos, sin un brazo, sin una pierna, etc. El tener que luchar todos los días contra las adversidades del entorno, si no te mata de la primera vez, te hace más sólido y voluntarioso. Cuando paso por la ciudad, veo a mujeres y hombres viejos, limpiando con palas las aceras de su casa, a personas paseando perros, caminando con mucho trabajo sobre las aceras nevada o congeladas, personas que caminan para trabajar e incluso se mueven en bicicletas, cuando dar un paso, a veces es una tarea de héroes. Son más fuertes.

Cuando fui joven, me gustaba la caza submarina, deporte que descubrí gracias a los Tomé. Disfrutaba aquello de ir a buscar al pez y fajarme con él, dentro de lo que el gran Jacques Yves Cousteau definió como “el mundo silencioso”, sin embargo, la vida y ahora el invierno, me han demostrado, a veces con sus cariñosos trastazos, que el triunfo suele estar en la paciencia y la constancia del pescador de orilla.

El invierno te hace fuerte y enseña, cuando has terminado un día malo, el próximo puede ser peor y tienes que seguir andando. No estoy visiblemente afectado por la ansiedad o de los nervios, y además está probado que puedo comerme la ardilla que veo todos los días desde mi ventana, a la que le tengo cariño. No son muchas las cosas que me apartan del camino que he escogido o me impresiona. Los muertos hay que enterrarlos, los enfermos hay que llevarlos al médico, la pérdida de un trabajo se sustituye por otro, la ausencia de la pareja hay que asumirla como un proceso natural, buscarse otra pareja o dedicarse a hacer bonsáis, detrás de la oscuridad no hay más nada que oscuridad, como me enseñó mi padre, tratando de que no tuviera miedo al caminar solo en la noche, y las crisis, todas, las más grandes, pasan.

Entonces eso es el invierno. Detrás del sonido de mi teléfono a las 4:30 am, me despierto, desayuno, me tomó un buen café y salgo a trabajar contento. Llego a mi trabajo sonriendo y trato de hacer el bien.

Invierno es lo que tenemos ahora, así que …

lunes, 12 de febrero de 2018

Temas para el invierno. 3.

Y ahora un temazo aparentemente nuevo, pero en realidad viejo, la noticia y la información. Con esto podría echarme a la espalda a muchas personas, sobre todo a los periodistas, pero en realidad no me importa mucho, estoy acostumbrado a echarme personas a mis espaldas.
 
Acabo de leer un corto artículo que reproduciré al final de mis ideas, que trata por arribita, lo que está pasando hoy con las noticias, la información, los medios y algunas personas. Lectura que me ha animado a escribir sobre este tema, al final son ideas que tengo todos los días, y como seguimos en invierno …

Aclaro que me gusta estar informado, mejor, bien informado. Esto me he llevado a leer, estudiar, investigar, escuchar, dudar, pensar y, sobre todo, filtrar lo que me llega. Dudo y cuestiono y eso me hace aprender. No creo que sea un buen escucha, ni un buen conversador, sólo hago el esfuerzo.

Recuerdo cuando fui niño y joven, disfrutaba sentarme entre mis familiares que con sistematicidad se reunían a compartir y debatir ideas. Mi abuelo y mi tío, abogados, ambos además de otras funciones, profesores de la Facultad de Derecho de la U.H.; mi madre varios estudios universitarios y mi padre historiador, ambos profesores; mi abuela, ama de casa, graduada de contabilidad en el capitalismo, pero que sabía de la vida mucho más que todos los anteriores mencionados.

Disfrutaba escuchando y tratando de meter la cuchareta, cada vez que me daban un chance, pero por muchos años, nunca logré dar en el clavo. Siempre me decían, eso que dices no es correcto, piensa; la palabra que estás usando no es la que debe ser usada, búscate otra.

Esa lucha por participar, siendo yo amateur en un equipo de grandes ligas, me hizo esforzarme para aprender rápidamente, primero a escuchar y luego a hablar, en un entorno donde todos hablaban mucho y una coma, o sea, una pequeña pausa en el discurso podía provocar 250 000 interpretaciones diferentes.

Luego, dentro de esa misma liga, que además estaba incorporada 100% al proceso revolucionario cubano, me tocó definirme a favor o en contra y el escoger la segunda opción con una declaración formal, me hizo estudiar como un loco, ya no para competir, sino para defender mi posición, por aquellos años considerada como problemática.

Como sabemos, la información objetiva, verídica, oportuna, bien estructurada y utilizada, ayuda a la toma de decisiones acertadas y evita trastazos. Da poder. Aunque para muchos pueda parecer nuevo, porque acaban de llegar al tema de las noticias, los celulares, internet, etc., es tan viejo como el propio hombre. José Martí escribió, “La ignorancia mata a los pueblos, y es preciso matar a la ignorancia”.

El hombre en su desarrollo, muy rápido comenzó a acumular y manejar información sobre los eventos de la vida; la lluvia, el frío, cómo mantener el fuego vivo, dónde estaba la cueva para protegerse, etc. A los más sobresalientes, se le entregó la misión de ser guías para abrir nuevos caminos y localizar al mamut tonto, perdido o más débil.

Luego se hicieron famosos el puesto de sacerdote, curandero y vigía. Estos últimos fueron vanguardias hábiles con 20-20, que hacían guardia en las fortalezas y murallas, para tratar de anticipar la presencia de los enemigos. Vean Game of Thrones. Durante siglos fueron importantísimos para ganar las guerras, menos en la Batalla de Dien Bien Phu en 1954, donde los franceses confiando en que el fuerte que ocupaban en esa región era impenetrable por estar rodeado de montañas, colocaron a sus vigilantes que nunca vieron nada imagino porque pasaban el tiempo tomando vino y comiendo quesos. Lo vietnamitas desarmaron todo el armamento pesado y lo trasladaron en manos y bicicletas a través de la selva y lo enterraron casi en las faldas de la muralla. Cuando decidieron salir, los franceses, bajo la vieja escuela militar, llenos y medios borrachos, se quedaron ciegos, porque no contaron con que los vietnamitas eran diferentes.

