martes, 23 de febrero de 2021

Para que Cuba “sea nuestra madre, no nuestro policía”.

Acabo de leer la publicación del actor, productor, cantante, escritor, humorista, el cubano Alexis Valdés, febrero 2021. No exagero si digo que es uno de los mejores actores de las nuevas generaciones de artistas cubanos. Son muchas las noveles, las películas y los espectáculos en teatros que tiene en su curriculum. Ya había triunfado en Cuba, ya era muy conocido y querido, cuando salió a España, donde a pesar de ser mulato, nada lindo y no hablar como los españoles, triunfó en teatros y cines, en un medio donde el idioma y sobre todo la forma de hablar, es fundamental. Luego en Miami, con un gran público cubano que lo recibió, por lo que conozco, rompió los esquemas y la pegó, aún en cada cosa que hace la pega. Alexis, puede gustarte más o menos, es un triunfador.

Ahora leo su explicación e ideas sobre la canción “Patria y Vida” que tanto está sonando, pero más que eso, Alexis, a lo mejor sin intenciones grandilocuentes, recrea y lo recrea bien, una parte de nuestra última historia, sobre la cual nadie puede discrepar. Creo que mejor explicado no puede estar. Es respetuoso y claro, como corresponde a un buen intelectual. Aquí se las dejo textualmente. Creo que poco se puede aportar, más allá de decir tres o cuatro buenas malas palabras a lo cubano.

En una etapa de mi vida, por casualidad o la insistencia de un amigo, tuve la oportunidad de participar en las noches de La Habana, las cuales desconocía a profundidad. Trabajé algún tiempo con responsabilidades administrativas y comerciales en el afamado “Restaurante 1830”, cuyo cabaret al aire libre, “Los Jardines” y el anexo que administrábamos “La Chorrera”, se convirtieron, al decir de la policía cubana y el ministerio del interior, en el segundo foco delictivo de La Habana de noche, el primero por aquellos años era la zona que rodeaba el Hotel Cohíba.

Aquella denominación de “segundo foco delictivo”, preocupación diaria del MININT y del gobierno, era debido a las fiestas de noches, porque la verdad es que al restaurante pocas personas entraban a comer. Era extremadamente caro. Allí conocí las verdaderas noches de la ciudad, donde 300, 400 y más personas reventaban los salones nocturnos del 1830. Allí, con aquellas “fiestas house” que reconstruimos, conocí directamente a jineteros, jineteras, chulos, casi delincuentes, profesionales delincuentes, exconvictos, pero también buenas personas que tenían en esas noches sus formas de vida. Objetivo fundamental, los dólares norteamericanos.

Allí conocí a hermosas cubanas, algunas graduadas universitarias, casi diosas por sus cuerpos y caras, que noche a noche me saludaban cariñosamente para que las dejara pasar. Allí conocí a menores de edad, que trataban de, con sus pinturas en la cara, pero sin carné de identidad, engañar al portero para entrar a “luchar”. Allí conocí a jóvenes que llevaban a sus esposas a prostituirse, si, a sus esposas, a las mujeres con las que compartían su vida e incluso tenían hijos. Allí vi a hombres caerles a piñazos a sus jineteras “protegidas” por considerar que no hacían el mayor esfuerzo en la captura de un extranjero y allí vi a bellas jóvenes cubanas, entre 18 y 20 años, entrar orgullosas y autorizadas del brazo de extranjeros, algunos turistas, otros empresarios en Cuba, muchos con casi 70 años, algo así como estarse exhibiendo y acostándose con personas que podían ser, por mucho, sus abuelos. No importaba el color, el tamaño, la edad, el país de origen, el idioma, lo importante era la “lucha” de ese día. El mañana sería otra cosa.

Allí vi a por montón la cocaína y la marihuana, drogas sobre las que a mi edad conocía muy poco. Allí vi a muchas muchachas quitarse los zapatos y tirarse al mar, cuando de pronto en la noche entraban los miembros de la seguridad del estado y de aquel departamento creado que se llamó “Lacra Social”, para no ser detenidas, enjuiciadas, multadas y muchas regresadas a sus provincias de origen. Allí me conseguí un grupo de delincuentes con armas encondidas que nos protegían como especie de guarda espaldas y allí, gracias a las noches del “1830”, me repugnó tanto el asunto que me prometí más nunca trabajar en ese ambiente.

Alexis Valdés, que, por su profesión de trabajar de noche en cabaret y discotecas, como él cuenta, de eso debe saber muchísimo más que yo, no miente, creo que ha sido no sólo real, sino cuidadoso, sobre todo en un momento, donde la realidad cubana cambió y las personas, cosa que ocurre hasta hoy, tuvieron que inventarse y reinventarse todos los días para poder vivir.

