Confieso que no tengo muy claro sobre lo que voy a escribir, conozco el tema en general, pero no los detalles. Creo que, más que todo, lo hago por hábito, para que no se me olvide.
Seguimos aquí en invierno. Febrero, hasta ahora, el más cruel de todos los meses de esta temporada. La temperatura se mantiene baja y hemos tenido, y hoy mientras escribo, tenemos, mucha nieve y mucha agua congelada, o sea, hielo.
Jueves, 24 de febrero. 7:00 am. Después de limpiar la nieve |
Es mi quinto año en Lincoln, Nebraska y el invierno, a pesar de todos los inconvenientes, me sigue pareciendo lindo, de una belleza blanca, clara, brillante como pocas veces se puede ver en la naturaleza en otros momentos del año. Me sigue resultando agradable ver la nieve caer y cubrir todo y, sobre todo, salir y respirar el aire frío y limpio.
Hoy puedo decir que conozco bien la nieve. Llevo trabajando casi 5 años como mantenimiento en la misma compañía y entre las múltiples cosas que tengo que hacer como parte de mi trabajo, en invierno, es limpiar las aceras y las escaleras de mi residencial, que tiene 17 edificios grandes, un inmenso Club House, más las entradas y salidas de las piscinas. Tal pudiera parecer que en una época sobraba el concreto o era muy barato y entonces lo metían construyendo aceras y escaleras a troche y moche.
Cuando nieva de día, tengo que limpiar antes de irme. Cuando nieva de noche, tengo que amanecer, 5:00 am, para limpiar, porque además de que según el marketing el cliente es lo más importante, aquí son tratados como retrasados mentales. Es un trabajo fuerte, sencillo, pero muy fuerte.
El ciclo es algo “interesting”, que es la definición más utilizada por los americanos cuando necesitan ocultar que no saben, no están de acuerdo con lo que se plantea, saben que se complicarían dando una respuesta “políticamente no correcta”, o no le gusta el asunto, pero no lo quieren decir directamente.
Nieva y entonces hay que quitar la nieve, según la magnitud, con máquinas o palas y echar arena gorda y sal común, o sal química, para derretir la nieve y el posible hielo que queda en las aceras. Entonces la nieve se convierte en agua. Si sube la temperatura, terminamos, pero, si la temperatura baja, esa agua se congela y se hace hielo, que es más peligroso que la misma nieve y entonces hay que volver a limpiar. Cuando terminas y sale el Sol, la pegaste, puedes descansar, pero si vuelve a nevar, entonces no has hecho mucho y tienes que volver a empezar el proceso.
No sería muy fuerte si todo esto ocurriera sólo una vez al mes, pero, por ejemplo, esta semana, nevó en la madrugada del domingo, tuvimos que limpiar el lunes. Limpiar y todo lo demás que les cuento. Luego volvió a nevar el miércoles de madrugada, tuvimos que limpiar. El jueves amaneció nevando, tuvimos que limpiar. Luego hizo mucho frío y el agua se congeló, ayer viernes tuvimos que limpiar. La noche del viernes pasó lloviendo y esa lluvia se congeló nuevamente sobre las calles y aceras, amanecimos hoy sábado limpiando y luego comenzó a lloviznar y se anuncia que nevará en la tarde noche, por lo que mañana domingo, es casi seguro que tengamos que ir a limpiar otra vez. Esto, no tiene nada que ver con la sagrada jornada laboral de 8 horas, por lo que además de limpiar, tenemos que trabajar todo el día. La mayor de las nieves no te permite irte de regreso a la casa antes de terminar tu jornada laboral. Según el marketing, los retrasados mentales, siempre son los más importantes.