Los vigías y su información fueron importantes también en los barcos. Se les colocaba en los palos mayores de las embarcaciones y eran los responsables de dar la noticia, ¡Tierraaaaaaaaaaaaaaa!, para, sobre todo, evitar los arrecifes cercanos que podían desbaratar las embarcaciones de madera. Creo que la tragedia del Titanic comenzó precisamente porque los vigilantes nocturnos no vieron o calcularon a tiempo el pedazo de hielo con que luego chocaron.

En Cuba cuenta la tradición que, durante la etapa colonial, varias personas caminaban por la ciudad todas las noches informando a los habitantes con aquello de, 11 de la noche y sereno, 12 de la noche y lloviendo, etc. Todavía hoy queda la tradición del cañonazo establecido definitivamente a las 9 de la noche, a través del cual se anunciaba el cierre de las puertas de la muralla y el canal de entrada de la bahía.  A partir de esa hora nadie podía entrar y/o salir de la ciudad, vía tierra o mar, oficialmente.

Por el camino se inventó la imprenta y con ella el oficio de escribir para muchos y el entretenimiento de leer para otros. Las ideas comenzaron a expandirse más allá de un grupo de amigos o escogidos, como por ejemplo los monjes. Para esto de la posesión enfermiza de la información recomiendo leer el libro de Uberto Eco, El nombre de la Rosa. La versión cinematográfica dirigida por el francés Jean Jacques Annaud es toda una joya de arte.

La radio, gran invento, porque con ella se llegaba a los que no podían o sabían leer, incluso a los ciegos. Muchísimas personas pasaban su tiempo agrupadas alrededor de una caja de madera con botones que hablaba. Las noticias y la información comenzaron a caminar más rápido y llegaban más lejos. Desde la Sierra Maestra, Fidel le hablaba a toda la isla de Cuba, después de aquel anuncio de, Aquííííí Radio Rebelde.

La televisión, explosión total. Ya no sólo se escuchaba, sino que se podía seguir el movimiento, lo que es, entre otras cosas, más agradable y entretenido. Recuerdo que cuando era niño visitaba la casa de mis bisabuelos en la calle Concordia, Centro Habana, por aquellos años era costumbre que las familias que tenían televisores abrían las ventanas del frente de las casas, para que los vecinos que no lo tenían pudieran, a través de los barrotes, ver las imágenes. Puede parecer horrible visto desde hoy, pero es lindo recordar aquella solidaridad de los que tenían con los que no tenían.

La inconformidad sana y creadora nos llevó a la PC y luego a internet. Con esto la posibilidad de comunicarnos entre todos todo el tiempo, ha llegado a dimensiones incalculables. La información que va y viene no creo que pueda medirse y la inmediatez de la noticia está casi compitiendo con la velocidad de la luz, lo que tiene mucho de bueno y al parecer un poquitico de malo.

Hoy hemos agregado a la lucha por la vida, la lucha por estar informados o al menos aparentar estarlo con la acumulación de noticias sobre noticias. Esta tendencia ha creado, a mi parecer, personas adictas, en el doble sentido que esto tiene, emisores y receptores. Tanto es así que muchas personas aseguran que no hace falta estudiar, ni sentarse en un aula, porque todo está en internet.

Es cierto, todo está en internet. Hoy tenemos la posibilidad de acceder a un volumen incalculable e inagotable de información sobre cualquier tema, pero, ojo, también hay mucha basura y mucha cascara, y es precisamente eso lo que nos puede dañar. Entonces lo de la idea de que no hace falta ir a una escuela y subliminar a la red, es, como mínimo, una exageración.

Hemos perdido la agradable modestia de decir, no sé. Tenemos que saber de todo y más, comentar, sobre todo, porque eso hoy, para muchos de nosotros, significa existir. Encontramos placer con, no sólo la acumulación de noticias adquiridas frente a la TV, una revista, o internet, etc., lo que sería hasta cierto punto lícito porque cada cual hace con su vida lo que quiere, sino con metérsela a los que nos rodean todo el tiempo. Lo que no sería tan complicado, si no fuera porque la acumulación y la divulgación de las noticias viene acompañada de sufrimientos, preocupaciones, lamentos, por eventos que, no sabemos si son verdad o mentira o están tan, pero tan alejados de nosotros, que nada podemos hacer, tales como la muerte de un oso panda en China, los conflictos inter reinos en África, la última muerte ocurrida por ingestión de las cápsulas de cocaína para transportarla, etc. El asunto hoy no es sólo estar informado o al menos ser un almacén de información, con la que, muchas veces no sabemos qué hacer o literalmente no nos sirve para nada, sino mostrar sufrimiento y preocupación por cada uno de los eventos.

Una anécdota. Trabajaba yo en el Museo de la Ciudad, o sea, el de Leal, cuando un día recibí la visita de un adolescente que venía buscando a un historiador. Había pasado por la oficina de mi jefe y de ahí lo rebotaron para la mía.

El joven estaba buscando información sobre los barcos de madera hundidos, porque había visto un documental que aseguraba que la madera debajo del mar duraba siglos sin destruirse y al comentárselo a su papá, éste le había dicho que no era cierto, que buscara información al respecto y que trajera el resumen firmado por un especialista en el tema.

