miércoles, 7 de febrero de 2018

Temas para el invierno. 2

Martes 6 de febrero de 2018.
Sigo como un luchador de la UFC, tratando
de aprovechar el frío para evitar un derrame cerebral





He escrito mucho sobre Lincoln, las ardillas, mi familia y no recuerdo haber recibido tantos comentarios como cuando escribí recientemente Temas para el invierno. 1, lo que me dice que existen asuntos más importantes que otros, quizás porque nos tocan directamente. A no ser que sea primo de las ardillas, las ideas sobre ellas pueden esperar. Yo sigo como los luchadores de la UFC, aprovechando el frío para evitar un derrame cerebral.

Por mucho que el tema es llamativo, me es imposible definir lo de la felicidad como ya dije, incluso no sé cómo respondería fácilmente, si alguien me preguntara, ¿eres completamente feliz?


He visto:

-       Niños africanos, en el medio de la nada, sobre la tierra árida, medios vestidos o medios desnudos, con palos y latas hacer música y cantar, sonreían con esa risa grande de dientes muy blancos, parecían felices. Paralelamente leo que Suiza y Japón, países donde parece que todo está resuelto, tienen los mayores índices de suicidios del planeta. Podría parecer que las personas allí se matan por no tener problemas o nada más útil que hacer.
-       Homeless compartir su comida, quizás la única del día o de la semana y sonreír. Mientras que las familias norteamericanas promedio, invierten miles de dólares anualmente en comidas que nunca llegan a comer y al final tiran a la basura, sin tan siquiera haber abierto los envases.
-       Mujeres que, paradas a la orilla de la línea del tren, regalan bolsas de comida a los que viajan ilegalmente con destino a Estados Unidos. Mujeres pobres, de pueblo, quizás con las mismas o más necesidades que los que viajan. Ellas parecían felices.
-       Muchachas en busca de la felicidad que gastan miles de dólares en cirugías plásticas, con extracción de costillas incluida, sólo para parecerse a la muñeca Barbie, mientras una bella mujer, exitosa hoy, modela exhibiendo las curvas que forman la grasa corporal bien distribuida, asegurando que se puede ser gordita y bella a la misma vez y por lo tanto feliz.
-       Personas que para la opinión pública habían tocado al Santo. Famosos, adinerados, queridos por multitudes, ídolos, que siempre aparecían sonriendo como muestra de felicidad, que un día se despertaron y se suicidaron, conscientes o accidentalmente. Entre los últimos que recuerdo están, el actorazo Robin William, el buen cantante Chris Cornell, el cantante más famoso después de muerto Kurt Cobain. Más los que se fueron suicidando poco a poco suministrándose todo lo malo que se puede uno suministrar, la bella Whitney Houston, el dios Jim Morrison, la inigualable Janis Joplin, el segundo mejor guitarrista Jimmy Hendrix, y nada más y nada menos que el hombre que cambió para siempre el espectáculo musical, el rey del pop, el querido, amado e imitado por todos, e ídolo de los niños, Michael Jackson, quien además de tener enormes deudas detrás de su sonrisa, tenía que consumir un fuerte anestésico para conseguir la fácil actividad de dormir. El Michael no podía dormirrrrrrrrrr.

Para no hablar sólo de los americanos, pues podría parecer que los estoy tildando de locos, sumo también a esta lista a:

-        José Martí, con su cuestionable deseo de participar en una batalla, sin haber antes practicado al menos con un tirapiedras.
-       Al Che con su obstinada idea de hacer una revolución él solo contra un ejército armado hasta los dientes y asesorado por los Estados Unidos.
-       Y hace pocas horas, me he enterado del suicidio de Fidelito, que debe haberse dado, no una buena vida, sino la mejor de las vidas, el primogénito hijo dorado, no solo de su papá, sino de una revolución y un país completo, que al final durante algún tiempo fueron lo mismo.

Todas estas personas, parecían felices, hicieron y deshicieron a su antojo, pero si me guio por el final, lo de la felicidad permanente sin simulacros, se me hace difícil de entender y creer.