Es verdad la existencia de universitarias que dejaron sus trabajos profesionales para irse a limpiar piso en un hotel o trabajar detrás de un mostrador sirviendo comida y de paso, si Dios las ayudaba, conocer a un extranjero. Es verdad que, así y todo, en algunos casos, teniéndose que acostar con casi sus abuelos o con un tipo de una cultura totalmente diferente a la nuestra, por ejemplo, un árabe, vivían mucho mejor que como profesionales. Conozco casos de que esas llamadas “jineteras”, a las que el propio Fidel Castro no le quedó más remedio que reconocer e irónicamente mencionar, en aquellas intervenciones inacabables, como las más sanas prostitutas del mundo por la supuesta atención médica cubana, eran las que no sólo mantenían a sus familias y ayudaban a sus amigos, sino que colaboraban con, por ejemplo, los comités de defensas donde vivían aportando las comidas y bebidas para las fiestas de vecinos, por lo que muchos las veían como una solución aceptable e incluso como buenas “compañeras cederistas”.

Los apodados jineteras o jineteros, no sólo se dedicaban a las noches, sino que, en la lucha en las playas, las calles del Vedado o La Habana Vieja, muchos se casaron con aquellos extranjeros empresarios y pasaron de “delincuentes” a señoras y señores con autoridad y derechos, por encima del cubano pueblo. ¿Qué decir de los que lograron levantar el vuelo? Entonces, poco tiempo después regresaban victoriosos, orgullosos, satisfechos, gordos, blanqueados, con pelos lacios y dinero legal y el gobierno los recibió, les alquiló hoteles, carros, restaurantes, creó tiendas para ellos, etc. Una vez más en nuestra historia patria, los “feos y asquerosos” gusanos regresaban convertidos en “preciosas” mariposas.

La jinetera que muchas noches fue casada por la policía, llevada a calabozos, multadas, pero además maltratadas en secreto y públicamente, denigradas y no pocas abusadas y extorsionadas por algunos policías, regresaban con pasaportes extranjeros y todas las autoridades una vez que ponían los pies en suelo cubanos, se arrodillaba frente a ellas. Eran entonces señoras de bien.  Recuerdo, y ahora me río, a mi hija Jenny estudiando y poniéndose brava al borde del llanto, por las notas que sacaba, mientras una compañerita de aula, de su misma edad, nunca venía a clases y en todo tenía 100 puntos. Aquella adolescente, menor de edad aún, era en las noches jinetera y por supuesto, en esos años que hablo ya muchos profesores no eran profesores, por lo que los regalos podían más que los estudios.

Alexis no sólo explica, sino reconstruye una parte de nuestro pasado, que, sumado y sumado, ha dado pie a la canción “Patria y Vida” para lograr una Cuba que, como magistralmente él mismo dice, “sea nuestra madre, no nuestro policía”.

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Alexis Valdés

¿Quién es Jinetero?

En estos días se está hablando mucho de la palabra Jinetero o Jinetera entre cubanos.

Pero, ¿Qué es una jinetero o Jinetera?

Yo conozco bastante bien la historia porque trabajaba en los cabarets de La Habana en los 80 cuando todo comenzaba.

Las Jineteras no eran más que chicas con ganas de divertirse y de tener acceso a ciertas cosas que no tenían. Por ejemplo, tener acceso a una noche divertida en un cabaret de La Habana o alguna discoteca. Tener acceso a un restaurante de un hotel o a comprar alguna prenda de vestir que a todo joven siempre le ilusiona. Cosas a las que solo te podía “invitar” un extranjero.

Yo conocí a esas jineteras. Las conocí en el Hotel Capri en el Habana Libre en el Hotel Nacional o en la Discoteca del Hotel Comodoro. En su mayoría chicas hermosas con mucho encanto, gracia, y muchas de ellas hasta con preparación. Algunas incluso eran universitarias. Estudiantes de medicina de arte de magisterio... Y un dato muy importante: no cobraban.

No, no cobraban. Realmente lo que recibían era pequeñas cosas (como diría Serrat) y muchos sueños. Algunas de ellas incluso soñaban con casarse con ese señor español o italiano o mexicano o canadiense y salir del país a conocer otras realidades más prometedoras que su realidad.

¿Era eso un delito?, ¿Era eso indigno? Por supuesto que no. Eran chicas que tenían ganas de disfrutar su juventud. Venía un señor de otro país que podía estar en el Hotel donde ella no podía, que podía comer en el restaurante que ella no podía, que podía ir a las discotecas que ella no podía, y por supuesto, para ella ese señor era Superman.