Sin entender mucho lo del padre, le facilité los libros que trataban el tema y cuando terminó su tarea, me hizo poner mi nombre en el papel con que regresaría a su casa.

Tres días después, recibí una llamada desde la puerta del museo, porque había un embajador que me estaba buscando. ¿Embajador a mí?, respondí. Debe ser que está buscando a Leal, le dije a la trabajadora del museo. No, me dijo ella, dice que te quiere ver a ti personalmente. Bueno, dile que pase, pero ni idea tengo de qué se trata el tema.

A los dos minutos y medio, tenía frente a mi realmente a un embajador de un país centroamericano, que después de presentarse muy humildemente, me pidió disculpas y me confesó que era el padre del joven que había estado conversando conmigo días antes. ¡Era el mismísimo padre del adolescente!!!!!!!

Después de una amena conversación, el papá me dijo que conocía lo de los barcos, pero que quería enseñar a su hijo a que no confiara y repitiera ciegamente todo lo que veía o escuchaba. Quería que su hijo desarrollara su pensamiento y la forma de llegar a sus propias conclusiones. Eso, en aquel momento y hoy también, me recuerda mi infancia con aquella casi tortura de, eso no es así, piensa; está mal empleada esa palabra, busca otra. Hábito torturador que luego sin planificarlo apliqué con mis hijos. Torturador porque en esos momentos no queremos pensar, ni buscar nada, sólo estamos interesados en salir del paso.

Otra anécdota. Recuerdo que cuando fui estudiante en la universidad, un día, uno de esos personajes famosos como profesores y que además eran famosos porque participaban en un programa de televisión de competencia semanal sobre cultura e historia universal, le caía atrás a otro profesorazo para mostrarle su trabajo de doctorado. En el medio de la escalera, el segundo tomó el documento, lo ojeó por arriba y le dijo al primero, muchos datos profesor, poco análisis, cosa que a todos los jóvenes que escuchamos nos dejó perplejos. En realidad, después descubrí que era más que todo, eso, una gran acumulación de datos, a veces insignificantes para reconocer o entender un proceso histórico.

De pronto amanecemos y escuchamos que están desapareciendo los alacranes en Egipto y por supuesto, a todo el que se nos cruza en el camino, le contamos lo que acabamos de escuchar, pero cuando alguien nos pregunta dónde queda Egipto y qué tipo de alacranes están extinguiéndose no sabemos responder. Al otro día despertamos y escuchamos que alguien en la TV está hablando de la desaparición de los dinosaurios, y entonces, como es nuestra práctica, a todo el que se nos cruza en el camino le decimos que ha desaparecido el último dinosaurio, sin darnos cuenta, que el reportaje se trataba de un evento que debe haber ocurrido, según la mayoría de los científicos, hace 65 millones de años.

Esto puede parecer una exageración, pero no lo es. Yo mismo fui el protagónico de un evento hace ya algunos años, que todavía mi hijo Jonathan utiliza para burlarse de mí o torturarme sarcásticamente.

Recién llegados Martica y Jonathan a República Dominicana, donde yo estaba con Jennifer y Yordan, nuestros buenos amigos de Miami, para vernos a todos, reservaron en uno de esos hoteles de Punta Cana, donde todo está incluido en el precio y nos invitaron. Inigualable semana.

Un día, a media mañana salía yo del baño, porque en los hoteles todo incluido uno va al baño varias veces al día, pasé por el frente del televisor que teníamos en nuestra habitación y escuché había muerto Michael Jackson. Sin salir de mi asombró, salí corriendo y al acercarme a la piscina donde estaban todos reunidos, casi a gritos, di la noticia que, según pensé, mis amigos no podían conocer porque estaban perdiendo el tiempo fuera de las habitaciones.

Para mi más grande asombro nadie se inmuto, nadie grito, nadie lloró, por el contrario, todos sonrieron a carcajadas. Sabían que el Rey del Pop estaba muerto, el suceso había ocurrido justamente 24 horas antes, estaba muerto y frío, sólo que yo por no ver noticieros no me había enterado.

Recuerdo que cuando fui joven, ser periodista era una gran aspiración. Todas las muchachas y muchachos lindos y medio etéreos, con onda, querían estudiar periodismo o psicología. Nunca entendí el por qué.

Más allá de una moda, el periodismo en Cuba debía ser una de las profesiones más frustrantes que existían. El dueño de todos los medios de comunicación, así lo diseñó. Es cierto, hubo excepciones, pero no nos dejemos engañar, fueron sólo eso, excepciones.

No dudo que las muchachas lindas supieran pensar, pero casi todas aprendieron muy rápido lo que podían decir, a no ser que se dedicaran a hablar de las hormigas, y, así y todo, les exigían que hablaran de las hormigas locas, esas que caminaban de un lado a otro sin rumbo definido y que eran débiles por no tener la posibilidad de picar al enemigo, esas que no servían mucho para defender a la patria.

Ahora todos tenemos un periodista adentro, no sólo hay que estar informado de todo, sino que es importante opinar y estar dentro de los primeros en compartir la noticia, para lo cual vivimos frente al TV o con el celular en ristre, dispuestos a dispar hacia cualquier cosa. El problema es tener presencia.

En realidad, a lo mejor el del problema soy yo, no veo los noticieros, creo que, aunque absurdo, los odio como consecuencia de haber vivido muchos años en Cuba. No puedo dejar de recordar a aquellos malos periodistas, vestidos ridículamente de milicianos, anunciando el gran triunfo de la cosecha de plátanos o papas, que luego no veíamos en nuestras mesas o los fatales comentaristas deportivos, que siempre hablaban del triunfo del deporte revolucionario sobre el deporte imperialista.