Martes 6 de febrero de 2018. Nevando.
Imágenes como esta son las que me inspiran
a escribir mis Temas para el Invierno. 
Algo más fácil a mi nivel simple, trabajar de mantenimiento, podría ser pensar en la infelicidad, al menos como método preventivo. Creo que, sin querer ser muy radical, la búsqueda hoy, la muestra de la tan deseada felicidad a todo costo se convierte en la primera causa de la infelicidad.

La modernidad nos ha metido y nos hemos dejado meter en una carrera de velocidad por conseguir el patrón o estado idealizado, basado muchas veces en lo que poseemos y aparentamos, en imágenes prefabricadas, que nos llegan y, sobre todo, que nos queremos creer.

Recuerdo una entrevista que le hicieron a Oscar D´León, el hombre de la gran sonrisa, para mí el mejor músico de son y salsa de nuestros tiempos, donde de forma muy sincera al tratar de explicar su vida, dijo que su papá había sido albañil la mayor parte del tiempo sin trabajo, que en su casa eran un montón de hermanos y que un buen día, él se vio con millones de dólares en las manos producto de su trabajo como músico. La falta de cultura, la ansiedad y quizás la venganza contra la vida, lo hizo comprar oro en forma de joyas hasta lo inimaginable, propiedades, carros, y por supuesto se dedicó a las fiestas en exceso. Se mostraba prepotente, agresivo, medio payaso. Al final la gente, amando su música, lo rechazaba, evitaban su presencia e incluso no le daban trabajo como cantante.

Vi una entrevista al hijo de Pablo Escobar, por años el hombre más rico del mundo y el más famoso entre los famosos, que se dio la muy buena vida, además de que mató a la mitad de Colombia, dónde contó que, un día perseguidos y escondidos dentro de una cueva, con mucha hambre y frío, vio a su padre hacer una fogata y quemar, poco a poco un millón de dólares. Aseguró que ese día tenían millones de dólares con ellos, pero no podían salir a comprar comida y se estaban muriendo de frío y como sabemos, los dólares, a pesar de que son muy buenos y verdes, no se pueden comer.

Claro, estos ejemplos pueden parecer extremos, sólo bien traídos por mí para acompañar mis ideas, pero en menor grado, cosas como éstas, nos pasan todos los días. Luchamos y luchamos y muchas veces dirigimos nuestro batallar a lugares y cosas erradas. Al final tanta la lucha se convierte en desgaste y frustración.

Converso mucho sobre estos temas con mis “colaboradores destacados”, de donde obtengo información fresca y diferentes puntos de vistas. Uno de ellos, sistemáticamente me dice que, para él, la causa de la infelicidad tiene dos aspectos fundamentales; la lucha por el dinero y la inconformidad con que vivimos.

Sobre el dinero qué decir. Después que dejamos de intercambiar la carne del mamut por sal o fuego, es necesario para el consumo. Sin consumir no podemos vivir, salvo que pretendamos nada más que salir a cazar un mamut. El dinero es lindo, entonces no debería ser malo.

Lo que pasa es que el dinero da poder, formula un “estatus” y el poder es más lindo que el propio dinero. Vean último ejemplo, Trump se gastó, según dicen, 64 millones de dólares de su bolsillo, sólo para meterse en el rollo de ser presidente de un país, para meterse en el problema de estar todo el día cuestionado, criticado, vigilado, quizás ni poder dormir bien, o no poder tener unan novia, etc. y además tener que trabajar. ¿Sería lógico invertir tanto dinero para conseguirse un trabajo, de presidente y todo lo que se quiera, pero un trabajo al fin, en vez de decir, adiós, todos a la mierda, me voy a comprar una parcela en el planeta Júpiter y los dejo con toda esta porquería? Entonces la búsqueda de la felicidad, a muchos, los termina por enfermar. Trump logró ser presidente, pero quizás, hasta los nietos de sus nietos, un día se pregunten y ¿qué fue lo que hizo?, por no decir que se podrían preguntar otras más cosas.