Y Sabina les dedicaba versos, Willy Chirino también. Y llegado un momento, el gobierno que en un inicio la persiguió, las dejó seguir en un estado de cuasi-legalidad, porque sabían que era un gran atractivo para los turistas. ¿A que iban si no tantos hombres solteros a Cuba? ¿A la playa? Por favor. ¿Saben cuántas playas hermosas hay por todo el mundo?

Llegó la exaltación hasta el punto, de que en algún momento escuché a alguna de aquellas chicas decir “yo no me acuesto con cubanos, los cubanos solo dan pin.. y disgusto” Y por supuesto me dolió mucho, porque uno de esos cubanos era yo. Y a veces veía una chica hermosa a la cual ya yo no tenía acceso simplemente por ser cubano. ¿Quién creó eso? ¿Quién elevó al foráneo por encima del cubano? El Gobierno cubano. O, ¿Ya nos olvidamos de la parodia del poema “Tengo” de Guillen que todos leíamos en las casas escuelas y trabajos?

En España hasta se puso de moda que las artistas más famosas se traían un cubano y aquello se volvía el atractivo de la prensa del corazón. Así surgieron los Dinio y Compañía. Que fueron los más famoso de la España de los 90. La frase más común era “¿Sabes quién se trajo un cubano?”  Y a los que habíamos venido como artistas como yo o el mismo Yotuel, nos molestaba que en todas las entrevistas nos preguntaran por eso. ¿Y tú conoces a Dinio?, ¿Y lo conociste en Cuba? Un día un taxista me dijo: “¿Qué es lo que tenéis allá abajo que las tenéis locas??  Y yo le dije “perdón señor yo no tengo nada que ver con eso” y me respondió “vamos, vamos Cubanito, que todos sois iguales” Y esa era la imagen que tenía el pueblo español de los cubanos.

Entonces, ¿Quién creó las jineteras y jineteros? Como dicen los babalawos, lo que se sabe no se pregunta. Las creó la precariedad. Las creó la falta de derecho a divertirse y soñar por ser cubanas. ¿O es que ya nos olvidamos de que los cubanos hace solo unos años no podían entrar a los hoteles y no podían comprar en dólares? Ni siquiera podían tener dólares. Lo cual significaba que no podías tener unos jeans o unos zapatos deportivos o una camisa bonita o un reloj o una grabadora o unas gafas de sol o un CD con una música del grupo que más te gustaba. Todo eso estaba absolutamente prohibido. La única manera de tener acceso a eso era tener relación con un extranjero. Y por eso todos los cubanos buscaban tener relación con algún extranjero. Unos les brindaban amistad, otros negocios y otros les brindaban sexo. Es decir que jineteros fuimos todos entonces. Incluido el gobierno.

Porque a muchos representantes del gobierno los vi en esos cabarets, en esos hoteles, en esas piscinas, en esos restaurantes, bebiendo y comiendo y disfrutando con aquellos extranjeros empresarios que venían hacer negocios a Cuba. Y muchas veces aquel funcionario o dirigente o amigo o familiar de un dirigente que estaba con ese extranjero, ni siquiera era el que iba a hacer el negocio, era solamente un puente para llegar al otro que tenía aún más poder, que era el que podía propiciar el negocio. Es decir que ese funcionario o miembro del gobierno estaba “jineteando” a ese extranjero. Y aquel personaje propiciador, podía ser lo mismo un ministro que un viceministro o el hijo o sobrino o el cuñado de un dirigente de lo más alto de la revolución. Yo viví todo eso porque tenía un par de amigos empresarios extranjeros y veía cómo pasaban uno a uno, o de tres en tres, a comer y a beber a costa del extranjero y a nombre de la Revolución. Y al final muchos de esos empresarios se iban cansados de gastar dinero dando vueltas e invitando gente sin concretar nada. Como un amigo de La Rioja al que me encontré en La Habana. Estaba intentando vender sus chorizos, y le pregunté “¿vendes?” y me dijo: “Si, pero no pagan”. Era así. Un juego. Una ruleta de la suerte, donde al final uno caía con suerte y los demás se iban cansados de intentarlo.

Como dato curioso. Una noche estaba yo en el Palacio de la Salsa y por ahí acostumbraba a pasarse uno de los hijos de Fidel Castro. Creo que es uno que se llamaba Alejandro y decían que era un chico muy inteligente en temas de computación o matemáticas. Pues yo andaba con un amigo mío de toda la vida llamado Cesar al que conocí en Barcelona. Y el tal hijo de Fidel Castro me dijo textualmente: “¿Asere tú le puedes pedir a tu amigo que me compre una Coca-Cola? Y recuerdo que yo le dije a mi amigo “es un hijo de Fidel”. Y el amigo me miró como diciendo “¿Quéee ???“, “Y, evidentemente le compramos la Coca-Cola. Y eso mismo me pasó con artistas famosos, glorias del deporte cubano y tantos otros que no mencionaré aquí por qué no viene a cuento.