En eso de estar informado y tener presencia, aparecen las redes sociales, sobre las cuales aclaro no tener nada en contra. Asistimos a ellas, tal como si fuera nuestro trabajo. Tenemos que publicar diariamente algo o incluso varias veces al día, porque si no lo hacemos nuestros amigos pueden temer por nuestras vidas y llamar al 911. Tenemos que anunciar cuándo nos vamos a ausentar por vacaciones y cuándo estamos sin conexión. Nos reportamos tan pronto regresamos y comenzamos a emitir mensajes, noticias e informaciones nuevamente. Pedimos disculpas por no haber llegado a tiempo para opinar sobre tal o más cual evento.

Tenemos que estar presente, no importa si publicando una foto de hace dos años, que Face, que tampoco tiene mucho que hacer, nos recuerda, lo que tiende a confundir porque nunca sabemos en realidad donde están los amigos, sobre todo los menos íntimos, o diciéndole a la persona con que dormimos todos los días, te amo, lo que desencadena que ella responda, yo también te amo mucho, y que todos los amigos participen diciendo, si es cierto se aman mucho, o repitiendo una dieta especial para limpiar el hígado o acabar con el hongo de las uñas, o la imagen de un santo, o la famosa historia de Keanu Reeve, que debe ser la historia más repetida en la red. ¿Será verdad?

Antes, creo yo, era más difícil y se necesitaba más tiempo para esto de las noticias y la información. Se necesitaba trabajar para un periódico, una revista, un canal de televisión, una productora, donde existía corrección, edición, evaluación y hasta cierto punto responsabilidad y ética. Ahora, creo yo, todo eso está violado. Cualquiera se inventa una noticia y cuando digo se inventa, es literalmente eso, un invento, que se publica fácilmente y que luego, miles o millones de consumidores ávidos devorarán y peor, reproducirán a otros millones de devoradores.

No estoy parado en una posición extremista, aunque pueda parecerlo. No estoy exento de tener muchos de estos problemas que he descrito. Creo que una buena foto y un lindo mensaje sobre que se me partió una pata de mis espejuelos puede ayudar a muchos a descubrir problemas, sentimientos, etc. Colocar una nota de cómo freír un huevo, puede salvar a muchos del hambre, porque no saben qué hacer con ese producto de la gallina.
Con estas ideas trato de hablar de los que vivimos inmersos en la era de la tontería, donde cualquier tontería la convertimos en noticia. Roly se afeitó. Roly le dio la mano a Martica cuando salían del supermercado. Roly se tomó un café y le echó azúcar. Martica se tiñó el pelo. Fotografiamos ayer a Jonathan porque es un príncipe y se ha tomado un refresco y lo fotografiamos hoy porque sigue siendo un príncipe y se ha tomado un jugo de naranja. La perrita, después de ser cogida por un perro, ha tenido perritos. Roly tiene 54 años y le han salido canas, etc.

Recuerdo que la revista People pagó 4.1 millones de dólares por las fotos exclusivas de la primera hija de Brad y Angelina. Cifra que tiene que haber multiplicado por 10 o por 100, porque los simples mortales, que tampoco tenemos nada más útil que hacer, estábamos desesperados por verle la cara a la bebita para debatir si es que se parecía al bello padre o a la fea madre. Los fotorreporteros que asediaban a Lady Di para asegurarnos que estaba con su novio, no dudaron en filmar hasta el último detalle de su mortal accidente, en vez de tirarse a socorrerla. Lo importante en ese momento fue ganar dinero para llevar completo el accidente a los desesperados consumidores. Lo que vende es la noticia y no la sensibilidad de ayuda o asistencia.

Miles de personas se concentraron histéricamente frente a un hotel, con todos los medios citados, para presenciar que Michael Jackson sacó por la ventana y descolgó como una almohada a uno de sus hijos aún bebito con un trapo tapándole la cara, para que la gente no descubriera que no se parecía a él, porque él en ese momento no se parecía a lo que él era de verdad. Lo de los terremotos, volcanes, tsunamis, sequía, deshielos, muerte o suicidio masivos de animales, problemas entre los negros, problemas entre los blancos y los negros, problemas con los indígenas, droga, violencia, desaparecidos, vida loca, fiestas, estrellas y personalidades de todos tipos, comidas tradicionales y exóticas, Paris Hilton, las hermanitas Kardashian, y por supuesto Keanu Reeve ha llegado a su máxima expresión.

Vemos a dos personas que se agreden y no intervenimos para evitar males mayores, filmamos con nuestros celulares. Presenciamos un accidente de autos, filmamos con nuestros celulares. Nos tomamos un café, filmamos con nuestros celulares. Nuestra vaca parió como era de esperar, un ternero, filmamos con nuestros celulares. Vemos a un homeless cantando en una esquina, no le damos dinero, no lo ayudamos, pero lo filmamos con nuestros celulares. Ridículamente llamamos a nuestros hijos príncipes y reyes, porque eso es sinónimo hoy de ser buen padre y los filmamos porque ayer se tomó un refresco y hoy se tomó un jugo de naranja. Todo eso lo enviamos al mundo, porque el objetivo fundamental es mostrar que existimos a través de nuestras publicaciones, convertidas en noticias.

Cada uno de nosotros podrá tener sus propias experiencias, sus historias. Yo puedo asegurar que he visto como noticias una inmensidad de tonterías, irrealidades e inventos. Yo que no tengo estómago, no padezco de los nervios, ni crecí en una mansión en Miramar, he visto no sólo noticias tontas, sino súper desagradables, asquerosas, absurdas e incluso locas, que no las cuento para no seguir agrandando este escrito innecesariamente.