Miren el cuento, como parte del sueño. Necesitamos más dinero para resolver nuestros gastos. Luchamos y lo conseguimos. Entonces, gastamos más. No nos alcanza de nuevo, por lo que tenemos que volver a luchar para ganar más. Conseguimos aumentar nuestros ingresos y entonces gastamos más. Y así nos metemos en esa carrera llamada sueño, que al poco tiempo es fácil de identificar como pesadilla. Nos sentimos presionados, quizás estresados y lo que logramos con nuestra acción desesperada es presionarnos y estresarnos más. Llegamos a la conclusión de que tenemos que trabajar 19 horas diarias para que nuestra familia viva bien, no importa que no nos veamos, no importa que no nos conozcamos, no importa que no tengamos experiencias juntos, lo importante es poder mantener los símbolos de la felicidad de hoy, o sea, los celulares atómicos, los canales con novelas, el carro de letra de la muchachita para impresionar al vecino y los yates “atracados” en los jardines de las casas como si de carros se tratara, etc.

Se nos olvidó o desconocemos lo que un día el amigo Nabij Khoury, quien llegó pobre a República Dominicana y murió rico, además de hacer rico a toda su familia, me dijo; “siempre me arropé hasta donde la sábana me alcanzaba. Mi fortuna es el resultado de más de 60 años de inmenso trabajo continuado”. ¿Inmenso trabajo continuado? A quién le puede importar hoy eso. ¿Tener paciencia para esperar 60 años? Inimaginable, porque el éxito tiene que ser mañana.

Gastar no es malo. Lo malo es gastar por gastar y peor, gastar sin poder gastar; gastar en lo que mi abuela, que no decía malas palabras, llamaba boberías, gastar no para disfrutar, sino para engañarnos a nosotros mismos sobre lo felices que somos. Gastar en cualquier cosa que nos embutan, sólo porque nos las embuten.

Lo malo no es el capitalismo, ni el dinero, menos el marketing, lo malo y, a veces incontrolable, es el cerebro. Lo malo es el dinero que aleja a los amigos, el que separa a la familia, el que nos hace correr para satisfacer “banalidades”, el que luchamos para aparentar lo que no somos y ganar adeptos, el que utilizamos para tener lo que no necesitamos, pero se usa tener, el dinero que trata de simular clase, elegancia, cultura, etc.

Febrero 2018. Nevando.
Imágenes como esta son las que me inspiran 
a escribir mis Temas para el Invierno. 
He visto una buena publicidad que me gusta por lo irónico, pero real del mensaje. Una linda chica se acerca a una cafetería y pide un café grande y una galletica. Se sienta a una mesita y da un sorbo al café, pero por la mueca que hace da a entender que el café está intomable. Luego da un mordisco artístico a la galletica e inmediatamente escupe el pedazo que le quedó en la boca, al parecer, galletica incomible, inmediatamente, adorna el café y la galletica sobre un plato, saca su celular y tira una foto, que en milisegundos sube a una red social con el mensaje de maravilloso día junto a especial café y rica galletica.

En otros milisegundos recibe decenas de mensajes, tales como, amiga, tu si eres feliz, te envidio, inmejorable compañía, mejor eso que un novio, no me puedo perder ese lugar, etc.

¿Somos tan infantiles, a pesar de nuestra real edad, que necesitamos crearnos todo un mundo de fantasías para llamar la atención y simular?, ¿hay tantas personas jodidas que reconocen en estas fantasías la felicidad?, ¿Cómo entender que alguien encuentre la felicidad tratando de parecerse a una muñeca plástica, que, aunque famosa no es nada bonita, cuando la realidad debería ser que siempre las muñecas se parecieran a las personas?, ¿cómo entender que personas asistan a restaurantes muy de moda hoy en día, que se caracteriza por la posibilidad de que coman solas en absoluta soledad, incluso sin ver al mesero que las atiende, donde las órdenes se dan a través de una cortina que se baja y sube o de botones electrónicos para no tener que hablar?, ¿cómo entender que alguien pague, no por la comida, no por el servicio afectivo, no por y para la compañía, sino por la soledad?