También recuerdo al hijo mayor de Fidel, (a Fidelito), con otro empresario español al que yo conocía, en las noches de los cabarets de La Habana. Recuerdo que me vio y me dijo “Pero tú no vivías en España” y yo le dije “Vine de visita” y me dijo “vete de aquí que este país es una mierda”. Mira tú, el hijo del padre de la patria. Y en esas noches vi a casi todos los del gobierno, ministros, generales, ideólogos, que claro, cuando iban sin extranjeros, pues entonces no pagaban. Tenían firma. Así se decía: “Él tiene firma en todas partes”, es decir que se pagaba del presupuesto nacional. En fin, lo que sigue pasando. Porque en Cuba nadie se cree que los peces gordos viven como viven por su salario.

¿Qué quiero contar con esto? Solamente un pedacito de una gran verdad. Todos fuimos jineteros. Todos tuvimos un amigo extranjero que nos compró algo. Incluso hoy en Cuba mucha, muchísima que gente, para sobrevivir recibe dinero cosas y ayuda de gente que vive en el extranjero. Y si no, pues no viven. ¿Es indigno eso? ¿Es todo el pueblo indigno?

Entonces acusar a Yotuel Romero o a cualquiera de jinetero es una estupidez. Porque un país donde ser jineteros es una forma común de ganarse la vida, no puede acusar a alguien de jinetero. Es como un país de pescadores que acusa alguien de ser pescador o un país de tabacaleros que acusa a alguien de producir tabaco. Nuestro país se volvió jinetero por necesidad material y falta de sueños. Esa es la gran verdad que nunca dirán en el Noticiero de televisión.

Por eso al principio las chicas que ejercían esta profesión eran miradas con desprecio en la calle, en los trabajos y en las familias. Pero pasó el tiempo y llegó el momento en que fueron miradas como salvadoras de aquellas mismas familias. Eran las que llevaban el dinero para la comida. Y los pañales para el bebé. Y la medicina extranjera para el abuelo. Y las chancletas cómodas para la tía. Y las que le hacían el regalo bonito al primo cuando cumplía 15. Y las que un día compraban un puerco y unas cajas de cerveza y hacían a la familia feliz. Entonces fueron unas heroínas.

Como también decía Serrat “... más cuidado donde tocan” Un poco de respeto por el sacrificio y el dolor de vuestro propio pueblo.

Vergüenza debería dar hablar así de nuestra propia gente, que, si no pudieron hacer más, es porque no les dieron las herramientas para hacer más. Pero ya se han perdido todos los límites y bombardean a diestra y siniestra a todo el que les dice una verdad. Pero como también dice Serrat, “Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”. Lo que es, es y negarlo no lo hace mejor.

Alguien dijo alguna vez ningún trabajo que nos da de comer es indigno. Y en este escrito yo quiero salvar la dignidad de la jineteras y jineteros cubanos que solo hicieron lo que pudieron hacer, para salir a flote en un país que no les llenaba los sueños y necesidades que tenían.

Por eso queremos otra Cuba, una Cuba de respeto, de decencia, de libertades. Por un país que quiera y defienda a su gente. Piense como piense. Una Cuba para todos. Una Cuba donde los cubanos sean primero y se sientan orgullosos y felices de serlo. Una Cuba donde ser cubanos no sea una limitación sino un privilegio, y donde no tengamos que decirle a nadie “¿Señor me compra una Coca-Cola? “ o unos Jeans o un viaje o sueño. Donde la gente lo compre con el fruto de su trabajo su esfuerzo y su talento. Una Cuba que no llame a sus artistas Jinetero o Drogadicto por haber hecho una canción que le cuestiona. Una Cuba donde los gobernantes acepten las críticas, los cuestionamientos y los errores. Y no se sientan intocables y superiores porque como dijo Martí: “Patria es ara y no pedestal”. Una Cuba donde no vaya una turba a tu casa a gritarte ofensas solo por disentir. Una Cuba donde no hayan “actos de repudio” que son la vergüenza más grande de nuestro tiempo. Una Cuba que sea nuestra madre no nuestro policía.

Con esa Cuba soñamos muchos cubanos, porque ya es hora.

Patria y Vida,

Alexis Valdés.

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