Les dejo entonces, como prometí, el artículo que leí sobre las noticias. No es un escrito concluyente, para nada tiene la intención de convertirse en un material obligatorio de consulta. Es sólo una opinión, que no tiene por qué coincidir en todo con la nuestra o tener razón en todo lo que dice, pero puede hacer pensar y entonces, cada uno de nosotros, podrá sacar sus propias conclusiones.
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La Toxicidad de las Noticias
                                                                                          Jesse D Luévano

Las noticias que emiten los medios son al cerebro lo que el azúcar al cuerpo. Son fáciles de tragar, no requiere ningún esfuerzo integrarla en la mente y nos acaban perjudicando. Aunque pareciera que nos mantienen informados, la realidad es que únicamente llenan el cerebro de hechos que carecen de utilidad práctica o teórica para nuestras vidas, que se escapan de nuestro ámbito de acción y que, a menudo, no nos conciernen en absoluto.
Está científicamente demostrado que el 95% de las enfermedades son psicosomáticas, es decir, de origen emocional y que la acumulación de noticias a nivel mental y cerebral es una de las principales fuentes de emociones catalogadas como negativas y estresantes.
Todas estas informaciones son enormemente tóxicas para nuestra mente y van generando creencias limitantes y estados emocionales tóxicos en nuestro ser. Esto provoca que reaccionemos más temerosos o agresivos.
Está demostrado que dejar de leer los periódicos y ver los noticieros, aumenta el estado de paz y alegría.
Ante el protagonismo de los medios, se llega a estar más preocupado por el riesgo de morir en un acto violento, y, sin embargo, no se es consciente de que se está generando un estado de estrés crónico por el que si es muy factible que enferme y con el tiempo muera.
Al leer sólo los titulares de los diarios o ver los noticieros podemos llegar a tragarnos, de forma pasiva e inconsciente una cantidad ilimitada de toxinas mentales como si de caramelos multicolores para el subconsciente se tratara, con el enorme perjuicio que ello conlleva para nuestra salud.
La acumulación de noticias es toxica ya que basta leer una frase o escuchar una noticia para que se liberen enormes cantidades de cortisol, alterando el sistema inmunológico y reduciendo la producción de hormonas del crecimiento.
Si además de esto, consideramos que la mente inconsciente no distingue entre lo propio y lo ajeno, entonces, aquello que leemos y escuchamos, nuestra mente y todo nuestro cuerpo lo interpreta como propio. Todo lo que se lee y escucha en realidad nos ocurre a nosotros.
Por tu bien, ¡No te vuelvas adicto a las noticias!











miércoles, 7 de febrero de 2018

Temas para el invierno. 2

Martes 6 de febrero de 2018.
Sigo como un luchador de la UFC, tratando
de aprovechar el frío para evitar un derrame cerebral





He escrito mucho sobre Lincoln, las ardillas, mi familia y no recuerdo haber recibido tantos comentarios como cuando escribí recientemente Temas para el invierno. 1, lo que me dice que existen asuntos más importantes que otros, quizás porque nos tocan directamente. A no ser que sea primo de las ardillas, las ideas sobre ellas pueden esperar. Yo sigo como los luchadores de la UFC, aprovechando el frío para evitar un derrame cerebral.

Por mucho que el tema es llamativo, me es imposible definir lo de la felicidad como ya dije, incluso no sé cómo respondería fácilmente, si alguien me preguntara, ¿eres completamente feliz?


He visto:

-       Niños africanos, en el medio de la nada, sobre la tierra árida, medios vestidos o medios desnudos, con palos y latas hacer música y cantar, sonreían con esa risa grande de dientes muy blancos, parecían felices. Paralelamente leo que Suiza y Japón, países donde parece que todo está resuelto, tienen los mayores índices de suicidios del planeta. Podría parecer que las personas allí se matan por no tener problemas o nada más útil que hacer.
-       Homeless compartir su comida, quizás la única del día o de la semana y sonreír. Mientras que las familias norteamericanas promedio, invierten miles de dólares anualmente en comidas que nunca llegan a comer y al final tiran a la basura, sin tan siquiera haber abierto los envases.
-       Mujeres que, paradas a la orilla de la línea del tren, regalan bolsas de comida a los que viajan ilegalmente con destino a Estados Unidos. Mujeres pobres, de pueblo, quizás con las mismas o más necesidades que los que viajan. Ellas parecían felices.
-       Muchachas en busca de la felicidad que gastan miles de dólares en cirugías plásticas, con extracción de costillas incluida, sólo para parecerse a la muñeca Barbie, mientras una bella mujer, exitosa hoy, modela exhibiendo las curvas que forman la grasa corporal bien distribuida, asegurando que se puede ser gordita y bella a la misma vez y por lo tanto feliz.
-       Personas que para la opinión pública habían tocado al Santo. Famosos, adinerados, queridos por multitudes, ídolos, que siempre aparecían sonriendo como muestra de felicidad, que un día se despertaron y se suicidaron, conscientes o accidentalmente. Entre los últimos que recuerdo están, el actorazo Robin William, el buen cantante Chris Cornell, el cantante más famoso después de muerto Kurt Cobain. Más los que se fueron suicidando poco a poco suministrándose todo lo malo que se puede uno suministrar, la bella Whitney Houston, el dios Jim Morrison, la inigualable Janis Joplin, el segundo mejor guitarrista Jimmy Hendrix, y nada más y nada menos que el hombre que cambió para siempre el espectáculo musical, el rey del pop, el querido, amado e imitado por todos, e ídolo de los niños, Michael Jackson, quien además de tener enormes deudas detrás de su sonrisa, tenía que consumir un fuerte anestésico para conseguir la fácil actividad de dormir. El Michael no podía dormirrrrrrrrrr.