Mi hija me asegura haber leído un estudio que dice que hoy muchas personas que asisten a un concierto y están en las primeras filas, no disfrutan del concierto, no bailan, no cantan. Están más interesadas en grabar con sus celulares y subir la información para que otros vean dónde están. ¿No será de locos pagar las entradas para ir a grabar un video y colgarlo en la red y pretender que eso sea reconocido como felicidad?

¿Qué nos está pasando?, ¿Estaremos bien?

Creo que, para muchas de estas cosas, el deseado dinero es tonto o es tonto empleo del dinero de esta manera. Reconozco que existe una edad para la tontería, que todos de una forma u otra vivimos y por qué no, disfrutamos, pero me parece que vivimos en el momento donde la tontería se vende y se compra como un estilo de vida. Las edades se han corrido y las personas pasamos de bebitos a la edad de la peseta, de ahí a la adolescencia y de ahí a la edad de la tontería, que puede ser un período muy largo, quizás el más largo de nuestras vidas.

Conformidad e inconformidad. Gran dilema. Creo que ambas cosas son buenas y malas, o actúan por momentos para bien o para mal, todo dependerá de la persona, las circunstancias, etc.

Por la inconformidad salimos de la caverna, fabricamos la rueda, ganamos guerras, descubrimos y conquistamos nuevos territorios y sus gentes, lanzamos cohetes que fueron a la Luna o dan la vuelta al planeta Tierra todo el día, todos los días. Por la inconformidad y los deseos de hacer cosas mejores y más grandes, hoy se opera a un niño dentro de la barriga de su mamá para lograr que nazca sano, se destupen las venas del cuerpo a partir de un huequito en la piel, tenemos cada día computadoras más potentes que lo controlan todo, hemos metido un teléfono grandísimo con cabina y todo, dentro de una cajita del tamaño de una cajetilla de cigarros, podemos fabricar niños sin que los padres tengan el contacto físico tradicional, por la inconformidad hoy la tierra produce más y mejores alimentos y podemos extraer el petróleo que se encuentra en el medio del océano. La inconformidad vista así, ha sido y deberá seguir siendo una buena causa.

Lo que pudiera resultar complicado es la inconformidad como enfermedad, esa que lleva a los macro errores, al genocidio, las guerras injustificadas, a la angustia o la desesperación y a la muerte de una persona. Esa posición que no se resuelve con nada porque, tal como dice el dicho, si muero aquí que me entierren allá y si muero allá, entonces que me entierren aquí. Esa inconformidad que no tiene consuelo, porque muchas veces, es una reacción de mala crianza.

Este tipo de inconformidad llega a hacer daño, porque no hay como atajarla. Es como una enfermedad mortal, que además tiene la capacidad de ser altamente contagiosa. Esa posición que te lleva a mirar sólo a los que supuestamente están mejor y entonces te obliga a hacer malabares para conseguir esa mejoría. Como lo de los malabares a veces no basta y lo de la mejoría por momentos se hace gigante e inalcanzable, entonces crea malestar.

Todos queremos tener y recibir más, a cambio de dar, hacer o arriesgar menos. Muchos pensamos que nos lo merecemos, que nos toca y entonces sufrimos, sobre todo, porque nunca nos alcanza. Siempre queremos más, a veces no nos importa lo que queremos, sólo tiene que ser más.

Es la inconformidad que nos hace estafar, robar, fundir tarjetas de créditos que luego no podemos pagar, es la posición de querer vivir en Estados Unidos, pero quejarnos de que hace frío y tenemos que hablar inglés todo el tiempo. Es la inconformidad que nos lleva a estar todo el santo día rememorando nuestra vida pasada, lo que no nos permite adaptarnos rápidamente a nuestra nueva vida.