He aprendido a: manejar nevando, cuando ya paró de nevar y la calle está totalmente cubierta con nieve, y lo que es peor, a manejar sobre el hielo, lo que significa que he tenido que aprender a manejar nuevamente, a quitar la nieve acumulada sobre mi auto, a raspar cristales forrados de hielo, a palear para poder salir, que no se me olviden los guantes y el gorro, que no puedo desesperarme, caminar más rápido, tratar de subir mi cuenta milla a más de 15 o 20 millas por horas, a hacer esfuerzos físicos desmedidos. Todo en invierno tiene un ritmo y un tiempo especial. Si no tienes paciencia, no puedes ser pescador de orilla. No odio al invierno, es mi realidad 3 ó 4 meses al año, por suerte nada más ese tiempo al año, por lo que trato de disfrutar lo que desde afuera podría parecer no disfrutable. Encuentro algo lindo en la blancura y el frío y limpio aire.
Viernes, 25 de febrero. 7:00 am. Después de limpiar la nieve |
El momento más difícil, creo ya lo conté, sigue siendo después que mi teléfono suena a las 4:30 am, el pasar de un ambiente cálido de 70 grados F, o sea, 21 grados C., donde duermo a 10, 5, 3 grados F, o sea, -12, -15, -16 grados C. respectivamente o incluso brincar a temperaturas por debajo de 0 grado F, que son de -18 grados C. para abajo.
El impacto es fuerte, sobre todo porque una cosa es el termómetro y otra es lo que se siente. En dependencia del viento, la humedad, el Sol, etc., lo que recibimos en el cuerpo puede estar 5, 10 a más grados por debajo de lo que dice el instrumento de medición.
Con esas temperaturas, cuando pones un pie fuera de tu casa, puedes sentir que todo, exactamente todo, se te encoje. La ropa comienza a quedarte holgada, los pies te bailan dentro de los zapatos, porque, como reacción del organismo, el cerebro da la orden de economizar recursos. Esta sensación, como un BONUS del invierno, puede resultar agradable para los que necesitan o quieren sentirse más delgados.
Observo mucho todo lo que me rodea. Las personas aquí son fuertes, tal como los que nacen y crecen en el campo, los pueblos pesqueros o mineros, o aquellos que por desgracia han nacido ciegos, sin un brazo, sin una pierna, etc. El tener que luchar todos los días contra las adversidades del entorno, si no te mata de la primera vez, te hace más sólido y voluntarioso. Cuando paso por la ciudad, veo a mujeres y hombres viejos, limpiando con palas las aceras de su casa, a personas paseando perros, caminando con mucho trabajo sobre las aceras nevada o congeladas, personas que caminan para trabajar e incluso se mueven en bicicletas, cuando dar un paso, a veces es una tarea de héroes. Son más fuertes.
Cuando fui joven, me gustaba la caza submarina, deporte que descubrí gracias a los Tomé. Disfrutaba aquello de ir a buscar al pez y fajarme con él, dentro de lo que el gran Jacques Yves Cousteau definió como “el mundo silencioso”, sin embargo, la vida y ahora el invierno, me han demostrado, a veces con sus cariñosos trastazos, que el triunfo suele estar en la paciencia y la constancia del pescador de orilla.
El invierno te hace fuerte y enseña, cuando has terminado un día malo, el próximo puede ser peor y tienes que seguir andando. No estoy visiblemente afectado por la ansiedad o de los nervios, y además está probado que puedo comerme la ardilla que veo todos los días desde mi ventana, a la que le tengo cariño. No son muchas las cosas que me apartan del camino que he escogido o me impresiona. Los muertos hay que enterrarlos, los enfermos hay que llevarlos al médico, la pérdida de un trabajo se sustituye por otro, la ausencia de la pareja hay que asumirla como un proceso natural, buscarse otra pareja o dedicarse a hacer bonsáis, detrás de la oscuridad no hay más nada que oscuridad, como me enseñó mi padre, tratando de que no tuviera miedo al caminar solo en la noche, y las crisis, todas, las más grandes, pasan.
Entonces eso es el invierno. Detrás del sonido de mi teléfono a las 4:30 am, me despierto, desayuno, me tomó un buen café y salgo a trabajar contento. Llego a mi trabajo sonriendo y trato de hacer el bien.
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