Para no hablar sólo de los americanos, pues podría parecer que los estoy tildando de locos, sumo también a esta lista a:

-        José Martí, con su cuestionable deseo de participar en una batalla, sin haber antes practicado al menos con un tirapiedras.
-       Al Che con su obstinada idea de hacer una revolución él solo contra un ejército armado hasta los dientes y asesorado por los Estados Unidos.
-       Y hace pocas horas, me he enterado del suicidio de Fidelito, que debe haberse dado, no una buena vida, sino la mejor de las vidas, el primogénito hijo dorado, no solo de su papá, sino de una revolución y un país completo, que al final durante algún tiempo fueron lo mismo.

Todas estas personas, parecían felices, hicieron y deshicieron a su antojo, pero si me guio por el final, lo de la felicidad permanente sin simulacros, se me hace difícil de entender y creer.

Martes 6 de febrero de 2018. Nevando.
Imágenes como esta son las que me inspiran
a escribir mis Temas para el Invierno. 
Algo más fácil a mi nivel simple, trabajar de mantenimiento, podría ser pensar en la infelicidad, al menos como método preventivo. Creo que, sin querer ser muy radical, la búsqueda hoy, la muestra de la tan deseada felicidad a todo costo se convierte en la primera causa de la infelicidad.

La modernidad nos ha metido y nos hemos dejado meter en una carrera de velocidad por conseguir el patrón o estado idealizado, basado muchas veces en lo que poseemos y aparentamos, en imágenes prefabricadas, que nos llegan y, sobre todo, que nos queremos creer.

Recuerdo una entrevista que le hicieron a Oscar D´León, el hombre de la gran sonrisa, para mí el mejor músico de son y salsa de nuestros tiempos, donde de forma muy sincera al tratar de explicar su vida, dijo que su papá había sido albañil la mayor parte del tiempo sin trabajo, que en su casa eran un montón de hermanos y que un buen día, él se vio con millones de dólares en las manos producto de su trabajo como músico. La falta de cultura, la ansiedad y quizás la venganza contra la vida, lo hizo comprar oro en forma de joyas hasta lo inimaginable, propiedades, carros, y por supuesto se dedicó a las fiestas en exceso. Se mostraba prepotente, agresivo, medio payaso. Al final la gente, amando su música, lo rechazaba, evitaban su presencia e incluso no le daban trabajo como cantante.

Vi una entrevista al hijo de Pablo Escobar, por años el hombre más rico del mundo y el más famoso entre los famosos, que se dio la muy buena vida, además de que mató a la mitad de Colombia, dónde contó que, un día perseguidos y escondidos dentro de una cueva, con mucha hambre y frío, vio a su padre hacer una fogata y quemar, poco a poco un millón de dólares. Aseguró que ese día tenían millones de dólares con ellos, pero no podían salir a comprar comida y se estaban muriendo de frío y como sabemos, los dólares, a pesar de que son muy buenos y verdes, no se pueden comer.

Claro, estos ejemplos pueden parecer extremos, sólo bien traídos por mí para acompañar mis ideas, pero en menor grado, cosas como éstas, nos pasan todos los días. Luchamos y luchamos y muchas veces dirigimos nuestro batallar a lugares y cosas erradas. Al final tanta la lucha se convierte en desgaste y frustración.

Converso mucho sobre estos temas con mis “colaboradores destacados”, de donde obtengo información fresca y diferentes puntos de vistas. Uno de ellos, sistemáticamente me dice que, para él, la causa de la infelicidad tiene dos aspectos fundamentales; la lucha por el dinero y la inconformidad con que vivimos.

Sobre el dinero qué decir. Después que dejamos de intercambiar la carne del mamut por sal o fuego, es necesario para el consumo. Sin consumir no podemos vivir, salvo que pretendamos nada más que salir a cazar un mamut. El dinero es lindo, entonces no debería ser malo.

Lo que pasa es que el dinero da poder, formula un “estatus” y el poder es más lindo que el propio dinero. Vean último ejemplo, Trump se gastó, según dicen, 64 millones de dólares de su bolsillo, sólo para meterse en el rollo de ser presidente de un país, para meterse en el problema de estar todo el día cuestionado, criticado, vigilado, quizás ni poder dormir bien, o no poder tener unan novia, etc. y además tener que trabajar. ¿Sería lógico invertir tanto dinero para conseguirse un trabajo, de presidente y todo lo que se quiera, pero un trabajo al fin, en vez de decir, adiós, todos a la mierda, me voy a comprar una parcela en el planeta Júpiter y los dejo con toda esta porquería? Entonces la búsqueda de la felicidad, a muchos, los termina por enfermar. Trump logró ser presidente, pero quizás, hasta los nietos de sus nietos, un día se pregunten y ¿qué fue lo que hizo?, por no decir que se podrían preguntar otras más cosas.

Miren el cuento, como parte del sueño. Necesitamos más dinero para resolver nuestros gastos. Luchamos y lo conseguimos. Entonces, gastamos más. No nos alcanza de nuevo, por lo que tenemos que volver a luchar para ganar más. Conseguimos aumentar nuestros ingresos y entonces gastamos más. Y así nos metemos en esa carrera llamada sueño, que al poco tiempo es fácil de identificar como pesadilla. Nos sentimos presionados, quizás estresados y lo que logramos con nuestra acción desesperada es presionarnos y estresarnos más. Llegamos a la conclusión de que tenemos que trabajar 19 horas diarias para que nuestra familia viva bien, no importa que no nos veamos, no importa que no nos conozcamos, no importa que no tengamos experiencias juntos, lo importante es poder mantener los símbolos de la felicidad de hoy, o sea, los celulares atómicos, los canales con novelas, el carro de letra de la muchachita para impresionar al vecino y los yates “atracados” en los jardines de las casas como si de carros se tratara, etc.