La inconformidad, a veces, es como una letal enfermedad. Las personas adoptan una posición que nunca se llega a resolver porque siempre hay más que conseguir. Es bueno aspirar, es bueno querer mejorar, es bueno verse y proyectarse a un futuro mejor, pero cuando esto pierde contacto con la realidad, se convierte en algo fatídico, porque crea desilusión, angustia, miedo, mal carácter, etc.
YO

Creo que la vida fácil puede crear inconformidad. Cuando las personas han vivido guerras, períodos de hambre, trabajos fuertes, han visto morir a muchos, entonces parece que saben cuán importante la realidad es, el disfrute de lo que se tiene, la conformidad con la situación actual, lo que no quiere decir que tenga que ser la definitiva. La mayoría de las personas pobres económicamente, pero no de alma, suelen disfrutar más de lo poco que tienen, en comparación con muchos que tienen mucho, de ahí que los niños en África sonrían bailando y que aquellas mujeres pobres les sobre para repartir. De ahí que el ilustrado abogado Gandhi, pasara los últimos años de su vida con muy pocas posesiones materiales, unas sábanas que usaba para vestir, unas chancletas tradicionales indias que no eran Nike o Adidas, unos espejuelos que no eran Ray Ban, un bastón, etc. De ahí que Ho Chi Minh, el padre de la independencia de Viet Nam viviera hasta su muerte en su modesta casita de madera a orillas del maravilloso Palacio de Gobierno donde tenía que trabajar.

El Michael fue muy bueno en lo que creó, pero si yo para ser feliz quiero ser como él, lo más seguro es que tenga líos, porque lo primero es que soy un tipo que pesa 250 libras y mi color de piel, ojos, pelos, etc., poco se parecen a los de él, más complicado aún porque él mismo terminó transformándose hasta parar en algo que no se sabe bien qué fue. Si se me ocurre además imitarlo en lo de su “modesto” Neverland Ranch, tendré que salir a robar no un banco, sino varios bancos a la misma vez.

Cada día los patrones sobre la felicidad nos lo presentan más altos. La felicidad viene en grandes mansiones, grandes yates, lindos cuerpos, famosas marcas de productos, etc. El vino sólo se puede tomar en copas de cristal, los carros tienen que ser grandes, aunque el propietario necesite de una almohada debajo de las nalgas para poder mirar por el cristal, los televisores tienen que ser inmensos, aunque tenga que abrir un hueco en la pared para sacar la mitad para el jardín, los cuerpos, todos, los de los hombres, las mujeres, los homosexuales, los transexuales y todas las demás definiciones que existen, que son como 15, deben ser el resultado del gimnasio. Los que no van a un gimnasio están fuera de onda.

Primero nos enamoramos de la pareja linda que hacían Brad Pitt y Jennifer Aniston, los escogimos como modelo a seguir, disfrutamos con sus viajes y regalos. Pero un día casi morimos cuando se separaron, nos resultó increíble que eso pudiera suceder, ellos parecían ser tan felices. Luego conocimos a Angelina Jolie y no nos pareció bien para Brad, pero a fuerza de noticias y fotos comenzamos a aceptarla. Ellos se amaban, crearon una linda familia con 6 niños, unos propios y otros adoptados y cuando ya los queríamos y queríamos ser como ellos, entonces se separaron. Ella dice que él es tal cosa y él dice que ella es más cuál cosa. Se están sacando los trapos sucios y nosotros quedamos en el medio, pues los habíamos escogido como patrón para nuestras vidas y ahora no sabemos qué hacer.

La inconformidad hace que los gordos deban morir, los calvos tengan que suicidarse, los feos deban salir a la calle con un cartucho en la cabeza y los negros, buenos los negros pueden seguir en paz por el momento. JAJAJAJA.

La inconformidad, cuya solución para nada la veo como la conformidad que genera inamovilidad, puede convertirse en enfermedad y esa es la parte más dolorosa de la historia, porque entonces las personas pasamos de la edad de la tontería a la vejez, sin haber vivido bien e incluso sin haber dejado algo para recordarla, sólo su inconformidad.

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