Se nos olvidó o desconocemos lo que un día el amigo Nabij Khoury, quien llegó pobre a República Dominicana y murió rico, además de hacer rico a toda su familia, me dijo; “siempre me arropé hasta donde la sábana me alcanzaba. Mi fortuna es el resultado de más de 60 años de inmenso trabajo continuado”. ¿Inmenso trabajo continuado? A quién le puede importar hoy eso. ¿Tener paciencia para esperar 60 años? Inimaginable, porque el éxito tiene que ser mañana.

Gastar no es malo. Lo malo es gastar por gastar y peor, gastar sin poder gastar; gastar en lo que mi abuela, que no decía malas palabras, llamaba boberías, gastar no para disfrutar, sino para engañarnos a nosotros mismos sobre lo felices que somos. Gastar en cualquier cosa que nos embutan, sólo porque nos las embuten.

Lo malo no es el capitalismo, ni el dinero, menos el marketing, lo malo y, a veces incontrolable, es el cerebro. Lo malo es el dinero que aleja a los amigos, el que separa a la familia, el que nos hace correr para satisfacer “banalidades”, el que luchamos para aparentar lo que no somos y ganar adeptos, el que utilizamos para tener lo que no necesitamos, pero se usa tener, el dinero que trata de simular clase, elegancia, cultura, etc.

Febrero 2018. Nevando.
Imágenes como esta son las que me inspiran 
a escribir mis Temas para el Invierno. 
He visto una buena publicidad que me gusta por lo irónico, pero real del mensaje. Una linda chica se acerca a una cafetería y pide un café grande y una galletica. Se sienta a una mesita y da un sorbo al café, pero por la mueca que hace da a entender que el café está intomable. Luego da un mordisco artístico a la galletica e inmediatamente escupe el pedazo que le quedó en la boca, al parecer, galletica incomible, inmediatamente, adorna el café y la galletica sobre un plato, saca su celular y tira una foto, que en milisegundos sube a una red social con el mensaje de maravilloso día junto a especial café y rica galletica.

En otros milisegundos recibe decenas de mensajes, tales como, amiga, tu si eres feliz, te envidio, inmejorable compañía, mejor eso que un novio, no me puedo perder ese lugar, etc.

¿Somos tan infantiles, a pesar de nuestra real edad, que necesitamos crearnos todo un mundo de fantasías para llamar la atención y simular?, ¿hay tantas personas jodidas que reconocen en estas fantasías la felicidad?, ¿Cómo entender que alguien encuentre la felicidad tratando de parecerse a una muñeca plástica, que, aunque famosa no es nada bonita, cuando la realidad debería ser que siempre las muñecas se parecieran a las personas?, ¿cómo entender que personas asistan a restaurantes muy de moda hoy en día, que se caracteriza por la posibilidad de que coman solas en absoluta soledad, incluso sin ver al mesero que las atiende, donde las órdenes se dan a través de una cortina que se baja y sube o de botones electrónicos para no tener que hablar?, ¿cómo entender que alguien pague, no por la comida, no por el servicio afectivo, no por y para la compañía, sino por la soledad?

Mi hija me asegura haber leído un estudio que dice que hoy muchas personas que asisten a un concierto y están en las primeras filas, no disfrutan del concierto, no bailan, no cantan. Están más interesadas en grabar con sus celulares y subir la información para que otros vean dónde están. ¿No será de locos pagar las entradas para ir a grabar un video y colgarlo en la red y pretender que eso sea reconocido como felicidad?

¿Qué nos está pasando?, ¿Estaremos bien?

Creo que, para muchas de estas cosas, el deseado dinero es tonto o es tonto empleo del dinero de esta manera. Reconozco que existe una edad para la tontería, que todos de una forma u otra vivimos y por qué no, disfrutamos, pero me parece que vivimos en el momento donde la tontería se vende y se compra como un estilo de vida. Las edades se han corrido y las personas pasamos de bebitos a la edad de la peseta, de ahí a la adolescencia y de ahí a la edad de la tontería, que puede ser un período muy largo, quizás el más largo de nuestras vidas.

Conformidad e inconformidad. Gran dilema. Creo que ambas cosas son buenas y malas, o actúan por momentos para bien o para mal, todo dependerá de la persona, las circunstancias, etc.

Por la inconformidad salimos de la caverna, fabricamos la rueda, ganamos guerras, descubrimos y conquistamos nuevos territorios y sus gentes, lanzamos cohetes que fueron a la Luna o dan la vuelta al planeta Tierra todo el día, todos los días. Por la inconformidad y los deseos de hacer cosas mejores y más grandes, hoy se opera a un niño dentro de la barriga de su mamá para lograr que nazca sano, se destupen las venas del cuerpo a partir de un huequito en la piel, tenemos cada día computadoras más potentes que lo controlan todo, hemos metido un teléfono grandísimo con cabina y todo, dentro de una cajita del tamaño de una cajetilla de cigarros, podemos fabricar niños sin que los padres tengan el contacto físico tradicional, por la inconformidad hoy la tierra produce más y mejores alimentos y podemos extraer el petróleo que se encuentra en el medio del océano. La inconformidad vista así, ha sido y deberá seguir siendo una buena causa.

Lo que pudiera resultar complicado es la inconformidad como enfermedad, esa que lleva a los macro errores, al genocidio, las guerras injustificadas, a la angustia o la desesperación y a la muerte de una persona. Esa posición que no se resuelve con nada porque, tal como dice el dicho, si muero aquí que me entierren allá y si muero allá, entonces que me entierren aquí. Esa inconformidad que no tiene consuelo, porque muchas veces, es una reacción de mala crianza.

Este tipo de inconformidad llega a hacer daño, porque no hay como atajarla. Es como una enfermedad mortal, que además tiene la capacidad de ser altamente contagiosa. Esa posición que te lleva a mirar sólo a los que supuestamente están mejor y entonces te obliga a hacer malabares para conseguir esa mejoría. Como lo de los malabares a veces no basta y lo de la mejoría por momentos se hace gigante e inalcanzable, entonces crea malestar.

Todos queremos tener y recibir más, a cambio de dar, hacer o arriesgar menos. Muchos pensamos que nos lo merecemos, que nos toca y entonces sufrimos, sobre todo, porque nunca nos alcanza. Siempre queremos más, a veces no nos importa lo que queremos, sólo tiene que ser más.

Es la inconformidad que nos hace estafar, robar, fundir tarjetas de créditos que luego no podemos pagar, es la posición de querer vivir en Estados Unidos, pero quejarnos de que hace frío y tenemos que hablar inglés todo el tiempo. Es la inconformidad que nos lleva a estar todo el santo día rememorando nuestra vida pasada, lo que no nos permite adaptarnos rápidamente a nuestra nueva vida.

La inconformidad, a veces, es como una letal enfermedad. Las personas adoptan una posición que nunca se llega a resolver porque siempre hay más que conseguir. Es bueno aspirar, es bueno querer mejorar, es bueno verse y proyectarse a un futuro mejor, pero cuando esto pierde contacto con la realidad, se convierte en algo fatídico, porque crea desilusión, angustia, miedo, mal carácter, etc.
YO

Creo que la vida fácil puede crear inconformidad. Cuando las personas han vivido guerras, períodos de hambre, trabajos fuertes, han visto morir a muchos, entonces parece que saben cuán importante la realidad es, el disfrute de lo que se tiene, la conformidad con la situación actual, lo que no quiere decir que tenga que ser la definitiva. La mayoría de las personas pobres económicamente, pero no de alma, suelen disfrutar más de lo poco que tienen, en comparación con muchos que tienen mucho, de ahí que los niños en África sonrían bailando y que aquellas mujeres pobres les sobre para repartir. De ahí que el ilustrado abogado Gandhi, pasara los últimos años de su vida con muy pocas posesiones materiales, unas sábanas que usaba para vestir, unas chancletas tradicionales indias que no eran Nike o Adidas, unos espejuelos que no eran Ray Ban, un bastón, etc. De ahí que Ho Chi Minh, el padre de la independencia de Viet Nam viviera hasta su muerte en su modesta casita de madera a orillas del maravilloso Palacio de Gobierno donde tenía que trabajar.

El Michael fue muy bueno en lo que creó, pero si yo para ser feliz quiero ser como él, lo más seguro es que tenga líos, porque lo primero es que soy un tipo que pesa 250 libras y mi color de piel, ojos, pelos, etc., poco se parecen a los de él, más complicado aún porque él mismo terminó transformándose hasta parar en algo que no se sabe bien qué fue. Si se me ocurre además imitarlo en lo de su “modesto” Neverland Ranch, tendré que salir a robar no un banco, sino varios bancos a la misma vez.

Cada día los patrones sobre la felicidad nos lo presentan más altos. La felicidad viene en grandes mansiones, grandes yates, lindos cuerpos, famosas marcas de productos, etc. El vino sólo se puede tomar en copas de cristal, los carros tienen que ser grandes, aunque el propietario necesite de una almohada debajo de las nalgas para poder mirar por el cristal, los televisores tienen que ser inmensos, aunque tenga que abrir un hueco en la pared para sacar la mitad para el jardín, los cuerpos, todos, los de los hombres, las mujeres, los homosexuales, los transexuales y todas las demás definiciones que existen, que son como 15, deben ser el resultado del gimnasio. Los que no van a un gimnasio están fuera de onda.

Primero nos enamoramos de la pareja linda que hacían Brad Pitt y Jennifer Aniston, los escogimos como modelo a seguir, disfrutamos con sus viajes y regalos. Pero un día casi morimos cuando se separaron, nos resultó increíble que eso pudiera suceder, ellos parecían ser tan felices. Luego conocimos a Angelina Jolie y no nos pareció bien para Brad, pero a fuerza de noticias y fotos comenzamos a aceptarla. Ellos se amaban, crearon una linda familia con 6 niños, unos propios y otros adoptados y cuando ya los queríamos y queríamos ser como ellos, entonces se separaron. Ella dice que él es tal cosa y él dice que ella es más cuál cosa. Se están sacando los trapos sucios y nosotros quedamos en el medio, pues los habíamos escogido como patrón para nuestras vidas y ahora no sabemos qué hacer.

La inconformidad hace que los gordos deban morir, los calvos tengan que suicidarse, los feos deban salir a la calle con un cartucho en la cabeza y los negros, buenos los negros pueden seguir en paz por el momento. JAJAJAJA.

La inconformidad, cuya solución para nada la veo como la conformidad que genera inamovilidad, puede convertirse en enfermedad y esa es la parte más dolorosa de la historia, porque entonces las personas pasamos de la edad de la tontería a la vejez, sin haber vivido bien e incluso sin haber dejado algo para recordarla, sólo su inconformidad.